Los buitres se alimentan de carroña – Por Agustín Etchebarne
Las metáforas pueden volverse en tu contra. Comparar a los fondos que invierten en activos defaulteados o
 de gran riesgo de cesación de pagos con el pájaro que se alimenta de 
carroña parece una comparación bastante acertada. En efecto, los buitres
 se dedican a limpiar los esqueletos de animales muertos comiendo la 
carne en estado de putrefacción. Luego vuelan alto hacia sus nuevos 
destinos. El problema, entonces, es que los buitres aparecen donde 
previamente hay un cadáver.
En el caso de los holdouts se trata de deuda contraída 
libremente por gobiernos argentinos y que no hemos pagado desde hace más
 de una década. Los legítimos tenedores, sean los dueños originales o 
quienes les compraron sus derechos contra la Argentina, que se cansaron 
de esperar una solución que aceptaran como razonable, tienen razón en 
reclamar el cobro. Es por eso que fue importante la apertura del segundo
 canje, que permitió que el 93% de los bonistas aceptara una importante 
quita. Quienes no aceptaron iniciaron legítimamente acciones legales.
Hoy en día los nuevos títulos que se emiten incluyen una cláusula que
 obliga a los bonistas a aceptar el canje si lo aceptan el 80% de los 
tenedores, lo cual es razonable porque de otro modo pocos tenedores 
pueden perjudicar al resto. Pero los bonos en cuestión no incluían esta 
cláusula, sino que el gobierno argentino se comprometió a aceptar, en 
caso de conflicto, la jurisdicción de los tribunales de Nueva York.
Pues bien, la justicia se pronunció en contra de Argentina, el juez 
Griesa, la Cámara de apelaciones, y finalmente la Corte Suprema de 
Justicia, de modo tal que el fallo de Griesa queda firme. Ahora el 
gobierno tiene la posibilidad de pagar o entrar en default. Lo 
razonable, por supuesto, es pagar. El problema es que eso implica que no
 sólo se deberán pagar los USD 1.330 millones al fondo de Eliot sino que
 se pueden sumar reclamos que tienen alta probabilidad de éxito de hasta
 un total de tal vez  USD 10.000 millones bajo la jurisdicción de Nueva 
York, e incluso una suma tal vez similar en otras jurisdicciones, aunque
 con resultado más incierto.
Si el gobierno decide no pagar, el juez Griesa ya anunció que no 
permitirá a los bancos ayudar a la Argentina, de tal modo que se vería 
complicado el pago a los más de USD 54.000 millones de bonos que 
actualmente cobran normalmente. Esto implicaría un gran revés para la 
Argentina y afectaría toda nuestra economía, los acuerdos 
internacionales y la posibilidad de emitir más deuda pero, además, 
afectaría la deuda privada y la inversión extranjera directa, afectando 
indirectamente a toda la actividad económica.
De este modo, el gobierno tiene un enorme incentivo a pagar. Además, 
los bonistas como están interesados en cobrar pueden aceptar un pago en 
bonos que puedan vender para obtener efectivo, siempre que el monto 
resulte similar a los USD 1.330 millones. Esta opción resulta muy 
atractiva también para el gobierno, porque la mayor parte del pago 
recaería sobre los próximos gobiernos. Es por eso que estimamos que 
hacia allí se inclinará la balanza en la negociación. El resultado será 
una rápida recomposición de los precios de los bonos y caída inmediata 
del riesgo país.
No obstante, la herencia para el próximo gobierno será muy pesada. La
 idea instalada de que esta década hubo desendeudamiento es simplemente 
falsa. La deuda pública total incluye la que no está documentada. El 
gobierno reconocía el año pasado una deuda de 80.000 millones de dólares
 además de otros USD 116.000 millones con la ANSES (es decir con los 
jubilados) y con el BCRA (es decir con los tenedores de pesos 
argentinos). Pero a ese monto debemos agregarle los USD 20.000 millones 
de los Holdouts, otros 20.000 millones de deuda con jubilados, más los 
USD 6.500 millones de Repsol (ya reconocidos),  USD 3.200 millones de 
incremento de deuda con el Club de París que no estaban incluidos, unos 
USD 12.000 millones de 23 juicios que están en CIADI, y otros USD 20.000
 millones del cupón del PIB que el gobierno siempre se olvida de incluir
 pero que luego termina pagando.
De tal modo que nos da un total estimado de USD 277.500 millones. 
Mucho más de lo que debía la Argentina al finalizar el gobierno de 
Menem, incluso mayor en términos de PIB (supera el 55%), y esto a pesar 
de la fuerte quita forzada a los tenedores en los dos canjes exitosos. 
Por otra parte, esta enorme quita efectuada invalida todo reclamo de 
ilegitimidad efectuado desde sectores políticos de izquierda.
Algunos economistas sostienen que 55% de deuda sobre PIB no es 
demasiado alto, dado que EE.UU. supera el 100%, el promedio de Europa 
está en 90% y Japón supera el 220%. Pero se equivocan, porque un país 
que ha tenido 13 defaults en su historia se ve obligado a pagar una tasa
 de interés muy superior a la de los países desarrollados. Es por ello 
que 55% a una tasa de 10% (o más) es mucho más oneroso, 5,5% del PBI de 
pago de servicios anuales, y a la larga insostenible, que una deuda de 
100% al 2,5% anual o sea que costaría 2,5% del PBI.
Como una proporción de la deuda fue colocada a largo plazo a tasas 
bajas, la situación del próximo gobierno no será acuciante, pero es 
indispensable tener en cuenta que el tiempo va pasando, y con cada 
vencimiento de capital crecerá la tasa de interés promedio efectiva que 
pagamos por la deuda. De tal modo, el desendeudamiento debiera ser una 
política de Estado, pero comprendiendo que el único desendeudamiento 
efectivo es el que resulta de obtener un fuerte superávit fiscal.
Es importante comprender que las deudas de los países se originan en 
el simple hecho de que los gobiernos gastan más de lo que les ingresa 
por impuestos transfiriendo el peso del repago a los nuevos gobiernos o 
más bien a las próximas generaciones. Es por eso que existe un dilema 
moral. Solo puede ser razonable endeudarse para hacer inversiones que 
rindan un importante fruto en el largo plazo, de modo que las 
inversiones, de alguna manera se paguen por sí mismas. Así, es razonable
 endeudarse para construir ferrocarriles, puertos u hospitales, que 
prestarán sus servicios por muchos años, pero no es razonable endeudarse
 para pagar salarios, jubilaciones o gasto corriente en general. Los 
próximos gobiernos debería revertir esta tendencia populista que lleva 
ya demasiado tiempo.
Fuente: http://fortunaweb.com.ar/
