TOMÁS MORO: BIENAVENTURADOS LOS PERSEGUIDOS, LOS QUE SUFREN, LOS QUE LLORAN
TOMÁS MORO: REFLEXIONES EN LA INHÓSPITA TRINCHERA III (3ª):
Bienaventurados los perseguidos…
Bienaventurados los que sufren…
Bienaventurados los que lloran, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
24.10.2013
Ha
transcurrido un año desde mis primeras reflexiones, y cuántas cosas han
sucedido… imposible de recapitular a todas … los que hemos seguido, día
a día, el devenir de los acontecimientos, gracias a la labor de “luz”,
de “voz que clama en el desierto” de los cuatro jinetes del Apocalipsis
(término usado en mis segundas reflexiones que ocasionó tanta
indignación en algunos) y de Radio Cristiandad, no podemos menos que
manifestar por una parte, nuestro agradecimiento a Dios Nuestro Señor
por mantenernos aún de pie, sosteniendo la bandera en esta trinchera,
cada día más inhóspita; y por otra parte el comprobar con cuánta
exactitud se están cumpliendo cada una de las palabras profetizadas en
las Sagradas Escrituras, particularmente en el Apocalipsis de San Juan,
que como bien dice el padre Méramo, es lo que divide y dividirá a los
hijos de la Luz de los hijos de las Tinieblas … y también a la ya tan
conocida “resistencia”.
Estas
palabras, estas reflexiones van dirigidas a quienes también están como
uno mismo, en esta inhóspita trinchera, a ese pequeño rebaño disperso
por el mundo que vigila y ora para que Nuestro Señor venga a rescatarlo.
Sólo
este pequeño número de fieles podrá entender el verdadero sentido de
mis palabras ya que la inmensa mayoría no solamente no comprenderá nada
sino que con sólo leer las palabras Apocalipsis, Milenarismo y Parusía
me tildarán con los calificativos que desde hace tiempo escuchamos con
tanta frecuencia.
Por
tanto, sirvan estas reflexiones de consuelo, de ánimo, de apoyo y de
sostén a quién, por gracia inmerecida, está en algún lugar de este mundo
sufriendo persecución ó llorando… pronto el dolor se trocará en gozo y
aquellas benditas Bienaventuranzas se harán realidad en cada una de esas
almas.
Y
para ellos van estos pensamientos que espero puedan ayudar al alma
atribulada por el dolor, por el fracaso, por el desazón, por el aparente
triunfo del mal, por la impotencia, por sentir en nuestro corazón la
doliente esperanza en tu Segunda Venida, por recitar cada día “Venga a
nosotros Tu Reino” y con lágrimas comprobar cuánto nos hemos alejado de
Ti, por el creerse sólo, por quién cree que hasta Dios lo ha abandonado…
Tú
sabes Señor que desde hace bastante tiempo mi vida está unida a la
Tuya, y que para permanecer cerca de Ti he conocido el hambre del alma,
el cansancio físico y la fatiga de los nervios y de la voluntad.
He
conocido tus pruebas, y si has sido duro conmigo es por benevolencia, y
por ello te estoy eternamente agradecido. Estoy conociendo lo que son
las largas etapas en el desierto, y las noches de desvelo, no solamente
por la deuda que tengo contraída contigo, por mis pecados de mi vida,
sino por la hora presente. Y es por esto que no te pido consolaciones,
éxtasis ni tiernas invitaciones, porque sé que si bien Tu Misericordia
es infinita, Tu Justicia exige su parte.
Pero
me reconforta el saber que basta que el alma sufra para que en cierto
modo Tú, Dios mío, te acerques más a ella. Sé que escuchas, como una
madre vigilante, todos los clamores que parten de esta tierra, y que
para Tu Corazón no es solamente la voz que clama sino el dolor, el
sentimiento triste ó la desgracia la que llama, la que mueve a compasión
a Tu Corazón y así acudes con benevolencia, con ternura, lleno de
misericordia, y si no sanas siempre al alma, porque también el dolor
tiene su misión, indefectiblemente consuelas y reconfortas.
Tú
escuchas la turbación y el remordimiento del alma culpada, abismada en
el pecado, de la misma manera que corres tras la oveja descarriada. Tú
sabes muy bien cuáles son las aflicciones que tanto dolor nos causan,
conoces los secretos más profundos de nuestros corazones y sabes que no
necesitamos colirio para nuestros ojos porque vemos que Tu Reino pronto
vendrá a socorrernos, pero es necesario que mantengas la gracia que hay
en nosotros, que es ante todo un don gratuito de Tu Bondad.
Sabemos
que hay chocar de espadas en tus palabras y terribles exigencias en tus
requerimientos, por ello te pido que aumentes, día a día, el don de
Fortaleza, para que nuestras espaldas no se dobleguen y para que
nuestras rodillas no cedan bajo el peso de cargas tan pesadas como las
que Tú nos impones en estos momentos.
A
fuerza de decir que no hay nada tan dulce como servirte voy a terminar
creyendo que no ordenas nada desagradable, y que puedo excusarme de
haber omitido algún deber por el sólo hecho de que tenía algo de
amargo.. sin embargo me valgo del ejemplo de los apóstoles, de aquellas
almas que Tú entresacaste de tu pueblo, para saber que la embriaguez que
en aquél momento proporcionaste a tus discípulos la otorgarás también a
aquellos que Tú mismo has escogido para formar ese pequeño rebaño
disperso por el mundo, y que por lo tanto esas almas escogidas gozarán
de la embriaguez de las tareas rudas, sentirán la alegría de sufrir con
valor, de no perdonar ningún esfuerzo, de golpear fuerte sobre el
obstáculo y de no tener ningún miramiento para consigo mismo, porque Tú
sabes cuánto le cuesta al alma no desfallecer en la hora presente.
Por
todo esto, Dios mío, te pido que a tus escogidos les confirmes aquella
sentencia que así reza: “¡En qué paz reposa, cuán tranquila y apacible
avanza, cuán fuerte e invencible se muestra en la lucha, con qué
meritoria paciencia sufre el alma que se siente protegida por el Corazón
de Jesús”! Porque el Corazón de Jesús es el Amor que vela, que protege,
que da y que sana al alma perseguida, afligida, al alma que llora y al
alma que sufre.
Los
ojos del Señor están siempre fijos en el justo. Es la mirada de Dios
que no persigue al alma justa para amedrentarle sino que le sigue con
dulzura, con amor paternal para alentarle, animarle y moverle.
En
medio de la multitud que olvida ó desprecia a esa alma escogida, dicha
alma siente que no es abandonada, y esa convicción íntima y profunda le
sostiene, le fortalece y le llena de gozo, y aunque esté rodeada de
silencio y de oscuridad, a esa alma llega un rayo luminoso que no la
deja nunca jamás en la angustia que infunden las tinieblas. Sabe que en
el cotidiano cumplimiento de su deber Jesús acude en su ayuda, la
inspira y la alienta, y sólo le exige a cambio “fidelidad a Él”. Porque
Tú has dicho que con ser fieles a Ti y mantener la Fe pura y sin mancha
es suficiente para no desfallecer en la hora presente.
¡Y
cómo también no pedirte la protección de Tu Madre, Nuestra Madre!, para
que en Su Maternal regazo cobije, proteja y guíe a esas almas escogidas
por Ti, para que cuando llegue el día en que cada alma tenga que rendir
cuentas ante Ti, pueda el alma escuchar de Tus Labios decir: “He oído a
Mi Madre hablar de ti”.
Madre
de Dolores, que experimentaste los siete Dolores durante el transcurso
de Tu Vida y que nuevamente ahora vuelves a experimentarlos al ver a la
Esposa de Cristo, la Santa Iglesia Católica, Apostólica, Romana y
Perseguida, traicionada e infiltrada por tus hijos. Cómo no sentir
compasión por tu dolorido Corazón y sentirte más Madre que nunca. Provee
a esas almas escogidas de su alimento espiritual para que se mantengan
puras y virginales, para que no forniquen con los reyes de la tierra,
para que no cedan ni un palmo ni aun a costa de su propia vida, antes
bien, presérvalas sin mancha hasta que Tu Hijo venga a rescatarlas de
las manos de Satanás.
Una
última cosa Dios mío: sabemos que estamos en los tiempos en que Tú
callas, pareciera que no escuchas las plegarias, que estás sordo a las
peticiones, que realmente has abandonado a Tu Iglesia, que realmente me
has abandonado… sin embargo, eres Tú el que me sostiene sin decir nada, y
el que desde los días tiernos y lejanos de mi infancia has tenido
cuidado de no dejarme perecer de miseria. Continúa, oh Señor, dándome la
limosna, ese pan misterioso, el socorro invisible venido por Tus Manos
para sostén de mi indigencia, porque no puedo vivir más que con tus
dones, de lo contrario, desfalleceré en el camino.
Y
por lo tanto te pido que te ame cada día más, que ame esta vida de Fe,
toda ella iluminada por la Esperanza, haz que ame este desierto en donde
has colocado mi alma, esta inmensa llanura, teniéndote a Ti en medio,
no sólo sino perdido entre estas almas escogidas por Ti, que forme parte
de este pequeño rebaño disperso por el mundo. Estoy completamente
decidido a no abandonarte, y si no te abandono – porque si no te dejo es
porque primeramente Tú no decides a abandonarme, como mis pecados lo
hubieran justamente merecido – no temeré al enemigo, ni a la muerte, y
viviré para siempre de Tu Misericordia, particularmente para no
desfallecer en esta hora presente.
Cumple
Tu Promesa: “Bienaventurados los perseguidos… Bienaventurados los que
sufren… Bienaventurados los que lloran, porque de ellos es el Reino de
los Cielos”.
“Fiesta de San Rafael Arcángel”