Por Nicolás Márquez (*)
Las inundaciones recientes, los informes de corrupción promovidos por
Jorge Lanata, la embestida del régimen contra lo que queda de justicia
independiente y una alta dosis de hartazgo acumulado, impulsaron una vez
más a la ciudadanía a ganar las calles a lo largo y ancho de toda la
Argentina con el fin de marchar y protestar contra el desacreditado
régimen de Cristina Kirchner.
A modo de crítica, se dice que estas manifestaciones masivas no
tienen líder visible y por ende, en las mismas hay consignas
desordenadas y la ira popular termina diluyéndose sin un reclamo
concreto y sin una acción política definida. Sin embargo, como elemento
positivo, al no existir un cabecilla nítido, el aparato de inteligencia
del gobierno no tiene a nadie individualizado como para lanzarle un
“carpetazo”, una extorsión o una operación de prensa para denostarlo y
así desmovilizar por añadidura al resto de los aunados.
Pero más allá de pros y contras de esta horizontalidad, el saldo de
la reciente marcha del 18 de abril nos arroja tres reflexiones concretas
que deberían preocupar en mucho al oficialismo, independientemente de
que Cristina Kirchner se haya hecho la desentendida twitteando
frivolidades y el diario paraestatal Página 12 haya minimizado el multitudinario acontecimiento.
1) En primer lugar, la magnitud de lo sucedido confirma que las
movilizaciones sociales no son producto de un malhumor pasajero o
arrebatado puesto que este fenómeno se viene manteniendo con el correr
de los meses con igual o mayor convocatoria.
2) En segundo término, la bronca y el malestar social son fenómenos
contagiosos que sirven para ir consolidando y ensanchando fuertemente el
mayoritario clima disidente de cara a las elecciones venideras.
3) Y como tercer elemento en danza, nos encontramos con que muchos
dirigentes y militantes políticos con pocos escrúpulos (que siempre
abundan) que hasta la fecha se encontraban “jugando a dos puntas” o
especulando con la indefinición de cara a las elecciones de octubre,
comienzan a verse forzados a precisar su postura en favor de las
estructuras opositoras tras advertir que el negocio de ser kirchnerista
ya no tiene buen marketing a la vez que se hace visible el achique de la
cartera de clientes electorales oficialistas.
Estos y otros motivos nos llevan a concluir que acaba de pasar una
semana más que gris para un oficialismo que se ha quedado sin reflejos,
sin ideas y con un consenso decreciente. Pocas dudas caben de que el 18
de abril se ha vivido otro renovado golpe a la supervivencia del régimen
y todo indica que este desgaste progresivo que lo acecha prevalecerá y
perdurará en las semanas venideras hasta ennegrecer por completo su
presente y futuro político, cuando al fin cada sonido de cada golpe de
cacerola sea reemplazado y convertido por un sufragio palpable y
registrable.
La Prensa Popular | Edición 193 | Lunes 22 de Abril de 2013