martes, 23 de abril de 2013

LA INSOPORTABLE LEVEDAD DE SER KIRCHNERISTA

Quienes hemos vivido como protagonistas las décadas del 60 y del 70 no podemos menos que asombrarnos al ver que, 40 ó 50 años después, los hijos políticos de los imberbes de aquella época, y a veces los mismos imberbes (hoy envejecidos) repiten fantasías y errores (en realidad, hipocresías) que parecían superadas.
Tanto el ERP como Montoneros decían defender al pueblo, mientras mataban sin misericordia alguna a soldaditos inocentes y patriotas en Monte Chingolo y en el Regimiento 29 de Formosa.
Juraban defender la Constitución y al gobierno popular, y simultáneamente provocaban en forma consciente y deliberada a los militares gorilas para que dieran el golpe fatídico del 24-3-76, porque “lo mejor es que se pudra todo”.
Declamaban con lágrimas en los ojos su adhesión al peronismo y su defensa de Perón, mientras insultaban a su esposa, asesinaban a sus gremialistas, boicoteaban su pacto social y su propuesta de unidad nacional, y torpedeaban  su conducción.
En 2003 les cayó el gobierno en las manos de Kirchner, como regalo del cielo. Para mí, no fue un error de Duhalde, sino una mala jugada del destino: la defección de Reutemann y los magros resultados de de la Sota en las encuestas de opinión, llevaron a Duhalde a elegir entre Menem y Kirchner, entre Guatemala y Guatepeor. Hoy, con  el diario de los lunes en la mano, hay quien dice que Duhalde, en este lamentable Prode en que se ha transformado la política nacional, eligió a Guatepeor… ¡Vaya a saber!
Lo cierto es que la historia, para ser maestra de vida, necesita ante todo que se la acepte con honestidad intelectual y de la otra. No “relatada” según la conveniencia de cada grupo o secta,  sino reconocida tal cual fue y es. De lo contrario, la historia no puede enseñarnos nada. Deja de ser experiencia, para ser sólo anécdota o  chicana sectaria. Se limita a repetir sus tragedias para convertirlas en grotescas tragicomedias.
La señora de Kirchner, desde la Casa Rosada, parece encarnar una versión, aumentada hasta lo patológico, de aquellas fantasías y falsedades.
 YPF y el nacionalismo K
El irregular trámite de expropiación de YPF ha desnudado como nunca las falsedades del kirchnerismo y, especialmente, de su jefa, la presidente. También ha dejado en claro los motivos (ideológicos y crematísticos) que mueven a la variopinta oposición a los K.
Hoy todo es falsificado en el relato kirchnerista sobre YPF. No es una expropiación  sino un manotazo prepotente, un asalto de ladrones del camino. Y su gravedad no  disminuye por el hecho de que el expropiado sea un grupo extranjero con cola de paja igual a peor que los K. El latrocinio de Repsol sobre YPF, si existió (y es muy probable que existiera) fue perpetrado gracias a la complicidad manifiesta del kirchnerismo y, especialmente, de la presidente y su finado esposo.
Brafau no buscó a los Eskenazi como “socios” por ser éstos eximios especialistas en petróleo, sino porque buscaba a algún grupo tramposo que tuviera experiencia sobrada en coimear con los K y moverse en “mercados regulados”.
Los Eskenazi eran ya expertos en quedarse con bancos provinciales por chirolas. Así habían logrado que el menemismo les entregara el Banco de San Juan. Luego, con una trampa escandalosa, al mejor estilo Kirchner-Menem, se les entregó el Banco de Santa Cruz, a pesar de que el Banco Cooperativo Almafuerte había hecho una oferta considerablemente mejor. “Si retirás tu oferta por el Banco de Santa Cruz, te damos la próxima privatización de un banco provincial. De lo contrario, fundiremos tu banco”, le dijo el presidente del Banco Central Pedro Pou al presidente de la Cooperativa Almafuerte, en marzo de 1997. El tozudo cooperativista no aceptó el trato de fulleros que le proponía el “menem-kirchnerismo” para beneficiar a los Eskenazi. El Banco Central menem-kirchnerista forzó tramposamente la liquidación del Banco Cooperativo Almafuerte en noviembre de ese mismo año… Cuando ya estaba todo perdido, desde el Almafuerte me llamaron para tratar de salvar la quiebra. Ya era tarde. Los Eskenazi se quedaron con el Banco de Santa Cruz, en su calidad de protegidos de la Sociedad Anónima Menem-Kirchnerista.
Con el argumento de ser propietarios de dos bancos provinciales privatizados (por Menem uno, y por Menem-Kirchner el otro), los Eskenazi se quedaron, ya en la venturosa época del modelo de acumulación muy productiva… para los amigos, con el Banco de Santa Fe. Y, siendo dueños de tres bancos provinciales, les fue fácil  “convencer”  a “Él”, a Nestor, que les entregara el de Entre Ríos.
De esa forma, los Eskenazi se graduaron de especialistas en mercados regulados… por Menem y Kirchner.
Brufau lo supo y buscó a los Eskenazi como socios insólitamente privilegiados por ser los más confiables y seguros amigos de los K, o testaferros de ellos. En buen romance, Brufau les regaló a los Eskenazi el 25% del Repsol-YPF como forma de asociar a los Kirchner en ese jugoso negocio.  En definitiva, Brufau y los Kirchner jugaron una partida mafiosa. Y ya se sabe que entre bueyes no hay cornadas… aunque en este caso las hubo, porque para un Kirchner no hay nada mejor que trampear a un ex socio. Quien desee profundizar sus conocimientos sobre esta faceta del kirchnerismo puede consultar a Carlos Menem, Eduardo Duhalde, Daniel Scioli, José Juan Pampuro, Esteban Righi, Julio Cobos, Jorge Taiana, Alberto Fernández, Héctor Magneto, Daniel Hadad, los hermanos Cirigliano y sigue la lista.
Lo cierto es que los K exigieron a Brufau que, durante todos estos años, YPF distribuyera el 100% de sus utilidades, a fin de que los Eskenazi-K pudieran “pagar” con ellas las acciones regaladas por Brufau para coimear a los K.
Cuando bajaron peligrosamente las reservas de petróleo y gas, y debido a ello se desplomó la extracción de ambos y su importación nos comió los dólares de reserva del Banco Central, la presidente K se rasgó las vestiduras con su mejor actuación histriónica, y cargó la responsabilidad del desastre energético sobre el pícaro Brufau, como si la culpa fuera del chancho y no de quien le da de comer.
Puro relato. Pura hipocresía. Puro kirchnerismo.
Ahora, los argentinos estamos ansiosos por ver si algún capital pirata del mundo se  atreve a asociarse con los piratas K en YPF, y en qué condiciones leoninas lo  hace. Cuando ese nuevo trato (que muy probablemente también será mafioso) se logre, la señora presidente hablará, con su mejor histrionismo, de la hazaña alcanzada por el mejor y más popular gobierno que ha tenido jamás nuestro país: el del kirchnerismo… la etapa superadora del peronismo.
 El caso Malvinas
La presidente ha aplicado, sorprendentemente, todo su fantasioso (¿o infantil?) repertorio K para encarar el delicado y vital tema de la recuperación de nuestras Islas Malvinas. Y lo ha hecho con el mismo histrionismo y superficialidad de siempre.
A esta altura de mi nota, debo aclarar que uso el término histrionismo en los dos sentidos que le asigna el diccionario:
a)- Despectivo: Aparatosidad, teatralidad en los gestos y el lenguaje.
b)- En sicología: Necesidad de atraer la atención de los demás sobre uno mismo.
 Para enfrentar a Inglaterra, nuestro sempiterno enemigo político, la depredadora de nuestras riquezas y manipuladora de nuestros políticos de derecha (los liberales de la “generación de 1853”) y los de izquierda (los liberales presididos por Juan  B. Justo), la Sra. de Kirchner adoptó una estrategia estrafalaria. El primer y fundamental paso de esa estrategia K fue designar a Alicia Castro, como embajadora en Londres. Alicia, una ex gremialista combativa que hace tiempo supimos admirar por su coraje, siguió los pasos de Hebe de Bonafini: rifó sus años de gloria y mérito indiscutible (Alicia, en el sindicato de las azafatas), para ser el nexo afectivo y efectivo entre las debilidades humanas de Hugo Chávez y la pulsión por el enriquecimiento ilícito del matrimonio Kirchner. Pero el cáncer que no perdona, transformó a Chávez quien, a la vez que ganaba humanidad (sus oraciones a Dios, aún en su estilo caribeño, son conmovedoras) perdía seguramente vitalidad en los menesteres que encandilaron a Alicia Castro hace unos años. El tiempo lo puede todo. Los desvaríos kirchneristas también. Alicia cambió Caracas por Londres, dispuesta a darle a la vieja y fría capital de los traficantes del opio de Birmania, el calor de la cumbia caribeña. Nada extraño: el Caribe fue el teatro de los grandes éxitos de los piratas Morgan y Drake, al servicio de su graciosa majestad pirata.
En cumplimiento de la estrategia maestra de la presidente Kirchner para doblegar a Inglaterra en la cuestión de las Malvinas, Alicia produjo una insólita “caribeñeada”,  que fue muy elogiada por 6, 7, 8 y los diarios de Sergio Spolsky y Ulloa Igor (¡señal de que fue realmente una jugada diplomática genial!): le hizo un piquete (diplomático, claro está) al primer ministro de los piratas. Según dicen, en el Foreign Office cundió el pánico ante la muy probable pérdida de las Malvinas debido a la jugada maestra de la dupla Cristina-Alicia.
 Nuestra salvación está en  Angola
Esa “actuación” histriónica de la presidente y de la embajadora en Londres  tuvo un digno correlato esta semana: acompañada por el impresentable Guillermo Moreno, la presidente viajó a Luanda, la capital de Angola, para trabajar como propagandista y promotora de ventas de lo mejor y más representativo de nuestra industria nacional: La Salada…
Con ese motivo, la TV (toda: la pública, inmaculadamente imparcial y objetiva… y la privada destituyente) nos mostró un espectáculo que nos duele y abochorna. No se podía esperar otro resultado. Guillermo Moreno no es justamente un dechado de perfección en cuanto a modales civilizados y tacto diplomático se refiere. Su conducta, que oscila entre la de un padrino y un capanga, sólo es aceptada, con la cabeza gacha y la dignidad ausente, por empresarios que firman el pacto del Dr. Fausto con  tal de vender un par de zapatillas más.
Y la Sra. de Kirchner, a esta altura de su segundo mandato, está dando preocupantes y frecuentes muestras de que alguna patología se insinúa en su interior afectivo y/o volitivo. Dio mucha pena ver a nuestra presidente haciendo el papel de los vendedores de baratijas en el subte y los colectivos porteños. Sólo le faltó ofrecer el mejor peine para el bolsillo del caballero y la cartera de la dama.
Quien la haya visto por televisión promocionando “alegremente” la Gran-Feria-Argentina-Gran de Luanda, y publicitando los productos que Guillermo Moreno, sin pudor ni tacto alguno, le soplaba al oído, seguramente habrá tenido esa triste sensación, y se habrá hecho la pregunta de rigor: ¿quién atiende la salud de la presidente?
Ese lamentable episodio se une a la estrategia diplomática del piquete llevada a cabo por Alicia Castro en Londres, y refuerza la necesidad de reflexionar sobre la salud de Cristina. Ambos dislates no son propios de una persona en su sano juicio.
En efecto, creer que el estancamiento de las exportaciones y la asfixiante escasez de dólares (que trajo aquel modelo de acumulación… para los K) se solucionará con la Gran-Feria-Argentina-Gran de Luanda, es un dislate semejante a esperar que el adolescente piquete de la embajadora Alicia Castro conmueva a la fría diplomacia británica y atemorice a su calculadora dirigencia, la vieja arpía.
Insisto, ambos episodios nos hacen temer que en la Casa Rosada y en Olivos se haya instalado el histrionismo en la segunda acepción del diccionario y en grado patológico.
En estos casos, siempre es preferible estar equivocado, pero con demasiada frecuencia, y lamentablemente, el tiempo nos suele dar la razón.