viernes, 22 de febrero de 2019

OTRA VEZ EL FEMINISMO

Otra vez el feminismo

Imaginería del ´acoso´
y propaganda feminista

“Viajar en tren, es de lo mejor” recitaba una no tan arcaica canción infantil que cantábamos a nuestros hijos pequeños. Conservaba un tono festivo que evocaba los viejos trenes argentinos y que poblaba la imaginación de inocua fantasía.
Lejos estaban aquellos trenes de semejar los flamantes “trenes de Randazzo” con los que el ex ministro aspiraba a heredar el legado de Cristina ganando una elección nacional, al mismo tiempo que pretendía corregir los déficits del modelo kirchne-cristinista.
No es propósito de estas líneas abundar en detalles acerca de trenes, de ministros en retirada, del izquierdoso modelo continuista del Régimen, ni de ninguna otra fruslería política argentina actual.
¿Y entonces? Sí, algo tienen que ver los trenes, pero como sujetos pasivos, cristinismo mediante, de una campaña publicitaria contra el acoso que se escucha, con repiqueteo constante, toda vez que uno aborda cualquiera de dichos convoyes. Me toca a mí, en suerte, abordar el servicio del tren Mitre que o bien me deposita en Retiro desde estación Villa Pueyrredón, o en sentido contrario, aquí me deja viniendo de Ministro Carranza o alguna otra recordada estación de mis años en Buenos Aires.




Como digo, en estos tiempos feministas, de “sororidad”, de “empoderamiento de la mujer”, de “educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”, o aquella odiosa y brutal, como la abominación feminista, “ni puta por coger, ni madre por deber, ni presa por abortar, ni muerta por intentar”, la propaganda no deja espacio para la duda, la reflexión o la inquietud. Todo debe llenarlo, con medias verdades, o con mentiras, o peor todavía, con “mentira la verdad”, parloteara el programa del judío Darío Sztanjnszrajber.



Así, retornando hace pocos días de la costa atlántica, y viajando en el servicio Mitre-José León Suárez, no tuve otra fatalidad mejor sino escuchar a Viviana Mónica Nelli, voz institucional en off de anuncios y campañas en subtes y trenes, quien más o menos sentenció así:



 “El 100% de las mujeres sufrió acoso callejero en algún momento de su vida. (…) El acoso existe. Para reporte y contención mandá un SMS al 22676 (acoso)”.



Los puntos suspensivos son producto o bien de mi deficiente memoria, o bien de mi peor oído pues no tengo certeza de que en el anuncio se diga lo que sí suele leerse en los afiches de vía pública, a saber, “ni loca, ni perseguida, ni histérica. El acoso existe”, etc. Quizá me equivoque en el número y sea en cambio un 0800, pero sustancialmente ese era el esquema retórico-discursivo del anuncio social-solidario para la mujer acosada, o en vías de serlo…



Quiero advertir, a los poco avisados, que mi sencillísima faena analítica no pretende mímesis alguna con los ejercicios que propone Roland Barthes en sus Mitologías, autor por quien no profeso ninguna devoción, excepto claro está el reconocimiento a su talento y su pluma para “desmontar los mitos contemporáneos”, uno de los cuales es la publicidad. Menos aún intento ponerme la “bota e potro” de la jocunda pluma del P. Castellani de Las canciones de Militis o las Notas a caballo de un país en crisis desvelando los entuertos de la Patria. Para ello no tengo ni las letras, ni el talento, ni la erudición del cura argentino; sí, tal vez, me arrime un poco compartiendo su “amor dolorido” por esta tierra abatida.



La brevedad esquemática del anuncio no llama la atención particularmente; menos todavía buscaría uno enjuiciar la buena intención que parece orlar semejante campaña en beneficio de las mujeres; con todo, y aún fatigado de tanto sol, arena y mar, reparé un poco en dicho esquema “tripartito”. Me vino a la mollera algo así como una “epifanía”, como impropiamente suele decir mi hijo menor si alguna idea cae de su cabeza, y pensé que algo decía dicho anuncio. Para decirlo técnicamente, y con cierta pedantería, hay un meta-mensaje en el mensaje; el discurso contiene algunos implícitos que tal vez no sean tan implícitos y tampoco tan verdaderos no obstante la “representación” de verdad que ambiciona.



La epifanía mentada me sugirió la siguiente hermenéutica, que pongo a consideración de quien tenga la bondad de no abandonar esta plomo-nota.



A decir verdad, o se trata de un improbable, o, llanamente, de una falacia el afirmar que “el 100% de las mujeres sufrió acoso callejero en algún momento de su vida”. Es un acto de fuerza de la imaginación desbordada, incluso morigerando la quimera con el recurso a la temporalidad de “(…) algún momento de su vida”. Nadie en sus cabales pensará que los investigadores de campo de la campaña están en posesión de los datos estadísticos necesarios como para concluir semejante disparate.



En rigor, se trata de una afirmación típicamente propagandística, es decir, un sofisma arrojado al viento para sostener por la fuerza figurativa del lenguaje una posición de “empoderamiento”, como malamente se dice ahora. ¿Es acaso posible conducir estudios longitudinales sobre el universo completo de las mujeres para descifrar el 100% de los casos?



Sostengo el ataque. Son rústicos pues ni siquiera en la campana de Gauss es razonable predicar un 100% de frecuencias para la distribución normal de una variable. Siempre queda un resto, todo lo insignificante que se quiera, en los extremos de la distribución que representa la campana. Para decirlo anti-feministamente, siempre habrá una anciana achacosa, una niñita angelical, o endiablada, y algún adefesio intolerable que jamás serán sujetos recipiendarios de predicación de ´acoso´ alguno, sea cual fuere la forma que este adopte.



Recuerdo que hace años una tenaz profesora de matemáticas me prestó un libro con este sugestivo título “¿Cómo mentir con estadísticas?” que daba cuenta de las sutiles estrategias para organizar números y porcentajes con el fin de que representasen lo que uno quisiere, so pretexto de que los números son “datos duros” y alejan toda subjetividad. ¿Habrán leído con provecho el manualito los publicitarios de la campaña en los Randazzo-trenes?



El segundo elemento de la “trilogía” proviene de la última afirmación, que reza “para reporte y contención mandá un SMS al 22676 (acoso)”. Es más arduo probar aquí los pretendidos efectos retórico-ficcionales que se procuran. Precisamente, y en sentido contrario, puede pensarse con suficiente grado de certeza que lo que se propone es una ayuda legítima, transparente y al alcance de la mano para un grupo de personas (mujeres) afligidas por un mal actual o potencial y presuntamente en aumento.



Sin embargo, se trata de una campaña propagandística que custodia su lógica y quiere asegurar sus efectos, aun salvando las piadosas intenciones sociales. Mucho he empleado la palabra efectos y tiene propósito que lo haga pues la propaganda y la publicidad son discursos que se proponen “efectos de verdad”, o efectos de realidad como escribiera el citado Roland Barthes. No la verdad sino un ´efecto de verdad´, que no es lo mismo. No la realidad sino un simulacro y cuanto más logrado, mejor. Mientras más acabado sea el simulacro, mejor es su aproximación ficticia a la verdad, y, por lo tanto, más recóndita su falsedad.



Algunas investigaciones en psicología social sobre efectos persuasivos de campañas publicitarias en torno a “causas sociales” han demostrado que si los receptores de un mensaje inductor del miedo advierten que no hay forma de lidiar eficazmente con la amenaza, no es probable que reaccionen ante el estímulo de miedo, y lo único que harán será, sencillamente, sepultar la cabeza bajo la arena. Por el contrario, se ha visto que si se elabora un mensaje que contenga instrucciones claras, concretas y optimistas, quizá podría potenciar en los individuos que lo escuchan la sensación de que son capaces de hacer frente a sus temores y salir al paso del trance. De otro modo, los mensajes inductores de temor que contienen instrucciones concretas sobre cómo, cuándo y dónde pasar a la acción son mucho más efectivos que aquellas recomendaciones que omiten esas indicaciones.



¿Entonces, qué tiene que ver con el SMS y el 22676 (acoso)? Ahí está, pues. El miedo, presunto o real, que suscita el enunciado “el acoso existe” y el peligro que representaría para cualquier mujer la probabilidad de ser víctima de acoso callejero, se mitiga con el acceso relativamente fácil a una herramienta de ayuda y contención. Lo que se desea, al menos como implícito discursivo, no se resuelve solo con un SMS y el discado de cinco números; tampoco concluye solo en el incremento de la auto-estima personal-individual; con audacia, se dirige imaginariamente a la mujer como un ´colectivo´ de igualación y de empoderamiento (empowerment).



En efecto, si todas pueden ser víctimas del acoso; también todas son representadas simbólicamente como competentes para decidir cómo, cuándo y dónde pasar a la acción de manera efectiva. En mi opinión, esta suerte de colectivización simbólica de la mujer, y de las mujeres vigorizadas, es el probable efecto de verdad que procuraría el anuncio.



Una cosa más se me ocurre conjeturar y con esto concluyo mi ejercicio analítico. “Paradigma del grupo mínimo” se denominó hace años a una técnica de persuasión de apreciable eficacia en el plano afectivo-emocional y su utilización en campañas publicitarias. Los creadores de esta técnica se proponían la formación de grupos integrados por gentes que no se conociesen en absoluto, utilizando los criterios más banales e incongruentes que imaginarse pueda. Lo notable de los “grupalones”‒denominación de esos grupos incongruentesfueron, y son hasta hoy, los resultados obtenidos.



Sería largo y tedioso dar toda la explicación técnica. Digámoslo así. Lo que se proponía con esos grupos era la constitución de una recia conciencia grupal, más bien endogrupal –una suerte de “Nosotros”, así con mayúsculas‒ que potenciase en los miembros del grupo dos procesos psicológico-sociales básicos; el primero, de carácter cognitivo, consistente en estar convencido de que si pertenezco a este grupo, comparto y sostengo la misma representación de la realidad, intereses, valores, que el grupo sostiene y es bueno que así sea.



De este modo, y mediante ciertos entrenamientos grupales, se advertía un robustecimiento de las semejanzas entre los miembros del endogrupo ‒porque “es mejor como somos y como lo hacemos nosotros” al mismo tiempo que se exageraban las diferencias entre grupos (el exogrupo, Ellos, los otros). No solo se exageraban sino que en ciertos casos se “deshumanizaba” a los sujetos extraños al propio grupo con atribuciones despectivas y estereotipadas.



El segundo proceso, de carácter motivacional-emotivo, estribaba en la generación de una sólida autoestima y valía grupal, que alcanzaba, como efecto querido, la mejora de la estima personal. Y para materializar la propia estima que la pertenencia al endogrupo proporciona, los miembros han de defenderlo y adoptar sus creencias, símbolos y rituales. En todo esto radicaría el secreto de la capacidad persuasiva del ´grupalón´. A medida que las convicciones y la estima personal se supeditan más y más a estos grupos se fortalecen también los motivos para alzarnos en defensores del grupo e ir con orgullo y decisión hasta donde haga falta para sostener sus posiciones.



¿Adónde quiero llegar con este fárrago inextricable? Es más simple de lo que parece aunque no me fío de que ´la mia interpretazione´ no violente un poco el alcance del anuncio. Un crítico me preguntaría, entre escéptico y desanimado, si es creíble que vea todo eso que acabo de explicar detrás del “para reporte y contención mandá un SMS al 22676 (acoso)”. No lo sé. Pero ensayaría esta analogía.



Estimo que la persistente y bien orquestada publicidad feminista ha ido conquistando las conciencias de mujeres y de varones dispuestos a sostener creencias, símbolos, imágenes, rituales y prácticas en defensa de la ´mujer vulnerable´ y necesitada de empoderamiento - ¡es la última vez que escribo esto! – contra un ´enemigo´ al que lenta y miserablemente ha ido re-significando, primero, y demonizando, después.



Aquí están escuetamente figurados los elementos esenciales de la técnica y de la publicidad contra el acoso, a saber, la formación de un ´endogrupo feminista´, con todos sus ´géneros´ y orientaciones sexuales; sus clases e individuos; también con todas sus idiosincrasias, diferencias, colores y pañuelos; sin olvidar sus consignas, batallas y ansiadas conquistas. Se trata de un endogrupo transversal que perpetra una suerte de comunidad heteróclita pero visible y bastante compacta. Pues hay mujeres católicas que no llevarán el pañuelo verde pero postearon en la campaña “mirá cómo nos ponemos”.



¿Y el exogrupo? Ese es menos heteróclito y mucho más homogéneo, aunque varíen un tanto las nominaciones. Se sabe que es el hombre, el varón, el macho, el patriarcado con sustantivación universal y abstracta y con la debida calificación despreciativa. Es claro, pues se trata del exogrupo machista, el aberrante enemigo que mencioné un poco más arriba. Por lo demás, la acotadísima teoría psico-social que sobre grupos expliqué en párrafos precedentes, se aplica perfectamente al anuncio y a la campaña.



‘¿Perfectamente al anuncio?´ objetaría mi imaginario crítico. Bueno, no tanto. Concedo. Pero los implacables demonios que no estarán detrás del “mandá un SMS al 22676”, sí están convocados, y son legión, en la publicidad feminista.



Por fin, redacto estas notas para gloria de Dios Padre y del Verbo, Sabiduría Encarnada; para bien y restauración de nuestra Patria querida, y para rememorar que alguna vez existió la Cultura Católica. Comenté que retornaba de la costa ´fatigado de tanto sol, arena y mar´. Cierto, pero ni sol, ni arena, ni mar malearon mi cabeza desde Retiro hasta mi casa en Villa Urquiza.



Ernesto Alonso