“Sabed
que con el demonio no se arroja al demonio… sino que se le arrojará con
la virtud…. tanto, que con el perfume de sus virtudes ayudarían a
apagar los vicios y los pecados, soberbia e inmundicia… las cuales cosas
abundan hoy en el pueblo cristiano, y singularmente en los prelados, en
los pastores y en los rectores de la santa Iglesia… los cuales se han
hecho comedores y devoradores de las almas… no digo convertidores sino
devoradores. Y todo por el amor propio que tienen de sí mismos… del cual
nacen soberbia, codicia y avaricia, e inmundicia del cuerpo y de la
mente suya. Ven a los lobos infernales arrebatar a sus súbditos, y no
parecen cuidarse de ello… tanto es el cuidado que han puesto en adquirir
deleites y delicias, alabanzas y placeres del mundo. Y todo procede del
amor propio: porque si se amaran por Dios, y no por sí mismos,
atenderían sólo al honor de Dios y no al propio, y a la utilidad propia
sensitiva” (Santa Catalina de Sena a Gregorio XI).
Nadie
ha meditado las consecuencias trágicas que para un alma se da al
escuchar a un hereje, como es Francisco y todos aquellos que se une a
él.
El
pecado destroza un alma. Hablar una mentira, enseñar una mentira y
hacerlo con la potestad de un sacerdocio hace condenar al alma que sigue
a ese pastor en la Iglesia.
Son los sacerdotes los que salvan o condenan a las almas.
Las almas no se van solas al cielo o al infierno. Las lleva siempre un sacerdote de su mano.
Por eso, lo que vemos en la Iglesia es muy peligroso para todas las almas.
El pecado no es un juego. No se puede escuchar a un pecador y seguir la vida de antes, como si nada hubiera pasado.
El que enseña su pecado, ya no en el mundo, sino en la Iglesia, siempre condena a las almas. Siempre.
El que obra su pecado, ya no en el mundo, sino en la Iglesia, siempre arrastra al infierno muchas almas. Siempre.
Francisco
está haciendo un gran mal en toda la Iglesia con solo poner su amor al
hombre por encima del amor a Dios. Y, por eso, habla lo que habla y no
le importa mentir o decir una herejía.
No le importa.
A un mentiroso, a uno que ha hecho de su vida una mentira, da lo que vive y, además, se cree santo y justo en lo que dice.
Francisco no reconoce su mentira, su pecado, no lo puede ver. Él sólo ve que está haciendo un gran bien en la Iglesia.
Y
el problema de esto es que las almas aplauden las mentiras de
Francisco. Las almas lo siguen. He ahí la condenación de muchas almas.
Cuando
el alma no discierne la verdad, no ve la verdad, sino que se deja
seducir por la mentira, entonces está perdida. Y cuando esta mentira se
repite constantemente como una enseñanza en la Iglesia, como lo hace
Francisco en todas sus homilías, entonces, la cosa es muy grave en la
Iglesia.
Porque
Francisco no es que dijo algo que no estuvo bien dicho en una homilía.
No. El problema es que en cada homilía, cada vez que habla enseña su
pecado a las almas.
Este es el verdadero peligro que hay en toda la Iglesia y que nadie ha meditado.
Enseñar el pecado a las almas es condenar a las almas.
Enseñar la Verdad a las almas es poner un camino de salvación y de santidad.
Pero enseñar constantemente el pecado no es poner un camino para condenarse. Es condenar a las almas.
Y
para comprender esto hay que saber que la Verdad, por sí misma, es
camino para el corazón del hombre. Cuando se enseña una verdad o se obra
una verdad, se pone un camino, una puerta de salvación.
Pero
lo contrario a la Verdad es la mentira. Y si la Verdad pone un camino,
la mentira no puede poner ningún camino. Porque la mentira no hace
caminar al hombre. El hombre, cuando vive en su pecado, siempre llega a
un absurdo de vida en que ya no puede caminar, ya no saben caminar.
Pero el que vive en la Verdad siempre encuentra un camino en la vida.
El
que enseña el pecado en la Iglesia, como lo hace Francisco
constantemente, pone la condenación a las almas, porque cierra todos los
caminos a la Verdad.
El pecado cierra los caminos y, por eso, el pecador no puede salir de su pecado sin una ayuda divina.
Cuando
un falso profeta predica cierra a las almas el camino para conocer la
verdad. Y eso es lo que condena al alma. El alma no encuentra la verdad
en la mentira, no encuentra un camino para una verdad, porque no hay
verdad.
Por
eso, el peligro de leer a Francisco y no discernir lo que se lee. O de
escucharlo y no discernir lo que se escucha. Es un grave peligro para
toda la Iglesia.
Los
medios de comunicación son culpables de esto, porque dan la noticia de
lo que dice Francisco, pero no dan sus errores. Y, por tanto, producen
más confusión en la Iglesia.
No
se puede escuchar a un hereje sin salir herido en el alma. Y, cuando
las almas va en busca de ese hereje porque es muy humano y muy cordial y
transmite una paz, entonces el alma ya está condenada.
Pero
el alma ya está condenada porque vive lo mismo que le predican. No por
otra cosa. El hereje atrae a los herejes, a los mentirosos, a los
cismáticos, a los incrédulos. No puede atraer a los demás. A los demás
los puede engañar por un tiempo, pero si la persona está despierta en su
vida espiritual, entonces coge el error y lo quita de su vida.
Pero
las almas dormidas que escuchan a un hereje, Dios les da tiempo para
que vean la verdad, para que disciernan. Pero si no salen de su
dormición, entonces se condenan porque viven lo mismo que buscan en esa
predicación.
Por
eso, la Iglesia sigue a Francisco porque vive lo predica Francisco. Lo
ha hecho vida en Ella. Y, por eso, lo que viene es un gran desastre para
toda la Iglesia.
Por
el pecado de toda la Iglesia que ha aceptado a Francisco, la Iglesia
quedará destruida en Roma y se pondrá una nueva iglesia que todos
seguirán sin rechistar como una bendición de Dios para todo el mundo.
Es
la Justicia Divina sobre Su Iglesia. Como a los judíos, por haber
rechazado al Mesías, serán los últimos en entrar en la Iglesia, así, por
haber aceptado a un falso Mesías, a un falso Papa, entonces la Iglesia
quedará totalmente aniquilada y en Ella ya no se podrá encontrar ninguna
Verdad.
Pero
la Iglesia verdadera seguirá siempre en los corazones de los que aman a
Dios despojándose de toda su humanidad. Y ya no hará falta que esté en
Roma. Ahora la Iglesia acampará en el Monte de la Verdad y será su Faro
el Sol de la Eucaristía que alumbrará a todos los hombres para
indicarles el camino de la salvación.
Cuando
desparezca de Roma la Eucaristía, que es negar el sacerdocio y toda la
Iglesia, entonces el Milagro que Dios dará a su pueblo será Su Amor que
salva, Su Amor que enseña la Verdad al alma, Su Amor que redime y
santifica a toda alma que ha puesto en su corazón el tesoro del amor
divino.
Ven a los lobos infernales arrebatar a sus súbditos, y no parecen cuidarse de ello:
esto es lo que se percibe en toda la Iglesia. A nadie le importa que se
condenen las almas. No pasa nada. Todo está tranquilo. Todo va viento
en popa.
Ese
es el ambiente que se está respirando. Ese es el mensaje que se da
ahora desde Roma: no hagan declaraciones que pongan nerviosos a la gente
de la Iglesia. Todos callados para dar a entender que las cosas van
bien.
Pero
las cosas no van bien. Y, pronto, la Iglesia abrirá sus ojos a la
Verdad y podrá entender lo que realmente está sucediendo en Roma.