Según la leyenda, en un pueblito lejano y antiguo, un buen día
comenzaron a escucharse terribles truenos y gritos amenazantes que
provenían de los montes cercanos. Todo presagiaba un gran
acontecimiento, quizás una desgracia, un terremoto o, peor aún, un
ataque masivo contra los pacíficos habitantes del lugar. El alcalde hizo
fortificar las defensas del poblado. Los vecinos se atrincheraron en
sus casas durante todo el día y la noche a la espera de la gran novedad
que los aterrorizaba. Al amanecer, y luego de hacer escuchar sus últimos
y más espantosos gritos, los montes mostraron el motivo de tanto
estruendo: de su seno salió muy campante un ratoncito recién nacido. Los
montes habían anunciado de esa forma grandilocuente y escandalosa su
gran hazaña: parieron un ratón.
El gobierno de los K ha imitado a los montes: convocó a una gran
asamblea política en la Casa Rosada. Hasta Moyano y los peores
opositores destituyentes fueron invitados para que dieron marco adecuado
al gran anuncio de Cristina sobre la forma en que ella, ella solita,
recuperará nuestras Islas Malvinas.
Y al final, luego de tantos truenos y gritos de alerta, el gobierno
parió un escuálido ratoncito: anunció que daría a conocer, por primera
vez en la historia y gracias al coraje inédito del kirchnerismo, el
informe Rattenbach, que ya dio a conocer una revista “light” hace varias
décadas sin tantos truenos y centellas. Además y como otro audaz paso
revolucionario propio del arrojo de Cristina, invitó a Cameron a
dialogar por la paz… ¡Un pequeñito e inofensivo ratón K salió caminando
lo más fresco de Balcarce 50!
El circo armado por el gobierno para esa ocasión llama a intentar
algunas reflexiones sobre su inexistente estrategia para encarar la
recuperación de las Malvinas frente a la decisión británica de mantener
su arcaico colonialismo.
1.- Parece correcta la decisión del gobierno argentino de desechar la
vía de las armas para recuperar el archipiélago. En primer lugar,
porque la guerra siempre es cruel e inhumana, aunque algunas pocas,
poquísimas, veces resulte inevitable. Y en segundo lugar, porque luego
de estos casi nueve años de kirchnerismo, mitad irresponsable y mitad
perverso, nuestras Fuerzas Armadas tienen menos poder de fuego que una
compañía de boys scout. Gran Bretaña, en cambio, tiene la OTAN…
Estimo que, con buen criterio, el gobierno ha buscado el apoyo
diplomático de países amigos, aún cuando también en ese terreno, que es
de suma importancia para nosotros, estamos en una visible inferioridad
de condiciones. Hemos logrado el apoyo de muchas naciones
latinoamericanas (incluidos algunos países centroamericanos), mientras
que el Reino Unido cuenta con la adhesión incondicional de la Unión
Europea y de EE.UU. Se repiten pues los apoyos diplomáticos de 1982. A
nosotros no nos alcanzan. Al agresor inglés le sobran.
Es de suponer y desear que, esta vez, nuestro gobierno no repita el
infantilismo de los militares del Proceso de creer que EE.UU., por ser
nuestro “hermano” en la OEA, nos ayudará, o al menos hará de árbitro
imparcial entre Gran Bretaña, su aliada estratégica de toda la vida, y
la Argentina.
En 1982, la ingenuidad les hizo creer a los militares que, luego de
haber hecho el trabajo sucio pedido por la Casa Blanca a favor de los
“contra” nicaragüenses, los norteamericanos nos devolverían el favor
apoyándonos en Las Malvinas. Hoy, la supuesta afinidad ideológica entre
la “progre” Cristina y el “paloma” Obama puede nublar la vista y la
mente de nuestros despistados gobernantes, que viven de “relato” en
“relato”.
Para completar este punto, se debe agregar que toda estrategia
diplomática exige el máximo de coherencia y sensatez. Es un lugar común
decir que las naciones no tienen amigos sino intereses, y que Brasil, el
mayor y decisivo país de Latinoamérica, tiene el mejor y más
profesional servicio exterior de la región. Mandarlo a Guillermo Moreno a
pisotear (con sus delicados modales de adolescente quinceañera) a los
exportadores brasileros, y luego pedir a Brasil el apoyo efectivo y
real en el tema Malvinas, es cuanto menos un disparate que sólo puede
llevar en su orillo la marca K.
2.- También hace falta emplear en la cuestión de las Islas Malvinas
una autenticidad transparente y una acrisolada honestidad intelectual.
Ello exige no usar este sensible y delicado tema como cortina de humo
para tapar las barrabasadas oficiales que afloran a diario, sobre todo
en la política económica, si es que existe alguna política económica de
los K. Y, lamentablemente, lo que hemos visto hasta ahora, especialmente
el “show” del parto de los montes, se parece bastante a una cortina de
humo, y muy poco y nada a una estrategia para recuperar nuestras islas.
3.- Otro mojón indispensable para enfrentar con inteligencia a tan
formidable concentración de poder (Gran Bretaña, EE. UU., Europa, OTAN)
es unir a los argentinos, no sólo para el “show”, sino unirlos de verdad
y sinceramente tras objetivos nacionales comunes y por encima de
mezquindades y diferencias ideológicas o políticas. A esta materia, los K
se la llevan a marzo.
4.- Si de buscar una solución diplomática se trata, es obvio que
necesitamos designar en Gran Bretaña a una de nuestras mejores espadas
del servicio exterior, que las tenemos en cantidad. Alguien bien formado
profesionalmente y con experiencia en el tema. Alicia Castro, cuyo
mayor mérito es (o era) haber logrado los favores y la amistad personal
de Hugo Chávez, no parece ser el cardenal Richelieu, el canciller Otto
von Bismarck o el Atilio Bramuglia que necesitamos hoy en Londres.
5.- La cuestión de fondo es que, junto a una inteligente, sensata y
profesional acción diplomática, nos hace falta una estrategia política
que tienda a acrecentar considerablemente el poder nacional. La
expresión “poder nacional” es omnicomprensiva: abarca tanto los aspectos
económicos y militares, como los culturales, políticos y morales. En
este punto también nuestros lamentos son omnicomprensivos:
a)- En lo económico, despilfarramos el regalo del cielo (y del yuyito
y de China) de nueve años de vacas gordas, y hoy le debemos una fortuna
a Venezuela por habernos hecho el favor, tipo socialismo siglo XXI, de
vendernos fuel oil de baja calidad a precio de oro. Dicho sea de paso,
los K estudian pagar esa millonada de dólares, producto del zafarrancho
energético que ellos mismos armaron, con acciones o áreas petroleras y
gasíferas, regaladas antes a la troica Repsol-YPF-Ezkenazy.
b)- En lo militar, lo dicho: son más fuertes los boys scout.
c)- En lo cultural, nos dividieron entre los intelectuales con
anteojeras a control remoto de Carta Abierta, el monopolio mediático de
Spolszky que nadie lee, y las chabacanerías agresivas y humillantes de
los periodistas a sueldo (bien pagados con nuestros impuestos) de 6 7 8,
por un lado, y los pelucones con olor a naftalina del diario La
Nación, por el otro. La cultura de gran nivel y en estado puro ha
quedado en las exclusivas y expertas manos de la bien-hablada Hebe de
Bonafini, del santo varón Sergio Schoklender, de la recatada y parca
Diana Conti y del diplomático de modales versallesco Luis D’Elía.
d)- En lo político dependemos de la tiroides presidencial y de sus debilidades “fashion”.
e)- Y, al último pero no lo último, en lo moral estamos en las
mejores manos, las del juez Oyarbide, sobre todo en la mano en que usa
el anillo recibido como muestra de amor de uno de sus numerosos y
fervientes admiradores. ¡Cartón lleno!
La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser
Si hubiéramos hecho lo correcto en esos cinco rubros en la última
década, y hubiéramos aprovechado la riqueza que nos llovía del cielo
(otra vez: y del yuyito y de China), hoy estaríamos arañando los
parámetros de desarrollo de un país del primer mundo, y otro gallo
cantaría en nuestra disputa por las Malvinas.
Nos vendrá bien meditar sobre por qué los modernos depredadores del
mundo (EE.UU., Gran Bretaña e Israel) se ensañaron con Afganistán e
Irak, y no se animan a atacar a Irán. No hay secretos en ese terreno:
los dos primeros países estaban profundamente divididos y con serios
problemas económicos. Irán, en cambio, se las ha ingeniado para integrar
a su pueblo tras objetivos nacionales muy claros y ha logrado un
desarrollo económico, cultural, científico, tecnológico y militar
inimaginable hace 15 ó 20 años. No es lo mismo envalentonarse con Sadam
Husein, los talibanes y la Argentina en solfa de los K, que con los
ayatollah del hoy potente Irán. EE.UU., Israel y Gran Bretaña, que son
depredadores pero no tontos, lo saben.
Por eso, desde hace muchos años, el Congreso norteamericano vota una
partida presupuestaria oficial de 240 millones de dólares para “ayudar a
recuperar la democracia en Irán…” De ella viven todos los grupos
universitarios que meten bulla en las calles de Teherán para que tome
fotos y haga notas la prensa “seria” de “Occidente”, pero de ahí no
pasan. La inmensa mayoría de los iraníes, estén éstos con el “duro”
Mahmud Ahmadineyad o con el “moderado” Akbar Rafsanjani, no se traga el
anzuelo. Los ayatollah han adoptado una causa nacional que une a su
pueblo. Debido a ello, los yanquis pierden el tiempo y despilfarran sus
dólares en Irán. Israel sólo pierde el tiempo, porque los dólares para
cualquier aventura israelí salen siempre del bolsillo del Tío Sam… De
todos modos, ninguno de los dos, EE.UU. e Israel, se atreve a atacar a
Irán. Buena lección para nosotros.
La causa de Malvinas es una causa nacional, y así debe entenderlo el
gobierno. No es la causa de Cristina, ni el taparrabos de la chapucería
K. Al menos en este crucial tema, el relato debe dar paso a la verdad, y
la politiquería, a la política.
La presidenta, a quien tanto le gusta compararse y creerse
frívolamente superior a Evita, y poner ridículamente a Néstor por encima
de Perón, tiene ahora la oportunidad de, al menos, imitarlos en su
autenticidad y en su alto nivel político. Fueron los creadores
responsables y exitosos de una estudiada y sólida Tercera Posición que,
durante diez años, soportó el embate de los dos imperios. ¿Se anima
Cristina a imitarlos?
Los veteranos y el diputado K
Unas palabras finales sobre los veteranos de Malvinas, y su incidente con el diputado José María Díaz Bancalari.
La agresión verbal y física de los veteranos al diputado es
totalmente injustificable. Amén. Pero no surgió de un repollo. Fue una
desmedida y brutal reacción de los veteranos ante un brulote del
diputado, que lleva el sello indeleble de un relato kirchnerista de la
más baja estofa. A los heridos y lisiados de la guerra por las Malvinas,
un legislador K, que no sufrió ni el menor rasguño en aquella epopeya
popular, no tiene derecho alguno a espetarles el insultante y
chicanero: “Ustedes no quieren que recuperemos las Malvinas”.
Aunque no sean justificables, a las trompadas de los veteranos se las
buscó el propio Díaz Bancalari quien, como todo converso, sobreactuó
su kirchnerismo con esas hirientes y maliciosas palabras.