Un modelo para prebendas y privilegios
La observancia constante y uniforme del pensamiento argentino nos 
lleva a ver bien a las claras las conductas que generan irritación en la
 sociedad. Pero también se advierte la envidia que las mismas conductas 
generan en aquellos individuos que no las realizan.
Son muchas las personas que se indignan por ver a los funcionarios 
hacer uso y abuso de los vehículos oficiales. Son las mismas personas 
que desean ser funcionarios para tener chofer y hacer uso y abuso de los
 vehículos oficiales.
Es mucha la gente que se irrita por ver que los diputados trabajan 
poco y cobran dietas elevadas, que son abonadas con el dinero público. 
Es la misma gente que desea formar parte de una lista sábana para ser 
electa y cobrar dietas elevadas, que son abonadas con el dinero público.
Hay una parte importante de la ciudadanía que experimenta su bronca 
al escuchar que los jueces tienen privilegios llamativos y son 
vitalicios en sus cargos. Es la misma porción de la ciudadanía que 
fomenta la inclusión de sus hijos en los tribunales federales, para que 
éstos sean jueces, tengan privilegios llamativos y mantengan sus cargos 
de manera vitalicia.
La satisfacción de buena parte de los argentinos no es terminar con 
las desigualdades y los privilegios sino formar parte de ellos, y a otra
 cosa.
Los indignados no son indignados, son envidiosos. No hay un problema 
de ira, sino de ansiedad. Hay odio generado en las almas que quieren, y 
pueden.
Claro que los privilegios son miserables, y también son obscenas las 
dietas de los legisladores, y sus gastos públicos. Pero la envidia de la
 ciudadanía también califica en la miseria. Ya no se trata de sálvese 
quien pueda. Hace mucho que es “me quiero salvar yo, de la misma forma 
que se salvó aquél, que ahora es funcionario…”
