Cualquier opositor a la
dictadura sanguinaria de los 70 recibía el mote de “subversivo”. Bastaba una
tibia crítica para ser tildado de desestabilizador, de conspirar contra la paz
social, de servir a oscuros intereses ajenos al “ser nacional”. En aquella
época aciaga la mayoría de los argentinos éramos “subversivos”. Porque el
descontento se expresaba en un silente inconformismo ante el terrorismo de
Estado. Luego la bronca se organizó y ganó la democracia y se quedó para
siempre.
En la actualidad, la
Presidenta de los kirchneristas se encarga -frecuentemente desde Twitter- de
abonar la teoría conspirativa propia de los regímenes antidemocráticos. Así,
cualquier opositor es desestabilizador. Es decir, un subversivo. Porque el
populismo no concibe la diferencia, el pensamiento crítico, en una palabra, el
populismo desprecia a los opositores a los que ubica en el bando del enemigo.
El mensaje frenético de la
Presidenta es asimilado por las huestes oficialistas siempre listas para
reproducir cualquier dislate. Entonces las redes sociales y los voceros del
régimen salen a reprobar a los señalados por el dedo acusador de la Jefa para
lincharlos mediáticamente.
El populismo es linchamiento
de los disidentes. Necesita alimentar a la jauría con carne fresca, para mantenerla
unida y obediente, sedienta de venganza, dispuesta a lanzarse sobre las
víctimas marcadas desde la cúspide máxima del poder.
En la Argentina no existe
ningún peligro de golpe de Estado ni de desestabilización institucional. Nadie
desde la oposición está tramando sacar a la Presidenta de la Casa Rosada. Sin
embargo, el relato inventa situaciones falsas para posicionarse y copar la
agenda cotidiana con temas ajenos a la realidad.
La democracia demanda de una
oposición. Pero el kirchnerismo no entiende la democracia en términos
republicanos. Porque ningún populismo es democrático ni republicano. Es
totalitario, busca dominar y someter al conjunto bajo la invocación de la patria
y del pueblo. Y como se creen la patria y el pueblo, los disidentes quedamos en
la vereda de la antipatria y del antipueblo. Sí, aunque parezca una locura esto
sucede en la Argentina en plena sociedad de la información. Todavía existen
sectores alucinados que viven encerrados en los sarcófagos de las ideologías antiguas
y provocan daños impredecibles en la convivencia ciudadana.
La Presidenta debe entender
que se desestabiliza sola. La mentira tiene las patas cortas y enseguida se la
alcanza. El futuro ya llegó y Ella sigue amarrada al rencor cavernícola que una
minoría usufructúa y la mayoría rechaza.
Por tanto las críticas legítimas
y sinceras son consideradas por los populistas como ataques a la estabilidad democrática
cuando sólo expresan una imprescindible aspiración de cambio, de parte de los
ciudadanos que no compartimos la forma y el fondo con que el elenco gobernante nos
lleva al matadero. Pero no somos ovejas. Somos todos subversivos. Como en los
tiempos dictatoriales. Y vamos a volver a ganar con las reglas limpias de la
democracia.
Ya ganamos.
CHAVO
RAMELLO – DEMIÁN ABBOTT
LA
SOLANO LIMA