lunes, 18 de marzo de 2019

1919-2019: A CIEN AÑOS DE LOS FASCISMOS


viernes, 15 de marzo de 2019

1919-2019: A CIEN AÑOS DE LOS FASCISMOS

Hace 100 años comenzaba a expandirse por Europa la Revolución Fascista, como un intento de superar el capitalismo y el comunismo, en el marco de Movimientos Nacionales que defendían los valores tradicionales (cristianos o paganos), el patriotismo, la justicia, las legítimas jerarquías sociales y el combate contra el Imperialismo Internacional del Dinero. Conocemos sus errores y en algunos casos sus horrores: la influencia hegeliana, el estatismo, el racismo, el antisemitismo, el totalitarismo, las inclinaciones voluntaristas y vitalistas, etc (características que no se aplican a todos los nacionalismos europeos de entre guerras, por lo menos no a los de inspiración cristiana). También aceptamos y compartimos las condenas parciales o totales del Magisterio de la Iglesia respecto de algunos de estos Movimientos. Pero los fascismos fueron mucho más que eso y desde 1945 han sido sometidos a una leyenda negra que impide ver, al lado de sus innegables equivocaciones y crímenes, sus aportes en defensa de la Civilización Occidental. 
 
De hecho, en su momento, políticos e intelectuales insospechables de inclinaciones totalitarias, advirtieron, al menos en parte, esas virtudes. Allí están, para quienes quieran leerlas, las opiniones contemporáneas de Chesterton, Pareto, Mises, Churchill, Keynes, Pío XI, Ramiro de Maeztu, el cardenal Roncalli (futuro Juan XXIII), Von Hildebrand, entre muchos otros. Ni que decir de Carl Schmitt, Ezra Pound o Heidegger. Juicios que no escapan al lógico temor que inspiraban los bolcheviques y que además fueron distintos según se refiriesen a uno u otro de los Movimientos Nacionales. Porque, reconociendo sus coincidencias, hay que decir que no pueden ser unificados sin más, como si no tuvieran también importantes diferencias entre sí. No fueron idénticos, en efecto, el Fascismo italiano, la Guardia de Hierro rumana, el Nacionalsocialismo alemán, el Falangismo español o el Rexismo belga. Ni tampoco sus líderes, pues son notorios los diversos estilos e ideas de Mussolini, Codreanu, Hitler, Dollfuss, José Antonio, Mons. Tiso o León Degrelle. En un juicio ecuánime, por otra parte, no hay que dejar de advertir las calumnias escritas y difundidas por los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, que legitiman al llamado "Revisionismo histórico" (sin defenderlo “in totum”) pues es necesario un estudio más sereno de estos asuntos, en los que muchas veces la leyenda negra ha prevalecido sobre la ciencia histórica.[1] En todo caso, es innegable que hubo algo que en su momento llevó a las juventudes europeas a identificarse con los fascismos, a ofrecerse como voluntarios para combatir el marxismo de la URSS y a unir en una misma bandera (todo lo confusa que se quiera) la Tradición y la Revolución. Bien lo expresó Brasillach cuando escribió: «El fascismo, hace tiempo que hemos pensado que era una poesía, y la poesía misma del siglo XX (...). Afirmo que eso no puede morir. Los chicos que serán muchachos de veinte años más tarde, se enterarán con oscura admiración de la existencia de esa exaltación de millones de hombres, los campos de juventudes, la gloria del pasado, los desfiles, las catedrales de luz, los héroes inmolados en el combate, la amistad entre las juventudes de todas las naciones de pie, José Antonio, el fascismo inmenso y rojo... Todo eso puede ser vencido aparentemente por el liberalismo, por el capitalismo anglosajón; eso no morirá más de lo que murió la revolución del 89 en el siglo XIX, a pesar del retorno de los reyes. Y yo, que en estos últimos meses desconfié tanto de tantos errores del fascismo italiano, del nacionalismo alemán, del falangismo español, afirmo que jamás podré olvidar la irradiación maravillosa del fascismo universal de mi juventud, el fascismo, nuestro mal del siglo» («Carta a un soldado de la Clase 60»).Quien quiera hacerse una idea acerca de este "ambiente" no tiene más que ver películas de la época como "El triunfo de la voluntad", "Sin novedad en El Alcázar" o "Raza", entre muchas otras. O entender el mensaje sencillo y claro de José Antonio cuando decía: “nuestro movimiento no estaría del todo entendido si se creyera que es una manera de pensar tan sólo; no es una manera de pensar: es una manera de ser. No debemos proponemos sólo la construcción, la arquitectura política. Tenemos que adoptar, ante la vida entera, en cada uno de nuestros actos, una actitud humana, profunda y completa. Esta actitud es el espíritu de servicio y de sacrificio, el sentido ascético y militar de la vida (…) Yo creo que está alzada la bandera. Ahora vamos a defenderla alegremente, poéticamente. Porque hay algunos que frente a la marcha de la revolución creen que para aunar voluntades conviene ofrecer las soluciones más tibias; creen que se debe ocultar en la propaganda todo lo que pueda despertar una emoción o señalar una actitud enérgica y extrema. ¡Qué equivocación! A los pueblos no los han movido nunca más que los poetas, y ¡ay del que no sepa levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete!” (Discurso fundacional de Falange Española, 29 de octubre de 1933)
                                                 Xavier De Bouillon




[1] Respecto del revisionismo histórico (corriente representada por  Ernst Zündel, Fredrick Töben, Robert Faurisson, Harry Elmer Barner, David Irving, Salvador Borrego, entre muchos otros)  es importante señalar que: a) Hay historiadores importantes, pero cuya adhesión a los errores nacionalsocialistas no se puede aprobar. Ej: Federico Rivanera Carlés; b) Hay otros que no adhieren a dichos errores, pero los ocultan o los minimizan. Ej: Salvador Borrego; c) Hay algunos sin un aparato crítico que permita saber si lo que dicen tiene fundamento o no, y su producción da la impresión de ser amarillista: Ej: Trian Romanescu (o el autor que usaba este pseudónimo); d) No se puede comparar el rigor académico de varios historiadores (por caso David Irving) con el estilo periodístico de otros (Ej. Louis Marschalko); e) Por fin, en algunos se dan sofismas y falacias (falacia del hombre de paja, generalizaciones indebidas, argumentos ad hominem, etc), típicos del conspiracionismo. que dañan la imagen del revisionismo histórico, perjudicando a una corriente que tiene estudios académicos serios en una cantidad importante de sus representantes.