Día del trabajador: el hombre es el centro del trabajo
"Deben favorecerse las iniciativas personales o de grupo que
tienden a proyectar la capacidad creativa del hombre para servir a la
sociedad con su propio trabajo" expresó el obispo español
Demetrio Fernández González con
motivo del día del trabajador.
(ArgentinosAlerta.org)
La próxima fiesta de san José obrero el 1 de mayo nos invita a pensar desde la
fe en el mundo del trabajo, en las personas en cuanto son sujetos activos del
trabajo que realizan, en los problemas que surgen en esta dimensión del hombre,
en las relaciones que se establecen precisamente por motivo del trabajo. El
trabajo humano no tiene sólo la perspectiva de la producción, sino ante todo la
perspectiva de la persona.
La doctrina social de la Iglesia, la que brota del Evangelio y
está transida de amor al hombre, nos enseña que el trabajo es el centro de la
cuestión social. El trabajo abarca muchos aspectos, refiriéndose al hombre.
Puede considerarse desde el punto de vista de la técnica, de los medios de
producción, etc. O puede considerarse desde el hombre como sujeto activo, que
crece y se personaliza en el trabajo. En cualquier caso, siempre es el hombre
el centro del trabajo, no la producción. El hombre se mide por sí mismo, por
lo que es, no por lo que produce. Y el hombre en su dimensión personal y
familiar.
Vivimos días de fuerte crisis en el mundo laboral, sobre todo
porque no hay trabajo para todos. Más aún, se ha llegado a unos niveles de
desocupación inimaginables. Y además, no se ve solución fácil ni pronta. Es un
problema generalizado en los países del bienestar, donde habíamos llegado
a un nivel de producción y de consumo, que casi nos parecía haber alcanzado
el paraíso terrenal.
Pero algo se ha roto en el sistema, y la máquina no
funciona. Las prestaciones sociales se acaban y muchas personas, de las que
dependen muchas familias, se ven en la angustiosa situación de no tener trabajo.
Y de ahí surgen otros muchos problemas personales y familiares, como es el
sentimiento de inutilidad, la falta de esperanza, el empobrecimiento de grandes
grupos de personas, etc.
La fiesta de san José obrero, el día del trabajo, es ocasión
para pensar qué podemos hacer. Y lo primero de todo, es darnos cuenta de que la
dignidad le viene al trabajo de ser colaboración con la obra de Dios. Dios ha
creado el mundo y ha mandado al hombre que lo domine y lo organice para su bien,
según el plan de Dios. Sin Dios, los problemas del trabajo no tienen arreglo.
Y en la tarea del trabajo, el hombre aprende a convivir con los demás, haciendo
del trabajo un lugar de encuentro, nunca de conflicto. En segundo lugar, hemos
de estar abiertos a la solidaridad con quien no tiene nada de nada, para
ayudarle en su emergencia y abrirle caminos de esperanza. Las dificultades unen
a los hombres para superar juntos tales problemas.
Además, deben favorecerse las iniciativas personales o de
grupo que tienden a proyectar la capacidad creativa del hombre para
servir a la sociedad con su propio trabajo. El ideal no es conseguir un
trabajo para rendir lo menos posible, teniendo un sueldo asegurado a costa
de no sé quién. En el trabajo, uno debe considerar como propio aquello que
realiza, al mismo tiempo que reclama la dignidad de su obra ante los demás.
La apertura a la vida, engendrar a la generación venidera,
es otro punto importante de la cuestión social, porque si no hay generación
de reemplazo, no será posible garantizar las pensiones y ni siquiera la mínima
producción para sobrevivir en nuestra sociedad. Hay que ayudar a las familias
a que tengan hijos, que serán los trabajadores del mañana. He aquí la más
importante inversión a largo plazo, a la que todavía no se le presta la debida
atención en nuestra sociedad.
Y, llegando a las cifras macroeconómicas que nos hablan de un
parón del consumo y el consiguiente parón de la productividad, debemos
preguntarnos qué pieza se ha roto en el mecanismo social, por el cual esto no
funciona, y muchos sufren las consecuencias. A simple vista, se percibe que
no podemos vivir por encima de nuestras posibilidades. La permanente
excitación al consumo tiene un límite, y si no somos capaces de ser austeros por
el camino de la virtud, tendremos que ser austeros obligatoriamente por la vía
de la carencia. La crisis nos va a enseñar mucho, nos ha de enseñar a ser más
austeros.
Por otra parte, todos nos hemos hecho más sensibles a la
transparencia en la gestión del dinero público, de manera que sea perseguida
la corrupción en todos sus ámbitos, el dinero fácil a base de pelotazos con
cargo al erario público, el derroche faraónico en proyectos y realizaciones, que
se hacen con el dinero de todos, para cobrar comisiones.
Dios quiera que haya pronto trabajo para todos, y así lo
pedimos a san José obrero, pero mientras eso llega, evitemos conflictos
innecesarios y protestas que no conducen a nada y abramos nuestro corazón a la
solidaridad fraterna, la que brota de considerar al otro como hermano y no
como rival. San José y la crisis pueden ayudarnos a valorar mejor el trabajo.
Recibid mi afecto y mi bendición: