Quienes hemos vivido como protagonistas las décadas del 60 y del 70
no podemos menos que asombrarnos al ver que, 40 ó 50 años después, los
hijos políticos de los imberbes de aquella época, y a veces los mismos
imberbes (hoy envejecidos) repiten fantasías y errores (en realidad,
hipocresías) que parecían superadas.
Tanto el ERP como Montoneros decían defender al pueblo, mientras
mataban sin misericordia alguna a soldaditos inocentes y patriotas en
Monte Chingolo y en el Regimiento 29 de Formosa.
Juraban defender la Constitución y al gobierno popular, y
simultáneamente provocaban en forma consciente y deliberada a los
militares gorilas para que dieran el golpe fatídico del 24-3-76, porque
“lo mejor es que se pudra todo”.
Declamaban con lágrimas en los ojos su adhesión al peronismo y su
defensa de Perón, mientras insultaban a su esposa, asesinaban a sus
gremialistas, boicoteaban su pacto social y su propuesta de unidad
nacional, y torpedeaban su conducción.
En 2003 les cayó el gobierno en las manos de Kirchner, como regalo
del cielo. Para mí, no fue un error de Duhalde, sino una mala jugada del
destino: la defección de Reutemann y los magros resultados de de la
Sota en las encuestas de opinión, llevaron a Duhalde a elegir entre
Menem y Kirchner, entre Guatemala y Guatepeor. Hoy, con el diario de
los lunes en la mano, hay quien dice que Duhalde, en este lamentable
Prode en que se ha transformado la política nacional, eligió a
Guatepeor… ¡Vaya a saber!
Lo cierto es que la historia, para ser maestra de vida, necesita ante
todo que se la acepte con honestidad intelectual y de la otra. No
“relatada” según la conveniencia de cada grupo o secta, sino reconocida
tal cual fue y es. De lo contrario, la historia no puede enseñarnos
nada. Deja de ser experiencia, para ser sólo anécdota o chicana
sectaria. Se limita a repetir sus tragedias para convertirlas en
grotescas tragicomedias.
La señora de Kirchner, desde la Casa Rosada, parece encarnar una
versión, aumentada hasta lo patológico, de aquellas fantasías y
falsedades.
YPF y el nacionalismo K
El irregular trámite de expropiación de YPF ha desnudado como nunca
las falsedades del kirchnerismo y, especialmente, de su jefa, la
presidente. También ha dejado en claro los motivos (ideológicos y
crematísticos) que mueven a la variopinta oposición a los K.
Hoy todo es falsificado en el relato kirchnerista sobre YPF. No es
una expropiación sino un manotazo prepotente, un asalto de ladrones del
camino. Y su gravedad no disminuye por el hecho de que el expropiado
sea un grupo extranjero con cola de paja igual a peor que los K. El
latrocinio de Repsol sobre YPF, si existió (y es muy probable que
existiera) fue perpetrado gracias a la complicidad manifiesta del
kirchnerismo y, especialmente, de la presidente y su finado esposo.
Brafau no buscó a los Eskenazi como “socios” por ser éstos eximios
especialistas en petróleo, sino porque buscaba a algún grupo tramposo
que tuviera experiencia sobrada en coimear con los K y moverse en
“mercados regulados”.
Los Eskenazi eran ya expertos en quedarse con bancos provinciales por
chirolas. Así habían logrado que el menemismo les entregara el Banco de
San Juan. Luego, con una trampa escandalosa, al mejor estilo
Kirchner-Menem, se les entregó el Banco de Santa Cruz, a pesar de que el
Banco Cooperativo Almafuerte había hecho una oferta considerablemente
mejor. “Si retirás tu oferta por el Banco de Santa Cruz, te damos la
próxima privatización de un banco provincial. De lo contrario,
fundiremos tu banco”, le dijo el presidente del Banco Central Pedro Pou
al presidente de la Cooperativa Almafuerte, en marzo de 1997. El tozudo
cooperativista no aceptó el trato de fulleros que le proponía el
“menem-kirchnerismo” para beneficiar a los Eskenazi. El Banco Central
menem-kirchnerista forzó tramposamente la liquidación del Banco
Cooperativo Almafuerte en noviembre de ese mismo año… Cuando ya estaba
todo perdido, desde el Almafuerte me llamaron para tratar de salvar la
quiebra. Ya era tarde. Los Eskenazi se quedaron con el Banco de Santa
Cruz, en su calidad de protegidos de la Sociedad Anónima
Menem-Kirchnerista.
Con el argumento de ser propietarios de dos bancos provinciales
privatizados (por Menem uno, y por Menem-Kirchner el otro), los Eskenazi
se quedaron, ya en la venturosa época del modelo de acumulación muy
productiva… para los amigos, con el Banco de Santa Fe. Y, siendo dueños
de tres bancos provinciales, les fue fácil “convencer” a “Él”, a
Nestor, que les entregara el de Entre Ríos.
De esa forma, los Eskenazi se graduaron de especialistas en mercados regulados… por Menem y Kirchner.
Brufau lo supo y buscó a los Eskenazi como socios insólitamente
privilegiados por ser los más confiables y seguros amigos de los K, o
testaferros de ellos. En buen romance, Brufau les regaló a los Eskenazi
el 25% del Repsol-YPF como forma de asociar a los Kirchner en ese jugoso
negocio. En definitiva, Brufau y los Kirchner jugaron una partida
mafiosa. Y ya se sabe que entre bueyes no hay cornadas… aunque en este
caso las hubo, porque para un Kirchner no hay nada mejor que trampear a
un ex socio. Quien desee profundizar sus conocimientos sobre esta faceta
del kirchnerismo puede consultar a Carlos Menem, Eduardo Duhalde,
Daniel Scioli, José Juan Pampuro, Esteban Righi, Julio Cobos, Jorge
Taiana, Alberto Fernández, Héctor Magneto, Daniel Hadad, los hermanos
Cirigliano y sigue la lista.
Lo cierto es que los K exigieron a Brufau que, durante todos estos
años, YPF distribuyera el 100% de sus utilidades, a fin de que los
Eskenazi-K pudieran “pagar” con ellas las acciones regaladas por Brufau
para coimear a los K.
Cuando bajaron peligrosamente las reservas de petróleo y gas, y
debido a ello se desplomó la extracción de ambos y su importación nos
comió los dólares de reserva del Banco Central, la presidente K se rasgó
las vestiduras con su mejor actuación histriónica, y cargó la
responsabilidad del desastre energético sobre el pícaro Brufau, como si
la culpa fuera del chancho y no de quien le da de comer.
Puro relato. Pura hipocresía. Puro kirchnerismo.
Ahora, los argentinos estamos ansiosos por ver si algún capital
pirata del mundo se atreve a asociarse con los piratas K en YPF, y en
qué condiciones leoninas lo hace. Cuando ese nuevo trato (que muy
probablemente también será mafioso) se logre, la señora presidente
hablará, con su mejor histrionismo, de la hazaña alcanzada por el mejor y
más popular gobierno que ha tenido jamás nuestro país: el del
kirchnerismo… la etapa superadora del peronismo.
El caso Malvinas
La presidente ha aplicado, sorprendentemente, todo su fantasioso (¿o
infantil?) repertorio K para encarar el delicado y vital tema de la
recuperación de nuestras Islas Malvinas. Y lo ha hecho con el mismo
histrionismo y superficialidad de siempre.
A esta altura de mi nota, debo aclarar que uso el término histrionismo en los dos sentidos que le asigna el diccionario:
a)- Despectivo: Aparatosidad, teatralidad en los gestos y el lenguaje.
b)- En sicología: Necesidad de atraer la atención de los demás sobre uno mismo.
Para enfrentar a Inglaterra, nuestro sempiterno enemigo político, la
depredadora de nuestras riquezas y manipuladora de nuestros políticos de
derecha (los liberales de la “generación de 1853”) y los de izquierda
(los liberales presididos por Juan B. Justo), la Sra. de Kirchner
adoptó una estrategia estrafalaria. El primer y fundamental paso de esa
estrategia K fue designar a Alicia Castro, como embajadora en Londres.
Alicia, una ex gremialista combativa que hace tiempo supimos admirar por
su coraje, siguió los pasos de Hebe de Bonafini: rifó sus años de
gloria y mérito indiscutible (Alicia, en el sindicato de las azafatas),
para ser el nexo afectivo y efectivo entre las debilidades humanas de
Hugo Chávez y la pulsión por el enriquecimiento ilícito del matrimonio
Kirchner. Pero el cáncer que no perdona, transformó a Chávez quien, a la
vez que ganaba humanidad (sus oraciones a Dios, aún en su estilo
caribeño, son conmovedoras) perdía seguramente vitalidad en los
menesteres que encandilaron a Alicia Castro hace unos años. El tiempo lo
puede todo. Los desvaríos kirchneristas también. Alicia cambió Caracas
por Londres, dispuesta a darle a la vieja y fría capital de los
traficantes del opio de Birmania, el calor de la cumbia caribeña. Nada
extraño: el Caribe fue el teatro de los grandes éxitos de los piratas
Morgan y Drake, al servicio de su graciosa majestad pirata.
En cumplimiento de la estrategia maestra de la presidente Kirchner
para doblegar a Inglaterra en la cuestión de las Malvinas, Alicia
produjo una insólita “caribeñeada”, que fue muy elogiada por 6, 7, 8 y
los diarios de Sergio Spolsky y Ulloa Igor (¡señal de que fue realmente
una jugada diplomática genial!): le hizo un piquete (diplomático, claro
está) al primer ministro de los piratas. Según dicen, en el Foreign
Office cundió el pánico ante la muy probable pérdida de las Malvinas
debido a la jugada maestra de la dupla Cristina-Alicia.
Nuestra salvación está en Angola
Esa “actuación” histriónica de la presidente y de la embajadora en
Londres tuvo un digno correlato esta semana: acompañada por el
impresentable Guillermo Moreno, la presidente viajó a Luanda, la capital
de Angola, para trabajar como propagandista y promotora de ventas de lo
mejor y más representativo de nuestra industria nacional: La Salada…
Con ese motivo, la TV (toda: la pública, inmaculadamente imparcial y
objetiva… y la privada destituyente) nos mostró un espectáculo que nos
duele y abochorna. No se podía esperar otro resultado. Guillermo Moreno
no es justamente un dechado de perfección en cuanto a modales
civilizados y tacto diplomático se refiere. Su conducta, que oscila
entre la de un padrino y un capanga, sólo es aceptada, con la cabeza
gacha y la dignidad ausente, por empresarios que firman el pacto del Dr.
Fausto con tal de vender un par de zapatillas más.
Y la Sra. de Kirchner, a esta altura de su segundo mandato, está
dando preocupantes y frecuentes muestras de que alguna patología se
insinúa en su interior afectivo y/o volitivo. Dio mucha pena ver a
nuestra presidente haciendo el papel de los vendedores de baratijas en
el subte y los colectivos porteños. Sólo le faltó ofrecer el mejor peine
para el bolsillo del caballero y la cartera de la dama.
Quien la haya visto por televisión promocionando “alegremente” la
Gran-Feria-Argentina-Gran de Luanda, y publicitando los productos que
Guillermo Moreno, sin pudor ni tacto alguno, le soplaba al oído,
seguramente habrá tenido esa triste sensación, y se habrá hecho la
pregunta de rigor: ¿quién atiende la salud de la presidente?
Ese lamentable episodio se une a la estrategia diplomática del
piquete llevada a cabo por Alicia Castro en Londres, y refuerza la
necesidad de reflexionar sobre la salud de Cristina. Ambos dislates no
son propios de una persona en su sano juicio.
En efecto, creer que el estancamiento de las exportaciones y la
asfixiante escasez de dólares (que trajo aquel modelo de acumulación…
para los K) se solucionará con la Gran-Feria-Argentina-Gran de Luanda,
es un dislate semejante a esperar que el adolescente piquete de la
embajadora Alicia Castro conmueva a la fría diplomacia británica y
atemorice a su calculadora dirigencia, la vieja arpía.
Insisto, ambos episodios nos hacen temer que en la Casa Rosada y en
Olivos se haya instalado el histrionismo en la segunda acepción del
diccionario y en grado patológico.
En estos casos, siempre es preferible estar equivocado, pero con
demasiada frecuencia, y lamentablemente, el tiempo nos suele dar la
razón.