viernes, 19 de septiembre de 2014

El desaparecido como fetiche político

El desaparecido como fetiche político

septiembre 19, 2014
Por
Jose Luis Milia 

“Después de estar en la Jefatura con mi madre, estos señores iban a sus casas y hablaban con familiares y amigos. Ahora (los imputados) tienen la posibilidad de redimirse. De no ser así, nosotros vamos a seguir con sus hijos, nietos y amigos y todos aquellos que desde nuestra perspectiva son presuntos implicados por la información que estamos buscando”.
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Amenaza de Alfredo Forti, viceministro de defensa de la República Argentina a los imputados en la causa “Arsenales II – Jefatura II”. LA GACETA (Tucumán) 8 de abril de 2013.
Las palabras que se vierten en el epígrafe fueron pronunciadas en Tucumán frente a un tribunal federal en abril de 2013. Caben aquí dos preguntas, la primera es ¿por que, por más que sea funcionario, ningún juez procesó a Forti por amenazas como hubiera hecho con cualquier argentino que hubiera dicho la mismas palabras que él?; la segunda es: ¿Por qué la prensa opositora, esa que está siempre a la caza de cualquier exabrupto que desde la presidente hacia abajo algún oficialista cometa, no dio a publicidad, solo con la excepción de La Gaceta, el desatino cometido por Forti?
La primer pregunta tiene una respuesta casi automática, los jueces federales son nada más que payasos puestos en esos lugares para cumplir las ordenes de sus patrones y Forti, si no es uno de los patrones es, cuanto menos, un capataz del régimen. La segunda también tiene una respuesta esperada, podríamos suponer que para la “prensa libre” esta noticia no revestía gravedad, al fin y al cabo era solo un viceministro amenazando a un grupo de “represores” y aunque esta se extendiera a sus hijos, a sus nietos y a quienes aún hoy nos decimos con orgullo, amigos de ellos, esta ampliación y llamado a la persecución generacional carecía de importancia para ellos.
La realidad es distinta y más compleja de lo que cabría pensar. Alfredo Forti es una persona que agrega a su prontuario un talismán imbatible. Es hijo de desaparecidos. Este agregado es una presea que, más allá de los beneficios económicos que conlleva, autoriza a amenazar a quien sea, a putear a una pobre mujer que trabaja de gendarme o a atropellar con prepotencia cualquier peaje o retén en cualquier ruta. Nadie se animará a decir nada, ya que con un hijo de desaparecidos no hay que meterse.
Pero hay más, esto sucede principalmente porque la sociedad argentina, que desde hace años necesita con urgencia un tratamiento psiquiátrico profundo, se ha aficionado de manera desmedida al fetichismo como un camino para esconder sus males u ocultar sus miedos. Que el objeto que alguna vez la llevara a un placer casi perpetuo fueran frases como: ““por algo será”, o, “que esperan los milicos para fusilar terroristas en las plazas” no significa que al agotarse la esencia o el tiempo de éstas no saliera a buscar una nueva mascota que la ayudara en sus insatisfechos coitos políticos o en meras masturbaciones televisivas.
Ese nuevo amuleto fue “el desaparecido”. Sin embargo, algo hay que decir al respecto que no fue la sociedad argentina la que buscó a éste como fetiche coital. La realidad es que muchos que tenían la conciencia sucia y que negaban de plano haber utilizado el “por algo será” para acentuar su placer le compraron a unos hábiles emprendedores- esos que siempre ven el negocio al final del camino- al “desaparecido” como objeto mágico que conseguiría un apareamiento feliz. Si esta nueva reliquia le ha servido a la sociedad argentina como incentivo de su placer es algo que nunca sabremos, pero de lo que no tenemos dudas es que ha servido para que prevalezcan los aprietes, las cobardías y las agachadas y que nos refrieguen por la cara los pingües negociados hechos con nuestro dinero y el dolor de muchos argentinos.
Convengamos en que los mercaderes de los derechos humanos medraron, y mucho, con esto. Han convertido en un amuleto de compraventa a la imagen de un trágico y doloroso error producto de una guerra en la que solo una parte de quienes combatían, los subversivos, sabían como llevar adelante. Ríos de tinta han corrido sobre esto y no sirve ya discutir al respecto. De lo que si es necesario hablar hoy, aunque a los “periodistas libres” se les unten malamente los calzones cuando este tema surge, es como y quienes hicieron fortunas utilizando desgracias propias y ajenas de hace treinta años y por que se callan la boca cuando alguno de los que agregan a su curriculum la “chapa” de desaparecido creen que este addendum a su prontuario los pone por encima de cualquier argentino.
Si bien es una cuestión de salud mental tratar de olvidar el odio y el resentimiento que rezuman las palabras del epígrafe, esto se hace difícil cuando más de un año después de dichas, éstas se materializan en acciones. El brutal allanamiento a la casa de un preso político con el pretexto de extraerle a una de sus hijas una muestra biológica pedida por algún juez genuflexo, es algo que no debemos olvidar. Especialmente los que son hijos o nietos de quienes padecen hoy cárcel por haber combatido por la Patria y a los que hoy, esta sociedad fetichista ha olvidado. Y tampoco nosotros, los que aún tenemos el coraje de proclamar con orgullo, pese a cualquier a la amenaza de un bastardo, que ellos siguen siendo nuestros amigos.