jueves, 3 de enero de 2013

EL CALOR Y LA ROPA

OPINIÓN

El calor es un hecho físico, objetivo, exterior. La percepción del calor, la molestia que produce, es un hecho psíquico, subjetivo, interior; depende de cómo se lo tome. El calor existe, pero si se tienen otros motivos de preocupación, pasará inadvertido; si uno se pone a pensar en lo terrible de tener que aguantarlo, puede ser aterrante, abrumador, no le permite realizar las actividades que corresponden a sus responsabilidades.
Esto poco tiene que ver con la ropa. Hasta hace pocas décadas era normal asistir a los colegios de saco y corbata y en las provincias es costumbre solamente en los abogados. En los colegios sin aire acondicionados que por lo escasos y caros son casi desconocidos. Solamente con ventiladores. El alumno pensaba en la vecinita que no le lleva el apunte, o en el promedio que necesita levantar, o en las malditas ecuaciones de segundo grado y el calor pasaba a un plano secundario, se olvidaba, no se tenía en cuenta.
Junto con la proliferación de los ventiladores y la aparición de los acondicionadores de aire, en vivienda de clase media alta, surgió la libertad de prescindir de sacos y corbatas. ¿Se vive mejor, con más comodidad? Parece que no: el calor, al caérselo en cuenta, se hace más presente en la vida de uno.
Y eso es lo malo: caerlo en cuenta. Hay quienes a las nueve de la mañana, cuando aún se goza de una temperatura agradable, ya comienzan a quejarse del insoportable calor que se sentirá a la siesta; no se disfruta lo que se tiene porque es previsible lo que vendrá. Y se sufre una molestia real, cualquiera fuere la ropa que se tenga.
La molestia que el calor produce no es proporcional a la temperatura: basta con que el calor se haga presente. Si se tapara la ciudad con una enorme campana de vidrio, y adentro se gozara de un aire acondicionado que sólo variara entre los 18 y los 22°, apenas la temperatura se aproximara a los 22 ya miles estaríamos quejándonos: ¡Cómo se puede vivir con este calor!
El único remedio es no llevarle el apunte. Sacarse la ropa no alivia nada. Los árabes, con una cultura de siglos desarrollada en climas tórridos, lo combaten con vestimenta liviana pero abundante. Los zafreros que pelan caña a machete con camisa de contextura gruesa y pañuelos en la cabeza logran con la traspiración aclimatar su cuerpo.
Una novedad  sería la aparición de los pantalones cortos en la administración pública. ¿Qué efecto tendrá? Es de pensar que mientras sea novedoso se verá que eso es una consecuencia del alto calor reinante, nos hará acordar que debemos sentir la incomodidad propia de esta temperatura infernal. Y cuando nos acostumbremos entonces será normal andar de pantalones cortos y se seguirá sintiendo el calor como toda la vida: poco los que tienen algo que hacer, mucho los que no tienen en qué más pensar.
Puede deducirse entonces que si las preocupaciones distraen del calor, bueno sería que la administración atrasara los sueldos, así los funcionarios olvidarían esta molestia. No. No hay que exagerar. Las exageraciones siempre son malas. Bueno sería que todos pensáramos en los deberes y obligaciones, en el expediente que una viejita presentó y duerme en un cajón de la administración pública o en Tribunales, en el informe que pidió el jefe y está sin terminarse, en la planilla que tiene una suma que falla o en la solicitud que no se sabe a qué organismo derivar. Calor haría el mismo, pero al no recordarlo lo sentiríamos menos.

DR. JORGE B. LOBO ARAGÓN