sábado, 3 de agosto de 2013

INACCION


El costo de la inacción frente al abuso de poder El acostumbramiento que se ha manifestado frente a una incesante decadencia de todos los valores sociales y la pasividad del argentino frente al autoritarismo de los Kirchner resultan intrigas complejas de interpretar. No obstante, el pueblo se verá obligado a despertar cuando tenga que hacerse cargo del deficitario balance de tantos años desperdiciados. cristina-salta 01/08/2013: En San Salvador de Jujuy, Cristina Kirchner encabezó un acto en la localidad jujeña de La Esperanza, donde ratificó su compromiso de "seguir dando lo mejor, que es trabajo, esfuerzo y compromiso" por JORGE HÉCTOR SANTOS Twitter: @santosjorgeh CIUDAD DE BUENOS AIRES (Especial para Urgente24). Tomar conciencia de la realidad cuando ésta despierta preocupaciones por ser dificultosa o mala, no es una tarea sencilla. Tomar conciencia de una realidad escabrosa se complica aún más cuando quienes la deben asumir componen parejas, familias o empresas; porque los destiempos de sus integrantes se hacen notorios y juegan en contra. Los obstáculos se multiplican cuando es un vasto tejido social el que debe hacerle frente a un enrevesado presente; y mucho más si el mismo está fraccionado en el aspecto socioecómico. Lo señalado pretende interpretar, en parte, la falta de reacción de los argentinos frente a tantos atropellos y enfrentamientos sufridos por parte de un gobierno imperioso que llega a sorprender a no pocos propios y largamente a desconocidos. Hasta aquí las reacciones han sido parciales, pero la temperatura del conjunto o una parte importante del todo no llegó a un estado de ebullición, que las exteriorice colectivas; como se han registrado en Brasil. ¿Esto es bueno o es malo? Sería extraño encontrar situaciones que puedan ser calificadas como buenas o malas en forma absoluta y menos para 40 millones de personas. Lo que no deja de resultar llamativo es cómo, en los años de Néstor y Cristina en el poder, el ciudadano se ha acostumbrado a convivir con un manejo gubernamental provisto de porcentajes crecientes de recurrentes mentiras, de desvergonzada corrupción, de degradación moral, de dilapidación de los recursos públicos, de decadencia en la educación, en la salud pública, de perversión, de degradación ética, de limitaciones a la libertad, de prepotencia, de falta de futuro, de impunidad, de deterioro institucional, de autoritarismo, de destrucción del diálogo, de agravios, de tergiversación de la historia, de aniquilamiento de las normas de convivencia. A esta penosa mención enunciativa hay que adicionarle la inusual manera en que el pueblo fue aceptando coexistir con la muerte a causa de la inseguridad; al igual que lo viene haciendo con el ascendente narcotráfico. Cómo entonces evitar que el informe anual del Barómetro de la deuda social que elabora la Universidad Católica Argentina no de cuenta de la enorme desconfianza que reina en el país en torno al funcionamiento de los tres poderes del Estado. El egoísmo que se percibe en lo individual (el conocido “sálvese quién pueda” o “a mí no me va a tocar”) es un factor adicional de peso para descifrar tamaña pasividad. No resulta sorprendente, entonces, que ese egocentrismo haya alcanzado a la oposición y se explicite a través de la mezquindad con la que se desenvuelve, dónde hasta un elemental acuerdo es complicado de lograr y más aún de mantener. Los encuestadores suelen decir que la gente reacciona solo cuando se le toca o le comienza a doler el bolsillo. De eso no se está lejos. Desgraciadamente, el desmanejo de la fortuna que ingresó, en la mayor parte de los años de la última década, como resultado del elevado precio de los productos del campo y la exportación de automóviles a Brasil, se ha evaporado como resultado del mal gobierno que ha administrado el Estado. La inflación devoró la moneda y las reservas, de las que hacía gala la presidente de la Nación, están por debajo del nivel que tenían en tiempos de Fernando de la Rúa. No hay economista reconocido, que en privado, no señale que no aceptaría hacerse cargo de la economía en el estado actual. El panorama que se avizora en el corto plazo es intrincado. El individualismo, la indiferencia, la inacción serán culpas que habrá que purgar; mientras que la ciudadanía deberán atender una herencia muy pesada. El legado kirchnercristinista será difícil de superar en lo económico, pero aún será más delicado sobreponerse a la enemistad y al envilecimiento que ha enquistado en lo social.