LA VIRGEN MARÍA CORREDENTORA 3/9
LA RAZÓN TEOLÓGICA.
La razón
última y el fundamento más profundo de la corredención mariana hay que
buscarlo en la maternidad divina de María, íntimamente asociada por
voluntad de Dios a la obra salvadora de Cristo Redentor. Escuchemos a
un eminente mariólogo contemporáneo explicando con gran precisión y
profundidad esta doctrina fundamental 20.
«La
teología apoya esto mismo con fuerza ineludible. Porque el fin de
nuestra redención comprende dos partes bien caracterizadas y distintas:
la adquisición de la gracia y su distribución a nosotros. Tal es
adecuadamente el fin del orden hipostático, en el cual quedó insertada
María por razón de su maternidad divina. Al ser incorporada a él, queda
por el mismo caso, supuesta siempre la voluntad de Dios, asociada con
Jesucristo en el fin de este mismo orden. Integralmente asociada,
aunque de muy diversa manera que Jesucristo, no existiendo razón alguna
para limitar esta asociación de María a una de sus partes con exclusión
de la otra.
Porque la diferencia esencial con que este fin pertenece a
los dos, se encuentra en la diversa manera con que ambos pertenecen al
orden hipostático. Jesucristo sustancialmente y de un modo absoluto, y
María sólo de un modo relativo, accidental y secundario. Y por eso mismo
Jesucristo es
Los grandes dogmas y los títulos marianos
esencial y
absolutamente el Mediador y Redentor, en cuyo sentido se dice también
que es el único Mediador; y María la co-Mediadora y co-Redentora. Y por
esto mismo la parte que corresponde a los dos en la adquisición y
distribución de las gracias es muy distinta, sin que la unión de los dos
en el mismo fin del orden hipostático perjudique a ninguno de ellos.
Antes por el contrario, la parte que en esta asociación corresponde a
María arguye gran perfección en Jesucristo, por lo mismo que es toda
recibida y dependiente de El, al mismo tiempo que sublima a María,
haciéndola partícipe de una obra tan divina como es la de nuestra
redención, como única excepción entre todas las criaturas.
De esta
manera, el principio del consorcio, en cuanto expresión de la maternidad
divina, queda firmemente establecido con sentido y significación
verdaderamente divinos, y con apertura suficiente para fundar sobre él
toda la parte soteriológica de la teología mariana. Del cual el
paralelismo antitético y el consentimiento de María a la encarnación del
Verbo en sus entrañas no son más que expresión muy significativa e
importante en el pensamiento de la tradición cristiana, los cuales, por
sí solos y con precisión de la maternidad divina, no tienen virtud para
elevarlos a la categoría de principio teológico.
Entendida
así la asociación de María con Jesucristo en el fin de la encarnación, o
sea, tanto en cuanto a la adquisición de la gracia como en su
distribución, constituye a aquélla en verdadera coMediadora y
co-Redentora con Cristo del género humano. La misma maternidad divina,
unida a la voluntad de Dios en el orden hipostático, postula esto, según
el sentido de la Iglesia, de una manera firme y segura. La dignidad
que de aquí resulta en la Virgen María es, sin duda, la más alta que se
puede concebir en ella después de su maternidad divina. Porque eso de
ser con Jesucristo coprincipio de la redención del género humano y de
su reconciliación con Dios, es cosa que sólo a María fue concedido sobre
todas las criaturas en virtud de su maternidad divina».
Y un poco más abajo añade todavía el mismo autor, completando su pensamiento 21:
«Claro
está que, absolutamente hablando, podía Dios hacer que el orden a la
redención del hombre, que por razón de la maternidad divina tiene María
con Jesucristo, quedara sin efecto. Pero no se puede concebir que Dios,
que en su providencia y gobernación se acomoda a la naturaleza de las
cosas, negara a su Madre santísima una perfección que tanta conformidad
guarda con su dignidad hipostática y tanto contribuye a su perfección y
exaltación gloriosa. Por consiguiente, la maternidad divina, al asociar
a María con Jesucristo en el orden hipostático, la asocia también en
el fin de este mismo orden, que, según la misma revelación divina, es la
redención del hombre, constituyéndola en Corredentora nuestra. Luego la
asociación de María con Jesucristo en el fin de nuestra redención es como una consecuencia natural de la maternidad divina, supuesta la voluntad de Dios.
En virtud
del consentimiento dado por María para ser Madre de Dios, esta
asociación se verifica también de un modo voluntario, lo cual hace que
tanto su prestación a la maternidad divina como su asociación con Cristo
en el fin de nuestra redención y toda su cooperación con él en la obra
redentora, en unión íntima de amor y de vida con Jesucristo, tengan
toda la perfección humana que se podía desear.
Entre
Jesús y María se puede establecer, por tanto, una verdadera analogía en
cuanto a la unión de ambos en el misterio de nuestra redención.
Ontológicamente, Jesucristo se constituye en redentor nuestro por la
unión hipostática, ordenada por Dios a este fin. Moralmente, por la
libre aceptación de esta unión y del fin a que estaba ordenada por Dios.
Y efectivamente, por todos los actos de su vida santísima, culminando
en la muerte de cruz.
En María,
la maternidad divina es el fundamento onto!ógico de su unión con Cristo
en el orden hipostático y en el fin de nuestra redención, en virtud de
la cual la Virgen Santísima se eleva sobre el nivel común de los demás
hombres, asociándose íntimamente con Cristo en el orden hipostático y en
el fin de la encarnación. Moralmente, por el consentimiento prestado
por María a la maternidad divina y a su cooperación con Jesucristo en la
obra de nuestra redención. Y efectu.’aniente, por todos los actos que,
en unión indisoluble con su Hijo, realizó, desde su consentimiento para
ser madre de Dios hasta la oblación de su Hijo en la cruz, en la que
juntamente con el Hijo hizo entrega al Padre de sus derechos maternos
sobre El.
Es
indudable que, miradas las cosas desde este punto de vista, todo cambia
de aspecto, y los mismos argumentos en favor de la corredención mariana
que antes, por sí solos y aisladamente considerados, podían parecer
desprovistos de valor y fuerza para probarla, recobran ahora todo su
vigor y firmeza, Así, el tomado del Protoevangelio encuentra en la
maternidad divina su sentido pleno, y, por tanto, su gran valor y
eficacia; el testimonio de la tradición se nos presenta como un esfuerzo
continuado y progresivo de asimilación y explicación de aquélla,
pasando de lo implícito a lo explícito, cuya expresión más antigua y
autorizada es el paralelismo antitético; el testimonio de los Sumos
Pontífices se nos presenta de este modo plenamente fortalecido con un
fundamento solidísimo que, brotando de la revelación divina, se
extiende por toda la tradición; el consentimiento de María a la
encarnación retiene su gran valor como elemento indispensable para la
perfección humana de los actos de María, sin descentrarlo ni
desorbitarló; la unión moral de vida entre la madre y el Hijo, la
abdicación de los derechos maternos de María en la muerte del Hijo, la
maternidad espiritual de María respecto de todos los hombres, la
distribución de las gracias y, en general, toda la mediación mariana,
se consolidan y adquieren íntima conexión y dependencia.
Naturaleza de la corredención
Según los principios que acabamos de
sentar a base de los datos de la Sagrada Escritura, del magisterio de la
Iglesia, de la tradición y de la razón teológica, la corredención
mariana no fue solamente mediata (por haber traído al mundo al
Redentor) y subjetiva (o de sola aplicación de las gracias obtenidas
por la misma redención de Cristo), sino también objetiva (o sea de
co-adquisición de la redención juntamente con Cristo) e inmediata (por
la compasión de María al pie de la cruz).
Sin
embargo, como es natural, existen profundas y esenciales diferencias
entre la acción de Cristo como Redentor único de la humanidad y la de
María como asociada (co-Redentora) a la obra redentora de Cristo. He
aquí las principales diferencias contrastadas en un cuadro sinóptico:
La redención de Cristo fue: La corredención mariana fue:
- Principal 1. Secundaria.
- Suficiente por sí misma. 2. Insuficiente por sí misma.
- Independiente. 3. Dependiente o subordinada.
- Absolutamente necesaria 4. Hipotéticamente necesaria.
He aquí
la explicación detallada de estas fundamentales diferencias entre la
redención de Cristo y la corredención manana 22 Esta última:
a) Es SECUNDARIA porque el efecto
total, es decir, la redención del género humano, no se debe atribuir de
la misma manera a la obra de Cristo y a la de María. A Cristo Redentor
se debe atribuir principalmente, y a María Corredentora,
secundariamente.
b) Es
INSUFICIENTE POR SÍ MISMA. Las satisfacciones y los méritos de Cristo,
por ser de valor infinito, eran necesarios y por sí mismos más que
suficientes para satisfacer adecuadamente a la divina justicia y
redimirnos. Las satisfacciones y los méritos de la Virgen Santísima son,
en cambio, insuficientes por sí mismos, y nada añaden intrínsecamente,
ni pueden añadir, a las satisfacciones y méritos de Cristo.
c) Es DEPENDIENTE O SUBORDINADA,
porque los méritos y las satisfacciones de la Virgen Santísima se apoyan
en los méritos y satisfacciones de Cristo, toman de ellos su valor y
dependen de ellos intrínsecamente, de manera que por sí solos no
tendrían valor alguno. Se deben, pues, concebir como posteriores (con
posterioridad de naturaleza, no de tiempo) a los méritos y
satisfacciones de Cristo, como la luz se debe concebir posterior a la fuente luminosa de la cual se deriva.
d) Es HIPOTÉTICAMENTE NECESARIA. Dios, en efecto, habría
podido perfectamente aceptar como precio de nuestro rescate las solas
satisfacciones y méritos de Cristo, por ser de valor infinito, sin
exigir que se uniesen a ellos las satisfacciones y méritos de María.
Estos no son, pues, absolutamente necesarios, pero lo son
hipotéticamente, o sea, en la hipótesis—que para nosotros es una
tesis–de que Dios lo ha dispuesto así, constituyendo también las
satisfacciones y méritos de María como precio de nuestro rescate en
unión a las satisfacciones y méritos de Cristo.
Se podría
preguntar: ¿Por qué quiso Dios que el precio de nuestra redención
estuviese como integrado por los méritos y satisfacciones de María
Santísima, aun siendo suficientísimos por sí mismos —como de valor
infinito—los méritos y satisfacciones de Cristo? Solamente lo
quiso—respondemos—no para añadir nada a los méritos y satisfacciones de
Cristo; no para completarlos, sino por la armonía y la belleza de la
obra redentora. Como nuestra ruina había siclo obrada no por Adán sólo,
sino por Adán y por Eva, así nuestra reparación debía ser realizada,
según el sapientísimo decreto de Dios, no sólo por Cristo, nuevo Adán,
sino por Cristo y María, por el nuevo Adán y por la nueva Eva. Con la
Corredentora, algo divinamente delicado, tierno, amable, entra en la
obra grandiosa de la redención del mundo. Por medio de la Corredentora,
«la salvación nos llega en forma de beso materno» 23. Por medio de la
Corredentora, por medio de María, la Madre hace su entrada en el orden
sobrenatural, la sonrisa de la Madre, el corazón de la Madre, la tierna
asistencia de la Madre» 24
He aquí
en qué sentido y dentro de qué límites entenderros nosotros el título
de Corredentora y la cooperación de María Santísima a la redención de
los hombres. Esa concepción hay que considerarla por lo menos como
teológicamente cierta.
El título
de Corredentora es uno de los más gloriosos para la Virgen Santísima y
más queridos al corazón de sus devotos. Es uno de los más gloriosos por
la plena y perfecta semejanza que establece entre la Virgen Santísima y
su divino Hijo. Es uno de los más queridos al corazón del hombre, por
la filial confianza y por el vivo estremecimiento de gratitud que
instintivamente despierta.
(‘Si se
conociese mejor—escribió oportunamente el cardenal Lélpicier–la parte
de María en la obra de nuestra redención, ¡Cúantos beneficios
se derivarían de ahí para la Iglesia! Las almas piadosas encontrarían
en esta verdad tan consoladora para nuestra fe, tan edificante para la
moral cristiana, nuevos motivos de fervor, nuevos alientos en la vida
del espíritu; los cristianos tibios o indiferentes se sentirían
sacudidos de su sueño letárgico; y las ovejas extraviadas volverían a
encontrar el camino que conduce al redil» 25
1ªEl P. Cuervo establece de manera
exhaustiva las diferencias entre el acto o los actos corredentivos de
María con los de Cristo Redentor en la siguiente forma 26: a jesucristo pertenece al orden hipostático sustancialmente; María sólo de una manera relativa.
2a. Los
actos de Jesucristo, en cuanto hombre, son actos de la persona divina
del Verbo, de un hombre-Dios; los de María, de una pura criatura elevada
sobre toda criatura.
3ª La
plenitud de la gracia de Jesucristo es absoluta en el mismo ser de la
gracia, intensiva y extensivamente; la de María, sólo relativamente.
4a La plenitud de gracia de Jesucristo es suva propia; la de María, toda derivada y participada de Jesucristo.
5ª La de Jesucristo es por esta causa capital, y la de María, no.
6ª La
raíz de la ordenación intrínseco-divina de la gracia de Jesucristo a la
causalidad de la salvación y redención del género humano es el orden
hipostático sustancial, y en María el relativo.
7ª Los
actos de Jesucristo satisfacen por el pecado y nos merecen la gracia con
todo rigor de justicia, y los de María sólo de condignidad.
8ª Por
eso mismo Jesucristo es, con toda propiedad, el único Redentor, en todo
el sentido de la palabra, y María la asociada a El o la Corredentora.
9ª La
virtud redentiva de los actos de Jesucristo es esencial e infinita
absolutamente; la de los actos de María, toda participada y sólo en
cierto sentido infinita.
10ªJesucristo es por derecho propio
causa principal de nuestra redención, y María solamente concausa y
correden tora, en todo dependiente y subordinada a Jesucristo.
11ªLos actos de María, en cuanto
asociada al orden hipostático, trascienden a los nuestros; los de
Jesucristo, también a los de María.
12ªLos actos de Jesucristo no admiten
progreso intrínseco en cuanto a su virtud y perfección, sino tan sólo
extrínseco; los de María, en cambio, tienen progreso intrínseco y
extrínseco, de la misma manera que su gracia y caridad.
13ªPor lo mismo, en cuanto al valor
intrínseco, el acto redentivo de Jesucristo puede decirse que es uno, y
el de María nu1tiple, intrínseca y extrínsecamente.
14ªComo los actos, tanto de Jesús como
de María, por razón del orden hipostático, consiguen el un de la
Encarnación según un grado de pefección diversa, en ellos se encuentra
intrínsecamente la forma redentiva, no de un modo totalmente igual ni
tampoco totalmente diverso, sino proporcionalmente semejante, o sea
análogamente, con una analogía de proporcionalidad propia, con distancia
indefinida o más bien infinita.
Por eso
Jesucristo es absolutamente el Redentor o el Redentor único, y María
simplemente la Corredentora. Jesucristo, Redentor y Cabeza del Cuerpo
místico; nosotros solamente redimidos, y María, ni redentora ni cabeza,
pero tampoco simplemente redimida, sino en un plano u orden intermedio:
por una parte, inferior al de Jesucristo, y por otra, superior a todos
nosotros; es decir, en el plano u orden de la mediadora y corredentora
de los hombres. Tal es el que todos atribuimos a la Virgen Santísima.
NOTAS
20 P. MANUEL CUERVO, oc., p.217-18.
21 O.c., p251-52.
22 Cf. Roschini, oc., vol.1 p.474-75, que citamos textualmente.
23 Cf. BELON, Mater Chisi (Milán 1938) 13.1 36.)
24 CARDENAL VAN R0ey’, Carta en la Cuaresma de 1938
25 CARDENAL LÉPICIER, L’Irnmacolata Madre di Dio, Ct»redeIice dLil género humano C.1 p.14.
26 P. CUERVO, O.C., P-3 10-1 1.
En el próximo artículo de este opúsculo trataremos Los diferentes vías o modos de la redención y corredención