Domingo 17 de Marzo de 2019
SHHHH
La mafia: los que abren y cierran las canillas de la información
Silencio de radio. Miles Davis decía que el silencio
es el ruido más fuerte. Igual: la no información pasa a ser el dato más
importante, ese ruido del que habla el gran el gran hacedor de sonidos.
De repente es el país de la no información, de la canilla que se cierra
cuando hay sed. Eso fue el cuadro de situación con el juez Alejo Ramos
Padilla en el Congreso mientras TN hablaba de un perrito adoptado.
(Por Luis Bruschtein) ¿De qué habla ese silencio? ¿Qué informa esa
no información? Que hay una decisión de no informar. Y el silencio se
extiende como una gran cortina gris. Es un país que no debe ser
informado de algo que le está sucediendo. Pero hay algo que finalmente
queda expuesto: es que alguien decide lo que un país tiene que saber.
“En las últimas tres horas que lleva hablando Ramos Padilla, la
cuenta de @todonoticias, tiró 35 tuits y ninguno habló del tema” colgó
en las redes el usuario Mariano Martín. Agrega que la de “@lanación tiró
30 con igual resultado, la de @clarincom largó 20 y lo mismo. La de
@infobae, 60 y lo mismo”.
TN habló del perrito Bruce que primero había desaparecido y después
se supo que había sido adoptado, informó también sobre un tipo que se
masturbaba mientras sacaba una ecografía, y habló de la salud de Sergio
Denis. En algún momento la figurita del juez Ramos Padilla moviendo la
boca, sin sonido, se reproducía en un recuadrito diminuto en el rincón
inferior derecho de la pantalla. Había que leer los labios para entender
lo que decía.
Decenas de miles de televidentes que trataban de entender lo que
veían en el recuadrito se pasaron a C5N, el canal de cable cuyos dueños
son perseguidos judicialmente y encarcelados por el gobierno para que lo
vendan y así acallar la única imagen crítica, junto con Crónica TV. En
ese momento, el rating de C5N cuadruplicó al de TN, que durante mucho
tiempo lideró por lejos en audiencia en ese rubro.
C5N informó sobre un hecho que cualquier profesional sabe que tiene
enorme interés periodístico. Los medios oficialistas optaron otra vez
por priorizar el criterio político por encima del periodístico. Fue un
ejercicio extremo de manipulación. Y a pesar de ese esfuerzo, la cortina
de silencio, el blindaje mediático que le proporcionan al gobierno, fue
rasgado por los escasos medios críticos, entre los que se cuenta
PáginaI12. El tema es tan importante que la tensión de esa cortina de
ocultamiento fue extrema. Se hizo un agujerito y la trama se rasgó.
El sistema montado para la guerra jurídica o lawfare, orquestado por
Washington, quedó muy expuesto con la aparición de Marcelo D’Alessio.
Este personaje nunca podría haber participado en operaciones de alta
seguridad, como la entrega de un jefe narco a la DEA en la Triple
Frontera o la extorsión de testigos de la causa de los cuadernos, si no
estuviera conectado con los servicios de inteligencia locales y
extranjeros.
El lawfare empezó con una serie de congresos, seminarios y encuentros
que organiza el Departamento de Justicia de los Estados Unidos con
funcionarios judiciales de la región. Bajo el título de combatir al
terrorismo, al narcotráfico o al lavado de dinero, se discute la forma
de forzar las leyes para saltearse garantías constitucionales. Pero
estos mecanismos no se han aplicado contra terroristas, narcos o
lavadores, sino para perseguir a dirigentes opositores o movimientos
populares que puedan convertirse en obstáculo para las políticas
norteamericanas en la región. No hay terroristas presos, ni narcos
presos por estas acciones y mucho menos lavadores. Lo que hay son presos
políticos como Lula o como Milagro Sala.
La trama es tejida por los servicios de inteligencia, es difundida
hasta la saturación por las corporaciones multimediáticas y convertidas
en causas judiciales por jueces y fiscales parcializados y cooptados.
Este guión, que ha sido denunciado en Estados Unidos y en todos lados,
sale a la luz en todo su esplendor en el historial de D’Alessio: su
relación con los servicios de inteligencia, con periodistas y políticos
denuncistas y con jueces y fiscales.
Los mensajes que intercambia D’Alessio son difíciles de explicar
fuera de un armado de ese tipo. El fiscal Carlos Stornelli, el
periodista Daniel Santoro, las diputadas Elisa Carrió y Paula Oliveto y
la Ministra de Seguridad Patricia Bullrich lo tutean, le piden favores,
lo tratan con respeto y hasta con afecto, en ningún momento hay
desconfianza. Más bien lo tratan con esa fascinación que inspira el
poder que respalda al sujeto en cuestión.
Los comentarios todavía aislados que intenta el oficialismo para
evitar que la estantería se le caiga encima culpan al juez Ramos Padilla
de parcializar la acusación. No discuten la prueba, sino que tratan de
demostrar esa parcialidad porque el juez asiste a las marchas del 24 de
marzo.
El mismo día que el juez declaraba en el Congreso, Patricia Bullrich,
funcionarios del Departamento de Justicia de los Estados Unidos y
jueces y fiscales argentinos participaban en una reunión en la embajada
norteamericana. Para esta gente es natural asistir a las actividades
polémicas que realiza la embajada norteamericana sobre temas judiciales,
pero es cuestionable asistir a una marcha por los derechos humanos.
No hay argumentos que discutan las pruebas. La defensa del
oficialismo se apoya en tres patas: el argumento tecnicista de que el
juez Ramos Padilla es incompetente porque según ese relato el delito
radicaría en otro distrito; la difamación del juez acusándolo de
“parcializar” la acusación y considerar que no hay motivo para
involucrar a Stornelli; y presentar como “un loquito” a D’Alessio, que
hasta ayer era el invitado principal de todos ellos. Las acusaciones
contra Stornelli no serían serias si provienen de un “loquito hablador”.