jueves, 1 de agosto de 2013

PROGRE-CISMA

“Yo aprendí en la vida que hay que ser justo y agra­de­cido. Y yo, como per­sona de bien y de buena fe, siento este momento muy espe­cial, que me da la posi­bi­li­dad de mirar esa ima­gen de Nés­tor Kir­ch­ner y decir: flaco, con­migo no te equi­vo­caste, acá estoy, defen­diendo este pro­yecto y ayu­dando a Cris­tina con todo lo que puedo”.
Daniel Scioli
 Progre-cisma”
En la Argen­tina lo que más sor­pren­den son las sor­pre­sas. Por ejem­plo la del direc­tor tea­tral Car­los Rivas con la acti­tud fac­ciosa de Estela Car­lotto a favor de un gobierno con el que está aso­ciada desde hace una década. Tanta fue su decep­ción que lo escri­bió a La Nación, que de acuerdo al Minis­te­rio de la Ver­dad K es hoy por hoy el cen­tro de la cons­pi­ra­ción mun­dial con­tra el fút­bol para bobos y la movi­li­dad social de Lazaro Baéz.
Otros se sien­ten decep­cio­na­dos por el aval y luego el “yo no fui” de un señor de los ser­vi­cios de inte­li­gen­cia. No hablo de Milani, sino de Hora­cio Verbitsky.
¿Ver­bitsky tam­bién? ¿No era un gurú moral, el ejem­plo a seguir por el perio­dismo, la inte­lec­tua­li­dad per­mi­tida y la cul­tura car­to­nera? El hecho de que fuera el número dos de la inte­li­gen­cia de Mon­to­ne­ros, una banda de faci­ne­ro­sos dedi­cada al secues­tro extor­sivo, el ata­que terro­rista, el balazo a trai­ción en fun­ción de la ins­ta­la­ción de un régi­men tota­li­ta­rio (o lla­male terro­rismo de estado si te parece), no solo no era obs­táculo sino que era la expli­ca­ción de la admiración.
Desde su puesto de lucha el admi­rado espía supongo que se dedi­ca­ría a ver a qué hora salían del cole­gio los niños de Fulano o el empre­sa­rio tal dónde tenía su cuenta ban­ca­ria, ade­más de qué des­tino darle al botín del secues­tro de los Born ¿Qué otra cosa hace un señor de inte­li­gen­cia de una orga­ni­za­ción cri­mi­nal, ade­más de ser­vir de norte de anciano a la juven­tud nac&pop?
Si segui­mos el derro­tero de lo que son lla­ma­dos “orga­nis­mos de dere­chos huma­nos” en la Argen­tina enten­de­re­mos un poco mejor el tamaño del pro­blema. Empe­ce­mos con Alfon­sín creando una comi­sión de nota­bles que reci­bía denun­cias de ile­ga­li­da­des en la repre­sión y desa­pa­ri­cio­nes. Un órgano for­mado por el Poder Eje­cu­tivo, un decreto que deter­minó a quié­nes inves­ti­gar, un período per­mi­tido para el estu­dio, un pro­ce­di­miento y un tri­bu­nal espe­cial que ter­mi­na­ron con una con­dena expiatoria.
Hasta ahí parte de la socie­dad recla­maba que tam­bién se juz­gara a los gue­rri­lle­ros y terro­ris­tas. Nadie se ani­maba a lla­mar­les “mili­tan­tes”. El pro­pó­sito expre­sado era juz­gar la clan­des­ti­ni­dad, los daños cola­te­ra­les, los inocen­tes inclui­dos en lis­tas, la falta de pro­ce­di­mien­tos lega­les, las tor­tu­ras y las desa­pa­ri­cio­nes. En un pro­ceso de años eso fue variando y nos fue­ron haciendo a la idea de que sólo impor­taba lo que hubiera hecho el estado en con­tra de sus “mili­tan­tes”. Por ejem­plo no había que con­ta­bi­li­zar lo que el estado hubiera hecho a su favor (como la libe­ra­ción de los cri­mi­na­les que con orgu­llo pidió Rivas en el 73 y que contó como aval de su crí­tica actual).
Des­pués vimos que los “orga­nis­mos de dere­chos huma­nos” reivin­di­ca­ban regí­me­nes cri­mi­na­les como el de Cuba y que pasa­ron a sos­te­ner la heroi­ci­dad de sus cul­pa­bles, no los inocen­tes que caye­ron en la bru­ta­li­dad de la lucha. Ya no se que­ja­ban de la ile­ga­li­dad de la repre­sión sino que fue­ron esta­ble­ciendo el están­dar de que frente a esa vio­len­cia solo cabía dejarse matar o hacer volar por el aire ¿Y si eras de esos a los que no les cae bien que ellos te quie­ran matar? Enton­ces eras un fas­cista. Así lo enseñó el estado (no el sec­tor pri­vado), durante estas tres déca­das. Toda la socie­dad los siguió lla­mando “orga­nis­mos de dere­chos huma­nos” pero sin comillas.
Hubo que olvi­dar a los muer­tos que ellos mata­ron. Con el kir­ch­ne­rismo se le prohi­bió a las fuer­zas arma­das home­na­jear a sus víc­ti­mas. El apa­rato de pro­pa­ganda de ver­dad fas­cista del gobierno estig­ma­tizó y per­si­guió a los fami­lia­res y ami­gos de esos muer­tos que que­rían nada más recordarlos.
Hicie­ron del Nunca Más un libro sagrado y Alfon­sín jamás cum­plió su pro­mesa de con­tar la his­to­ria de la vio­len­cia terro­rista de los idea­lis­tas mili­tan­tes que hubiera per­mi­tido sepa­rar la con­dena a la ile­ga­li­dad de la repre­sión de cual­quier sos­pe­cha de reivin­di­car los crí­me­nes de aque­llos gru­pos homi­ci­das. Mucho menos sus suce­so­res por­que en poco tiempo a nadie le importaba.
Des­pués no fue sufi­ciente esa omi­sión, por­que el que fuera héroe máximo del Nunca Más Ernesto Sábato había dejado claro que no se tenía que inter­pre­tar que el informe era una defensa de la bomba, el tiro por la espalda o el secues­tro extor­sivo por amor. Los “orga­nis­mos de dere­chos huma­nos” nos expli­ca­ron en esa etapa que con­de­nar ese tipo de cosas o poner­las al lado de crí­me­nes de agen­tes del estado (ellos son unos con­sis­ten­tes defen­so­res de la acti­vi­dad pri­vada, pero solo de la vio­lenta. La fun­ción del estado es tener empre­sas comer­cia­les y la del sec­tor pri­vado matar) era sos­te­ner una “teo­ría de los dos demo­nios”. Demo­nio hubo uno solo y ellos nos lo seña­la­rían. Los dere­chos huma­nos se con­vier­ten así en unas pre­rro­ga­ti­vas que corres­pon­den a los com­ba­tien­tes de un tipo de pro­yecto tota­li­ta­rio y a nadie más.
En el ínte­rin hubo que rees­cri­bir con­cep­tos como la cosa juz­gada, el dere­cho de defensa, anu­lar leyes, esta­ble­cer un fil­tro para ver quie­nes entran y salen de la jus­ti­cia fede­ral para que no se vayan a equi­vo­car los jue­ces acerca de a quién con­de­nar, a quién absol­ver y a quie­nes ase­gu­rar impu­ni­dad, que cosa es con­tra la huma­ni­dad (ellos) y cuá­les solo con­tra las per­so­nas corrientes.
Ahí fue cuando lle­ga­ron ellos mis­mos al estado. De un día para el otro todo lo que se dijo sobre las cosas malas las hace el estado se aplicó al revés. Los jodi­dos eran los “sec­to­res con­cen­tra­dos”. El poder con­tra el que ellos lucha­ban no era el esta­tal, sino el de las “cor­po­ra­cio­nes” ¿Y cor­po­ra­cio­nes que eran? ¿Acaso gru­pos pri­va­dos sin culpa como los Mon­to­ne­ros o el ERP? No, eran gran­des peli­gros de los que el estado tenía que defen­der­nos como pro­gra­mas de P+E. Una cosa son ton­te­rías como bom­bas y gra­na­das y otra unos pesa­dos cri­mi­na­les que habla­ban con­tra la esta­ti­za­ción vir­tual de las expor­ta­cio­nes agro­pe­cau­rias. O cual­quier per­sona fuera del estado que no los defen­diera o que los denun­ciara. Ahora que esta­ban del otro lado del mos­tra­dor, los dere­chos huma­nos pasa­ron a resu­mirse en la frase fas­cista: den­tro del estado todo, fuera del estado nada. Es decir al revés de lo que nos venían diciendo cuando eran privatistas.
La cosa se puso cada vez más explí­cita. Los enemi­gos actua­les pasa­ron a ser enemi­gos his­tó­ri­cos reha­cién­dose la his­to­ria como si estu­viera escrita con tiza y apa­re­cían por todos lados vin­cu­la­cio­nes con uni­for­mes de todo con­trin­cante. Pero siem­pre afuera de la fac­ción. Den­tro de la fac­ción, la de los cada vez más pocos que son huma­nos, podían expli­car­nos desde los tra­ba­jos de Ver­bitsky en la Fuerza Aérea en plena etapa caliente, hasta el cargo de Juez de Zaf­fa­roni, el de Ali­cia Kir­ch­ner en el Sur, las fotos y soli­ci­ta­das de los Kir­ch­ner en el Santa Cruz, o la direc­ción de don Timer­mann del pas­quín La Tarde; lo que sea. Los orga­nis­mos de dere­chos huma­nos evi­ta­ban que nos fué­ra­mos a con­fun­dir en cuanto a quién tenía que ser con­de­nado y quién sal­vado. Un sal­vado podía pasar a ser con­de­nado si se peleaba con el gobierno como la señora de Noble.
Lo de Milani es como el final de este largo cuento. Car­lotto ya dice que como la Biblia para los cató­li­cos, el Nunca Más no puede ser leído de manera directa sino que debe pasar por las acla­ra­cio­nes de ellos como intér­pre­tes finales.
Y todos son millo­na­rios, via­jan en pri­mera, hacen de sus fun­da­cio­nes empre­sas cons­truc­to­ras, están lle­nos de che­ques rebo­ta­dos y una infi­nita lista de etcéteras.
Enton­ces ami­gos pro­gres, esta es su reali­dad. No son los lim­pios de la socie­dad que se moles­tan por algu­nas trans­gre­sio­nes, son esta cosa. Nadie se cayó de nin­gún paraíso. Uste­des no pue­den decep­cio­narse entre si por­que no hay cosa espan­tosa que no hayan hecho, defen­dido o pro­mo­vido. A los que los mira­mos de afuera no nos asom­bran, no nos decep­cio­nan, con­ti­núan com­por­tán­dose como el culo de manera sis­te­má­tica y cohe­rente desde hace treinta o cua­renta años. No nos jodan más con el apa­rente escán­dalo con el que toman cada vez que que­dan al des­cu­bierto siem­pre que el hori­zonte sea el posi­ble ago­ta­miento de la vía para seguir robando con el pasado mal edi­tado en el que viven. Les gusta más la guita que el sexo. Y cuando no les gusta le guita, que los hace más huma­nos, les gusta la men­tira, la vio­len­cia, la bana­li­za­ción de cual­quier prin­ci­pio gene­ral y odian todo sen­tido real de jus­ti­cia por­que creen per­te­ne­cer a una casta a la que corres­ponde tra­tar bajo otras reglas.
Estas fac­tu­ras casi dan ganas de pedir­les que se las pasen en pri­vado. A los demás no nos intere­san. Nos tie­nen los hue­vos al plato.
Fuente: No me Parece
Autor: José Benegas