Mauricio: ¿ESI para su hija? Por María Lilia Genta
Ayer veía bajar, en Taiwán, por la
escalerilla del avión, a nuestra exquisitamente femenina Primera Dama.
Sin exageraciones, si se la compara con otras mujeres bellas, pocas como
ella luce una femineidad tan singular. Estamos tranquilos en lo que
respecta a la “orientación sexual” de Mauricio y de su estupendo buen
gusto.
Esto me llevó a pensar en el Presidente:
¿él, un hombre tan normal, nunca se planteó que el doblar las rodillas
ante el lobby LGTB le hace perder gran parte de su electorado? Del Pro y
de los independientes sobre todo: ya sabemos que en el radicalismo son
numerosos los abortistas y promotores de la ideología de género. Entre
el desastre económico, la pésima comunicación y el cambio en ciento
ochenta grados en su postura ante el aborto es pertinente preguntarse
cuánto electorado le queda a Macri.
Todos recordamos su excelente
intervención en el Congreso de Jóvenes Católicos en Tucumán: palabras
pronunciadas con un énfasis inusual en las que proclamó ante Dios su
encendida defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte
natural. Esto ocurría en el comienzo de su gestión. ¿Seguirá votándolo
una clase media “celeste” cuyo voto fue más que un apoyo a su persona un
horror a Cristina?
Para mayores males, Macri eligió un
“brujo” (ya tuvimos uno, pero este encima es extranjero) y a un
mequetrefe soberbio como sus consejeros inamovibles e inapelables.
Sumemos a todo esto los impuestazos, los tarifazos, la inflación, los
graves errores económicos.
Pero creo que a pesar de todo esto, el
electorado que lo votó estaría dispuesto a soportar este cúmulo de males
si, al menos, hubiera el aliciente de un mínimo de memoria y de ética
en las actitudes presidenciales. Por ahora, la gente asiste, asistimos,
demudados viendo como el Gobierno no escucha a nadie, ni siquiera a sus
hombres pensantes que se van yendo. ¿Acaso Macri y sus socios cuentan
otra vez con que el horror a Cristina prevalezca finalmente sobre todo
lo demás?
Al
Presidente y a la Primera Dama se los veía, además, acompañados de su
pequeña hija. No puedo creer que dos personas a las que percibimos tan
“normales”, quieran o piensen que desde el Jardín de Infantes se le
enseñe a Antonia que es mujer sólo porque así se lo determinó al nacer.
Antes se decía, “porque así dijo la partera”; pero ahora, en estos
tiempos de ecografía, nos hemos perdido hasta el clásico grito: ¡es una
nena!
Entonces la “culpa” de que se le imponga
ser mujer la tienen los padres, los familiares que la “construyen”
mujer. Pero nada impide que en la escuela la vayan “desconstruyendo”
empujándola a creer que cualquier día puede “autopercibirse” varón y
entonces con algunas dosis de hormonas, implantes y operaciones la
delicada y preciosa niñita puede dejar de ser lo que es.
¿Pasarán estos pensamientos por la
cabeza del Presidente? Y supongamos (y podemos suponerlo con fundamento)
que la sola posibilidad de una hijita trans lo espante ¿por qué no le
espantan los miles de niños argentinos expuestos al peligro de leyes
inicuas promovidas por su Gobierno?