El negacionismo cristinista preanuncia el choque de la calesita
El optimismo de anteayer en el bunker del Frente para la Victoria
tiene un punto razonable. Si bien el oficialismo fue derrotado en los
cinco grandes distritos -Buenos Aires, Capital, Córdoba, Santa Fe y
Mendoza-, sigue siendo la única fuerza nacional de la Quiaca a Tierra
del Fuego, a diferencia de la oposición, que está atomizada. Pero su
fanatismo le impide ver las causas por las cuales se produjo el drenaje
de votos. Ellos interpretan que, tratándose de una elección legislativa,
la pérdida de votos no es tan importante y que por lo tanto se pueden
recuperar en la próxima elección, como ya pasó en el 2009. En el fondo,
impera la convicción de que no hay nada que cambiar, ya que los
opositores, dicen, nunca se podrán unir -lo que le garantizaría al
gobierno ganar en primera vuelta. En definitiva, que el esquema chavista
se puede travestir y venderle así al electorado las mismas ideas con un
envase distinto. En este contexto, siguen pensando que Daniel Scioli no
debe ser candidato y promueven a Jorge Capitanich y Sergio Urribarri
como aglutinadores del espacio, aunque no se ve cómo ellos podrían ganar
una elección nacional.
Un plan a su medida
En el trasfondo de todo esto podría estar la voluntad de la
presidente de impedir que su sucesor sea peronista, para conservar así
una cuota de poder. Ella preferiría tal vez un presidente como Mauricio
Macri que, según la visión K, representa al neoliberalismo, que nunca
penetrará en las clases medias bajas y bajas y que además expresa la
continuidad del establishment financiero y empresario que la levantó en
pala en estos últimos diez años. Especialmente las empresas nucleadas en
la Cámara Argentina de la Construcción. Si esta alternativa fracasara,
ella podría ver con buenos ojos un gobierno radical o socialista sin
influencia de Elisa Carrió, que la quiere meter presa. Es decir que la
presidente no quiere un sucesor peronista y tampoco un gobierno donde
Carrió tenga alguna influencia. El negacionismo de anteayer lleva a
pensar que ahora vendrá más de lo mismo hasta que vuelva CFK. Y después
que lo haga, no habría cambios en el modelo económico. Cuenta con
mayoría en el Senado y Diputados, que le permitiría gobernar con el
presupuesto aprobado. El grave inconveniente es la sangría de reservas
del Banco Central debido a la inflación, la consecuente emisión
monetaria y el atraso cambiario. Lo más probable entonces es que no sea
la oposición fragmentada la que ponga limites sino la realidad económica
que puede hacer chocar la calesita. Algo que puede ocurrir, por
ejemplo, si el plenario de la Corte de Apelaciones de Nueva York decide
levantar la cautelar que le impide al fondo Elliot cobrarse los 1330
millones de dólares. O bien que los mercados se adelanten pensando que
el gobierno se quedará sin reservas mucho antes de lo calculado y se
produzca una crisis cambiaria y bancaria entre marzo y junio del 2014.