OPINIÓN
Hubo en 1826 una Sociedad Rural Argentina
entre cuyos principales accionistas se encontraban Bernardino Rivadavia, Félix Frías,
Narciso Martínez de Hoz, Evaristo Lavalle, Ramón Larrea, José María Rosa, que
era una sociedad comercial con propósitos de colonizar campos y comerciar con
haciendas. En 1829 un malón le llevó seis mil vacas y todos los
yeguarizos y la sociedad empezó a liquidarse hasta desaparecer en 1861.
Ya en 1801 don Félix de Azara había propuesto una sociedad
de
fomento, y en 1814 el director Posadas decreta la creación de una junta de amigos del país para tratar “de materias de agricultura, cría de ganados y todo lo que tenga
relación con estos”, pero en esos años no se
concreta la idea.
Mucho después, en 1858, Gervasio
Posadas, hijo del director, organiza una exposición agrícola en Palermo, en la
finca que fuera de Rosas. La idea está latente y Eduardo Olivera, que ha visto exposiciones en
Europa, se reúne con Sarmiento y Posadas
para
redactar las bases y reglamentos. La guerra civil lo impide, y recién el 18 de agosto de 1866 quedará
constituida la Sociedad Rural con las
bases propuestas por Olivera y con José
Martínez de Hoz como presidente.
La sociedad se propone
velar por los intereses de la campaña, promover mejoras,
orden y arreglo de los pastoreos. Estudiar
los medios para combinar pasturas con labranzas. Estimular a los hombres de ciencia en sus estudios
para proveer de aguas y para
desaguar bañados. Promover la moralidad del hombre de
campo. Estudiar las especies de ganado más
convenientes. Propagar los conocimientos agrícolas. Introducir mejoras en los aparejos de labranza.
Estudiar la aplicación de la química a
los usos agrarios. Investigar semillas y plantas.
Estudiar mercados nacionales y extranjeros, fundar
biblioteca, museos, hacer exposiciones de ganado
y experiencias agrícolas.
En 1867 aparece su publicación, “Anales de la Sociedad Rural Argentina”, dirigida por Ángel
Estrada y con un artículo de Sarmiento en el primer número.
Esta institución, que por el número de
sus miembros y por las riquezas que estos manejan tiene un indudable
peso político, ha sido criticada a veces con injusticia por entender que se
influía en favor de los intereses extranjeros que manejaban ciertos frigoríficos. Pero su
influjo fue reemplazado por otros. En su primera presidencia Perón
decía que los oligarcas son unos tontos, sus campos no rinden nunca una
utilidad mayor al diez por ciento del capital, mientras que cualquier
industria da el treinta.
La Sociedad Rural, como las demás
destinadas a velar por las ganancias de un sector, puede a veces pecar poniendo
sus intereses por encima, o al menos al margen, del interés general de la
nación. Sin embargo tiene a su favor que
se Trata de gente ligada a la
tierra, al suelo, a la gleba, al substrato
de la patria, y que su profesión consiste en hacerlo producir, y que eso sembrar para que nazca la vida
es la esencia del amor.
En ocasiones se la ha acusado de falta
de patriotismo. Sin embargo ahora, en la actualidad, un enorme sector de
la sociedad en sus distintas esferas ha valorado su accionar como una clara manifestación de respaldo al campo, a la autonomía en
sus distintos aspectos y a la defensa indeclinable del sistema federal.
El rechazo a
las retenciones confiscatorias está inspirado en motivo de legítimo patriotismo por
ser la misma absolutamente inconstitucional lo mismo que el embargo sobre el
predio que intenta el Gobierno es un acometida a la moralidad del hombre de campo en su
conjunto.
DR. JORGE B. LOBO ARAGÓN