El padre Mugica en La Habana, y Galimberti y Lopecito en Suiza
"FUE CUBA", DE JUAN YOFRE
El cura Carlos Mugica frecuentó al
movimiento castrista que quería instalar en la Argentina un régimen
totalitario, porque la democracia popular cubana, con partido único, es una
forma de totalitarismo. Es más: Mugica fue a Cuba y conoció en detalle la
situación y hasta recibió una oferta para convertirse en agente cubano. ¿Lo
asesinó Rodolfo Galimberti? Curiosidades del nuevo libro de Juan Yofre,
"Fue Cuba".22/10/2014|
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"(...) La noche anterior a su partida tuvo una cena con oficiales
cubanos. A la vuelta, pasada la medianoche, Rulli observó en Mugica "una
profunda tristeza". Ante una pregunta del porqué de su estado a ánimo, el
cura le contó: "Esta noche me reuní con el representante de América Latina
y él me pidió, no me lo dijo abiertamente, pero me lo dio a entender, que yo
sería muy útil como agente de los cubanos". (...)" por
JUAN YOFRE
Salvo alguno
que otro relato aislado, ningún argentino ha escrito nada de su experiencia e instrucción militar en Cuba.
Contrariamente, el chileno Max Marambio relata en sus memorias su paso por ese
país (1966-1968), su retorno a Chile, su relación con el Movimiento de
Izquierda Revolucionaria (MIR) y su vida en la clandestinidad, de la que emerge
en 1970 para convertirse en el jefe de la custodia del presidente Salvador
Allende, conocida como GAP (Grupo de Amigos Personales).
Marambio,
cuyo nombre de guerra era "Aurelio Roca" o "Ariel",
describe cómo conoció en La Habana a dirigentes guerrilleros de todo el
continente: "Era fascinante vincularse con aquel universo de
revolucionarios latinoamericanos, donde se mezclaban probados combatientes,
intelectuales de izquierda, diletantes circunstanciales y aprendices de
revolucionarios". Primero tuvo un entrenamiento básico en una finca en las
afueras de La Habana, que se denominaba R-2. Luego fue trasladado a las
montañas de Pinar del Río, al campo que "Benigno" Dariel Alarcón
Ramírez, uno de los instructores, a su vuelta de Bolivia, denominaría el PETI
1.
En el centro
de instrucción guerrillera había entre 30 y 40 "combatientes de diferentes
nacionalidades... y sobre todo argentinos de diversos grupos políticos. Con los
argentinos no me llevaba muy bien, debido al nacionalismo de sus posiciones
políticas. Provenían del peronismo y su formación era distinta a la mía, su
catolicismo chocaba con mi ateísmo, entonces tan intolerante como la devoción
de ellos por los santos. A uno lo reconocí años después en una foto donde la
prensa daba cuenta de su muerte en una emboscada en Buenos Aires. Se trataba de
Fernando Abal Medina, fundador y dirigente de los Montoneros".
En el
campamento "Recibíamos clases de tiro, explosivos, artillería artesanal,
lucha urbana, topografía y otras artes de la guerra irregular". Luego
cuenta que, con el paso de los días, muchos defeccionaron. No así los
argentinos, "de diversas tendencias, cuyo contingente mayor lo formaba un
grupo de católicos dirigidos por un cura". Era el padre Carlos Francisco Sergio
Mugica Echagüe, hijo del dirigente conservador Adolfo Mugica, ex canciller de
Arturo Frondizi. La presencia de Mugica en Cuba es sugerida por el chileno Max
Marambio en Las armas de ayer. Además, un ex miembro del Ejército
de Liberación Nacional perteneciente al Sector 8, entrenado en Cuba en 1968, en
la misma época que el sacerdote, me dio su explícito testimonio.
Pocos años
más tarde, tras publicarse la biografía de Jorge Rulli, se confima su presencia
en La Habana. El escritor Juan Mendoza dice que Mugica llegó a Cuba en 1968,
tras los acontecimientos del Mayo francés. Fue "un viaje fugaz, porque lo
hacía a espaldas del obispo, para la oficialidad de la Iglesia [argentina],
Mugica nunca se movió de Francia", donde realizaba unos cursos de
Teología. En La Habana vivió en una casa de "protocolo" junto con
Rulli, a quien conocía muy bien. El cura, durante su estadía de un mes, tuvo un
ritmo de salidas abrumador. Todas las noches cenaba con alguien distinto.
Comandantes y subcomandantes, con sus familias incluídas, querían conocer al
cura obrero, al precursor del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo.
La noche
anterior a su partida tuvo una cena con oficiales cubanos. A la vuelta, pasada
la medianoche, Rulli observó en Mugica "una profunda tristeza". Ante
una pregunta del porqué de su estado a ánimo, el cura le contó: "Esta
noche me reuní con el representante de América Latina y él me pidió, no me lo
dijo abiertamente, pero me lo dio a entender, que yo sería muy útil como agente
de los cubanos".
Entre otras actividades,
Mugica fue miembro del directorio editorial de Liberación, órgano
del ERP-22 en abril de 1973, junto con monseñor Jerónimo Podestá, Gustavo Roca,
Rodolfo Walsh, Rodolfo Ortega Peña, Eduardo Luis Duhalde y Julio Cortázar.
Mugica fue asesinado el 11 de mayo de 1974. Había terminado de celebrar misa en
la iglesia de San Francisco Solano, Zelada 4771, de Capital Federal. El
periodista Jacobo Timerman, desde La Opinión, acusó a Montoneros. Durante su
entierro, la hermana de Mugica le dijo a Mario Firmenich: "Señor, le voy a
pedir que se retire. Yo soy la hermana de Carlos Mugica y usted nos está
ofendiendo con su presencia. ¡Váyase de aquí! Usted hizo mucho daño al
país".
Años más
tarde, durante una reunión con exiliados en Holanda, Rodolfo Galimberti se
adjudicó la muerte. De ese encuentro participaron algunos personajes que son
altos funcionarios del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Unas pocas
horas más tarde, en la intimidad, con una mujer holandesa -y también con unas
copas de más- volvió a repetir la misma versión. Todo esto me fue relatado por
uno de los presentes.
Pero hay algo
más. Los asesinatos de Mugica, el sindicalista José Ignacio Rucci y el
comisario general Alberto Villar, jefe de la Policía Federal, nombrado por el
presidente Juan Domingo Perón, fueron temas de conversación en un encuentro
casual entre Galimberti y José López Rega, el ex secretario privado y ministro
de Bienestar Social de Perón y de su esposa, la presidenta María Estela
Martínez de Perón. Según María Elena Cisneros Rueda, la pareja de López Rega,
habían ido a almorzar al restaurante Bavaria, ubicado a un costado de la Place
du Marché, en el pueblo suizo de Montreux. En realidad, no vivían ahí, sino a
pocos kilómetros, en la calle Byron 7 del pueblito de Villeneuve. López Rega
permanecía clandestino, porque era requerido por las autoridades militares que
habían derrocado a la viuda de Perón y tenía varias causas en la Justicia.
Cuando
salieron del restaurante, la pareja caminó unos metros y se topó con el
dirigente montonero Rodolfo Galimberti, que se encontraba acompañado de una
mujer. Se saludaron ceremoniosamente, sin ninguna calidez. López Rega le
dirigió una fría mirada. Solo atinó a preguntarle por qué habían matado a
Mugica, Rucci y Villar. Las dos mujeres presentes observaban en silencio.
Galimberti
intentó una explicación y aseguró que él no había sido el que "apretó el
gatillo" contra Mugica, respuesta que molestó aún más a López Rega, que,
exaltado, le dijo: "¿Cómo pudieron hacer eso?".
María Elena
tiene presente en su memoria que Galimberti afirmó en voz alta: "No te
entendimos". Luego, él contó que vivía en Londres, donde le ofreció
refugio, pasaporte y custodia. La compañera de López Rega también recuerda que
el ex jefe montonero se sacó la boina como demostración de respeto y
"pidió perdón". Se despidieron con un abrazo y no se volvieron a ver.