NUESTRO TIEMPO
KIRCHNERISTAS versus ANTIKIRCHNERISTAS: UNA DIALÉCTICA PARA GILES AL SERVICIO DEL SISTEMA
El Sistema necesita la división
Lo que van a leer no es una muestra de moderación política,
tampoco la intentona de lograr un punto
medio entre dos visiones supuestamente antagónicas, sino un escrito contra el
Sistema o Régimen de dominación que nos viene haciendo perder el tiempo, un
tiempo que el Sistema gana para orquestar el desguace definitivo de nuestra
patria. Digo esto porque los enceguecidos de siempre, posiblemente ni traten de
entenderlo antes de levantar la piedra para tirarla y otros simplemente no
querrán entenderlo, justamente para que el sistema continúe con su labor destructiva, que lleva
años delante de nosotros.
Se trata de una breve descripción de las dos expresiones del Sistema que actualmente se disputan el gobierno localmente. Quiero que se
entienda bien: no existe ningún modelo alternativo entre esas dos tendencias que tenga como meta salir del Régimen de
Dominación, el que se basa en el demoliberalismo político: Capitalismo en
economía y progresismo en cultura. La antinomia solo se plasma en una
dialéctica donde ambas partes reivindican la “democracia” como su norte político, siendo
lo demás una disputa que se divide en la implementación de diversas variantes del capitalismo liberal
y diferente graduación de la cultura progresista.
La disputa es por el gobierno del Estado sin sacar los pies
del diminuto plato que nos ha puesto en la mesa del Poder Mundial.
Me referiré, por lo tanto a los “kirchneristas” y a los
“antikirchneristas”, conforme se vienen delineando las diferentes tendencias de
un tiempo a esta parte. Si el Sistema o Régimen funcionó siempre en base a una
dialéctica inducida, desde el advenimiento del Kirchnerismo eso de manifiesta
de una forma mucho más radicalizada. Una polarización inducida es lo que en
definitiva mantiene unidas las piezas de la maquinaria en funcionamiento. En el
2001 la máquina comenzó a mostrar serias falencias y fisuras de todo tipo. Por
eso la cucharada de dialéctica y contradicción debía ser mucho más potente. Lo
importante era diluir, disolver. El objetivo: volver a legitimar mínimamente al
Régimen, después de 20 años de desastres.
Los K.
El 2001 significó un principio de unión del pueblo contra el
Sistema. Tácticamente fue dispersado por la acción de la izquierda y, a largo
plazo, se radicalizó esa separación. Duhalde primero y Kirchner finalmente,
reafirmaron las bases del Régimen y echaron a funcionar nuevamente su
maquinaria dialéctica atada con alambre. Especialmente, mediante la utilización
de la temática de los 30.000 desaparecidos como pilar cultural del mismo,
inflando el globo de los derechos humanos hasta tornarlo un grotesco espantajo,
planteando un seudo peronismo mechado de
izquierdismo cultural, del tipo que encanta a los países centrales, a los
organismos internacionales y las ONG “humanitarias” (aborto, homosexualidad,
liberación de droga), de amplio espectro, incluyendo todas las tareas. Así se
hicieron del Estados los K. Su bagaje ideológico está repleto de mentiras; en
toda la línea es una operación de falsas bandera.
Se convirtió a la historia reciente en una caricatura y con
esa caricatura barata se adoctrinó a la gente, especialmente a los más jóvenes,
se proveyó a la disolución del poder del Estado, prácticamente se liquidó moral
y materialmente a las FF.AA. (que venían siendo destruidas desde el
alfonsinismo y ahogadas económicamente por Menen) y se anarquizó a la policía,
con lo cual nos convertimos en indefensos y, en lo que atañe a la seguridad
interna, el delito escaló a posiciones nunca vistas. Todo realizado en nombre de la ideología
“derecho humanista”, cuya abanderada, la corrupta Hebe de Bonafini siempre está
en la palestra en defensa al gobierno. Siempre impune después de robarse todo.
Un símbolo de lo más repugnante de la Argentina. Para mayor acopio de basura, hasta Maradona se cobijó
debajo de las faldas de Cristina.
El aparato delincuencial del peronismo sirvió justamente
para dar aire al sistema: mientras sus partidarios hablan de revoluciones y
socialismos, la realidad es que han arreglado con todos. Al FMI, al que
supuestamente defenestraron le pagaron toda la deuda, están hasta el cuello con
el Banco Mundial y el Club de Paris. Siendo aparentemente “montoneros”, hacen
muy bien los deberes que les dejó el Proceso fundador de la “deuda externa”
sideral, multiplicada por tres por los demás capitostes partidocráticos. Todos
sus cacareos “nacionalistas” fueron una monumental estafa, sus peleas con los
ingleses fuegos de artificio y encima mojados. La inclusión social dádivas en
base a endeudamiento externo que destruye la cultura del trabajo. La corrupción
y la inoperancia más espantosa que se tenga en la memoria, en un gobierno
plagado de presiones y aprietes a quienes no le son dóciles: los periodistas y
la justicia. Son un símil latinoamericano de la socialdemocracia. No son
marxistas, porque no les da el cuero y el marxismo es una pieza de museo. Se
hacen los “guerrilleros heroicos”, mientras disfrutan del capitalismo
prebendarío que han resucitado y puesto a su servicio. Hablan de Menem, pero no
denuncian los tratados de rendición que ese traidor firmó con los británicos; siguen dentro del FMI,
mientras se quejan de sus presiones. Su política internacional sigue los
dictados de Obama.
Los anti-K
Luego de más de diez años de aquella etapa, inaugurada con
la consigna de “Que se vayan todos”, la cuestión llega hoy al extremo de la
decadencia moral, de forma tal que nada de lo que hay dentro de este Régimen
merece sobrevivir.
El término “anti-K” designa a un amplio, confuso y
heterogéneo espectro de fuerzas, organizaciones y simples expresiones políticas
y sociales. Anacrónicos y atado a falsas ideas, la supuesta oposición política
es más de lo mismo, con el agravante de que es inorgánica y caótica, dividida en
mil pedazos antagónicos entre sí, que no atina a hacer nada constructivo ni
generar alternativa alguna. Son los restos de lo que en vida fuera el
radicalismo y diversas expresiones del progresismo (los K han logrado dividir
hasta quiénes son símiles).
Por su parte, los liberales, cómplices del desguace
económico del Estado, pretenden volver a la época del 1 a 1. El macrismo, que
en gobierno de Buenos Aires no han hecho dada diferente a las otras expresiones
partidocráticas: robar y llenar de empleados contratados (con contratos
basura), constituye la nueva y mayoritaria expresión del anarco-liberalismo,
espantoso guiñapo que si se sienta en una mesa con algunos progresistas podrían
darse la mano. A su vez, los partidarios de la ideología militar, representa una
mixtura del liberalismo, conservadurismo, patriotismo confuso y anticomunismo,
como si todavía existiera el comunismo; claramente pro-norteamericano, al mismo
tiempo que reivindica la causa Malvinas, fracasada precisamente por la “trampa
anglo-norteamericana”. Se trata de una
de una ideología que viene creando espantosas confusiones dentro del
nacionalismo y que, en definitiva, obligará a mediano plazo a muchos sedicentes
nacionalistas a que se definan sobre qué son en realidad. A todo ello hay que
agregar las diversas manifestaciones de la “masonería” sumamente activa desde
hace más de una década.
A los “anti-K” no los
une un programa para la toma del poder, porque son incapaces de organizarse por
sus encontradas posiciones, sino lo único que los une es ser “anti-K”. No tienen otro programa alternativo
que no sea, en última distancia, el liberalismo económico. En lo político,
rinden culto a la “democracia” como hacen los K, de ahí a que se sienten
demócratas cabales, será del grupo que sea. En última instancia, se pelean para
definir quién es más “democrático” o
sea, más regiminoso que el otro.
De esa forma, el
sector “anti-K”, huérfano de ideas y planes, inorgánico y anárquico, sólo se
contenta con hacer movilizaciones a cual más confusa y heterogénea, con
motivaciones contradictorias y con
condiciones anónimas – al estilo de las “revoluciones de color” en Europa
Oriental o de las “revoluciones árabes” – que no llegan a nada. Van detrás de
los acontecimientos
En síntesis, la única realidad de la dialéctica “K Vs.
Anti-K” es la disolución, el planteo de falsas opciones detrás de las que se
encolumnan todo un universo de gente que no entiende en definitiva cuál es la jugada, cuestión que se evidencia en
las elecciones, porque desde hace haños compra mercadería averiada y de tiempo
en tiempo brota una nueva camada de personajes a quien contársela.
A pesar de todo, mantenemos la “esperanza” irracional de que
en algún momento, como lo fue en el 2001, algún sector del pueblo despertará
de
su letargo y generará las condiciones que posibiliten terminar con esta
infame
situación. Si así lo ocurriera, no habría que desperdiciarla. Esperemos
estar
preparados para canalizarla. Todo tiene un límite, lo que es seguro es
que ello ocurrirá, aunque no sabemos el mes, el día ni la hora.
Por Guillermo Rojas (periódico Patria Arentina, Marzo 2013)