El desaparecido como fetiche político
“Después
de estar en la Jefatura con mi madre, estos señores iban a sus casas y
hablaban con familiares y amigos. Ahora (los imputados) tienen la
posibilidad de redimirse. De no ser así, nosotros vamos a seguir con sus
hijos, nietos y amigos y todos aquellos que desde nuestra perspectiva
son presuntos implicados por la información que estamos buscando”.
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Amenaza de Alfredo Forti, viceministro de defensa de la República
Argentina a los imputados en la causa “Arsenales II – Jefatura II”. LA
GACETA (Tucumán) 8 de abril de 2013.
Las palabras que se vierten en el epígrafe fueron pronunciadas en
Tucumán frente a un tribunal federal en abril de 2013. Caben aquí dos
preguntas, la primera es ¿por que, por más que sea funcionario, ningún
juez procesó a Forti por amenazas como hubiera hecho con cualquier
argentino que hubiera dicho la mismas palabras que él?; la segunda es:
¿Por qué la prensa opositora, esa que está siempre a la caza de
cualquier exabrupto que desde la presidente hacia abajo algún
oficialista cometa, no dio a publicidad, solo con la excepción de La
Gaceta, el desatino cometido por Forti?
La primer pregunta tiene una respuesta casi automática, los jueces
federales son nada más que payasos puestos en esos lugares para cumplir
las ordenes de sus patrones y Forti, si no es uno de los patrones es,
cuanto menos, un capataz del régimen. La segunda también tiene una
respuesta esperada, podríamos suponer que para la “prensa libre” esta
noticia no revestía gravedad, al fin y al cabo era solo un viceministro
amenazando a un grupo de “represores” y aunque esta se extendiera a sus
hijos, a sus nietos y a quienes aún hoy nos decimos con orgullo, amigos
de ellos, esta ampliación y llamado a la persecución generacional
carecía de importancia para ellos.
La realidad es distinta y más compleja de lo que cabría pensar.
Alfredo Forti es una persona que agrega a su prontuario un talismán
imbatible. Es hijo de desaparecidos. Este agregado es una presea que,
más allá de los beneficios económicos que conlleva, autoriza a amenazar a
quien sea, a putear a una pobre mujer que trabaja de gendarme o a
atropellar con prepotencia cualquier peaje o retén en cualquier ruta.
Nadie se animará a decir nada, ya que con un hijo de desaparecidos no
hay que meterse.
Pero hay más, esto sucede principalmente porque la sociedad
argentina, que desde hace años necesita con urgencia un tratamiento
psiquiátrico profundo, se ha aficionado de manera desmedida al
fetichismo como un camino para esconder sus males u ocultar sus miedos.
Que el objeto que alguna vez la llevara a un placer casi perpetuo fueran
frases como: ““por algo será”, o, “que esperan los milicos para fusilar
terroristas en las plazas” no significa que al agotarse la esencia o el
tiempo de éstas no saliera a buscar una nueva mascota que la ayudara en
sus insatisfechos coitos políticos o en meras masturbaciones
televisivas.
Ese nuevo amuleto fue “el desaparecido”. Sin embargo, algo hay que
decir al respecto que no fue la sociedad argentina la que buscó a éste
como fetiche coital. La realidad es que muchos que tenían la conciencia
sucia y que negaban de plano haber utilizado el “por algo será” para
acentuar su placer le compraron a unos hábiles emprendedores- esos que
siempre ven el negocio al final del camino- al “desaparecido” como
objeto mágico que conseguiría un apareamiento feliz. Si esta nueva
reliquia le ha servido a la sociedad argentina como incentivo de su
placer es algo que nunca sabremos, pero de lo que no tenemos dudas es
que ha servido para que prevalezcan los aprietes, las cobardías y las
agachadas y que nos refrieguen por la cara los pingües negociados hechos
con nuestro dinero y el dolor de muchos argentinos.
Convengamos en que los mercaderes de los derechos humanos medraron, y
mucho, con esto. Han convertido en un amuleto de compraventa a la
imagen de un trágico y doloroso error producto de una guerra en la que
solo una parte de quienes combatían, los subversivos, sabían como llevar
adelante. Ríos de tinta han corrido sobre esto y no sirve ya discutir
al respecto. De lo que si es necesario hablar hoy, aunque a los
“periodistas libres” se les unten malamente los calzones cuando este
tema surge, es como y quienes hicieron fortunas utilizando desgracias
propias y ajenas de hace treinta años y por que se callan la boca cuando
alguno de los que agregan a su curriculum la “chapa” de desaparecido creen que este addendum a su prontuario los pone por encima de cualquier argentino.
Si bien es una cuestión de salud mental tratar de olvidar el odio y
el resentimiento que rezuman las palabras del epígrafe, esto se hace
difícil cuando más de un año después de dichas, éstas se materializan en
acciones. El brutal allanamiento a la casa de un preso político con el
pretexto de extraerle a una de sus hijas una muestra biológica pedida
por algún juez genuflexo, es algo que no debemos olvidar. Especialmente
los que son hijos o nietos de quienes padecen hoy cárcel por haber
combatido por la Patria y a los que hoy, esta sociedad fetichista ha
olvidado. Y tampoco nosotros, los que aún tenemos el coraje de proclamar
con orgullo, pese a cualquier a la amenaza de un bastardo, que ellos
siguen siendo nuestros amigos.