Por el Dr. Edgardo Atilio Moreno
En estos primeros meses del 2013
ocurrieron varios hechos que merecen algún comentario. Nos referiremos solo a
tres de ellos.
En primer lugar queremos dejar
sentada nuestra opinión sobre la muerte del presidente Chavez, mejor dicho
sobre su gobierno, por qué sobre la muerte no hay mucho que decir, más que lo
que se dice cuando muere cualquier persona, es decir, que descanse en paz.
Ahora bien, sobre su gestión
tampoco es necesario extenderse mucho. Chavez, por más empeño que pongan los chavistas en revestirlo con los
laureles de un héroe nacional, no
significó ningún cambio sustancial para Venezuela, ni representó ninguna
amenaza al Poder Mundial.
Es cierto que su gestión logró
bajar los índices de pobreza y mejoró la situación de muchos carenciados en ese
país, al menos de aquellos que se mostraron sus fieles seguidores. Sin embargo
lo hecho es muy poco en comparación a lo que una verdadera revolución
nacionalista debería y podría hacer.
En efecto, Venezuela, a pesar de
los cuantiosos recursos que obtiene de la exportación de su petróleo, sigue siendo un país sin industrias, sin
autoabastecimiento alimentario, y dependiente de una renta petrolera que se mal
gasta al grado tal que la empresa estatal que explota esa actividad esta
terriblemente endeudada.
En lo que sí fue coherente el
“bolivariano” fue en su papel de socialista; pagó puntualmente a la usura
internacional y difundió por doquier las ideas marxistas, mientras que al mismo
tiempo se hizo rico.
Claro que los opositores al
chavismo tampoco son mejores. De modo que los venezolanos no tienen ninguna
alternativa, se compraron el buzón de la
falsa dialéctica.
Ojala que algún día los pueblos
comprendan que el enemigo a combatir es el Régimen, y no sus distintas
expresiones, sean estas de izquierda o de derecha.
El otro tema que queremos tratar
aquí es el de la aprobación del acuerdo con Irán; a tenor del cual los
funcionarios iraníes, requeridos por la justicia argentina por la voladura de
la AMIA, podrían desvincularse de dicha causa.
Al respecto vale la pena recordar
que los Estados Unidos e Israel en un principio pidieron que se inculpara a
Siria; luego apuntaron a Irán, en base a unos informes de la CIA y del Mossad
que no convencieron a nadie, al punto tal que la misma presidenta reconoció que
hay muchas dudas sobre esta cuestión.
Ahora resulta que, aparentemente,
los norteamericanos ya no quieren seguir confrontando con los iraníes, entre
otras razones por el fuerte apoyo que Rusia les brinda a estos. En consecuencia
el gobierno argentino habría recibido un guiño de ojo para firmar este tratado.
Con lo cual y como era de esperar, las entidades sionistas en nuestro país – a
las cuales convencieron de la culpabilidad de Irán- pusieron el grito en el
cielo.
Como se ve estamos muy lejos
todavía de conocer la verdad sobre estos atentados. El problema es que desde el
principio se actuó mal, se permitió que la injerencia extranjera orientara la
investigación según sus conveniencias. Por eso se ocultaron y no se tuvieron en
cuenta las pericias de la Academia Nacional de Ingeniería, las cuales
demuestran que las explosiones, tanto en la AMIA como en la Embajada israelí,
fueron adentro. Es más desde la embajada de Israel dijeron que afirmar eso era
antisemita.
Otra cosa que se soslaya es que
estos actos terroristas se produjeron en el marco de un enfrentamiento entre
facciones internas del estado de Israel, el cual alcanzó su clímax cuando la
ultraderecha israelí asesinó al primer ministro Rabin para impedir la firma de
un tratado de paz con Arafat que incluía la entrega de tierras a los palestinos.
En definitiva, no hay dudas que
esta es una causa muy compleja pero también es cierto que si las entidades
sionistas en la argentina realmente quieren saber quiénes son los responsables
de los atentados, deberían aceptar una investigación imparcial y no ser
funcionales a los intereses de países extranjeros como Israel y los EEUU.
El último tema sobre el que nos
vemos en la obligación de decir algunas
palabras es el de la designación del cardenal Jorge Bergoglio como Papa.
En primer lugar tenemos que
consignar con dolor que los antecedentes del cardenal no son muy alentadores
que digamos. Es de público conocimiento que este a lo largo de su trayectoria
simpatizó con el clero tercermundista y con los apologistas de la subversión
marxista, además participó de cuanta ceremonia ecumenista pudo (sin preocuparse
de que ello pudiera alentar el indiferentismo sincretista); mientras que por
otro lado nunca atendió a los pedidos de los fieles que solicitaban la Santa
Misa en su venerable rito tradicional; ello a pesar de que el Papa Benedicto
mandó a satisfacer dichas demandas. Todos estos aspectos negativos de su pastoral
hacen comprensible el beneplácito de los enemigos de la Iglesia por su
designación.
De todos modos como católicos
entendemos que, a partir de su elección como Sumo Pontífice, el cardenal
Bergoglio murió y nació el Papa Francisco. Además estamos seguros que el
Espíritu Santo no dejará de asistir a la Iglesia de Cristo. Por ende lo que nos
corresponde hacer es simplemente rezar para que Francisco sea un buen Papa. En
ese caso que nadie dude que seremos sus más fieles servidores, de lo contrario
tendremos que mantenernos firmes en la Fe, soportando el proceso de
“autodemolición” de la Iglesia que supo denunciar Paulo VI… hasta que El vuelva
a reinar.
*Editorial Revista
"Milo" Nº 10, abril del 2013