miércoles, 30 de octubre de 2013

SE TIENE DERECHO A NO VENDER EL ESTADO AL EXTRANJERO NI SEPARATISTAS


Luis Zapater Espí, profesor universitario y miembro de ‘Soluciona’: “Tenemos derecho a un Estado que no esté vendido al extranjero ni a los separatistas”

Luis Tovar.- Profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Valencia y perteneciente a una extensa familia de reputados juristas, Luis Zapater Espí (Valencia, 1970), es uno de los miembros de “Soluciona”, un proyecto político que, a su juicio, nace en un momento clave donde “nos jugamos sobre todo nuestra propia supervivencia como nación”. Zapater sostiene que la estrategia política de “Soluciona” pasa por combatir, sobre todo, el poder que ejerce la oligarquía financiera sobre las familias españolas, la inmigración descontrolada y a los separatistas.
Conferenciante y autor de varios libros sobre geoestrategia, Zapater defiende el fin de las concesiones de nuestro país a las organizaciones mundialistas, desde la Unión Europea al Club de Bilderberg, y denuncia que “el pueblo español lleva sufriendo desde hace cuarenta años, como un conejillo de indias, un proceso de experimentación social programado por intereses económicos desde el exterior”.
-¿Qué opinión tiene de la necesidad de establecer un nuevo proyecto político en la línea de lo que defendió en ‘La Ratonera’ el concejal de Cádiz Antonio Ortiz?
Entiendo y apoyo completamente la idea porque en el momento actual no sólo nos jugamos la economía, la seguridad o el empleo. Nos jugamos sobre todo nuestra propia supervivencia como nación como en ninguna otra etapa anterior de nuestra historia, porque en otras épocas, fuera con la invasión musulmana en el año 711 o la francesa en 1808, el enemigo venía de fuera. Hoy el enemigo lo tenemos dentro. Lo tenemos con esta casta política parasitaria que vive del expolio de su propio pueblo, y que a todos los críticos que la hemos denunciado llevan décadas llamándonos fascistas y anti-demócratas.
Lo tenemos en los cientos de miles de personas que por ignorancia o malicia no se sienten españoles y han tratado de sembrar odios y discordias desde la bendita transición, y que por medio de la legalidad traidora en unas veces y en otras por la violencia han ido consiguiendo la desmembración de España.
Lo tenemos en esa oligarquía bancaria que sólo ha apoyado a los grandes partidos y a los separatistas para seguir con sus trapicheos y con su especulación a costa de millones de honrados ahorradores y a costa de hundir la economía del Estado que ha tenido que salir a su rescate.
Lo tenemos también en esa proporción de inmigración descontrolada que no sólo no se adapta e integra en nuestra sociedad, sino que encima se pone de parte del separatismo para destruir España. Por eso la idea básica que creo debe presidir nuestro movimiento político es la necesidad de proclamar nuestro derecho a la autodeterminación. Se acabó de concesiones a la Unión Europea, a la OTAN, a los separatistas o al Club de Bilderberg. Supongo que proclamar el derecho a la autodeterminación de España escandalizará a los separatistas a pesar de que ellos no sufren represalias por sus ideas y nosotros sí.
Pues bien, el pueblo español lleva sufriendo desde hace cuarenta años, como un conejillo de indias, un proceso de experimentación social programado por intereses económicos desde el exterior, desde el día en que un tal Henri Kissinger, tras apoyar el asesinato de Carrero Blanco, quiso promocionar a un desconocido Felipe González para asegurar la transición a esto que llaman democracia. Hoy a nuestra soberanía sólo le queda el nombre: Desde el Tratado de Maastricht de 1992 hemos cedido no sólo nuestra economía sino la capacidad de dirección política a Bruselas. Servimos de peones del imperialismo anglosajón en una organización, la OTAN, que no nos sirve ni para garantizar la defensa de Ceuta, Melilla y Canarias. Nuestros gobiernos están pendientes de un estornudo de la Sra. Merkel y tenemos que hacer unos ajustes que no se le exigieron a Alemania tras su deficitaria reunificación. Marruecos y Gibraltar pisotean los derechos de nuestros ciudadanos y hasta las repúblicas bananeras huelen nuestra debilidad.
Como corolario de la proclamación de nuestro derecho a la autodeterminación debemos proclamar el derecho a tener un verdadero Estado, que no esté vendido ni al extranjero ni a los separatistas.
-¿Cuáles son las tres líneas básicas que a su juicio debería tener el nuevo movimiento político?
Primera, la defensa de la Unidad Nacional: En lo político la lucha contra el separatismo. En el ámbito constitucional y administrativo la derogación o modificación radical del título VIII de la Constitución. En el ámbito internacional: La consecución a largo plazo de un Estado fuerte capaz de exigir la recuperación de nuestros territorios perdidos hoy sometidos a soberanía extranjera como Gibraltar o el Sahara.
Segunda, la defensa de nuestra identidad como pueblo: Identidad cultural, étnica y espiritual, basando nuestra idea de pueblo en una concepción orgánica y natural, y no contractualita o liberal.
Tercera, la consecución de la armonía social por medio de la articulación territorial ordenada y racional. Es decir, Estado unitario con ligera descentralización local, provincial y regional basado en los principios de unidad y solidaridad entre las regiones.
Asimismo, el apoyo a la familia, célula básica de la sociedad y la economía social, que consistiría en la recuperación de los derechos sociales que han sido enajenados por una clase política que ha vendido España al capital internacional.
-¿Cuál cree que es la razón por la que, pese al descontento cada vez más creciente de la población y que lleva décadas gestándose, no haya habido un movimiento político de masas de orientación patriótica capaz de aglutinarlo?
La razón principal es que quien controla la información tiene el poder. Lo que no está en los medios en esta sociedad postmoderna no existe. A un nivel más detallado, para contestar a esta pregunta habría que hacer un recorrido en los últimos 40 años de historia aunque fuera somero, desde Fuerza Nueva al proyecto de La España En Marcha.
Es triste que, desde la experiencia de la malograda Fuerza Nueva, que consiguió nada menos que 375.000 votos, no ha habido un gran movimiento nacional que aglutine a los patriotas españoles. Fuerza Nueva en su día consiguió vertebrar las tres grandes familias patriotas (falangistas, carlistas, y gente de derecha más allá de Alianza Popular), pero el proyecto no pudo llegar a más de la consecución de un diputado por varias causas: La criminalización de la organización por los medios y por las cloacas del Estado, que iniciaron el camino a la provocación interna que tanto han repetido con otros grupos patriotas, la represión organizada por los ministros Fraga y Rosón, que fue especialmente dura, y también por razones de organización y dirección política. Blas Piñar consiguió un apoyo de todos los sectores sociales a un proyecto nacional, pero a mi juicio tuvo el error de identificarse excesivamente con el régimen anterior, y de otro lado con el nacional-catolicismo. Eso evitó su crecimiento. De otro lado, no tuvo una idea exacta de quién era el enemigo, y así creía que el PSOE estaba teledirigido por la URSS, cuando en realidad estaba apoyado por Billy Brandt y los socialdemócratas alemanes en conjunción con el Departamento de Estado de los Estados Unidos.
Tras la experiencia de FN en 1982 empezó un largo camino en el desierto. La descomposición de FN fue aprovechada por AP, que inició el camino a la depuración del partido de ultraderechistas. Los intentos de unificación de otros grupos resultaron en un fracaso a mi juicio por varias causas:
La falta de un jefe que aglutinara a sectores diversos del espectro nacional con los mismos presupuestos ideológicos básicos. La falta de una debida organización para la lucha electoral adaptando la ideología al momento y empleando estrategias adecuadas no basadas en la mera retórica propia del siglo XIX o de los años treinta. La excesiva división y enfrentamiento entre los grupos, azuzada por elementos indeseables comprados por los servicios secretos del Estado La ausencia de apoyo económico del timorato empresariado español. La criminalización del discurso patriótico por los medios del sistema, que han condicionado psicológicamente a la gente al rechazo de todo lo que huela con el patriotismo o nacionalismo español.
En cuanto a la falta de un jefe, aunque nunca he militado en ningún partido por motivos profesionales, he sido testigo por el contacto tangencial con simpatizantes o miembros de las fuerzas nacionales del exceso de egocentrismo de algunos jefes, la falta de modestia en sus actitudes personales y el afán de imponer sus criterios estrechos de miras.
En cuanto a la falta de organización y estrategia, algunos grupos (en particular los falangistas y sus derivados), pensaron en términos de dialéctica propia de los años 30 con un lenguaje político inadecuado a la era tecnológica, más propio de la era industrial, de la época en que había unas rigideces de separación de clases entre patronos y obreros (hoy un empresario autónomo es generalmente una persona más desfavorecida que un trabajador del escalón mas bajo). Estos grupos nunca hicieron estrategias pre y post-electorales, a pesar de que me consta haberles advertido en qué poblaciones de España se les votaba mas en unas municipales ni siquiera se preocuparon de diseñar una estrategia para ganar esos municipios, no realizaron estudios jurídicos ni económicos sobre estrategias y propuestas, etc. Algunos falangistas se quedaron en la mera nostalgia y otros acabaron en la extrema izquierda por falta de una debida dirección.
Respecto al fraccionamiento y enfrentamiento entre grupos no solo fue algo achacable a la falange, sino también a otros como los carlistas. Resulta lamentable que la vieja rivalidad carlistas-falangistas perviva en pleno siglo XXI y al respecto puedo decir que he sido testigo recientemente, no hace mucho, de frases despectivas de unos contra otros: Que si los carlistas son unos beatorros meapilas, que si los falangistas viven en la impiedad y son todos socialistas, etc.
Por último, los grupos que han tratado de dar una imagen y mensaje acorde con el siglo XXI que se autodenominan identitarios o socialpatriotas han acabado muy enfrentados unos contra otros y no han podido trascender a toda la sociedad. Ejemplo de ello ha sido la concentración del 12 de octubre en Valencia, que hace unos años convocaba miles de manifestantes de toda España, pero a medida que de año en año fue llenándose de gente marginal y problemática, (sobre todo chulos de gimnasio y gentes con comportamientos antisociales), se provoco la espantada general de la gente normal y al final se suspendió.
El Proyecto DN se pensó como aglutinador desde fines de los 90, pero ha sido saboteado desde su interior reiteradamente. En ningún otro grupo patriótico el poder ha tenido tanta obsesión por introducir topos, provocar peleas, reprimir penal y administrativamente, etc. Aquellos que critican tanto a Canduela por lo menos deberían reconocer que nadie como él en España ha estado tantos años al pie del cañón sufriendo todo tipo de ataques (personales, legales e ilegales). El hecho de que algunos autodenominados “patriotas” hayan diseñado una página web solo para denigrarle, sin construir nada ni proponer nada alternativo me parece repugnante.
-Hablando de Canduela, ¿Qué opina del proyecto de ‘La España en marcha’?
Creo que la base del proyecto estaba muy bien diseñada para unir a tantos grupos que han estado tanto tiempo enfrentándose entre sí. Desde hace muchos años no se unían cinco grupos que han tenido muchas desavenencias. Las bases ideológicas del grupo, los puntos básicos que firmaron las direcciones políticas de los cinco partidos eran correctas, pero los deslices de Pedro Pablo Peña han dado al traste con el proyecto, y de todos los líderes de la plataforma el único que ha dicho las cosas claras para evitar consecuencias peligrosas, entre ellas la posible ilegalización, ha sido Canduela. Por eso discrepo en el sentido de que nadie de LEM pueda servir para un proyecto nuevo. En LEM hay algunos militantes que pueden aportar al nuevo proyecto muchos años de batalla, de valor probado y honestidad personal que al menos se deberían tener en cuenta