lunes, 18 de marzo de 2019

La mafia: los que abren y cierran las canillas de la información

Domingo 17 de Marzo de 2019

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La mafia: los que abren y cierran las canillas de la información

Silencio de radio. Miles Davis decía que el silencio es el ruido más fuerte. Igual: la no información pasa a ser el dato más importante, ese ruido del que habla el gran el gran hacedor de sonidos. De repente es el país de la no información, de la canilla que se cierra cuando hay sed. Eso fue el cuadro de situación con el juez Alejo Ramos Padilla en el Congreso mientras TN hablaba de un perrito adoptado.
La mafia: los que abren y cierran las canillas de la información
Sabado 16 de marzo de 2019 | 22:16

(Por Luis Bruschtein)  ¿De qué habla ese silencio? ¿Qué informa esa no información? Que hay una decisión de no informar. Y el silencio se extiende como una gran cortina gris. Es un país que no debe ser informado de algo que le está sucediendo. Pero hay algo que finalmente queda expuesto: es que alguien decide lo que un país tiene que saber. 

La no información ofrece esa información: unos pocos son los que abren y cierran las canillas de la información. Si la circulación de la información no es libre ni diversa, la sociedad no es libre ni democrática.
“En las últimas tres horas que lleva hablando Ramos Padilla, la cuenta de @todonoticias, tiró 35 tuits y ninguno habló del tema” colgó en las redes el usuario Mariano Martín. Agrega que la de “@lanación tiró 30 con igual resultado, la de @clarincom largó 20 y lo mismo. La de @infobae, 60 y lo mismo”.
TN habló del perrito Bruce que primero había desaparecido y después se supo que había sido adoptado, informó también sobre un tipo que se masturbaba mientras sacaba una ecografía, y habló de la salud de Sergio Denis. En algún momento la figurita del juez Ramos Padilla moviendo la boca, sin sonido, se reproducía en un recuadrito diminuto en el rincón inferior derecho de la pantalla. Había que leer los labios para entender lo que decía.
Decenas de miles de televidentes que trataban de entender lo que veían en el recuadrito se pasaron a C5N, el canal de cable cuyos dueños son perseguidos judicialmente y encarcelados por el gobierno para que lo vendan y así acallar la única imagen crítica, junto con Crónica TV. En ese momento, el rating de C5N cuadruplicó al de TN, que durante mucho tiempo lideró por lejos en audiencia en ese rubro.
C5N informó sobre un hecho que cualquier profesional sabe que tiene enorme interés periodístico. Los medios oficialistas optaron otra vez por priorizar el criterio político por encima del periodístico. Fue un ejercicio extremo de manipulación. Y a pesar de ese esfuerzo, la cortina de silencio, el blindaje mediático que le proporcionan al gobierno, fue rasgado por los escasos medios críticos, entre los que se cuenta PáginaI12. El tema es tan importante que la tensión de esa cortina de ocultamiento fue extrema. Se hizo un agujerito y la trama se rasgó.
El sistema montado para la guerra jurídica o lawfare, orquestado por Washington, quedó muy expuesto con la aparición de Marcelo D’Alessio. Este personaje nunca podría haber participado en operaciones de alta seguridad, como la entrega de un jefe narco a la DEA en la Triple Frontera o la extorsión de testigos de la causa de los cuadernos, si no estuviera conectado con los servicios de inteligencia locales y extranjeros.
El lawfare empezó con una serie de congresos, seminarios y encuentros que organiza el Departamento de Justicia de los Estados Unidos con funcionarios judiciales de la región. Bajo el título de combatir al terrorismo, al narcotráfico o al lavado de dinero, se discute la forma de forzar las leyes para saltearse garantías constitucionales. Pero estos mecanismos no se han aplicado contra terroristas, narcos o lavadores, sino para perseguir a dirigentes opositores o movimientos populares que puedan convertirse en obstáculo para las políticas norteamericanas en la región. No hay terroristas presos, ni narcos presos por estas acciones y mucho menos lavadores. Lo que hay son presos políticos como Lula o como Milagro Sala.
La trama es tejida por los servicios de inteligencia, es difundida hasta la saturación por las corporaciones multimediáticas y convertidas en causas judiciales por jueces y fiscales parcializados y cooptados. Este guión, que ha sido denunciado en Estados Unidos y en todos lados, sale a la luz en todo su esplendor en el historial de D’Alessio: su relación con los servicios de inteligencia, con periodistas y políticos denuncistas y con jueces y fiscales.
Los mensajes que intercambia D’Alessio son difíciles de explicar fuera de un armado de ese tipo. El fiscal Carlos Stornelli, el periodista Daniel Santoro, las diputadas Elisa Carrió y Paula Oliveto y la Ministra de Seguridad Patricia Bullrich lo tutean, le piden favores, lo tratan con respeto y hasta con afecto, en ningún momento hay desconfianza. Más bien lo tratan con esa fascinación que inspira el poder que respalda al sujeto en cuestión.
Los comentarios todavía aislados que intenta el oficialismo para evitar que la estantería se le caiga encima culpan al juez Ramos Padilla de parcializar la acusación. No discuten la prueba, sino que tratan de demostrar esa parcialidad porque el juez asiste a las marchas del 24 de marzo.
El mismo día que el juez declaraba en el Congreso, Patricia Bullrich, funcionarios del Departamento de Justicia de los Estados Unidos y jueces y fiscales argentinos participaban en una reunión en la embajada norteamericana. Para esta gente es natural asistir a las actividades polémicas que realiza la embajada norteamericana sobre temas judiciales, pero es cuestionable asistir a una marcha por los derechos humanos.
No hay argumentos que discutan las pruebas. La defensa del oficialismo se apoya en tres patas: el argumento tecnicista de que el juez Ramos Padilla es incompetente porque según ese relato el delito radicaría en otro distrito; la difamación del juez acusándolo de “parcializar” la acusación y considerar que no hay motivo para involucrar a Stornelli; y presentar como “un loquito” a D’Alessio, que hasta ayer era el invitado principal de todos ellos. Las acusaciones contra Stornelli no serían serias si provienen de un “loquito hablador”.