Genealogía del (neo)conservadurismo eclesial (III)
El autor explica en una
densa nota al pie de este capítulo, que el Vaticano I no precisó nada acerca
del magisterio ordinario del papa, y que después del concilio, debido en parte
a J. B. Franzelin, el magisterio será presentado como regla próxima de la fe,
mientras la Escritura y la Tradición se consideraránn regla remota. De este
modo se habría operado una inversión de la antigua posición. Según
esta, el magisterio enseña lo que cree por haberlo recibido; en cambio, para la
nueva posición, es de fe lo que el magisterio vivo enseña, siendo la función
de la Escritura y de la Tradición dar testimonio ante el magisterio vivo y
justificarlo. Agréguese a este deslizamiento subjetivo la tendencia a considerar infalible el magisterio ordinario del papa
(Ciappi, Fenton y Salaverri*), que se traduce
en una canonización implícita de todo juicio dogmático, teológico
o
espiritual "que venga de Roma", y que en muchas facultades de teología y
seminarios
el punto de partida de la reflexión lo constituye la "enseñanza del
magisterio" apenas iluminado por la Escritura, la Tradición y la razón,
y estamos ante lo que podemos llamar la “venganza”
ultramontana que, años más tarde, proyectaría esta perspectiva de
infalibilidad
hipertrofiada sobre el Vaticano II y las reformas posteriores. Una
subversión epistemológica aplicada a un Concilio que renunció
expresamente
a hacer uso de la infalibilidad y se autodefinió como pastoral. Las
consecuencias de esta posición tienen notable incidencia en el
neconservadurismo eclesial. Y también en varios exponentes del
sedevacantismo. No sorprende ya que el director de un portal de
información católica considere que la web tradiciondigital es sedevacantista "de facto", porque neocons y sedevacantistas son como las dos caras de una misma moneda.
La
definición de 1870 relativa a la infalibilidad no tuvo el efecto que unos
esperaban y otros temían. De hecho, después del Vaticano I, sólo una vez, en
1950, con la proclamación del dogma de la asunción corporal de María al cielo,
se recurrió a la definición infalible del papa. No se hicieron realidad los
temores que había manifestado J. Dollinger de que el papa en lo sucesivo
respondería a todas las cuestiones que se le plantearan mediante la
proclamación de artículos de fe y verdades dogmáticas. Ni se cumplieron los
anhelos del ultramontano irlandés George Ward, quien manifestó su deseo de
poder recibir todas las mañanas, con el desayuno y el Times, una
encíclica infalible.
Sin
embargo, después del Vaticano I asistimos a un hecho bastante nuevo. A partir
de León XIII (1878-1903) se hará frecuentemente uso del magisterio pontificio
conocido como «ordinario», sobre todo, a través de encíclicas. De este modo los
papas tratarán de responder a los problemas que van surgiendo en relación con
el dogma, la moral, la doctrina social de la Iglesia, etc. Este magisterio se
ejerce además de una forma nueva. Si antes de León XIII los papas habían intervenido
sobre todo formulando condenas y prohibiciones, a partir de este momento las
encíclicas se mostrarían como escritos ricos en indicaciones positivas y llenos
de teología. Esta forma de magisterio ordinario apenas había sido tomada en
consideración en las controversias surgidas en torno al Vaticano I. Todo parece
indicar que no se sospechaba que este tipo de magisterio dirigido a toda la
Iglesia constituiría la forma normal de ejercicio de la actividad magisterial por
parte de los papas, quedando las definiciones infalibles como caso límite y,
por tanto, muy raro. Hay todavía otro elemento que es menester tener en cuenta
y que expreso con palabras de K. Schatz: «Al mismo tiempo este magisterio
ordinario de los papas fue adquiriendo gradualmente como "una aureola de
infalibilidad". Tanto los papas como gran parte de los teólogos actuaron,
hasta Pío XII inclusive, como si un error en este terreno fuese tan improbable que
prácticamente no había que tenerlo en cuenta. En la práctica, entre 1870 y
1962, el magisterio pontificio "sólo" auténtico asumió la función de
la no utilizada infalibilidad y respondió ampliamente a las expectativas que en
1870 los infalibilistas habían puesto en ella».
Los
pronunciamientos doctrinales del magisterio ordinario de los papas no encontraron
casi nunca una oposición importante dentro de la Iglesia antes de la Humanae vitae (1968)...
Tomado de:
Ardusso, F. Magisterio eclesial. Madrid: 1995. Ps. 222-226.
* N. de R.: el jesuita Salaverri moderó su infalibilismo después de algunos debates .