martes, 30 de abril de 2013

¿QUO VADIS, CRISTINA?

Y llegó la crisis tan temida (para el gobierno, “sorpresiva”) con  su cortejo de ajustes necesariamente odiosos, aunque siempre evitables si se toma el toro por las astas a tiempo.
Como era de esperar, la última en enterase fue la señora presidente doña o doctora (al final, ¿es abogada o no?) Cristina Fernández de Kirchner y su séquito: Guillermo Moreno, los del INDEC, Amado Boudou,  Randazo, De Vido, Giorgi, Echegaray… Al parecer, todos vivieron en  la luna de Valencia hasta ayer.
Desde hace al menos cuatro años y algo más (como mínimo desde 2007), un nutrido grupo de técnicos y políticos del campo nacional y popular venimos previniendo al gobierno y al país que esta crisis llegaría. Se estaba incubando. Nos tildaron de agoreros, “destituyentes”, derechistas, lectores de Clarín (lo peor…) en lugar de serlo del neutral y objetivo multimedio creado sólo con sangre, sudor y lágrimas por el nacional y popular señor Sergio Spolztky.
Nos tildaron de todo, pero la crisis llegó.
 
 Llegó más tarde de lo previsto porque la fueron pateando para adelante mientras hubo fondos “rapiñables” en la ANSES, el Banco Central, el Banco  Nación y en cuanta caja oficial encontró el kirchnerismo en su loco camino de simulaciones y relatos.
Y, por eso mismo, por haber escondido tanto tiempo la basura bajo la alfombra, la crisis llegó como un vendaval, cuando hace cuatro años era apenas una brisa. A una brisa se la puede solucionar sin  dolor. También se la puede disimular manoteando cajas ajenas. A un vendaval hay que enfrentarlo, no hay disimulo que valga.
Este tipo de vendaval recesivo, que nos viene principalmente de afuera, tiene una solución relativamente sencilla, descubierta hace ya 80 años por el señor Keynes: inyectar dinero público al “mercado”, para promover la actividad económica. Claro que para eso hay que tener una buena reserva de dinero público (el llamado fondo anti-cíclico). Pero, si por impericia, ignorancia, necedad o irresponsabilidad, durante los años de bonanza se despilfarraron los fondos públicos de mil maneras (corrupción oficial y oficializada e impune incluida, y no justamente entre las causas menores), y se esquilmó a las cajas oficiales hasta agotarlas, entonces, digo, cuando llega la crisis, no hay con qué darle… salvo el ajuste.
Y el kirchnerismo, reinante por la gracia del yuyito y de la China, está en plena ejecución de un ajuste más que salvaje. Tan o más salvaje que el “rodrigazo”. El ajuste de aquella oportunidad comenzó con un aumento de los combustibles del 150%. El de los K se ha inaugurado con un aumento del impuesto inmobiliario, del ABL y de los servicios públicos (transporte, luz, gas y agua) que va del 150% al 300%.
La preocupación mayor del gobierno es encontrar una forma de disimular este desastre, inventar algo para hacernos creer que el ajuste no existe, que es sólo una sensación o un invento de la derecha corporativa mediática y destituyente… o de la peronista y sindical, porque en realidad el ajuste no existe… según la Casa Rosada.
Y ahí surge el principal problema para Cristina y su corte: todo ajuste castiga a los más necesitados, y suele beneficiar a los poderosos dominantes. Quienes deseen profundizar el mecanismo con que se produce esta perversidad postmoderna del enriquecimiento de los poderosos gracias a un desastre sufrido por los más pobres, pueden consultar el libro “La doctrina del ‘shock’”, de la canadiense Naomí Klein (Paidós, Barcelona, 2010).
El asunto es que, en la Argentina, los más pobres, los trabajadores, están legítima y legalmente representados por el sindicalismo peronista, desde 1945 (quizás un poco antes) y hasta hoy.
El Movimiento Obrero Organizado, es la columna vertebral del Movimiento Peronista. Sin  sindicatos, no hay peronismo. De la misma manera en que, sólo con  sindicatos, tampoco hay peronismo. Por algo es un movimiento nacional y popular, y no un partido laborista de los muchos que han servido como opio para los reclamos de justicia de los pueblos, al menos de los pueblos del Tercer Mundo. Y traigo a colación lo de un partido laborista, porque hay algunos amagues de responder al desvarío de los K, con un  error sectario y divisionista similar, pero desde la otra vereda. La creación de un partido laborista para reemplazar al Movimiento Nacional Peronista significaría servirle en bandeja,  tanto a la derecha como a la izquierda, el logro que ambas buscan desesperada e inútilmente en la Argentina desde hace décadas: o la lucha de clases (en la que siempre sale ganando Wall Street y perdiendo la nación argentina) o un bipartidismo gatopardista que se turne en el poder para que nada cambie. Es la obsesión de los dos grandes diarios, de algunas hojitas subvencionadas por Cristina y su gobierno, de todos los comentarista políticos serios (nunca se ríen) y del establishment nativo y extranjero. Por eso, justamente, el Movimiento Peronista es, para todos ellos, el hecho maldito desde hace casi 70 años.
Hoy, los K (los de paladar negro y los adherentes con bisagras en las rodillas) han  comenzado a transitar peligrosamente la encrucijada del ajuste salvaje, del cual saldrán ganando los que ya tienen mucho, y perdiendo los trabajadores. Por eso Cristina, la señora o doctora presidente, con  su habitual autosuficiencia de maestra normal, les ha marcado el camino: palos a los sindicalistas y arrumacos a las poderosas centrales empresarias.
En definitiva, la que se cree superior a Perón,  atropellada por la crisis tanto tiempo negada, ha recurrido a los métodos que el pueblo trabajador ya conoció muchas veces desde la pomposamente llamada Revolución Argentina del 16 de setiembre de 1955. Cristina los está persiguiendo para callarlos, igual que hicieron Aramburu, Rojas, Onganía, Lanuse, Videla, Martínez de Hoz… Es que para imponer un ajuste salvaje, necesita el apoyo de los poderosos empresarios, y el debilitamiento de los gremios para que no pidan  aumentos de salarios cuando la inflación les hinque los dientes y el Estado quiera ahorrar a costa de las necesidades populares (que la presidente llama ahora “privilegios”).
Ya lo estamos viendo por más que la señora doctora presidente lo niegue cada vez que nos tortura con uno de sus histriónicos “shows” televisivos.
De ahí que hoy comprobemos (con asombro de algunos despistados que creyeron  en el relato K, y de otros aprovechados que simularon creer en él) que el gobierno “popular” e “izquierdista” halaga y festeja a banqueros y multinacionales (incluidas las monopólicas), trata de  arreglar sus cuitas con  el FMI, el Banco Mundial,  el Club de París, EE.UU y el G20, mientras ataca, humilla, desprestigia y hasta asalta a los gremios. Una fuerza militar (o militarizada, como es Gendarmería) no entraba a un gremio para expulsar a los sindicalistas y romper todo desde la época de Aramburu y Rojas. Cristina lo hizo. La estatización “manu militari” de una organización gremial simplemente no se vio nunca, ni en las peores épocas gorilas. Cristina acaba de inaugurar la serie.
Eso es el mundo del revés del peronismo: hay guante de seda y modales versallescos para los poderosos, y sólo diatribas y castigos hacia los sindicatos y sus dirigentes, cuando no asalto a mano armada como en el caso del RENATRE del Momo Venegas, o el de los fondos de las obras sociales fraudulentamente retenidos por el gobierno.
De la dulzura y el cariño con que los trataba la presidente de la Fundación Eva Perón, los trabajadores y sus dirigentes han pasado a conocer el rencor que exuda la señora doctora presidente.
¿Eso es peronismo, progresismo, izquierdismo, o rancia política conservadora gorila?
¿Desde cuándo una protesta gremial es un “apriete”? ¿Por qué un piquete igual que cualquiera de los tantos que hizo D’Elia desde 2003 por encargo de los K, pasó a ser hoy una provocación? ¿A santo de qué un pedido de aumento salarial se convierte ahora en un chantaje, según el modelo K? ¿Cómo se entiende que un gobierno que se dice popular haga oídos sordos al reclamo de los riojanos, sanjuaninos, catamarqueños, neuquinos y otros provincianos de que las multinacionales avaras no les envenenen los suelos y las aguas de los cuales viven, y hasta los persigan poco menos que por ser “subversivos” o “nazis” (¡nazis!)? ¿Con quién almorzó e intercambió lisonjas la señora doctora presidente, con los líderes  de la protesta contra las multinacionales mineras envenenadoras, o con el presidente de la Barrica, la multinacional  envenenadora?
Poco a poco, Cristina y los K se están incorporando a la reacción conservadora, y alejándose del peronismo y, aún, del izquierdismo a la violeta que practicaron (o declamaron) hasta hace unos meses.
Ni los funcionales y siempre “comprensivos” intelectuales de Carta Abierta han podido quedarse callados, aunque todavía digan muy poquito y en un tono casi inaudible. Quizás algún día se animen a decir lo que ven y sienten, al margen de lo que les dictan desde Balcarce 50.
Hasta el “cerebro gris” del los K, el eurocomunista post-stalinista profesor de universidades inglesas y él mismo ciudadano británico por propia voluntaria (como cuadra a un buen marxista…), señor Ernesto Laclau, cierra su ojos y su boca ante el viraje de los K hacia la reacción conservadora, y pide que Cristina sea eterna, imitando en eso a la verborrágica señora Diana Conti.
Para rematar este sainete, la señora doctora presidente ha tenido el coraje de asegurar que lo suyo es mejor que el peronismo creado por Perón.
Y no es que el peronismo sea lo único ni lo sumo, ni que Perón y Evita fueran perfectos, pero, por lejos, fueron los mejores. Comparar a este gobierno con el del 45/55 o el del 73/76, a Néstor con Perón y a Cristina con Evita, no es sólo un grueso error; es, sobre todo,  una soberana ridiculez.