El drama del restauracionista homosexual - ¡No harás Lobby!
Transcurre
una tarde-noche en una basílica de cierta ciudad entre las más grandes del
mundo. El sacerdote no confiesa habitualmente, pero hoy está decidido a
“palpitar” el éxito de las JMJ. Se acerca un penitente, que se arrodilla en la
ventanilla lateral del confesionario.
-Bendígame,
padre, porque he pecado.
-Bueno,
si quieres te bendigo, pero tampoco exageremos la nota. ¿Qué te trae por aquí?
El
penitente, algo perplejo:
-Quisiera
confesar mis pecados. Hace tres años que no me confieso.
-
No me vengas con eso de andar contando los días. Que más da si tres meses, tres
años, tres décadas. Para Dios no existe el tiempo.
-Disculpe,
padre, pero me eduqué en el catecismo clásico y allí aprendí este método para
confesarme. Primero debe uno decir cuánto tiempo hace que no se confiesa.
-
Eso es del pasado. Ahora no nos interesa saber esas cosas. Espero que tengas
algo grave de que confesarte, porque tampoco es cuestión de perder el tiempo
con pavaditas.
-Por
desgracia, padre, he cometido pecados gravísimos.
-
Síiii, sí, ya. Todos vienen acá diciendo que cometieron pecados gravísimos y
después resultan ser unas abuelitas piadosas.
-
En mi caso, padre, he ido gravemente contra la ley de Dios. Soy homosexual.
Silencio.
-
Sí, ¿y?
-
Disculpe, no me entendió. Dije que soy homosexual.
-
Sí, te entendí. ¿Cuál es el problema?
-
Ah, tal vez Ud. crea que soy una de esas personas con tendencia homosexual que
vive en castidad. No, lamentablemente, yo he vivido en la impureza de este
vicio.
Silencio.
-¿No
me dice nada, padre?
-
¿Quién soy yo para juzgar a un gay?
Penitente,
ahora perplejo.
-
Bueno, Ud. es un sacerdote, me está confesando, me está juzgando en nombre de
Cristo.
-
Sí, técnicamente correcto, pero tampoco exageremos.
-
Disculpe, yo se que esto es un pecado gravísimo. ¿O estoy equivocado? Dígame
algo.
-
¿Qué quieres qué te diga?
-
Padre, Ud. me debe juzgar en nombre de Cristo. Para mí Ud. es Cristo y espero
su juicio, su perdón y su remedio a mis culpas.
-
No te diría que estés desacertado desde el punto de vista reglamentario, pero,
repito, no es necesario decir todo el tiempo las mismas cosas. Si quieres saber
qué dice la Iglesia sobre el tema puedes leer el Catecismo de la Iglesia, n°s
2357 a 2359. En la práctica yo prefiero
remitirme a la misericordia. Además, me imagino que te mueve la buena voluntad
y la búsqueda…
-
Eso, busco, padre, la misericordia, y por eso me arrepiento de todo corazón.
-
Bueno, si quieres arrepentirte, va por tu cuenta. La misericordia de Dios
justifica todo.
Penitente,
cada vez más perplejo, pero dispuesto a alcanzar su objetivo.
-Vea
padre, yo me confieso de haber faltado a la pureza del modo más abominable a
Dios, cometiendo actos nefandos. Pero por Su gracia me he arrepentido. Ahora
trato de reparar. Me ha faltado valor para venir a confesarme hasta el día de
hoy, pero el arrepentimiento lo tengo desde hace tiempo. Como penitencia y
reparación me impuse yo mismo rezar 10 rosarios por día, y creo que esto me ha
dado la gracia de acercarme al confesionario.
-
¡Ah, no, no otra vez con eso de contar los rosarios! ¿Qué sentido tiene contar
los rosarios? ¿Vas a participar en un concurso? ¿Te van a dar un lugar más
lindo en el cielo?
-
No sé, padre, dígame Ud. Yo pienso que es un modo de realizar una ofrenda
espiritual pidiendo la contrición. Aunque, tampoco se puede rezar el rosario
sin contar las avemarías y los padrenuestros. Contar, lo que se dice, hay que
contar.
-¡Qué
manía con eso de andar contando! ¿Para Dios, acaso no es lo mismo un rosario
que mil?
Penitente,
esta vez muy perplejo.
-
Me impresiona que no. Mil rosarios muestran más voluntad de oración, de hacer
más penitencia de rodillas, más reparación, de dar más de uno mismo.
-
¡Para Dios no existe la medida!
-
Entiendo, padre, pero en nuestra pobre naturaleza humana los signos exteriores…
-
Sí, ya veo. Me parece que eres uno de esos restauracionistas.
-
No, padre, soy un pobre pecador que fue educado en la fe de la Iglesia y en su
miseria actual quiere elevarse nuevamente de la mano misericordiosa de la
Iglesia. Le ruego me de la penitencia y la absolución.
-
Humm, no se. ¿Qué más aprendiste en ese catecismo?
-
Aprendí que el sacerdote es juez y médico de las almas. Que como juez obra en
nombre de Cristo señalando la gravedad de los pecados. Y como médico da el
remedio con los consejos, la penitencia y la absolución.
-
Sí, en fin, técnicamente es correcto, pero algo demodé.
-
Padre, le suplico que me oriente porque quiero dejar esta vida de pecado y
hacer penitencia ya con la gracia santificante en el alma. Le pido su
absolución.
-
Tranquilo, todo es gracia. No hay que hacerse tanto problema.
Silencio
frío.
-
¿Me va a dar la absolución?
-
No antes de que me aclares qué cosas hiciste para “reparar” tu pecado, como tú
dices.
Penitente,
perplejísimo.
-
Bueno, padre, en ese sentido no tengo nada que confesar. Por la gracia de Dios
me vinculé a un grupo de católicos que luchan contra la legalización del
“matrimonio gay”. Allí pude entender la gravedad de mis faltas, no solo para mi
alma, algo que ya sabía, sino como influencia terrible para la sociedad. Es
bastante malo ser, peor aún promover.
-
Y ¿qué hacen?
-
Adoctrinamos a la gente, mandamos cartas, hablamos con los legisladores, y nos
manifestamos en las calles. Muchas veces me han apaleado en las
manifestaciones, pero yo lo acepto por amor a la Cruz y como reparación de mis
pecados.
-¿Y
no pensabas confesar este pecado?
Penitente,
harto perplejo.
-
¿Cuál pecado, padre? Es en contra de la legalización del matrimonio gay que yo
milito… tal vez no me entendió. Me parece que sufrir las humillaciones es una
penitencia que merezco y un bien para la soc…
-
¿O sea que te reuniste con otros para ir contra los gays?
-Sí,
padre. Digamos, en contra de que sus costumbres se difundan en la sociedad.
-¿O
sea que hiciste lobby contra los gays?
-
Sí, contra la difusión de este vicio espantoso y corruptor.
-¿Hiciste
lobby?
-
No sé que significa exactamente “hacer lobby” para Ud., pero si es lo que yo
entiendo, sí, hice lobby.
-¿Vienes
a confesar que eres gay con pompa y circunstancia, sin atenuantes, como si no
hubiera personas que nacen con esa tendencia, poniendo tu dedo acusador sobre
todos los gays, que suelen ser personas de buena voluntad y llenas de amor y te
callas que has hecho lobby contra los gays?
-Sí,
padre, si Ud. quiere decirle así. Actué con otras personas en contra de quienes
promueven el vicio y el pecado.
-¿Y
no te pensabas confesar de esto?
-
Ya confesé mi falta… y lo mucho que me ha costado.
-
No, no no, m' hijito. Del pecado de lobby no te has confesado, más bien has
alardeado.
Penitente
perplejo, non plus ultra.
-Pero,
padre, yo no hice nada inmoral en esta lucha contra la legalización del
matrimonio gay. Solo protesté, traté de convencer y si hubo violencia, fui yo
quien la sufrió.
-¿Te
parece moral hacer lobby?
-Padre,
no entiendo muy bien qué me quiere decir.
-Hacer
lobby es una de las peores formas de corrupción. Yo puedo aceptar que seas
pecador, pero no corrupto. Te niego la absolución hasta que demuestres estar
arrepentido. Y una vez que estés dispuesto a dar pruebas, les va a pedir perdón
a los que ofendiste y vas a dar 500 vueltas a la plaza de aquí enfrente con un
cartel que diga “Me arrepiento de haber hecho lobby contra los gays”.
Penitente,
más allá de toda perplejidad…
-
Sí, padre, lo que Ud. diga. Una pregunta, ¿tengo que contar las vueltas o solo
puedo dar una y considerarme cumplido…?
*** ***
Puede
ser que este relato no sea verdadero… hoy. Pero tal vez lo sea mañana o el mes
próximo. Si en lugar de proclamar la doctrina seguimos jugando a la “emoción”
amoral, a la “solidaridad” sin contenido doctrinal, a la “proximidad” sin
caridad y la “comunicación con las masas” en lugar de “predicar”. Aunque, ahora
que lo pienso, tal vez sí haya ocurrido ya esta confesión.
PD: Si de ironías se trata y teniendo en cuenta que hoy da lo mismo ser ateos, musulmanes o masones; aquí va un videíto:
Nacionalismo Católico San Juan Bautista