LA COINCIDENCIA
Increíble pero cierto. Precisamente hoy, 21 de febrero, día en el que el Papa Francisco inaugura la cumbre sobre los abusos sexuales en la que participarán los jefes de la jerarquía católica mundial, [estamos a dos días de que ] la Iglesia celebre la memoria litúrgica de San Pedro Damián, gran reformador del siglo XI, después proclamado doctor de la Iglesia, autor de un libro con un título emblemático: “Liber Gomorrhianus”.
La coincidencia, aunque involuntaria, no podía ser
más apropiada. Porque en ese libro, redactado en forma de carta, san
Pedro Damián lanzaba un dramático llamamiento al Papa y a los obispos de
su tiempo para que liberaran a la Iglesia de la “imundicia
sodomítica que se insinúa como un cáncer en el orden eclesiástico, más
aún, como una bestia sedienta de sangre y rabiosa en el redil de Cristo”.
Sodoma y Gomorra, en
el libro del Génesis, son las dos ciudades que Dios destruyó con fuego,
a causa de sus pecados de sexo contra natura.
Pero hay más. Porque el historiador de la Iglesia, el alemán Walter Brandmüller,
que recientemente ha resaltado aún más las extraordinarias similitudes
entre la crisis de la Iglesia en el siglo XI y la crisis actual, es
también el cardenal que en la vigilia de esta cumbre ha firmado, junto al cardenal Raymond Leo Burke, una carta con la que hacía un llamamiento a los obispos
de todo el mundo para que rompan su silencio y se opongan, a rostro
descubierto, a la plaga de la práctica homosexual entre los ministros
sagrados.
El pasado 5 de noviembre, en coincidencia con la salida del ensayo del cardenal Brandmüller sobre la actualidad de la historia de san Pedro Damián, Settimo Cielo había publicado un amplio resumen, con referencias al texto íntegro en alemán e italiano.
Lo que sigue a continuación es, precisamente, esa entrada de Settimo
Cielo. Porque volver a leerla hoy, [cercanos a] la fiesta litúrgica de
ese gran santo y reformador, es más útil aún, si cabe.
*
Gomorra en el siglo XXI. El llamado de un cardenal e historiador de la Iglesia
(Settimo Cielo, 5 de noviembre de 2018)
“La situación es comparable a la de la Iglesia en los siglos XI y
XII”. Como notable historiador de la Iglesia y como presidente del
Pontificio Comité de las Ciencias Históricas, desde 1998 al 2009, el cardenal Walter Brandmüller, de 89 años, no tiene dudas cuando ve a la Iglesia actual “sacudirse hasta sus fundamentos”, a causa de la propagación de abusos sexuales y de la homosexualidad, “en forma casi epidémica entre el clero e incluso en la jerarquía”.
“¿Cómo se ha podido llegar a este punto?”, se pregunta el cardenal.
Su respuesta está en un amplio y fundamentado artículo publicado en
estos días en el mensuario alemán “Vatican Magazin”, dirigido por Guido Horst:
> Homosexualität und Missbrauch – Der Krise begegnen: Lehren aus der Geschichte
> Homosexualität und Missbrauch – Der Krise begegnen: Lehren aus der Geschichte
En versión española integral:
Brandmüller remite a los siglos en los que los obispados y el mismo
papado se habían convertido en tal fuente de riqueza, que por esto “se
combatía y se comercializaba para tomar posesión de ella”, con la
pretensión de los gobernantes temporales de atribuirse ellos mismos los
cargos en la Iglesia.
El efecto fue que ocuparon el cargo de pastores personajes moralmente
disolutos, ocupados en el patrimonio más que en el cuidado de las
almas, para nada inclinaos a llevar una vida virtuosa y casta.
No sólo el concubinato, sino también la homosexualidad estaban cada vez más difundidas entre el clero, en tal forma que san Pedro Damián, en 1049, entregó al neo-electo papa León IX, conocido como celoso reformador, su libro ‘Liber Gomorrhianus’, redactado en forma epistolar, y que en esencia era un llamado para salvar a la Iglesia de la “inmundicia sodomítica que se insinúa como un cáncer en el orden eclesiástico, más aún, como una bestia sedienta de sangre y rabiosa en el redil de Cristo”. Sodoma y Gomorra, en el libro del Génesis, son las dos ciudades que Dios destruyó con fuego, a causa de sus pecados.
No sólo el concubinato, sino también la homosexualidad estaban cada vez más difundidas entre el clero, en tal forma que san Pedro Damián, en 1049, entregó al neo-electo papa León IX, conocido como celoso reformador, su libro ‘Liber Gomorrhianus’, redactado en forma epistolar, y que en esencia era un llamado para salvar a la Iglesia de la “inmundicia sodomítica que se insinúa como un cáncer en el orden eclesiástico, más aún, como una bestia sedienta de sangre y rabiosa en el redil de Cristo”. Sodoma y Gomorra, en el libro del Génesis, son las dos ciudades que Dios destruyó con fuego, a causa de sus pecados.
Pero lo más digno de destacar, escribe Brandmüller, fue que “casi
contemporáneamente se constituyó un movimiento laico dirigido no sólo
contra la inmoralidad del clero, sino también contra el apoderamiento de
los cargos eclesiásticos por parte de los poderes laicos”.
“Lo que surgió fue el vasto movimiento popular llamado ‘pataria’,
conducido por miembros de la nobleza de Milán y por algunos miembros del
clero, pero apoyado por el pueblo. Colaborando estrechamente con los
reformadores próximos a san Pedro Damián, y luego con Gregorio VII, con
el obispo Anselmo de Lucca, importante canonista que posteriormente
llegó a ser el papa Alejandro II, y con otros también, los ‘patarinos’
solicitaron, recurriendo también a la violencia, la realización de la
reforma que a continuación tomó a partir de Gregorio VII el nombre de
‘gregoriana’: por un celibato del clero vivido fielmente y contra la
ocupación de diócesis por parte de poderes seculares”.
Ciertamente, a continuación la “pataria” se dispersó en corrientes
pauperísticas y antijerárquicas, al filo de la herejía, sólo en parte
después reintegradas en la Iglesia “gracias a la acción pastoral con
visión de futuro de Inocencio III”. Pero el “aspecto interesante” sobre
el que Brandmüller insiste es que “ese movimiento reformador estalló
casi en forma simultánea en los máximos ambientes jerárquicos en Roma y
entre la vasta población laica lombarda, en respuesta a una situación
considerada insostenible”.
Ahora bien, ¿qué hay de semejante y de diferente en la Iglesia de hoy, respecto a entonces?
Semejente, advierte Brandmüller, es que entonces como hoy quienes expresan la protesta y reclaman una purificación de la Iglesia son sobre todo estratos del laicado católico, especialmente norteamericanos, en el surco del “maravilloso homenaje al rol ªºimportante del testimonio de los fieles en materia de doctrina” sacado a la luz en el siglo XIX por elbeato John Henry Newman.
Semejente, advierte Brandmüller, es que entonces como hoy quienes expresan la protesta y reclaman una purificación de la Iglesia son sobre todo estratos del laicado católico, especialmente norteamericanos, en el surco del “maravilloso homenaje al rol ªºimportante del testimonio de los fieles en materia de doctrina” sacado a la luz en el siglo XIX por el
Al igual que entonces, también hoy estos fieles encuentran a su lado a
algunos pastores celosos. Pero hay que reconocer – escribe Brandmüller –
que el apasionado pedido a las altas jerarquías de la Iglesia y en
definitiva al Papa de unirse a ellos para combatir la peste
de la homosexualidad entre el clero y los obispos no encuentra hoy
respuestas igualmente adecuadas, a diferencia que en los siglos XI y
XII.
También en las luchas cristológicas del siglo IV – hace notar
Brandmüller – “durante largos períodos el episcopado se mantuvo
inactivo”. Y si también hoy permanece de la misma manera, respecto a la
difusión de la homosexualidad entre los ministros sagrados, “puede
depender del hecho de que la iniciativa personal y la conciencia de la
propia responsabilidad de pastor del obispo individual se han tornado
más difíciles por las estructuras y por los aparatos de las conferencias
episcopales, con el pretexto de la colegialidad o de la sinodalidad”.
En cuanto al Papa , Brandmüller imputa no sólo al actual,
sino también en parte a los predecesores, la debilidad de confrontar las
corrientes de teología moral según las cuales “lo que ayer estaba
prohibido hoy puede ser permitido”, actos homosexuales incluidos.
Es verdad – reconoce Brandmüller – que la encíclica “Veritatis
splendor” de 1993 de Juan Pablo II – “en la que la contribución de
Joseph Ratzinger no ha sido todavía reconocida debidamente” – ha
reconfirmado “con gran claridad las bases de la enseñanza moral de la
Iglesia”. Pero ella “ha chocado con el amplio rechazo de teólogos,
quizás porque ha sido publicada sólo cuando la decadencia
teológico-moral ya había avanzado demasiado”.
Es verdad también que “algunos libros sobre la moral sexual han sido
condenados” y “a dos profesores les ha sido revocada la licencia para
enseñar, respectivamente en 1972 y en 1986”. “Pero – prosigue
Brandmüller – los herejes verdaderamente importantes, como el jesuita Josef Fuchs, que desde 1954 a 1982 fue docente en la Pontificia Universidad Gregoriana, y Bernhard Häring, quien enseñó en el Instituto de los Redentoristas en Roma, al igual que el más que influyente teólogo moral de Bonn, Franz Böckle, o el de Tubinga, Alfons Auer, han podido esparcir, sin ser perturbados,
a la vista de Roma y de los obispos, la semilla del error. La actitud
de la Congregación para la Doctrina de la Fe en estos casos es, visto en
retrospectiva, simplemente incomprensible. Se ha visto llegar al lobo y se permaneció mirando mientras irrumpía entre la grey”.
El riesgo es que a causa de esta falta de iniciativa de las altas
jerarquías también el laicado católico más comprometido, abandonado,
pueda “no reconocer más la naturaleza de la Iglesia fundada sobre el
Orden Sagrado y se encamine, al protestar contra la ineptitud de la
jerarquía, hacia un cristianismo comunitario evangélico”.
Y por el contrario, [cuanto] más se sientan los obispos, desde el
Papa en adelante, sostenidos por la activa voluntad de los fieles para
renovar y revivir la Iglesia, mucho más se podrá hacer una verdadera
limpieza.
Concluye Brandmüller diciendo:
“Es en la colaboración de obispos, sacerdotes y fieles, en el poder
del Espíritu Santo, que la crisis actual puede y debe convertirse en el
punto de partida de la renovación espiritual – y, en consecuencia,
también de la nueva evangelización – de una sociedad post-cristiana”.
Brandmüller es uno de los cuatro cardenales que en el 2016 presentó al papa Francisco sus “dubia” sobre las variaciones de hecho de la Iglesia, sin que nunca haya recibido una respuesta.
¿Esta vez el Papa lo escuchará y lo tomará seriamente en consideración, como hizo León IX con san Pedro Damián
Énfasis propios