No es la ley del aborto la que hace perder votos al PP, sino su tibieza e incoherencia
Ayer Europa Press publicó una información
de ésas que suelo coger con pinzas porque se remite a la típica
coletilla de “fuentes de”. Aunque la información no sea confiable,
afirma una tesis que merece la pena comentar: “La recuperación de
este voto y la movilización para ganar las próximas citas electorales de
2015 pasa, a juicio de estas fuentes, por que el PP se ensanche por el centro político y creen que reformas como la ley del aborto no contribuyen a ello.”
El debate del aborto deja en evidencia la colosal falta de principios del PP de Rajoy
Aborto: Feijóo quiere una ley que permita liquidar a los discapacitados antes de nacer
En 2009 Monago tachó de ‘aberrante’ la ley de Aído y ahora defiende lo mismo que ella
La derecha política, a remolque de la izquierda
Esta afirmación abunda en las dos formas de concebir la acción
política que se pueden encontrar en España. Por un lado tenemos a la
izquierda, que se atribuye una superioridad moral respecto al resto de
la sociedad, y que por ello está empeñada en someter a los españoles a
sus dictados ideológicos, empeño por el que no tiene ningún complejo en
centrar esa acción política en el impulso de sus tesis en la vida
pública, por muy cuestionables que sean esas tesis. Por otro lado
tenemos a la derecha, tan acomplejada ante esa falsa superioridad moral de la izquierda que ha renunciado a dar la batalla de las ideas,
por lo cual se limita a ir a remolque de las reformas ideológicas
progres. Un caso paradigmático de esta derecha es el actual gobierno que
encabeza Mariano Rajoy: antes de llegar a La Moncloa el actual
líder del PP prometió un “cambio”, pero ¿qué cambio se puede llevar a
cabo si no se está dispuesto a defender unos ideales con claridad y
firmeza? El resultado lo estamos viendo desde noviembre de
2011: hasta ahora el PP no ha cambiado ninguna de las leyes ideológicas
impuestas durante el mandato de Zapatero. Sólo en la educación se ha
atrevido a aprobar una nueva ley, la LOMCE, que no deja de ser una mera reforma de la nefasta LOE zapaterista,
limitándose, de hecho, a consolidar las bases ideológicas de las leyes
educativas socialistas, empezando por los principios pedagógicos que han
disparado las cifras de fracaso escolar en España.
La reforma de Gallardón y el objetivo imposible de querer contentar a todos
En el caso de la reforma del aborto tenemos otro tanto. Cuando se
anunciaron las líneas maestras de la reforma de Gallardón en diciembre
del año pasado, publiqué aquí un artículo señalando sus pros y sus contras. El mero repaso de unos y otros nos revela algo curioso: se trata de una
reforma que aboga por la “protección de la vida del concebido”, y sin
embargo exime de toda responsabilidad penal a la mujer que aborta, sin
importar el supuesto o el plazo. Es cierto que la ley elimina
la condición de “derecho” que el PSOE concedió a la eliminación de niños
y niñas por nacer, un colosal disparate jurídico: nadie tiene derecho a
matar a seres humanos inocentes e indefensos. Una ley que fuese coherente con el título de la reforma de Gallardón sería muy fácil de defender,
ya que las filas abortistas tienen unas carencias argumentales enormes,
puesto que centran todos sus esfuerzos en deshumanizar e incluso
cosificar a los seres humanos en el inicio de sus vidas, algo que desde
el ámbito de la ciencia y de la razón resulta muy sencillo de contestar.
Para ganar un debate público hay que tener voluntad de convencer con
mejores argumentos que los que ofrece el rival. Pero el PP ha querido hacer una ley con un objetivo imposible: contentar a todos,
algo atribuible a una falta de principios en esta materia -lo cual es
muy grave, teniendo en cuenta que hablamos de derechos humanos- pero
también a los complejos que he comentado más arriba. El resultado es que el PP promueve una reforma pero carece de buenos argumentos para defenderla.
La contestación interna demuestra la empanada ideológica del PP
El resultado es que la reforma de Gallardón no contenta a nadie: por un lado la
izquierda ha tirado de demagogia, reclamando la matanza de niños por
nacer, y en especial de los que sufren alguna discapacidad, como una
suerte de sacrificio sangriento en el altar de los dogmas progres.
Poco le importa a la izquierda que sus empeños por negar la humanidad e
incluso la condición de seres vivos de los seres humanos en su edad
prenatal sea un grosero insulto a la propia humanidad, a la razón y a la
ciencia. A fin de cuentas, para la izquierda la verdad es una algo que
debe cambiar a su antojo y conveniencia, y no hay nada que su discurso
relativista sea incapaz de cuestionar, ni siquiera el derecho a vivir de
los más inocentes e indefensos. Al mismo tiempo, entre la
derecha ideológica, la que no tiene complejos, el espectáculo que ha
dado el PP con esta ley suena a tomadura de pelo. Por una parte
Gallardón abogando por eliminar el aborto eugenésico, lo cual está muy
bien, pero ¿por qué matar a un concebido por ser discapacitado está mal,
y sin embargo es aceptable matarlo por el mero hecho de no haber
nacido? Por otra parte empiezan a salir dirigentes del PP -en los
enlaces relacionados al comienzo de esta entrada pongo un par de
ejemplos- defendiendo la ley abortista hecha por el PSOE en 1985, ésa
que el PP no tocó durante los ocho años que duró el mandato de Aznar.
Unos días después de anunciarse la reforma de Gallardón, el pepero Monago, que tachó de “aberrante” la Ley Aído, se ponía a defender lo mismo que ella. En enero de 2014 la alcaldesa pepera de Zamora se enfadaba porque un tuitero le recordaba el programa del PP en lo relativo a esta reforma. Y así otros dirigentes del PP y de sus juventudes, semana tras semana, demostrando una empanada ideológica que parece no tener más objetivos políticos que alcanzar y conservar el poder.
El PP ha renunciado a defender un modelo de sociedad frente a la izquierda
La falta de principios que ha demostrado el PP con este tema es demoledora para cualquier partido político,
porque demuestra a sus votantes que ese partido no es digno de
confianza. Ése es el problema que tiene ahora mismo el PP, y es un
problema de muy difícil solución, porque -hay que decirlo muy claro- el PP ha renunciado a defender un modelo de sociedad alternativo frente a la izquierda.
Ni en el ámbito de la bioética, ni el de la familia o la educación, con
las graves consecuencias que tiene ello para el derecho a la vida, la
libertad de educación y la protección de la familia como célula básica
de la sociedad. En todas las grandes cuestiones el PP se limita a asumir poco a poco los dictados ideológicos de la izquierda. Lo que no se le puede pedir a los españoles es que voten a políticos cobardes e incoherentes.