El costo de la inacción frente al abuso de poder
El acostumbramiento que se ha manifestado frente a una incesante
decadencia de todos los valores sociales y la pasividad del argentino
frente al autoritarismo de los Kirchner resultan intrigas complejas de
interpretar. No obstante, el pueblo se verá obligado a despertar cuando
tenga que hacerse cargo del deficitario balance de tantos años
desperdiciados.
cristina-salta
01/08/2013: En San Salvador de Jujuy, Cristina Kirchner encabezó un acto
en la localidad jujeña de La Esperanza, donde ratificó su compromiso de
"seguir dando lo mejor, que es trabajo, esfuerzo y compromiso"
por JORGE HÉCTOR SANTOS
Twitter: @santosjorgeh
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Especial para Urgente24). Tomar conciencia de la
realidad cuando ésta despierta preocupaciones por ser dificultosa o
mala, no es una tarea sencilla.
Tomar conciencia de una realidad escabrosa se complica aún más cuando
quienes la deben asumir componen parejas, familias o empresas; porque
los destiempos de sus integrantes se hacen notorios y juegan en contra.
Los obstáculos se multiplican cuando es un vasto tejido social el que
debe hacerle frente a un enrevesado presente; y mucho más si el mismo
está fraccionado en el aspecto socioecómico.
Lo señalado pretende interpretar, en parte, la falta de reacción de los
argentinos frente a tantos atropellos y enfrentamientos sufridos por
parte de un gobierno imperioso que llega a sorprender a no pocos propios
y largamente a desconocidos.
Hasta aquí las reacciones han sido parciales, pero la temperatura del
conjunto o una parte importante del todo no llegó a un estado de
ebullición, que las exteriorice colectivas; como se han registrado en
Brasil.
¿Esto es bueno o es malo? Sería extraño encontrar situaciones que puedan
ser calificadas como buenas o malas en forma absoluta y menos para 40
millones de personas.
Lo que no deja de resultar llamativo es cómo, en los años de Néstor y
Cristina en el poder, el ciudadano se ha acostumbrado a convivir con un
manejo gubernamental provisto de porcentajes crecientes de recurrentes
mentiras, de desvergonzada corrupción, de degradación moral, de
dilapidación de los recursos públicos, de decadencia en la educación, en
la salud pública, de perversión, de degradación ética, de limitaciones a
la libertad, de prepotencia, de falta de futuro, de impunidad, de
deterioro institucional, de autoritarismo, de destrucción del diálogo,
de agravios, de tergiversación de la historia, de aniquilamiento de las
normas de convivencia.
A esta penosa mención enunciativa hay que adicionarle la inusual manera
en que el pueblo fue aceptando coexistir con la muerte a causa de la
inseguridad; al igual que lo viene haciendo con el ascendente
narcotráfico.
Cómo entonces evitar que el informe anual del Barómetro de la deuda
social que elabora la Universidad Católica Argentina no de cuenta de la
enorme desconfianza que reina en el país en torno al funcionamiento de
los tres poderes del Estado.
El egoísmo que se percibe en lo individual (el conocido “sálvese quién
pueda” o “a mí no me va a tocar”) es un factor adicional de peso para
descifrar tamaña pasividad.
No resulta sorprendente, entonces, que ese egocentrismo haya alcanzado a
la oposición y se explicite a través de la mezquindad con la que se
desenvuelve, dónde hasta un elemental acuerdo es complicado de lograr y
más aún de mantener.
Los encuestadores suelen decir que la gente reacciona solo cuando se le
toca o le comienza a doler el bolsillo.
De eso no se está lejos.
Desgraciadamente, el desmanejo de la fortuna que ingresó, en la mayor
parte de los años de la última década, como resultado del elevado precio
de los productos del campo y la exportación de automóviles a Brasil, se
ha evaporado como resultado del mal gobierno que ha administrado el
Estado.
La inflación devoró la moneda y las reservas, de las que hacía gala la
presidente de la Nación, están por debajo del nivel que tenían en
tiempos de Fernando de la Rúa.
No hay economista reconocido, que en privado, no señale que no aceptaría
hacerse cargo de la economía en el estado actual.
El panorama que se avizora en el corto plazo es intrincado.
El individualismo, la indiferencia, la inacción serán culpas que habrá
que purgar; mientras que la ciudadanía deberán atender una herencia muy
pesada.
El legado kirchnercristinista será difícil de superar en lo económico,
pero aún será más delicado sobreponerse a la enemistad y al
envilecimiento que ha enquistado en lo social.