LA GRAN ESTAFA DEL CAMBIO CLIMÁTICO Y CALENTAMIENTO GLOBAL
[El
autor no niega que exista un cambio climático, ni que éste se
manifieste en un cierto calentamiento, sobre todo en algunas zonas de la
Tierra, como lo habido en innumerables ocasiones de la historia humana y
de Ia Tierrra.. El falso argumento contrario reposa en la idea, que
nos inyectan en la televisión y otros medios , en medidas
gubernamentales, así como en las escuelas incluso de niños de corta
edad, de que ese cambio y calentamiento es consecuencia de la actividad humana, es decir es antropogénica.
Esto nadie lo ha probado y lo contrario ha sido demostrado por
numerosos científicos, a los que se silencia con mordaza de hierro. El
gigantesco fraude está vehiculado por los partidos de izquierda y lo que
más duele, por Ia mal llamada iglesia católica que por Ia continúa
acción, opportune e inopportune, de su jefe el malhadado Francisco,
clarísimo agente del NOM, que mediante la usurpación de un cargo que le
procuraron los rectores del mundo, masonería y judaísmo, se esfuerza en
seguir e imponer en las conciencias católicas, si es que estos dos
términos en la actualidad se compadecen, inicuas ideas que favorecen
oscuros designios, con desprecio De Dios y de su Divina Revelación.]
Apocalipsis mi culo (1): La gran estafa del calentamiento global
Por Laureano Benítez Grande-Caballero.
– El 22 de marzo de 1980 se erigió en Georgia (USA) un extraño
monumento llamado «Georgia Guidestones», cuyo autor fue un misterioso
personaje llamado R.C. Christian, seudónimo que remite claramente a la
hermandad Rosacruz, creada en 1404, madre de casi todas las sociedades
secretas de la actualidad.
El monumento viene a ser como una actualización de «Los 10
mandamientos» bíblicos, ya que en sus dos columnas se inscriben en
varios idiomas los 10 principios de una «Edad de la Razón» ―¿el Nuevo
Orden Mundial?―, que en apariencia son muy loables, excepto el primero:
«Mantener a la humanidad bajo 500.000.000 en perpetuo equilibrio con la
naturaleza».
Precisamente, el «segundo mandamiento» de las «Georgia Guidestones»
enunciaba la necesidad de «Guiar sabiamente a la reproducción, mejorando
la idoneidad y la diversidad». Si el primero consistía en limitar la
población mundial a 500 millones, entonces hay que deducir que el
propósito de ese «guiar sabiamente» tiene como objetivo lograr esa
reducción. ¿Cómo? Los métodos tradicionales para reducir la población
han sido las guerras y las pandemias. De conflictos bélicos siempre
andamos muy bien surtidos, y, en cuanto a las pandemias, cada vez hay
más sospechas fundadas de que los últimos virus que han surgido como
amenazas para la salud mundial ―SIDA, Ébola, Zika― pueden haber sido
diseñados en laboratorios.
Pero a estas dos estrategias para disminuir las poblaciones se han
añadido en la actualidad una amplia panoplia de nuevas herramientas de
control demográfico, todas promovidas por los lunáticos del NOM: aborto
masivo, eugenesia, eutanasia, feminismo misándrico, homosexualismo… y
ecofascismo, el menos conocido de todos estos diabólicos métodos.
En
efecto, el control demográfico que los plutócratas luciferinos están
implantando en el mundo tiene otro de sus vórtices malignos en el
ecologismo, que, de ser un movimiento loable de defensa del medio
ambiente ante el exceso depredador del hombre se ha convertido en una
malvada estrategia de control y dominación, y en otra herramienta más
para reducir la población mundial.
«Desarrollo sostenible», es el mantra en el que se fundamenta este
ecologismo espúreo, entresacado de la teoría demográfica del clérigo
ingles Thomas Malthus (1776- 1834), quien afirmaba que el aumento de la
población responde a una progresión geométrica, mientras que el
incremento de los medios de subsistencia ocurre solo en progresión
aritmética., lo cual tiene como corolario el hambre y la
sobreexplotación de los recursos naturales, que son escasos e
insuficientes para mantener una población en constante crecimiento.
Este «desarrollo sostenible» que los dementes psicópatas del
globalismo presentan como la panacea para nuestro futuro lo fundamentan
en la necesidad perentoria de frenar el llamado «cambio climático», cuyo
fenómeno más característico sería el calentamiento global causado por
la producción antropogénica de dióxido de carbono, gas contaminante
producto de las combustiones al que acusan de ser una amenaza para la
supervivencia de la humanidad. Sin embargo, cada vez es más sabido en
los foros científicos que el calentamiento global no está causado por la
actividad humana, sino que ese fenómeno se debe, lisa y llanamente, a
cambios en la actividad solar, según unos ciclos astronómicos que se han
dado ya algunas veces en la Historia, ciclos que provocan cambios en el
clima. Por ejemplo, entre los años 1.000 y 1.500, la temperatura fue
más cálida que en la actualidad, y el deshielo de los polos es un
fenómeno cíclico, dándose el caso de que en tiempos pretéritos los
casquetes polares eran más exiguos que en la actualidad.
Este aumento de la actividad solar provoca una mayor evaporación de
las aguas, y este vapor es justamente el que produce un
sobrecalentamiento del Planeta.
Frente al coro de voces apesebradas de quienes se adhieren al
pensamiento «científicamente correcto», cada vez es más frecuente la
disidencia. Nigel Lawson, periodista y político que desempeñó la cartera
de Economía y Energía con Margaret Thatcher, afirma en su libro «Una
mirada fría al calentamiento global» que éste no existe: «En cien años,
la media de temperaturas no ha variado apenas; el calentamiento local,
que no global, que se está produciendo en algunas zonas es un proceso
natural. Es verdad que el hombre lo está empeorando, pero sólo una
pequeña fracción. […] Es la nueva religión fanática e inquisitoria que
señala con el dedo a quien no comulga con sus ideas. El clima siempre ha
cambiado caprichosamente y siempre lo hará, y lo único que cabe hacer
es adaptarse a la nueva situación, porque está fuera de nuestro control.
Pero el desenmascaramiento de la gran farsa del cambio climático
producido por la acción del hombre se debe fundamentalmente al
documental «La gran estafa del calentamiento global», donde se
desmitifican las teorías empleadas en los últimos años, documental que
fue apoyado por decenas de científicos, economistas, políticos y
escritores, para quienes la teoría del cambio climático no tiene ninguna
base científica, pues la temperatura del planeta es causada por la
actividad solar, denunciando también que el cambio climático se ha
convertido en un inmenso negocio acaparador de subvenciones, al igual
que sucede con el lobby LGTBI y el movimiento feminista, ya que también
existe un ecologismo totalitario, inserto asimismo en las plataformas
izquierdistas y supuestamente anticapitalistas.
Es decir, que estamos ante otra de las cabezas de la horrenda Hydra del NOM:
Ni que decir tiene que el documental —realizado por el productor
británico de televisión Martin Durkin— ha sido censurado por los
gobiernos de todo el mundo, y en él se llega a afirmar que la teoría del
calentamiento global es «el más grande fraude de todos los tiempos».
—Por cierto, su título original era bien expresivo: «Apocalipsis mi
culo». Genial.
Si el calentamiento global antropogénico es una farsa delirante, ¿por
qué el globalismo intenta mantener su veracidad por todos los medios,
apoyándolo con toda su infinita potencia mediática? La respuesta es bien
sencilla: porque lo utilizan como una estrategia más de la ingeniería
social con la que pretenden implementar el Gobierno MundiaL, la
quintaesencia del NOM.
En efecto, el arma más eficaz con el que la ingeniería social
globalista impone sus mandatos es alentar el miedo en las poblaciones,
sabedores los plutócratas-sociópatas de que el ser humano entrega su
libertad a cambio de seguridad. Para ello, las mafias luciferinas del
NOM promueven estados de alarma, de Kaos, de turbulencias, patentados
por el siniestro «Instituto Tavistock».
Como explica Daniel estulín en su obra «Los secretos del Club
Bilderberg», este Instituto desarrolló la técnica de ingeniería social
conocida como «”Turbulencia social”, llamada “efecto de ablandamiento de
conmociones del futuro”, en el que la población sería ablandada a
través de acontecimientos que afecten a todos: escasez de energía,
desórdenes públicos, colapsos económicos y financieros, y ataques
terroristas. Si las conmociones se suceden rápidamente y su intensidad
es cada vez mayor, es posible llevar a la sociedad entera a un estado de
psicosis de masas, donde los individuos se sentirán “disociados”, pues,
al tratar de huir del terror de la realidad emergente, se retirarán a
un estado de negación, volcándose en los entretenimientos y diversiones
populares, y siendo propensos a los estallidos de ira». (Daniel Estulín,
Los secretos del Club Bilderberg, p. 15)
Con la excusa de evitar una catástrofe ecológica, un apocalipsis
medioambiental que liquide nuestro planeta, el globalismo propone la
creación de un Gobierno Mundial que asegure un «desarrollo sostenible»
en el sistema mundo, pues a un problema global hay que oponerle una
solución global que supera las competencias y los ámbitos de los países
aislados. Esta Autoridad Mundial ejercería su acción planetaria a través
de un sistema totalitario de control y dominación, donde los
policías-burócratas del organismo rector internacional impondrían una
«agenda verde» que nos controlaría lo que comemos, lo que bebemos, con
qué nos vestimos, cómo nos desplazamos, la temperatura de nuestra casa,
dónde debemos vivir… Orwell desencadenado, en suma; NOM a tope.
Ante este horizonte dantesco, «¿Estás listo para vivir en una
“planificada opolis”? ¿Estás listo para utilizar una “tarjeta de
calorías” y para comer lo que te ordene un “Consejo Mundial de
Alimentos?». Incluso hay ya inspectores de la basura en algunas ciudades
americanas, que investigan si la gente cumple con las normas del
reciclaje.
Evidentemente, los disidentes serán expulsados del sistema, a
pabellones de «re-educación», a las chekas-NOM. El resultado final serán
las ciudades-prisión, donde sobrevivirán poblaciones ferozmente
esclavizadas por el férreo totalitarismo del control global sostenible.
Ya estamos en los arrabales de este horror, que cada vez tiene menos
de futurista y más de tétrica realidad. Subir los impuestos a los
combustibles, penalizar los coches de gasolina hasta el punto de que
muchos países —entre ellos España— los prohibirán en un futuro, cerrar
el tráfico en zonas cada vez más amplias de las ciudades, controlar
cualquier tipo de obra a través de la policía de «impacto sobre el medio
ambiente»… medidas que a priori son plausibles, pero que llevadas a
extremos, y con intenciones malignas, son herramientas para los
gerifaltes mundialistas. Los ataques del PACMA a la caza también hay que
incluirlos en esta ofensiva despótica del NOM, aparte de que con ella
también socavan la identidad de nuestro país, desmantelando sus
tradiciones más genuinas.
Y esta Autoridad Mundial del desarrollo sostenible tiene ya hasta su
«constitución»: la llamada «Agenda 21», de la que hablaremos en la
próxima entrega.