Por Guillermo Rojas
Normalmente no me siento
inclinado a escribir sobre estos temas, lo que sé es poco, digamos que
elemental. Tampoco soy teólogo ni estudie teología y el único conocimiento
sistemático que tengo sobre el tema es el del catecismo de las preguntas y
respuestas, y de algunas lecturas que he hecho a lo largo de mi vida y la
asistencia a jornadas y conferencias. No obstante eso, sí he tenido la
posibilidad de ilustrarme con referencia al Poder Mundial y al Sistema o
Régimen de Dominación imperante en nuestro país que le es tributario. Por ello,
voy a tratar de exponer conforme a esto último, dejando de lado - en lo posible
- las cuestiones teológicas o doctrinarias, salvo las que no hay más remedio
que abordar y siempre conforme la doctrina católica que está en el Catecismo,
la lógica y el sentido común.
Triunfalismo Modernista
He notado que el acceso al
pontificado del Cardenal Bergoglio ha desatado un verdadero carnaval de alegría
en los medios de comunicación masivos adictos a los sectores hegemónicos, que
curiosamente o son enemigos de la Iglesia o la detestan y se identifican con el
modernismo o progresismo en general. Una apoteosis de triunfalismo se aprecia
en los reductos políticos más proclives al Poder Mundial a los que la persona
de Benedicto XVI les resultaba absolutamente tímido, lo notaban más
tradicionalista en lo formal que otros papas posteriores al Concilio Vaticano
II. Y digo “notaban” y “formal”, pues en definitiva- para ser realistas- a los
sectores católicos más ortodoxos les dio solamente cuentas de colores, dado que
la inclinación real de Ratzinger no era muy diferente a los anteriores
pontífices. No es poco el haber aceptado la “globalización” en su encíclica
Caritas et Veritatis. Tampoco estaba materialmente muy lejos de la tesitura del
actual Papa.
Lo que caracteriza al Poder
Mundial es el deseo de uniformidad en la humanidad, la desaparición de las
diferencias y las identidades, sean nacionales, culturales o religiosas en
tanto las mismas significan un arraigo del hombre. Su norte es la masificación
en medio de una cultura adocenada. Lo mismo desea de la familia, a la que han
hecho colapsar en su permanencia con el pansexualismo y el divorcio, en su
indirecta promoción del matrimonio de los invertidos y la cultura homosexual y
finalmente con el aborto y el control de la natalidad.
En la cuestión del aborto y en
las guerras más viles e inventadas por cuestiones de poder, es donde se revela
la naturaleza genocida de este poder supranacional, que para no engañar a nadie
ni dejar a los lectores en el aire es preciso decir que está encarnado por los países centrales con EE.UU., Inglaterra e
Israel a la cabeza, los organismos internacionales, las fundaciones libres de
impuestos vinculadas a los bancos y empresas multinacionales. A ello se agrega
la fuerte influencia o control que ejercen el lobby sionista internacional y
las universidades, consultoras, ONG y tanques de ideas de diferentes
procedencias y con finalidades difíciles de determinar, los que a su vez
constituyen el aparato periférico del capitalismo financiero, lo más
concentrado de la finanza mundial. Debemos decir esto para no dar flanco
alguno al enemigo tan empeñado en acusarnos de “conspiracionistas”. Podemos
hacer una caracterización más que completa de las políticas de Estado de estas
naciones y de los fines de las entidades mencionadas en referencia a lo que
estamos reseñando, muchas de las cuales fueron presentadas en diversos estudios
publicados por Patria Argentina y esta página.
El “espíritu” de Asís
Por eso, lo que más le disgustaba
al Poder Mundial de Benedicto XVI habría sido la posición no tan absolutamente
“abierta” a nuevas exigencias ecumenistas con otras religiones, conforme
aquella reunión de Asís realizada por Juan Pablo II, que se constituyera en un
verdadero aquelarre duramente criticado, incluso por miembros importantes de la
curia vaticana. Ya sabemos que el Poder Mundial se inclina por un sincretismo
religioso que exprese a la “globalización”, un culto nuevo, único y universal,
en la cual, según sus creencias, cada persona lograría la perfección o dicho en
cristiano: la salvación sobrenatural. Es el relativismo religioso, al cual
favorece en gran medida el denominado “Espíritu de Asís”. Me arriesgaría a decir que la
elección del nombre del Papa podría deberse a eso: identificarse con esa
reunión, más que con el Santo de Asís, de por sí una figura manoseada y
tergiversada hasta el infinito por el progresismo, religioso o no.
El Papa Francisco, justamente,
sería proclive al ecumenismo que coloca en pie de igualdad a todas las religiones.
Así lo puso en evidencia cuando fue Cardenal Primado de Argentina, cuando
promovió de mil maneras esas iniciativas y especialmente la interacción con los
sionistas más radicales como la logia masónica judía B’nai Brith, alentando
también y de paso la judaización de la Iglesia
Resulta increíble, que ese
mensaje repetido hasta el cansancio en muchas iglesias y parroquias y hoy
difundido en cadena por los medios de comunicación, haya calado en la mentalidad
de mucha gente que se supone independiente y bien formada. Abogados de nota,
jueces de la Nación, psiquiatras, licenciados en Historia etc. Han sido
absorbidos por la idea de la religión del sentimiento,
de que es “más o menos lo mismo” ser cristiano, judío, islamita o cualquier
otra cosa, porque en definitiva “todos
adoramos al mismo Dios”. “La gente” , cree que eso parte del deseo de
hermandad y paz entre todos los hombres y que cuando se les dice que, al menos,
empleen los principios de la lógica aristotélica y del catecismo de la Iglesia
para analizar el tema, no solo no razonan, sino que se ofenden: te tratan de “aguafiestas”. Es que muchas
veces, el optimismo sentimentaloide infundado es el cáncer del razonamiento y
una grave enfermedad, que afecta el discernimiento y obnubila el sentido común
de grandes sectores de los habitantes de la Argentina.
“Si una persona es gay, busca al
Señor y tiene buena voluntad ¿Quién soy yo para juzgarlo?”
El Poder Mundial que pregona el cambio
de paradigmas y la construcción de una “nueva familia” y un “sentido común
alternativo”, valora muchísimo la frase que ilustra el subtítulo. Esta
desafortunada consigna con forma de pregunta del Papa Francisco - difundida por
el periodismo del Sistema hasta el infinito- ya ha quedado grabada como la
aceptación “off the record” de la homosexualidad por parte de la Iglesia, la
que sólo condenaría a los lobby que tratan de influir de diferente manera en
las decisiones. No voy a ponerme aquí a cavilar sobre las múltiples (y
destructoras) conclusiones que se podrían desprender de la misma frase. Lo
único que voy a decir es que la conducta homosexual viene siendo rechazada (y
castigada) desde el antiguo testamento hasta la actualidad por antinatural, y
que la doctrina dice mucho sobre la misma y no precisamente de forma
laudatoria.
Llama poderosamente la atención la forma de referirse al tema, pues
sería gracias a la salida a la luz de los escándalos sexuales de sacerdotes y
obispos desviados - sodomitas o pedófilos – que la Iglesia perdió credibilidad,
millones de dólares y es motivo de escarnio y burla desde hace mucho tiempo.
Justamente, esta frase infundada e inoportuna, abierta a la libre
interpretación de los medios de comunicación mundiales, fortalece la cultura
hegemónica e indirectamente al lobby gay, al que se refiriera tiempo atrás el
mismo Bergoglio. También tenemos que decir que la misma es concordante con
otras declaraciones de clérigos del Vaticano al respecto. Porque en última
instancia, los que crean y fabrican la opinión mundial son los medios de
comunicación y agencias de noticias multinacionales, inclusive la de los fieles
y del clero católico, no lo que el Papa realmente dijo y quiso decir. Ese es el
peligro del estilo del Papa Francisco, el del lenguaje coloquial con
“consignas”, cuya interpretación final después queda al arbitrio de los
enemigos de la Iglesia. Parece que la mala experiencia del Concilio Vaticano II
no ha servido para nada.
El poder de la demagogia
La enorme reunión que convocó en
Brasil a millones de católicos para ver a Francisco, ha dejado en evidencia lo
mal formados que están esos católicos en general y en particular los jóvenes, a
los que solo les importaba, según los medios informativos, modificar el
decálogo en lo referente a la fornicación, para que la Iglesia “se acerque más
a la juventud”. No tenemos más remedio que decir que la cosa es al revés. Es el
ser humano, creatura de Dios, quien debe obedecerlo y no pretender reformar sus
mandatos neciamente. Es que la demagogia indocta – también llamada “el
muchachismo” e implantada en la Argentina a partir de mediados de la década del
40 - no tiene límites: Este deseo
pansexualista, se complementa con la administración de los sacramentos a los
divorciados y vueltos a casar, la admisión de las mujeres al sacerdocio y la
aceptación de las uniones civiles entre invertidos. Según la prensa del Sistema
eso acercaría más a “la gente” a la Iglesia y perfeccionaría aún más la
aceptación de los métodos anticonceptivos no naturales y que el aborto sea
legal y que no sea pecado mortal como dice la canción de Callejeros. Justamente
se trata de la cartilla completa (o más o menos), que el Sistema le reclama a
la Iglesia para ser aceptada plenamente y no ser acusada de reaccionaria, conservadora,
represora y discriminadora. Es lo que pide que Francisco, un hombre permeable
al “cambio”, modifique.
Conclusión
Por todo ello, este aguafiestas
es de opinión de que próximamente veremos más novedades de las que se ven hoy.
La Iglesia ya había aceptado la democracia universal sufragista, la economía
liberal y el libre flujo de capitales (hacía y hace la vista gorda sobre la
usura), tolero o miró para otro lado cuando el Poder Mundial realizara sendas
masacres en Medio Oriente, Irak, Los Balcanes, Afganistán y hoy Siria, donde se
matan católicos, laicos y sacerdotes, ante el silencio o la protesta en vos
baja del Vaticano. Estableció una suerte de adenda del decálogo, para la cual
discutir y poner en duda el relato sionista del denominado “Holocausto” es de
hecho una excomunión. Estableció la obligación de pedir perdón por todos los
males del mundo, especialmente por el antisemitismo. Al parecer, todo esto
resultó poco. Nos preguntamos si por eso Benedicto fue inducido a renunciar y
si Francisco será el responsable de cumplir con los puntos que reclama el Poder
Mundial para “poner al día”, definitivamente, a la Iglesia. Aun no podemos
saberlo…