jueves, 24 de octubre de 2013

TOMAS MORO

TOMÁS MORO: BIENAVENTURADOS LOS PERSEGUIDOS, LOS QUE SUFREN, LOS QUE LLORAN

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TOMÁS MORO: REFLEXIONES EN LA INHÓSPITA TRINCHERA III (3ª):
Bienaventurados los perseguidos…
Bienaventurados los que sufren…
Bienaventurados los que lloran, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
24.10.2013
Ha transcurrido un año desde mis primeras reflexiones, y cuántas cosas han sucedido… imposible de recapitular a todas … los que hemos seguido, día a día, el devenir de los acontecimientos, gracias a la labor de “luz”, de “voz que clama en el desierto” de los cuatro jinetes del Apocalipsis (término usado en mis segundas reflexiones que ocasionó tanta indignación en algunos) y de Radio Cristiandad, no podemos menos que manifestar por una parte, nuestro agradecimiento a Dios Nuestro Señor por mantenernos aún de pie, sosteniendo la bandera en esta trinchera, cada día más inhóspita; y por otra parte el comprobar con cuánta exactitud se están cumpliendo cada una de las palabras profetizadas en las Sagradas Escrituras, particularmente en el Apocalipsis de San Juan, que como bien dice el padre Méramo, es lo que divide y dividirá a los hijos de la Luz de los hijos de las Tinieblas … y también a la ya tan conocida “resistencia”.
Estas palabras, estas reflexiones van dirigidas a quienes también están como uno mismo, en esta inhóspita trinchera, a ese pequeño rebaño disperso por el mundo que vigila y ora para que Nuestro Señor venga a rescatarlo.
Sólo este pequeño número de fieles podrá entender el verdadero sentido de mis palabras ya que la inmensa mayoría no solamente no comprenderá nada sino que con sólo leer las palabras Apocalipsis, Milenarismo y Parusía me tildarán con los calificativos que desde hace tiempo escuchamos con tanta frecuencia.
Por tanto, sirvan estas reflexiones de consuelo, de ánimo, de apoyo y de sostén a quién, por gracia inmerecida, está en algún lugar de este mundo sufriendo persecución ó llorando… pronto el dolor se trocará en gozo y aquellas benditas Bienaventuranzas se harán realidad en cada una de esas almas.
Y para ellos van estos pensamientos que espero puedan ayudar al alma atribulada por el dolor, por el fracaso, por el desazón, por el aparente triunfo del mal, por la impotencia, por sentir en nuestro corazón la doliente esperanza en tu Segunda Venida, por recitar cada día “Venga a nosotros Tu Reino” y con lágrimas comprobar cuánto nos hemos alejado de Ti, por el creerse sólo, por quién cree que hasta Dios lo ha abandonado…
Tú sabes Señor que desde hace bastante tiempo mi vida está unida a la Tuya, y que para permanecer cerca de Ti he conocido el hambre del alma, el cansancio físico y la fatiga de los nervios y de la voluntad.
He conocido tus pruebas, y si has sido duro conmigo es por benevolencia, y por ello te estoy eternamente agradecido. Estoy conociendo lo que son las largas etapas en el desierto, y las noches de desvelo, no solamente por la deuda que tengo contraída contigo, por mis pecados de mi vida, sino por la hora presente. Y es por esto que no te pido consolaciones, éxtasis ni tiernas invitaciones, porque sé que si bien Tu Misericordia es infinita, Tu Justicia exige su parte.
Pero me reconforta el saber que basta que el alma sufra para que en cierto modo Tú, Dios mío, te acerques más a ella. Sé que escuchas, como una madre vigilante, todos los clamores que parten de esta tierra, y que para Tu Corazón no es solamente la voz que clama sino el dolor, el sentimiento triste ó la desgracia la que llama, la que mueve a compasión a Tu Corazón y así acudes con benevolencia, con ternura, lleno de misericordia, y si no sanas siempre al alma, porque también el dolor tiene su misión, indefectiblemente consuelas y reconfortas.
Tú escuchas la turbación y el remordimiento del alma culpada, abismada en el pecado, de la misma manera que corres tras la oveja descarriada. Tú sabes muy bien cuáles son las aflicciones que tanto dolor nos causan, conoces los secretos más profundos de nuestros corazones y sabes que no necesitamos colirio para nuestros ojos porque vemos que Tu Reino pronto vendrá a socorrernos, pero es necesario que mantengas la gracia que hay en nosotros, que es ante todo un don gratuito de Tu Bondad.
Sabemos que hay chocar de espadas en tus palabras y terribles exigencias en tus requerimientos, por ello te pido que aumentes, día a día, el don de Fortaleza, para que nuestras espaldas no se dobleguen y para que nuestras rodillas no cedan bajo el peso de cargas tan pesadas como las que Tú nos impones en estos momentos.
A fuerza de decir que no hay nada tan dulce como servirte voy a terminar creyendo que no ordenas nada desagradable, y que puedo excusarme de haber omitido algún deber por el sólo hecho de que tenía algo de amargo.. sin embargo me valgo del ejemplo de los apóstoles, de aquellas almas que Tú entresacaste de tu pueblo, para saber que la embriaguez que en aquél momento proporcionaste a tus discípulos la otorgarás también a aquellos que Tú mismo has escogido para formar ese pequeño rebaño disperso por el mundo, y que por lo tanto esas almas escogidas gozarán de la embriaguez de las tareas rudas, sentirán la alegría de sufrir con valor, de no perdonar ningún esfuerzo, de golpear fuerte sobre el obstáculo y de no tener ningún miramiento para consigo mismo, porque Tú sabes cuánto le cuesta al alma no desfallecer en la hora presente.
Por todo esto, Dios mío, te pido que a tus escogidos les confirmes aquella sentencia que así reza: “¡En qué paz reposa, cuán tranquila y apacible avanza, cuán fuerte e invencible se muestra en la lucha, con qué meritoria paciencia sufre el alma que se siente protegida por el Corazón de Jesús”! Porque el Corazón de Jesús es el Amor que vela, que protege, que da y que sana al alma perseguida, afligida, al alma que llora y al alma que sufre.
Los ojos del Señor están siempre fijos en el justo. Es la mirada de Dios que no persigue al alma justa para amedrentarle sino que le sigue con dulzura, con amor paternal para alentarle, animarle y moverle.
En medio de la multitud que olvida ó desprecia a esa alma escogida, dicha alma siente que no es abandonada, y esa convicción íntima y profunda le sostiene, le fortalece y le llena de gozo, y aunque esté rodeada de silencio y de oscuridad, a esa alma llega un rayo luminoso que no la deja nunca jamás en la angustia que infunden las tinieblas. Sabe que en el cotidiano cumplimiento de su deber Jesús acude en su ayuda, la inspira y la alienta, y sólo le exige a cambio “fidelidad a Él”. Porque Tú has dicho que con ser fieles a Ti y mantener la Fe pura y sin mancha es suficiente para no desfallecer en la hora presente.
¡Y cómo también no pedirte la protección de Tu Madre, Nuestra Madre!, para que en Su Maternal regazo cobije, proteja y guíe a esas almas escogidas por Ti, para que cuando llegue el día en que cada alma tenga que rendir cuentas ante Ti, pueda el alma escuchar de Tus Labios decir: “He oído a Mi Madre hablar de ti”.
Madre de Dolores, que experimentaste los siete Dolores durante el transcurso de Tu Vida y que nuevamente ahora vuelves a experimentarlos al ver a la Esposa de Cristo, la Santa Iglesia Católica, Apostólica, Romana y Perseguida, traicionada e infiltrada por tus hijos. Cómo no sentir compasión por tu dolorido Corazón y sentirte más Madre que nunca. Provee a esas almas escogidas de su alimento espiritual para que se mantengan puras y virginales, para que no forniquen con los reyes de la tierra, para que no cedan ni un palmo ni aun a costa de su propia vida, antes bien, presérvalas sin mancha hasta que Tu Hijo venga a rescatarlas de las manos de Satanás.
Una última cosa Dios mío: sabemos que estamos en los tiempos en que Tú callas, pareciera que no escuchas las plegarias, que estás sordo a las peticiones, que realmente has abandonado a Tu Iglesia, que realmente me has abandonado… sin embargo, eres Tú el que me sostiene sin decir nada, y el que desde los días tiernos y lejanos de mi infancia has tenido cuidado de no dejarme perecer de miseria. Continúa, oh Señor, dándome la limosna, ese pan misterioso, el socorro invisible venido por Tus Manos para sostén de mi indigencia, porque no puedo vivir más que con tus dones, de lo contrario, desfalleceré en el camino.
Y por lo tanto te pido que te ame cada día más, que ame esta vida de Fe, toda ella iluminada por la Esperanza, haz que ame este desierto en donde has colocado mi alma, esta inmensa llanura, teniéndote a Ti en medio, no sólo sino perdido entre estas almas escogidas por Ti, que forme parte de este pequeño rebaño disperso por el mundo. Estoy completamente decidido a no abandonarte, y si no te abandono – porque si no te dejo es porque primeramente Tú no decides a abandonarme, como mis pecados lo hubieran justamente merecido – no temeré al enemigo, ni a la muerte, y viviré para siempre de Tu Misericordia, particularmente para no desfallecer en esta hora presente.
Cumple Tu Promesa: “Bienaventurados los perseguidos… Bienaventurados los que sufren… Bienaventurados los que lloran, porque de ellos es el Reino de los Cielos”.
“Fiesta de San Rafael Arcángel”