Finalmente,
el Gobierno decidió cerrar todos sus frentes de batalla. La Justicia,
de la mano de Oyarbide & Cia venía bien, pero dos o tres fallos de
algunos jueces cipayos alcanzaron para reventarla. Con Clarín, en
cambio, tomaron la opción de fundirlo con una técnica maravillosa:
metieron en el directorio a Guillermo Moreno, Axel Kicillof y Daniel
Reposo. La orden fue clarita, y en vez de mandarlos a destruir, les
pidieron que laburen como laburan siempre. Si con eso el Grupo no se
funde, no se funde más. En cuanto a ese temita del lavado, Cristina optó
por lo más sano, y mientras da conferencias desde un lavadero o una
fábrica de productos de limpieza, el resto de la tropa se dedica a
tratar de faranduleros a los que encontraron la posta.
El problema de hacer idioteces
públicamente, es que se queman cartuchos que podrían utilizarse más
adelante para pegarle al enemigo. Hoy está en boga “la farandulización
de la política”, mediante el cual un grupo de programas –que están tan
cerca del análisis político como lo puede estar el de Narda Lepes- se
dedican a cansar al televidente con pibes que deberían estar en cana por
si las dudas. Así, mientras en la Rosada bajan línea, la monada
enloquece y trata de farandulero a todo lo que tenga que ver con el
descubrimiento de lavado más grande que haya visto este país. Y eso que
hemos visto varios.
Puedo entender que el amor enceguece. En
este caso, el amor por Cristina revienta el coeficiente intelectual de
pibes que han crecido bien alimentados y, en su inmensa, imensísima
mayoría, sin mayores sobresaltos durante la década menemista. Ahora,
tirar con la farándula, cuando Cristina tiene más fotos de famosos que
el Hard Rock Café, es un poco fuerte. Bono, Madonna, Serrat, Sabina,
Maradona, Naomi Campbell, Roger Waters, Ricky Martin, Maravilla
Martínez, Ginóbilli, Luis Miguel, Roger Federer, Seann Penn, los Calle
13, la Mona Giménez, Shakira, Antonio Banderas, Melanie Griffith, Lola
Ponce, Ricardo Montaner, y un largo etcétera. Y mejor no mencionar a la
ONG “Con un Martín Fierro nos cagamos de hambre”, los que resisten a
terminar sus días en el anonimato y/o buscan financiamiento blando para
sus producciones, nutriendo todos y cada uno de los actos de
Presidencia: Raul Rizzo, Florencia Peña, Gustavo Garzón, Darío
Grandinetti, Federico Luppi, Arturo Bonin, Pablo Echarri, Víctor
Laplace, Julio Cruz y la coach presidencial, Andrea del Boca.
Y así, cuando la Capitana Cristina indica
“farándula” y todos ven cholulos en todas partes –menos en Balcarce 50-
lo mismo aplica en otras circunstancias, desde siempre. Los que se
enriquecieron con la 1050, fueron otros, no ellos. Quienes acompañaron a
Menem con el voto, con las listas y con la lengua, fueron otros, no
ellos. Aquellos que admiraban a Cavallo fueron otros, no ellos. Los que
bancaron la campaña Duhalde Presidente 1999, fueron otros, no ellos. Los
oficialistas luego de la muerte de Kosteki y Santillan, fueron otros,
no ellos. Quienes de la mano del verso ideológico entregaron recursos no
renovables a capitales imperialistas, fueron otros, never in the puta
life ellos.
La semana pasada volvió a pasar: la
justicia es un ente que se convirtió en corporación por culpa de otros,
como los constituyentes del ´94, entre los que estaba Cristina, o la
reforma del Consejo de la Magistratura de hace un lustro, impulsada por
Cristina. Y ese ente corporativista y a favor de las concentraciones
económicas, creado por otra Cristina, ahora es el problema de todos
nuestros males.
Entre
todos los discursos pedorros y previsibles de los diputados
oficialistas de la eterna jornada del miércoles, se repitieron varios
conceptos de dudoso gusto, entre ellos, uno que apuntaba a que nosotros
le echáramos la culpa por la inseguridad a la Justicia. O sea, la culpa
de la inseguridad es de las excarcelaciones que otorgan los jueces –los
otros- por aplicar la ley, y no de los legisladores, quienes nunca se
calentaron en reformar las leyes, como tampoco es culpa ni mucho menos
de los ejecutivos, que hablan de sensaciones.
El debate habría sido más pintoresco si
hubieran dejado entrar a los ciudadanos al recinto. Lamentablemente, por
disposición de Julián Domínguez, no se pudo. Ni siquiera los que
estábamos acreditados para hacerlo. El motivo era claro, no querían
bolonqui, y está claro que el desorden no es culpa de los camporitas, ni
de la patria monotributista que toma, cada vez que puede, todos los
escaños para insultar a los opositores. Evidentemente no entendieron que
un Diputado podrá ser un empleado administrativo de la Rosada con
escritorio en el Congreso, pero al menos en los papeles, es un
representante del pueblo que lo votó y no da para prohibir el ingreso a
los otros por no llevar pechera azul.
Los otros somos los culpables de todo lo
que los propios no saben cómo arreglar. Y está bien que así sea. No es
lo mismo el aliento de una carpa nacional y popular para que salga la
125, que la presión fascista de los otros, al poner una carpa opositora
para evitar la reforma judicial. No es igual cortar todas las calles un
día de semana al mediodía para que a la Presi le aplaudan hasta las
gansadas en una Plaza o en una cancha, que la actitud violenta de los
otros, que salen después del trabajo a demostrar la violencia de los
carteles. No es para nada la misma cosa y está claro. Por eso Agustín
Rossi, cual patovica de pelotero, puede hacerse el guapo y reír mientras
provoca al que piensa distinto, mientras putea por provocadores a los
que fueron a peticionar a la puerta del Congreso.
Es que la prepotencia, el hambre, la
pobreza, la desocupación estructural, la inflación, la inseguridad, los
cientos de muertos por falta de obras de infraestructura y la
imposibilidad de soñar con la casa propia, son cosas que pasan a un
segundo plano, que no tienen porqué criticarse. Porque tenemos un
gobierno Nacional y Popular que dice hacer todo para solucionar algunos
de esos problemas, y el resto no los nombra. Las quejas quedarán para
los otros.
Mientras
el oficialismo pregona que la Patria es el otro -otro otro, no el otro
normal, este otro es el culpable de todo lo que padece el otro que es
Patria- uno se pregunta qué entenderán por “oportuno” los cráneos de la
oposición -los otros golpistas, cipayos o como quiera llamarles- y si es
necesario que, justo esta semana, Macri le de tanto material al
oficialismo -los otros patriotas- para que llene un par de meses de
informes infumables y columnas somnolientas en los medios amigos del
poder, más allá de todo el material que le dio a los reprimidos para que
se lleven a la casa, previo paso por la guardia de algún hospital. Ni
que hablar de la tela que tuvo para cortar la Presi, que un sábado a la
mañana no tuvo nada mejor para hacer que sentarse a tuitear contra
Macri, por reprimir, y contra todos los que no la votamos, por ser tan
inconformistas que no nos gustó ninguna de las seis leyes que mandó -en
oferta, 6×1, sólo por esta semana- para reventar la justicia.
Nosotros, entre tanto, la vemos de afuera
sin entender demasiado. Y es que, mientras pensamos si era necesario
tremendo operativo dentro de un predio cerrado, o si esta es la policía
modelo y ejemplo a futuro, tenemos que prepararnos para que los otros
patriotas fustiguen el uso de la fuerza pública y los negocios
inmobiliarios de los otros -los otros golpistas- mientras hablan a favor
del militarismo represivo y violento del chavismo -los otros curiosos
patriotas extranjeros- y se hacen los boludos con la larga cadena de
represión violenta contra trabajadores encarada por la Gendarmería
Nacional desde siempre. De las represiones nacionales no se habla; de la
inmobiliaria de Balcarce 50, tampoco. Porque, si vamos a hablar de
represión, coincidirá conmigo -estimado otro lector- que no es lo mismo
un caño opositor que fractura cabezas, que un bastonazo Nacional y
Popular que nos besa la frente.