Dentro de las medidas graduales que
el gobierno de Mauricio Macri viene llevando adelante desde su reciente
asunción, una de ellas (si bien simbólica pero muy auspiciosa), fue la
de ordenar quitar de la Casa Rosada los cuadros del dictador Hugo Chávez
y su colega vernáculo Néstor Kirchner de la “Galería de los Patriotas”.
El problema es que sendos cuadros no serán tirados a la basura sino
trasladados al Museo del Bicentenario, pero ello no deja de ser un
avance. En efecto, resultaba insultante que dos delincuentes de ese
vergonzoso tenor ostentaran tan prestigioso sitial.
En
el piso de arriba yacían los cuadros de Kirchner y Chávez. Abajo,
persisten las imágenes del homicida Guevara y los dictadores Juan Perón y
Salvador Allende.
Sin embargo, dentro de este incipiente
simbología gubernamental con la que prima facie simpatizamos, nos llama
mucho la atención que todavía no hayan quitado también el cuadro del
homicida serial Ernesto Che Guevara (situado en el mismo recinto pero en
el piso de abajo), quien no sólo no fue ningún “patriota” sino que
además llevó una vida signada por el odio, la violencia, el
fusilamiento y la discriminación.
Limpiando la Casa Rosada: ya no hay que soportar los desagradables rostros de Néstor Kirchner y Hugo Chávez.
¿Qué hizo el “patriota” Guevara por su
Patria acaso?. Pues no sólo no trabajar jamás sino apenas vagabundear
adolescentemente a través del turismo aventura, para luego recibirse a
los tumbos de médico en la Universidad Nacional de Buenos Aires. Allí
termina tajantemente todo el vínculo de Guevara con la Argentina, pues
tras obtener el título universitario a la edad de 25 años, este
aventurero se fue de su país a deambular por América Latina en 1953 y en
ese azaroso peregrinar se puso de novio con una peruana comunista
llamada Hilda Gadea (por cuyos rasgos aborígenes el propio Che la
discriminaba y destrataba públicamente), quien a su vez le hizo conocer a
su prometido a los jóvenes guerrilleros cubanos Raúl y Fidel Castro en
México, con quienes simpatizó y se embarcó en la expedición que los
iconográficos hermanos (a la sazón exiliados en el país azteca) venían
preparando con el fin de volver a Cuba y darle un golpe de Estado al
gobierno de Fulgencio Batista.
En 1956 Fidel, Raúl, el Che y unos 80
hombres más llegaron a Cuba en el famoso yate “Granma” y comenzaron allí
la conocida guerrilla rural desde Sierra Maestra. Si bien el Sargento
Batista terminaba su mandato como Presidente en febrero de 1959 y ya se
habían sustanciado elecciones en noviembre de 1958 para elegir sucesor,
Estados Unidos tomó la torpe decisión de que Batista renuncie
anticipadamente dejando el terreno libre para que los hermanos Castro y
sus adláteres tomaran el poder del Estado, el cual vienen ejerciendo a
brazo de hierro desde entonces y hasta la actualidad, no sólo impidiendo
el ejercicio de todas las libertades en Cuba sino que encima en la isla
no se sustancia ninguna elección presidencial desde hace 58 años.
Tras hacerse con el poder, el dictador
Fidel Castro de inmediato nombró al Che Guevara como cubano “de
nacimiento” y le encomendó la tarea de manejar dos campos de castigo y
exterminio a disidentes y homosexuales (“La Cabaña” y “Guanacahabibes”
respectivamente).
Marcha
del “orgullo gay”. Numerosos sodomitas levantan la figura de Guevara
como banderín libertario, siendo que este los odiaba, encarcelaba y
torturaba.
Tras su cruel paso capitaneando los
citados campos de exterminio, el Che ocupó dos cargos burocráticos con
una notable ineptitud personal. Primero fue Presidente del Banco
Nacional de Cuba (no sabía ni lo que era un cheque) y luego fue Ministro
de Industrias dejando a Cuba desabastecida de azúcar, que era
justamente su principal explotación industrial: Fidel Castro acabó
expulsándolo de dichas responsabilidades.
Tras este fracaso
administrativo, Guevara retomó sus andanzas guerrilleras en la región y
las mismas se limitaron a tratar de llevar adelante dos golpes de Estado
contra gobiernos democráticos. El primero contra el Presidente
argentino Dr. Arturo Illia, manejando desde el Che desde la Habana a un
contingente golpista que se instaló en los montes salteños (entre 1963-
1964) y que tenía como jefe local al agente castrista Jorge Massetti. El
experimento fue un fiasco y tres años después, el propio Guevara tras
malograr militarmente en el Congo (en donde ni siquiera combatió y
pasó su tiempo jugando al ajedrez en los campamentos de Angola) intentó
llevar adelante un golpe de Estado a otro Presidente democrático, en
este caso contra René Barrientos en Bolivia, el cual había sido votado
popularmente en las elecciones de su país en 1966. Fue en la altiplánica
nación donde Guevara y los cubanos que lo acompañaban asesinaron a 49
aborígenes (entre militares y campesinos) y como es de público
conocimiento, el invasor Guevara resultó detenido y posteriormente
ejecutado por orden de las autoridades del país agredido.
Presidente argentino Arturo Illia. El Che Guevara lo quiso derrocar intentando un golpe de Estado.
En suma, el único emprendimiento
relativamente “exitoso” que puede adjudicársele al “patriota” Che
Guevara fue haber apoyado a Fidel Castro en su proyecto totalitario en
Cuba. Pero en rigor, Guevara no fue más que un intrascendente
acompañador del hábil Comandante Castro, ya que casi no hay dato alguno
que nos dé cuenta de que el Che con su columna de combatientes haya
ganado un tiroteo de relevancia o matado personalmente a un oponente en
un enfrentamiento guerrillero. Eso sí, según confiesa el propio Guevara
en su diario personal en Sierra Maestra, él mismo fusiló materialmente a 14 cubanos
maniatados por indisciplina. Luego también fue conocida su
participación en el poblado de Santa Clara a fin de diciembre de 1958
(la revolución cubana ya estaba virtualmente consumada), cuando Guevara
traiciona a un contingente que viajaba en un tren blindado y este ordenó fusilar a 300 soldados que ya se habían rendido (de los cuales el propio Che ejecutó personalmente a 23)
y como jefe del campo de concentración de “La Cabaña” (cargo que
ejerció durante todo 1959), el propio Guevara le confesó al agente Félix
Rodríguez en Bolivia haber ordenado 1500 fusilamientos, de los cuales él participó gatillando con su propio puño en 175 homicidios.
A la hora de fusilar gente desarmada, sin dudas Guevara era el más talentoso.
Estos y otros tenebrosos episodios que
el propio Guevara anotó en su diario personal fueron luego justificados
públicamente por él mismo, el 11 de diciembre de 1964 ante la Asamblea
de la ONU, cuando sin empacho espetó: “Fusilamientos, sí, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando”.
Su nunca disimulado racismo visceral lo
llevó a disparar conceptos como los siguientes. Sobre la raza negra
afirmó: “Los negros, los mismos magníficos ejemplares de la raza
africana que han mantenido su pureza racial gracias al poco apego que le
tienen al baño”. Sobre los indígenas argentinos anotará “en
este tipo de trenes hay una tercera clase destinada a los indios de la
región… es mucho más agradable el olor a excremento de vaca que el de su
similar humano…la grey hedionda y piojosa… nos lanzaba un tufo potente
pero calentito”. A los aborígenes mexicanos los definió como “la indiada analfabeta de México”. Sobre el campesinado boliviano subrayó “son como animalitos”. Por su condición de asesino serial se autodefinió como “una máquina de matar”; por su fanatismo enfermizo sostenía que la moderación es una de “las cualidades más execrables que puede tener un individuo”; se consideraba a sí mismo como “todo lo contrario a un cristo” y confesó sentir un profuso “odio a la civilización” a la vez que enseñó que “la más fuerte y positiva de las manifestaciones pacíficas, es un tiro bien dado a quien se le debe dar”.
Mientras
los cuerpos de los homicidios en masa eran arrojados en las fosas
comunes del Camaguey, Guevara sonríe junto a su jefe Fidel.
Sus apologistas lo veneran alegando que su peregrino arquetipo “murió por un ideal”, cuando lo trascendente en Guevara no es cómo murió él sino cuánta gente murió por culpa de él.
Bien por el gobierno de Macri que está
tomando el toro por las astas al quitarles homenaje a malvivientes que
no merecen reconocimiento alguno, pero que estas incipientes medidas no
les hagan olvidar que hay canallas peores que aun no han sido
descolgados: Guevara es el principal de ellos.
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