LA FRASE DEL DIA
Traducido al criollo: BASTA DECIR, "SOY GRAN ALCAHUETE, Y SEGUIRE JOROBANDO"
Vicente Nhario
“Yo aprendí en la vida que hay que ser justo y
agradecido. Y yo, como persona de bien y de buena fe, siento este
momento muy especial, que me da la posibilidad de mirar esa imagen
de Néstor Kirchner y decir: flaco, conmigo no te equivocaste, acá
estoy, defendiendo este proyecto y ayudando a Cristina con todo lo
que puedo”.
Daniel Scioli
“Progre-cisma”
En
la Argentina lo que más sorprenden son las sorpresas. Por ejemplo
la del director teatral Carlos Rivas con la actitud facciosa de
Estela Carlotto a favor de un gobierno con el que está asociada desde
hace una década. Tanta fue su decepción que lo escribió a La Nación,
que de acuerdo al Ministerio de la Verdad K es hoy por hoy el centro
de la conspiración mundial contra el fútbol para bobos y la
movilidad social de Lazaro Baéz.
Otros se sienten decepcionados por el aval y luego el “yo no fui”
de un señor de los servicios de inteligencia. No hablo de Milani,
sino de Horacio Verbitsky.
¿Verbitsky también? ¿No era un gurú moral, el ejemplo a seguir por
el periodismo, la intelectualidad permitida y la cultura
cartonera? El hecho de que fuera el número dos de la inteligencia
de Montoneros, una banda de facinerosos dedicada al secuestro
extorsivo, el ataque terrorista, el balazo a traición en función de
la instalación de un régimen totalitario (o llamale terrorismo
de estado si te parece), no solo no era obstáculo sino que era la
explicación de la admiración.
Desde su puesto de lucha el admirado espía supongo que se
dedicaría a ver a qué hora salían del colegio los niños de Fulano o
el empresario tal dónde tenía su cuenta bancaria, además de qué
destino darle al botín del secuestro de los Born ¿Qué otra cosa hace
un señor de inteligencia de una organización criminal, además
de servir de norte de anciano a la juventud nac&pop?
Si seguimos el derrotero de lo que son llamados “organismos de
derechos humanos” en la Argentina entenderemos un poco mejor el
tamaño del problema. Empecemos con Alfonsín creando una comisión de
notables que recibía denuncias de ilegalidades en la represión y
desapariciones. Un órgano formado por el Poder Ejecutivo, un
decreto que determinó a quiénes investigar, un período permitido
para el estudio, un procedimiento y un tribunal especial que
terminaron con una condena expiatoria.
Hasta ahí parte de la sociedad reclamaba que también se juzgara a
los guerrilleros y terroristas. Nadie se animaba a llamarles
“militantes”. El propósito expresado era juzgar la
clandestinidad, los daños colaterales, los inocentes incluidos
en listas, la falta de procedimientos legales, las torturas y
las desapariciones. En un proceso de años eso fue variando y nos
fueron haciendo a la idea de que sólo importaba lo que hubiera hecho
el estado en contra de sus “militantes”. Por ejemplo no había que
contabilizar lo que el estado hubiera hecho a su favor (como la
liberación de los criminales que con orgullo pidió Rivas en el 73 y
que contó como aval de su crítica actual).
Después vimos que los “organismos de derechos humanos”
reivindicaban regímenes criminales como el de Cuba y que
pasaron a sostener la heroicidad de sus culpables, no los
inocentes que cayeron en la brutalidad de la lucha. Ya no se
quejaban de la ilegalidad de la represión sino que fueron
estableciendo el estándar de que frente a esa violencia solo cabía
dejarse matar o hacer volar por el aire ¿Y si eras de esos a los que no
les cae bien que ellos te quieran matar? Entonces eras un fascista.
Así lo enseñó el estado (no el sector privado), durante estas tres
décadas. Toda la sociedad los siguió llamando “organismos de
derechos humanos” pero sin comillas.
Hubo que olvidar a los muertos que ellos mataron. Con el
kirchnerismo se le prohibió a las fuerzas armadas homenajear a
sus víctimas. El aparato de propaganda de verdad fascista del
gobierno estigmatizó y persiguió a los familiares y amigos de
esos muertos que querían nada más recordarlos.
Hicieron del Nunca Más un libro sagrado y Alfonsín jamás cumplió
su promesa de contar la historia de la violencia terrorista de
los idealistas militantes que hubiera permitido separar la
condena a la ilegalidad de la represión de cualquier sospecha de
reivindicar los crímenes de aquellos grupos homicidas. Mucho
menos sus sucesores porque en poco tiempo a nadie le importaba.
Después no fue suficiente esa omisión, porque el que fuera héroe
máximo del Nunca Más Ernesto Sábato había dejado claro que no se tenía
que interpretar que el informe era una defensa de la bomba, el tiro
por la espalda o el secuestro extorsivo por amor. Los “organismos de
derechos humanos” nos explicaron en esa etapa que condenar ese
tipo de cosas o ponerlas al lado de crímenes de agentes del estado
(ellos son unos consistentes defensores de la actividad privada,
pero solo de la violenta. La función del estado es tener empresas
comerciales y la del sector privado matar) era sostener una
“teoría de los dos demonios”. Demonio hubo uno solo y ellos nos lo
señalarían. Los derechos humanos se convierten así en unas
prerrogativas que corresponden a los combatientes de un tipo de
proyecto totalitario y a nadie más.
En el ínterin hubo que reescribir conceptos como la cosa
juzgada, el derecho de defensa, anular leyes, establecer un filtro
para ver quienes entran y salen de la justicia federal para que no
se vayan a equivocar los jueces acerca de a quién condenar, a quién
absolver y a quienes asegurar impunidad, que cosa es contra la
humanidad (ellos) y cuáles solo contra las personas corrientes.
Ahí fue cuando llegaron ellos mismos al estado. De un día para el
otro todo lo que se dijo sobre las cosas malas las hace el estado se
aplicó al revés. Los jodidos eran los “sectores concentrados”. El
poder contra el que ellos luchaban no era el estatal, sino el de las
“corporaciones” ¿Y corporaciones que eran? ¿Acaso grupos
privados sin culpa como los Montoneros o el ERP? No, eran grandes
peligros de los que el estado tenía que defendernos como programas
de P+E. Una cosa son tonterías como bombas y granadas y otra unos
pesados criminales que hablaban contra la estatización virtual
de las exportaciones agropecaurias. O cualquier persona fuera
del estado que no los defendiera o que los denunciara. Ahora que
estaban del otro lado del mostrador, los derechos humanos pasaron a
resumirse en la frase fascista: dentro del estado todo, fuera del
estado nada. Es decir al revés de lo que nos venían diciendo cuando eran
privatistas.
La cosa se puso cada vez más explícita. Los enemigos actuales
pasaron a ser enemigos históricos rehaciéndose la historia como
si estuviera escrita con tiza y aparecían por todos lados
vinculaciones con uniformes de todo contrincante. Pero siempre
afuera de la facción. Dentro de la facción, la de los cada vez más
pocos que son humanos, podían explicarnos desde los trabajos de
Verbitsky en la Fuerza Aérea en plena etapa caliente, hasta el cargo de
Juez de Zaffaroni, el de Alicia Kirchner en el Sur, las fotos y
solicitadas de los Kirchner en el Santa Cruz, o la dirección de
don Timermann del pasquín La Tarde; lo que sea. Los organismos de
derechos humanos evitaban que nos fuéramos a confundir en cuanto
a quién tenía que ser condenado y quién salvado. Un salvado podía
pasar a ser condenado si se peleaba con el gobierno como la señora
de Noble.
Lo de Milani es como el final de este largo cuento. Carlotto ya dice
que como la Biblia para los católicos, el Nunca Más no puede ser
leído de manera directa sino que debe pasar por las aclaraciones de
ellos como intérpretes finales.
Y todos son millonarios, viajan en primera, hacen de sus
fundaciones empresas constructoras, están llenos de cheques
rebotados y una infinita lista de etcéteras.
Entonces amigos progres, esta es su realidad. No son los limpios
de la sociedad que se molestan por algunas transgresiones, son
esta cosa. Nadie se cayó de ningún paraíso. Ustedes no pueden
decepcionarse entre si porque no hay cosa espantosa que no hayan
hecho, defendido o promovido. A los que los miramos de afuera no nos
asombran, no nos decepcionan, continúan comportándose como el
culo de manera sistemática y coherente desde hace treinta o
cuarenta años. No nos jodan más con el aparente escándalo con el que
toman cada vez que quedan al descubierto siempre que el horizonte
sea el posible agotamiento de la vía para seguir robando con el
pasado mal editado en el que viven. Les gusta más la guita que el sexo.
Y cuando no les gusta le guita, que los hace más humanos, les gusta la
mentira, la violencia, la banalización de cualquier principio
general y odian todo sentido real de justicia porque creen
pertenecer a una casta a la que corresponde tratar bajo otras
reglas.
Estas facturas casi dan ganas de pedirles que se las pasen en
privado. A los demás no nos interesan. Nos tienen los huevos
al plato.
Fuente: No me Parece
Autor: José Benegas