jueves, 1 de agosto de 2013

CAMA REDONDA ELECTORAL

El mayor de los horrores de las internas abiertas y simultáneas son los pases de factura mediáticos de los precandidatos de las distintas fuerzas, y entre ellos en el mismo espacio. Si existe un producto con buen copyright de la Década Ganada es el pase de factura por el pasado reciente de cualquiera que se muestre como amenaza de pérdida de votantes. Lógicamente, el extremo ridículo del revisionismo histórico con beneficio de inventario lo levanta como bandera el kirchnerismo, con ejemplos tan hermosos como el de putear a Sergio Massa, a quien pusieron de Jefe de Gabinete, pero no por ello debemos menospreciar a los demás candidatos y la garra que le meten a la hora de recordar con quién estaban los demás.
Nadie se salva si seguimos aplicando la lógica de con quién se estuvo, sin importar desde cuándo ni los motivos del acercamiento y posterior alejamiento. Si tan sólo basta una foto, un apoyo o un gesto, no queda nadie.
Corría el año 1999 cuando el entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, recorría el país en plena campaña electoral por una presidencia que perdió en manos de la Alianza entre el FrePaSo y la Unión Cívica Radical. Su equipo de ideas y proyectos estaba integrado por Carlos Tomada, Jorge Todesca, su tocayo Remes Lenicov, Julio Bárbaro, Alberto Iribarne, Horacio Rodríguez Larreta, Néstor y Cristina, todos coordinados por Alberto Fernández. Por aquel entonces, la muchachada que le hacía la campaña en las calles también era integrada por Sergio Massa y Diego Santilli. Sin embargo, el cabezón se quedaría con las ganas de ganar en las urnas, aunque la Asamblea Legislativa le hizo la gauchada y le entregó la banda presidencial el primer día del año 2002.
Unos meses más tarde, y a tres semanas del asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, se presentó en sociedad una alianza que procuraba la renovación de todos los mandatos políticos, como una salida factible a la crisis. Sus integrantes fueron Aníbal Ibarra, Néstor Kirchner y Elisa Carrió. Durante el encuentro dejaron asomar la posibilidad de un frente electoral conjunto. Tiempo después, con Néstor elegido como candidato del duhaldismo para las presidenciales, Carrió aseguró que Kirchner podría manejar al país como un territorio feudal, cosa que no notó en el mes de julio previo y que dejó de notar un poquito en mayo de 2003, cuando quedó afuera del ballotage y, en vez de dar libertad de sufragio, llamó a sus electores a votar por Néstor Kirchner, pero eso sí, con reserva moral. A mediados de 2003 y con la década kirchnerista ya iniciada, Lilita volvió a coincidir con el entonces Presidente en el apoyo conjunto a la reelección de Aníbal Ibarra como Jefe de Gobierno porteño. En el medio, también se hizo un hueco para participar de la jura del segundo mandato de Martín Sabbatella como Intendente de Morón. La intención de la caducidad de mandatos ya era cosa del olvido.
carrio ibarra nestor 
Si bien Lilita ya tenía experiencia en eso de juntarse con travestis progresistas y peronistas extraterrestres -en 2001 se alió con Dante Gullo para llevar al Senado al socialista Alfredo Bravo- muchos de quienes la acompañaron no se quedan atrás. El actual Canciller Héctor Timerman fue integrante de la lista del ARI en 2003 -no entró, estaba sexto- y Graciela Ocaña, que venía del FrePaSo, se sumó a las filas de Carrió para ser reelecta diputada, también en 2003. A los pocos meses pegó el salto al Ejecutivo Nacional y se sumó como funcionaria en el área de salud, donde tardó unos módicos cinco años en darse cuenta que había cosas que no eran muy lindas y pegó el portazo en 2009, unos días después de la renuncia de Sergio Massa a la jefatura de gabinete, quien había reemplazado un año antes a Alberto Fernández, quien a su vez había renunciado luego del conflicto del campo por las retenciones móviles, instauradas por una resolución -la 125- firmada por el ministro de Economía, o sea Martín Lousteau.
Convengamos en que fue fácil oponerse a la 125. Lo que no cualquiera puede es oponerse a la 125, tildar a sus ejecutores de anti progresistas, y luego ser compañero de fórmula del funcionario que la aplicó. Pero Rodolfo Terragno sí puede. Es más, incluso tiene la capacidad de recordar su postura contra las retenciones en su página personal, donde también aparece sonriente y abrazado a Lousteau.
Lousteau y Terragno cayeron en la volteada de Lilita, junto con Ricardo Gil Lavedra, porque para Carrió nunca denunciaron nada. Lilita, en cambio, cerró filas con Pino Solanas, que habrá tirado alguna denuncia en los últimos años, pero que votó a favor de cuestiones tan centrales como la estatización de las AFJP y la nacionalización de Aerolíneas Argentinas. No es muy incoherente lo de Pino, más si tenemos en cuenta que en 2003 se le caían los orgasmos mientras opinaba de la gestión de Kirchner, por tratarse de un gobierno que “combatía la impunidad”, y que no dudó en sostener que Hugo Chávez fue el presidente más democrático de todo Occidente.
Otro gran valor que integra la lista de quienes dicen llevar a la ética tatuada en las nalgas es Gustavo Vera, el rubio simpaticón de Floresta que se ha convertido en el cruzado contra la trata de personas desde su fundación La Alameda, llamada así en honor a la pizzería que funcionaba en el local que usurparon mientras se encontraba en sucesión. El inmueble tuvo un intento de desalojo en 2004 y hasta fue clausurado por las condiciones de insalubridad de su comedor. En su terraza, dentro de una construcción precaria, había varias máquinas de coser, con ciudadanos bolivianos como parte del mobiliario, donde confeccionaban prendas que luego eran vendidas en La Salada, sin habilitación, sin ART, sin aportes ni obra social, pero amparados en ese agujero negro llamado Cooperativa. Tiempo después, agotado el verso del combate contra los talleres clandestinos, Vera encontró que la renovación de la indignación pasaba por el negocio más antiguo del mundo y se convirtió en héroe del progre porteño, logrando dos veces la expropiación del local usurpado, una vetada por Ibarra, y la otra obtenida en 2007.
Donda 
De todos modos, Carrió, Solanas, Lousteau y Terragno no dejan de integrar un mismo frente en el cual se enfrentan con la dupla conformada por Alfonso Prat Gay y Victoria Donda. O sea, quien fuera presidente del Banco Central durante el gobierno de Duhalde y los primeros dos años de Néstor -y que fuera reemplazado por Martín Redrado luego de no coincidir en las políticas económicas- va de la mano de la militante del movimiento Libres del Sur, quien fuera electa diputada en 2007 por el Frente Para la Victoria. En el caso de Donda, el espíritu opositor le surgió al año, cuando argumentó que Néstor aún representaba a la vieja política, de lo que se dio cuenta recién cuando Kirchner buscó asumir la presidencia del Partido Justicialista.
Nombre por nombre, no se salva nadie: luego de romper su matrimonio de casi nueve años con los Kirchner, Moyano apoya a De Narváez, que en 2003 hizo la campaña de Menem, mientras Moyano hacía la de Adolfo Rodríguez Saá y el Momo Venegas -también candidato- apoyaba la candidatura de Néstor, lo que el kirchnerismo agradecería encanándolo unos años después.
Desde un punto de vista políticamente objetivo, nada de lo relatado es siquiera grave. Es tan solo el producto de un sistema de partidos políticos desdibujados y simbólicos, que sólo sirven como camiseta de pertenencia, con lo que es necesaria la aparición de líderes de masas. Ante la notoria ausencia de los mismos, es lógico que todos estén o hayan estado con todos, dado que la política argentina ha demostrado que el poder de reciclaje es su mayor virtud. A lo largo de los cincuenta años de carrera política de Carlos Menem, hubo momentos ideológicos para todos los gustos, desde militantes de los derechos humanos en la resistencia al Proceso, hasta simpatizantes del partido militar luego de los indultos de los tempranos noventas, pasando por peronistas ortodoxos, liberales y hasta representantes de la izquierda como el colorado Ramos. Y sin embargo, creo que a nadie se le ocurriría vincular a Pérez Esquivel con el indulto a Videla por tener fotos junto a Menem al encabezar las marchas contra la dictadura.
No está mal haber cambiado por motus propio, o seguir en la misma y que otros cambien. A lo largo de esta joda que llamamos vida nos acercamos a las personas cuando nuestros puntos de vista coinciden y nos alejamos cuando ya no va más. Si no fuera así, el divorcio no tendría razón de ser. Todos hicimos lo mismo en algún momento con nuestros trabajos, con nuestras amistades y con nuestras eventuales parejas. No veo porqué en la política no debería suceder. Quizá el problema radica en una suerte de intolerancia ante el desengaño, algo así como cuando te separás y notás que tu ex tenía una goma más caída que la otra, o que la zapan del gordo que antes te parecía el tanque de combustible de su virilidad, ahora quedó en el altar de los recuerdos grasientos y peludos.
El 100% del kirchnerismo -si, su totalidad- está compuesto por su historia en el poder, la cual fue conformada por personajes que laburaron con Menem, Cavallo, Chacho Álvarez, De La Rúa, Alfonsín, Duhalde, o con todos ellos en algún momento. Fuera del kirchnerismo, con la clara excepción de los troskos, el porcentaje es similar. Y es que todos, en alguna medida, se sintieron representados alguna vez por al menos un hecho de alguno de esos personajes, aunque muchas veces esos hechos fueran presupuestos para contratos o algún cargo con linda caja y un poco de exposición. Para quien se haya olvidado, les recuerdo el transversalismo de las elecciones de 2007.
De un modo pelotudo y romántico, soy de los que creen que no se puede juzgar a una persona por su pasado, si no por el todo. Probablemente, si los kirchneristas no se hubieran ensañado en reescribir la historia reciente para poder justificar sus propias biografías, serían solo considerados como los actores de una concatenación de fracasos, delirios fundacionalistas y choreo sistematizado, obligatorio y abundante. Porque, en definitiva, no está mal que hayan sido menemistas o duhaldistas, después de todo, más de la mitad de la sociedad lo fue. El problema es acusar a los demás de lo que ellos fueron. Así y todo les salió bien. Basta con mirar las acusaciones de los opositores entre sí para notar que les salió muy bien.
Desde mi humilde opinión, propongo que en las elecciones votes por lo que creas correcto, por quien te enamore. ¿Acaso rechazarías al hombre de tus sueños o a la reina del baile sólo porque tuvieron una historia con tu enemigo?
Jueves. En definitiva, todos tuvimos un laburo que nos enamoró en su momento y al que hoy ocultamos del currículum.
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