martes, 2 de abril de 2013

LAS MALVINAS Y EL PARTO DE LOS MONTES

Según la leyenda, en un pueblito lejano y antiguo, un buen día comenzaron a escucharse terribles truenos y gritos amenazantes que provenían de los montes cercanos. Todo presagiaba un gran acontecimiento, quizás una desgracia, un terremoto o, peor aún, un ataque masivo contra los pacíficos habitantes del lugar. El alcalde hizo fortificar las defensas del poblado. Los vecinos se atrincheraron  en sus casas durante todo el día y la noche a la espera de la gran novedad que los aterrorizaba. Al amanecer, y luego de hacer escuchar sus últimos y más espantosos gritos, los montes mostraron el motivo de tanto estruendo: de su seno salió muy campante un ratoncito recién nacido. Los montes habían  anunciado de esa forma grandilocuente y escandalosa su gran hazaña: parieron un  ratón.
El gobierno de los K ha imitado a los montes: convocó a una gran asamblea política en la Casa Rosada. Hasta Moyano y los peores opositores destituyentes fueron invitados para que dieron marco adecuado al gran anuncio de Cristina sobre la forma en que ella, ella solita, recuperará nuestras Islas Malvinas.
Y al final, luego de tantos truenos y gritos de alerta, el gobierno parió un escuálido ratoncito: anunció que daría a conocer, por primera vez en la historia y gracias al coraje inédito del kirchnerismo, el informe Rattenbach, que ya dio a conocer una revista “light” hace varias décadas sin tantos truenos y centellas. Además y como otro audaz paso revolucionario propio del arrojo de Cristina, invitó a Cameron a dialogar por la paz… ¡Un pequeñito e inofensivo ratón K salió caminando lo más fresco de Balcarce 50!
El circo armado por el gobierno para esa ocasión llama a intentar algunas reflexiones sobre su inexistente estrategia para encarar la recuperación de las Malvinas frente a la decisión británica de mantener su arcaico colonialismo.
1.- Parece correcta la decisión del gobierno argentino de desechar la vía de las armas para recuperar el archipiélago. En primer lugar, porque la guerra siempre es cruel e inhumana, aunque algunas pocas, poquísimas,  veces resulte inevitable. Y en segundo lugar, porque luego de estos casi nueve años de kirchnerismo, mitad   irresponsable y mitad perverso, nuestras Fuerzas Armadas tienen menos poder de fuego que una compañía de boys scout. Gran Bretaña, en cambio, tiene la OTAN…
Estimo que, con buen criterio, el gobierno ha buscado el apoyo diplomático de países amigos, aún  cuando también en ese terreno, que es de suma importancia  para nosotros, estamos en una visible inferioridad de condiciones. Hemos logrado el apoyo de muchas naciones latinoamericanas (incluidos algunos países centroamericanos), mientras que el Reino Unido cuenta con la adhesión incondicional de la Unión  Europea y de EE.UU. Se repiten pues los apoyos diplomáticos de 1982. A nosotros no nos alcanzan. Al agresor inglés le sobran.
Es de suponer y desear que, esta vez, nuestro gobierno no repita el infantilismo de los militares del Proceso de creer que EE.UU., por ser nuestro “hermano” en la OEA, nos ayudará, o al menos hará de árbitro imparcial entre Gran Bretaña, su aliada estratégica de toda la vida,  y la Argentina.
En 1982, la ingenuidad les hizo creer a los militares que, luego de haber hecho el trabajo sucio pedido por la Casa Blanca a favor de los “contra” nicaragüenses, los norteamericanos nos devolverían el favor apoyándonos en Las Malvinas. Hoy, la supuesta afinidad ideológica entre la “progre” Cristina y el “paloma” Obama puede nublar la vista y la mente de nuestros despistados gobernantes, que viven de “relato” en “relato”.
Para completar este punto, se debe agregar que toda estrategia diplomática exige el máximo de coherencia y sensatez. Es un lugar común decir que las naciones no tienen amigos sino intereses, y que Brasil, el mayor y decisivo país de Latinoamérica, tiene el mejor y más profesional servicio exterior de la región. Mandarlo a Guillermo Moreno a pisotear (con sus delicados modales de adolescente quinceañera) a los exportadores brasileros, y luego pedir a  Brasil el apoyo efectivo y real en el tema Malvinas, es cuanto menos un disparate que sólo puede llevar en su orillo la marca K.
2.- También hace falta emplear en la cuestión de las Islas Malvinas una autenticidad transparente y una acrisolada honestidad intelectual. Ello exige no usar este sensible y delicado tema como cortina de humo para tapar las barrabasadas oficiales que afloran a diario, sobre todo en la política económica, si es que existe alguna política económica de los K. Y, lamentablemente, lo que hemos visto hasta ahora, especialmente el “show” del parto de los montes, se parece bastante a una  cortina de humo, y muy poco y nada a una estrategia para recuperar nuestras islas.
3.- Otro mojón indispensable para enfrentar con inteligencia a tan formidable concentración de poder (Gran Bretaña, EE. UU., Europa, OTAN) es unir a los argentinos, no sólo para el “show”, sino unirlos de verdad y sinceramente tras objetivos nacionales comunes y por encima de mezquindades y diferencias ideológicas o políticas. A esta materia, los K se la llevan a marzo.
4.- Si de buscar una solución diplomática se trata, es obvio que necesitamos designar en Gran Bretaña a una de nuestras mejores espadas del servicio exterior, que las tenemos en cantidad. Alguien bien formado profesionalmente y con  experiencia en el tema. Alicia Castro, cuyo mayor mérito es (o era) haber logrado los favores y la amistad personal de Hugo Chávez, no parece ser el cardenal Richelieu, el canciller Otto von  Bismarck  o el Atilio Bramuglia que necesitamos hoy en Londres.
5.- La cuestión de fondo es que, junto a una inteligente, sensata y profesional  acción diplomática, nos hace falta una estrategia política que tienda a acrecentar considerablemente el poder nacional. La expresión “poder nacional” es omnicomprensiva: abarca tanto los aspectos económicos y militares, como los culturales, políticos y morales. En este punto también nuestros lamentos son  omnicomprensivos:
a)- En lo económico, despilfarramos el regalo del cielo (y del yuyito y de China) de nueve años de vacas gordas, y hoy le debemos una fortuna a Venezuela por habernos hecho el favor, tipo socialismo siglo XXI, de vendernos fuel oil de baja calidad a precio de oro. Dicho sea de paso, los K estudian pagar esa millonada de dólares, producto del zafarrancho energético que ellos mismos armaron, con acciones o áreas petroleras y gasíferas, regaladas antes a la troica Repsol-YPF-Ezkenazy.
b)- En lo militar, lo dicho: son más fuertes los boys scout.
c)- En lo cultural, nos dividieron entre los intelectuales con anteojeras a control remoto de Carta Abierta, el monopolio mediático de Spolszky que nadie lee,  y las chabacanerías agresivas y humillantes de los periodistas a sueldo (bien pagados con nuestros impuestos) de 6 7 8, por un lado,  y los pelucones con olor a naftalina del diario La Nación, por el otro. La cultura de gran nivel y en estado puro ha quedado en las exclusivas y expertas manos de la bien-hablada Hebe de Bonafini, del santo varón Sergio Schoklender, de la recatada y parca Diana Conti y del diplomático de modales versallesco Luis D’Elía.
d)- En lo político dependemos de la tiroides presidencial y de sus debilidades “fashion”.
e)- Y, al último pero no lo último, en lo moral estamos en las mejores manos, las del juez Oyarbide, sobre todo en la mano en que usa el anillo recibido como muestra de amor de uno de sus numerosos y fervientes admiradores. ¡Cartón lleno!

La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser
Si hubiéramos hecho lo correcto en esos cinco rubros en la última década, y hubiéramos aprovechado la riqueza que nos llovía del cielo (otra vez: y del yuyito y de China), hoy estaríamos arañando los parámetros de desarrollo de un país del primer mundo, y otro gallo cantaría en nuestra disputa por las Malvinas.
Nos vendrá bien meditar sobre por qué los modernos depredadores del mundo (EE.UU., Gran Bretaña e Israel) se ensañaron con Afganistán e Irak, y no se animan a atacar a Irán. No hay secretos en ese terreno: los dos primeros países estaban profundamente divididos y con  serios problemas económicos. Irán, en cambio, se las ha ingeniado para integrar a su pueblo tras objetivos nacionales muy claros y ha logrado un desarrollo económico, cultural, científico, tecnológico y militar inimaginable hace 15 ó 20 años. No es lo mismo envalentonarse con Sadam Husein, los talibanes y la Argentina en solfa de los K, que con los ayatollah del hoy potente Irán. EE.UU., Israel y Gran Bretaña, que son depredadores pero no tontos, lo saben.
Por eso, desde hace muchos años, el Congreso norteamericano vota una partida presupuestaria oficial de 240 millones de dólares para “ayudar a recuperar la democracia en Irán…” De ella viven todos los grupos universitarios que meten  bulla en  las calles de Teherán para que tome fotos y haga notas la prensa “seria” de “Occidente”, pero de ahí no pasan. La inmensa mayoría de los iraníes, estén éstos   con  el “duro” Mahmud Ahmadineyad o con el “moderado” Akbar Rafsanjani, no se traga el anzuelo. Los ayatollah han adoptado una causa nacional que une a su pueblo. Debido a ello, los  yanquis pierden el tiempo y despilfarran sus dólares en Irán. Israel sólo pierde el tiempo, porque los dólares para cualquier aventura israelí salen siempre del bolsillo del Tío Sam… De todos modos, ninguno de los dos, EE.UU. e Israel, se atreve a atacar a Irán. Buena lección para nosotros.
La causa de Malvinas es una causa nacional, y así debe entenderlo el gobierno. No es la causa de Cristina, ni el taparrabos de la chapucería K. Al menos en este crucial tema, el relato debe dar paso a la verdad, y la politiquería, a la política.
La presidenta, a quien tanto le gusta compararse y creerse frívolamente superior a Evita, y poner ridículamente a Néstor por encima de Perón, tiene ahora la oportunidad de, al menos, imitarlos en su autenticidad y en su alto nivel político. Fueron los creadores responsables y exitosos de una estudiada y sólida Tercera Posición que, durante diez años, soportó el embate de los dos imperios. ¿Se anima Cristina a imitarlos?
Los veteranos y el diputado K
Unas palabras finales sobre los veteranos de Malvinas, y su incidente con  el diputado José María Díaz Bancalari.
La agresión verbal y física de los veteranos al diputado es totalmente injustificable. Amén. Pero no surgió de un repollo. Fue una desmedida y brutal reacción de los veteranos ante un brulote del diputado, que lleva el sello indeleble de un relato  kirchnerista de la más baja estofa. A los heridos y lisiados de la guerra por las Malvinas, un legislador K,  que no sufrió ni el menor rasguño en aquella epopeya popular,  no tiene derecho alguno a espetarles el insultante y chicanero: “Ustedes no quieren que recuperemos las Malvinas”.
Aunque no sean justificables, a las trompadas de los veteranos se las buscó el propio  Díaz Bancalari quien, como todo converso, sobreactuó su kirchnerismo con  esas hirientes y maliciosas palabras.