martes, 29 de octubre de 2013

HEMOS ENTRADO EN LA ERA DEL ANTICRISTO


Estamos viviendo la era del anticristo.

nadateturbe

Tres tiempos tiene la Iglesia:
1. La era del Padre: Desde la Creación hasta el Paraíso, seis días trabajó el Padre y uno descansó. En ese tiempo, Lucifer hacía su obra al lado de la Obra del Padre.

2. La era del Hijo: Desde Adán y Eva hasta el último Papa, que fue Benedicto XVI. En ese tiempo, Satanás ha hecho su obra al lado de la Obra del Hijo, en la Iglesia.

3. La era del Espíritu Santo: Desde la renuncia de Benedicto XVI hasta la consumación de la Iglesia como Reino Glorioso en la Tierra. En este tiempo Belcebú realiza su obra al lado de la Obra del Espíritu.

Con la renuncia del Papa Benedicto XVI comienza la era del anticristo poniendo en la Iglesia su Reino de maldad.

Hasta ahora, los anticristos han estado ocultos en la Iglesia, porque había un Cristo, un Papa, que se oponía a ellos.

Pero Benedicto XVI no supo oponerse al anticristo y dejo la Silla de Pedro para los sucesivos anticristos visibles que deben darse hasta que aparezca el Precursor del Anticristo, que llevará la imagen del Anticristo en su pecho y en su corazón.

En esta era del anticristo son muchas cosas las que van a venir, pero la más importante es la forma cómo el anticristo seduce a las almas.

Porque está en la Iglesia de Roma con todo el aparato que tiene la Iglesia. Se esconde en todo eso y no sale a la luz. Y, sin embargo, ya ha salido y es conocido de muchos.

El Anticristo, el que tiene que reinar en la Iglesia de Roma ya está en Roma, pero nadie lo conoce. Está haciendo su trabajo para comenzar el teatro en la Iglesia.

La Iglesia está totalmente desprevenida ante lo que le viene. Todavía no ha despertado del sopor de Francisco, pero lo hará una vez que lo hagan dimitir. Entonces, muchos empezarán a ver claro lo que hasta ahora no comprenden.

Pero la cosa no está en que dimita Francisco, sino en lo que obra el Anticristo en la Iglesia y que nadie conoce.

Él prepara una nueva liturgia en la que va a poner sus frases, sus palabras, sus imágenes para que al ser leídas en la Iglesia todas las almas reciban la marca del Anticristo.

La marca del Anticristo, el sello del 666, no es algo material, sino espiritual. El demonio sella el alma de la persona. Ese sello significa que la persona se abre a la mente del demonio y repite con él sus palabras. Esas palabras son maléficas, es decir, cuando se repiten el alma queda endemoniada automáticamente. De esta manera, se sella el alma con un daño irreversible.

Porque las palabras que prepara el anticristo no son cualquier palabra.

Así como la Palabra de Dios santifica el alma, así la palabra del demonio condena al alma.

Son palabras que oradas en la liturgia automáticamente producen la condenación del alma, porque es la mente del demonio más pervertida posible.

El demonio no es un juego. El demonio es matador de hombres. Aquel hombre que lo toca con su palabra lo mata espiritualmente, es decir, lo condena.
Lucifer hizo esto con la tercera parte de los ángeles: a su palabra, todos ellos condenados.

Ahora, Lucifer hace lo mismo con la Iglesia: da su palabra sólo para condenar.

La marca en la frente y en la mano son dos cosas:

1. En la frente: la persona ha abierto su mente al demonio y escucha su palabra y acepta su palabra y queda endemoniada en su pensamiento y en su corazón.

2. En la mano: la persona obra lo que tiene en su pensamiento, lo que es del demonio. Y no puede obrar otra cosa. Ya no es libre para dejar al demonio. Ya pertenece al demonio para siempre.

Para conseguir esto, es necesario pertenecer a la nueva iglesia que ahora se está formando en Roma. Llegará un momento en que haya que decir sí a esta nueva iglesia y tener una membresía de ella.

Esta membresía es para iniciarse en el culto al demonio en la nueva iglesia. Con esta membresía los poderes del demonio estarán en todo el mundo. Porque se pedirá a todo el mundo pertenecer a esta iglesia como requisito indispensable para tener dinero en el mundo.

Por el dinero, siempre el demonio coge a los hombres. Siempre. Judas traicionó la Verdad por dinero, Benedicto XVI traicionó la Verdad por dinero, y todos en la Iglesia traicionan la Verdad por dinero.

Esto es un hecho. Lo demás son cuentos.

Para poner una liturgia adecuada para condenar, es necesario que esa liturgia sea aceptada por la persona. Si no hay aceptación de la persona, el demonio no puede obrar su trabajo en el alma. Es siempre la libertad lo que tiene cada alma para oponerse al demonio o darse al demonio.

El demonio forzará a la persona al quitarle el dinero para que entre en su nueva iglesia y se condene. Y muchos lo harán por el amor al dinero.

Por eso, si no se vive la vida espiritual, si todo consiste en bailar, comer, divertirse en la Iglesia como lo estamos viendo, entonces al demonio le es muy fácil hacer su trabajo en las almas. Ya tiene mucho camino recorrido. Muchísimo. Y las almas siguen en sus vidas humanas preocupadas solamente de ganar dinero y, después, van a misa a no sé qué culto a Dios.

Las personas, hoy día, viven la Iglesia lo que les da la gana. Pero nadie tiene vida espiritual. Nadie.

Nadie sabe enfrentarse a los hombres, enfrentarse a los demonios, enfrentarse a sus propios pecados. Nadie.

La vida espiritual es una batalla contra tres frentes: el mundo, el demonio y la carne.

Y hay que luchar cada día contra estos tres frentes. Y, como las almas sólo han aprendido a comer y a trabajar, entonces no ven los signos de los tiempos. Nadie sabe lo que está pasando ahora en la Iglesia. Todos preocupados por el dinero y por otras cosas que trae la vida.

El hombre está ahora tratando de construir una nueva religión, una nueva iglesia, totalmente opuesta a la Iglesia de Jesús. Y lo está haciendo en Roma, para que todo el mundo la vea y se quede en ella.

Es una nueva religión que reúne a todo el mundo bajo el redil de un dictador, que se llama Papa, que se viste como sacerdote o como Obispo, que habla de las cosas de Dios, de los santos, de los dogmas, pero que no da nada espiritual cuando habla. Es sólo la pantalla para ganar adeptos a la nueva religión en Roma.

Y, cuando un dictador obtiene tanto poder sobre el mundo, entonces ningún mal puede ser controlado por nadie. Y eso lleva a la destrucción, a la muerte y a la condenación de muchos que se creen salvos por estar en la Iglesia de Roma.

Los hombres no ven los signos de los tiempos. Son clarísimos. Están a la vista de todos. Están en Roma. Están en el gobierno horizontal. Está en cada sacerdote, en cada Obispo que aplaude lo que pasa en Roma. Está en cada alma que sigue lo que hay en Roma.

En Roma aparece ya el enfrentamiento de obispos contra obispos, de cardenales contra cardenales, porque Satanás está en medio de ellos. Y donde está el demonio está el pecado y la muerte, que es su consecuencia.

Y donde reina el demonio no puede estar Dios. Dios ya no está en Roma. Todavía quedan los restos de Su Eucaristía, pero pronto desparecerán también.