viernes, 29 de enero de 2010
Guillermina Cabrera: ¡Ni Olvido ni Perdón!
Jorge Fernández Zicavo
En la madrugada del 12 de marzo de 1960, un comando terrorista del ELN-Movimiento Peronista de Liberación Nacional UTURUNCOS, fundado en La Habana en 1959 por el marxista-peronista John William Cooke y dirigido en Argentina por Félix Francisco Serravalle, alias 'comandante Puma', Enrique Manuel Mena, 'comandante Uturunco' y Genaro Carabajal, 'comandante Alhaja', colocó una carga explosiva de seis kilos de trilita en la casa del Mayor del Ejército (Servicio de Información) David René Cabrera, calle Díaz Velez Nº 1850 de La Lucila, Provincia de Buenos Aires. La casa, ocupada por el Mayor, su esposa Celmira Rojo Jurado y cuatro hijos con edades entre 6 meses y cinco años, se derrumbó totalmente causando la muerte de Guillermina (tres años), y graves heridas a su hermano Gerónimo Luís (cinco).
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Casa de la familia Cabrera-Rojo
La casa tras el atentado. Fotografías publicadas por Paulo Cabrera Rojo
La poca información disponible menciona algunos nombres de terroristas implicados: Héctor Rodolfo Gringoli y otros dos de apellidos Beloregui y Leonelli. La orden la habría dado un tal Alberto Campos, y los explosivos fueron suministrados por Juan Carlos Brid. Parece ser que algunos ocuparon más tarde cargos oficiales. Tal como ocurre ahora con los antiguos terroristas montoneros bajo el régimen Kirchner.
En Internet no hay más datos, ni fotografías, de estas alimañas. Al tratarse de grupos terroristas anteriores a la década del setenta, este crimen apenas ha dejado huellas en la historia argentina. Sólo nos queda un retrato de Guillermina. Estremecedor por la ternura e inocencia de quien nada sabe del mundo más allá de mamá, papá, hermanitos y juguetes. Tres añitos asesinados en nombre de la Liberación Nacional, el Antiimperialismo y toda esa peste marxista que introdujeron en el peronismo tipos como Cooke, Baxter, El Kadri, Hernández Arregui, Rodolfo Walsh, y los montoneros alucinados que sedujeron a una generación con el romanticismo exterminador y al mismo tiempo suicida de la "guerra revolucionaria".
Viendo la carita de esta niña, no puedo sino escribir con todas las letras: ojalá, deseo fervientemente, que en la década del setenta sus cobardes asesinos e inductores (era más fácil poner una bomba mientras dormían y salir corriendo, que enfrentarse de frente a un militar armado en la calle) hayan sido capturados, "interrogados enérgicamente" durante un par de semanas y luego exterminados como cucarachas. Sólo unos psicópatas sin conciencia moral pudieron dinamitar la casa sabiendo que también podría morir la familia del "enemigo".
Ninguna organización de Derechos Humanos, ni las filoterroristas Madres y Abuelas de Plaza de Mayo se atreverían a considerar a Guillermina una víctima del terrorismo, una desaparecida de este mundo por el terrorismo contra el Estado. Ninguna impostora con pañales en la cabeza portará jamás su foto al frente de una manifestación al grito de ¡Castigo a los Culpables! y ¡Ni Olvido ni Perdón! Lo único que exigen esas ancianas piqueteras que ya llevan 30 años ejerciendo profesionalmente de Madres subvencionadas por todos los gobiernos democráticos, es que el Estado les regale 224.000 dólares por sus hijos terroristas ejecutados legalmente durante la guerra revolucionaria por ellos iniciada. Con la complicidad criminal de ellas y sus maridos que estaban al tanto; y hasta puede que les hayan alentado a matar por la Patria Socialista.
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Entre 1958 y 1961, etapa del gobierno constitucional presidido por Arturo Frondizi, los Uturuncos y diversos grupos terroristas de la llamada Resistencia Peronista, de la que luego saldrían las FAP, Tacuara y Montoneros, cometieron 1.566 atentados con explosivos, robos a bancos y asesinatos de civiles, policías y militares. Esta oleada criminal dejó un saldo de 17 muertos y 89 heridos. El atentado más espectacular y enloquecido de aquel terrorismo de izquierda peronista del que ya nadie se acuerda, fue la voladura de un depósito de la Shell Mex Argentina el 16 de febrero de 1960, en el barrio Villa Bustos de la ciudad de Córdoba. Explotaron y ardieron 3.000.000 de litros de nafta y 400.000 de gasoil. Murieron 13 personas y hubo numerosos heridos.
Al día siguiente del atentado contra el Mayor Cabrera, y como respuesta a toda esa oleada terrorista destinada a impedir las elecciones del 27 de marzo de 1960, el gobierno de Arturo Frondizi puso en vigencia (decreto 2628) el Plan CONINTES: Conmoción Interna del Estado, sancionado el 14.11.1958 por decreto 9880; y al siguiente entró en vigor la ley 13.234: Organización de la Nación para tiempos de guerra.