“La Epopeya cristera”. Libro de Enrique Díaz Araujo
Publicamos aquí, la conferencia magistral de nuestro maestro, Enrique Díaz Araujo, sobre La Epopeya cristera.
La
misma es un resumen del libro homónimo que acaba de salir en Amazon. Es
un libro introductorio y una defensa inmensa de los heroicos cristeros
mexicanos.
Edición en papel, AQUÍ
Edición digital, AQUÍ
Que no te la cuenten.
P. Javier Olivera Ravasi
La Epopeya cristera
Enrique Díaz Araujo
(Desgrabación de conferencia dictada en 2011)
Dentro
del escaso tiempo que tenemos, y mi más escasa voz, trataremos de
introducir no solamente la cuestión de los cristeros mexicanos, si no
esta que ha abordado mi último librito que es el de los cristeros
cubanos.
El
tema de los cristeros mexicanos requiere de una presentación histórica,
del cuadro histórico de México, sin el cual no se entiende, y como
entre nosotros eso es poco conocido, yo tengo que dar una breve cuenta
de eso.
En
toda América, como decía ayer, se dio este proceso después de los
siglos de la dominación española, de la independencia, de los gobiernos
liberales, de la restauración, hasta los tiempos modernos.
Pero
en México empieza a haber una diferencia, (es que), el primer
movimiento que acá en nuestros manuales aparece como independentista no
lo es, sino que se llama realmente el de la insurgencia, que acaudillan
estos curas, Morelos e Hidalgo, y eso destapa una línea de las que se
bifurca la historia de México, porque con estos, eh, en las mesnadas de
estos curas llevan el virus de la destrucción del imperio español, no la
independencia, no, eso no les interesaba, lo que era la insurgencia,
insurgencia es decir la rebelión , la subversión contra los valores
hispanos-cristianos. En, en, personificada en la persona de los
españoles que residían en México, los gachupines, desatando el odio del
otro estamento, el odio mestizo, de los chinacos. De manera que, en
realidad, la época esta de la insurgencia es una guerra civil, una
guerra racial, una guerra social, pero no una guerra política de
independencia. Para alcanzar la guerra de la independencia hay que
esperar a los años de 1820, con don Agustín de Iturbide, el gran
libertador del septentrión, en que hizo todo lo contrario del que
Morelos e Hidalgo. Él estableció el llamado “pacto trigarante”, o “las
tres garantías”. La unión de los tres estamentos sociales la México, el
sector de los indios, de los mestizos y de los blancos, primero;
segundo, la independencia de España, con paz con España; y tercero, la
religión católica como base de la sociedad mexicana. Ese fue el sistema
trigarante que instauró Iturbide.
México
era una gran nación, era la perla de la corona española. La más grande,
la nueva España, que comprendía gran parte del continente, o
subcontinente norteamericano, y casi toda Centroamérica. Por lo tanto
estaba primera en las miras expansionistas de los Estados Unidos. La
mejor definición de México la dio un hombre que era liberal,
indiferente, agnóstico, si no ateo, que venía del partido liberal, que
era el partido que colaboraba con los Estados Unidos, don Porfirio Díaz,
él dijo: ¡pobre México, tan lejos de Dios, y tan cerca de los Estados
Unidos! Ahí está todo el problema de México, en esa frase.
Se
empezó a alejar de Dios con la insurgencia, y los Estados Unidos
aprovecharon este sector, esta facción interna para alimentarla, y
quebrar al estado mexicano, y así ellos medrar y saquearlo.
Con
los liberales que se organizaron en las logias yorkinas, se organizó el
cónsul norteamericano Poinsett, por eso en México se conoce la
tendencia “yancófila” como el “poinsetismo”, porque fue Poinsett quien
primero la condujo, y entonces Gómez Farías, Zavala y demás, provocaron
la caída de Iturbide, por lo pronto, más adelante Iturbide sería
fusilado, el libertador. Y luego alentaron las facciones, las fuerzas de
este proceso centrífugo que se dio en México y toda Hispanoamérica,
alentando las facciones de las provincias o estados lejanos, así surgió
Guerrero y otros. De modo que se copió el federalismo norteamericano, el
federalismo que en Norteamérica tenía un sentido porque había,
siendo-no siendo una nación, eso, sino trece colonias, para unirse
pasaron por el confederalismo hasta llegar al federalismo.
Pero
México era una nación, era un virreinato, del reino de Indias, de modo
que no tenía sentido desandar el camino. Bueno, se impuso el
federalismo, y con el federalismo se arruinó el estado mexicano,
entonces se suscitó la rebelión interna en los estados norteños, sobre
todo con el famoso fenómeno de Tejas con el Álamo, y ahí vino la guerra
con los Estados Unidos, guerra pésimamente conducida por el liberal
Santana, de la cual, por el tratado Guadalupe-Hidalgo resultó que
México perdió Arizona, Nueva México, California, Nevada, y otros
estados, casi todo lo que hoy es el sur oeste de los Estados Unidos es,
era, es mexicano.
Pero
como reacción a esto, las antiguas familias de México, generaron un
partido que contestó esta acción disolvente, que fue el partido
conservador de México, que encontró un gran dirigente, don Lucas Alamán,
que pudo salvar lo salvable, es el equivalente al caso de nuestro
dictador Juan Manuel de Rosas, que evitó que la Argentina se convirtiera
en veinte republiquetas, como se convirtió Centroamérica, en veinte
republiquetas. México perdió Centroamérica, perdió el Norte de su país,
pero el centro lo pudo salvar gracias a Lucas Alamán, que hizo una serie
de alianzas para poder mantener esa unidad territorial, entre ellos la
aproximación a países europeos para contrabalancear la presión
norteamericana.
Pero
por ese camino, los conservadores fueron demasiado lejos, y
establecieron una alianza muy activa con Francia. Francia en algún
momento decidió intervenir en la vida de México, para proponer e
instaurar un emperador, Maximiliano. Pero la empresa francesa fue fugaz,
lo pusieron a Maximiliano y pronto se fueron ellos, y quedaron nada más
que respaldados por los conservadores, por el partido del orden, en
México.
Este
fue suficiente argumento para que los liberales, que habían destruido a
México, tildaran a los conservadores de imperialistas, de entreguistas a
Europa, Francia, etcétera.
En
realidad, si se toman las fechas, antes de que se diera la alianza
entre los conservadores de Miramón y Mejía con Maximiliano, el jefe del
partido liberal, Benito Juárez, ya había pactado con los Estados Unidos
una nueva invasión norteamericana, en el tratado Mc.Lane-Ocampo. Por ese
tratado, Estados Unidos entregaba el Istmo de Tehuantepec, entregaba la
baja California, y sometía su política exterior al dictado del
departamento de estado de Washington. De modo que, si alguien no puede
acusar a los conservadores de “entreguistas”, eran los liberales. Pero
de todas maneras, en los manuales de ellos, en los manuales de la
historia que corren hoy en México, aparece Benito Juárez como el
benemérito, así se lo llama, de la independencia, de la nueva
independencia.
En
realidad el partió, como han partido todos estos revolucionarios, de la
nueva frontera que se estableció entre México y los Estados Unidos, el
Río Bravo, apoyado por las fuerzas norteamericanas, y por eso pudo
vencer a los conservadores en la batalla de Querétaro, en la batalla
definitiva, porque toda su artillería, no solamente los elementos
materiales, los cañones, sino los artilleros, eran norteamericanos, y
además la escuadra norteamericana atacó la ciudad de Veracruz, en apoyo a
los liberales del indio Benito Juárez.
Juárez
ha sido exaltado a un nivel mítico, realmente ridículo, rayano en la
estupidez. Se lo querido comparar incluso con la virgen de Guadalupe.
El
regalo que hizo Juárez, a parte de dar entrada nuevamente a los
norteamericanos en profundidad en la vida mexicana, fue restablecer esa
línea ideológica destructiva, que había empezado con los insurgentes. En
una segunda etapa, en un segundo trauma dice Octavio Paz, que se conoce
como “la reforma”, en 1857, y por la constitución de 1857, constitución
liberal, Juárez y los lerdos de Tejada, saquearon la iglesia,
repitieron en México el fenómeno que se había dado en Europa, en el
septentrión europeo, en Alemania, o en Inglaterra, es decir se quedaron
con los bienes de la iglesia y destruyeron todas las obras de la
iglesia. Ellos con el argumento de las manos muertas, que así se
llamaban los bienes que la iglesia administraba, pasaron a las manos de
los vivos liberales; nueve mil terratenientes liberales se quedaron con
todas las posesiones que la iglesia administraba.
Pero
la iglesia no las tenía para sí, sino que todo eso se hacía en
beneficio de las propiedades comunales para los indios, de los
hospitales, de los hospicios, de la escuela, todo el aparato de
asistencia a los humildes y a los indígenas que manejaba la iglesia. Al
destruir las manos muertas, toda esa gente quedó en la calle. La
constitución estableció la igualdad, la igualdad entre el zorro y el
gallinero, es decir, entre los ricos poderosos y los pobres desposeídos
de todo, esa fue la constitución liberal, obra del benemérito Benito
Juárez.
En
el orden religioso, además de quitarle los bienes a la iglesia,
establecieron el divorcio, la enseñanza laica, y sobretodo, no solamente
le quitaron los bienes, las manos muertas, sino que los templos pasaron
a ser propiedad del estado, y solamente en concesión, en uso se los
daban a las diócesis, o la las órdenes religiosas.
Bien,
siguieron los gobiernos liberales hasta el prolongadísimo gobierno del
dictador, Porfirio Díaz, que recién citaba. Este hombre era del partido
liberal, del partido juarista, pero se daba cuenta que no podía
mantenerse esta lucha contra la iglesia, que era el leitmotiv, el
sentido de la vida de los liberales era su anticlericalismo, y entonces,
don Porfirio dijo: la persecución de la iglesia, esté implicado o no al
clero, significa la guerra, y una guerra tal que el gobierno no puede
ganarlas sino contra su propio pueblo. Gracias al apoyo humillante,
despótico, costoso y peligroso de los Estados Unidos, sin su religión,
México está perdido y sin remedio. Era un hombre realista, nada más, él
no era cristiano, ni participaba para nada de los ideales de
restauración cristiana, pero si se daba cuenta de lo que estaba pasando.
Como
él se prolongó en el gobierno, surgió la tendencia no reeleccionista o
constitucionalista para derrocar a don Porfirio. En realidad fue la
razón de su caída, y el comienzo de lo que se llamó, y se llama la
revolución mexicana, fue porque Porfirio Díaz había hecho algunos
arreglos con los ingleses que disgustaron a los norteamericanos,
entonces los norteamericanos habilitaron a estos grupos rebeldes, para
que partiendo desde el norte, del Paso, o de otras localidades próximas a
Tejas, entraran en México y combatieran a las fuerzas regulares.
Seguramente ustedes conocen esto, porque ha habido muchísimas películas
de estos generales pistoleros, Pancho Villa, Zapata, etcétera.
Ese,
digamos, es el momento puramente destructivo, romántico de la
revolución mexicana, donde el norte quedó asolado, quedó perdido para la
civilización, las pequeñas aldeas todo quedó destruido, todo aquello
que en los tiempos de don Porfirio se había hecho, el ferrocarril, las
obras públicas de agua, de acueductos, todo eso se destruyó. Entonces
quedaron ahí los vestigios de ciudades, además, los misioneros
franciscanos que habían evangelizado todo el norte de México fueron
expulsados, por eso el norte se convirtió en lo que es hoy, la sede de
los bandoleros, la franja de los bandidos en México, Tijuana, por
ejemplo, es una ciudad de pistoleros, bueno, viene de la revolución eso.
Así como el sur quedó sin evangelizar, gracias al también benemérito
Bartolomé de las Casas, que se opuso a la evangelización, y entonces en
el terreno de los indios lacandones, que a veces surge ahora, esta
guerrilla que está instalada allí, en Chiapas, resulta por que esa gente
nunca fue cristianizada.
El
sur y el norte de México, están perdidos para México; México se mueve
en su eje central, está partido el territorio por la sierra Grande, la
sierra Maestra. Entonces, del lado, hay una vertiente oriental, cuyo eje
es la ciudad capital, la ciudad de México el distrito federal, y el
occidente que vuelca hacia el Pacífico con la ciudad de Guadalajara,
como principal ciudad, y hacia el norte la ciudad industrial que es
Monterrey. Este es el triángulo de las tres grandes ciudades que tienen
enormes diferencias entre si.
Bien,
desde el norte, entraron estos bandoleros, estos generales pistoleros,
casi todos provenientes del estado de Sonora, y se instalaron en la
capital. Así empezó la revolución mexicana, sobre todo cuando tomó
figura, en 1914, por obra de Venustiano Carranza. Carranza gobernador de
un estado, se hizo famoso por su anticlericalismo, por su persecución a
la iglesia, él liquidó a los otros caudillos menores a Zapata, Villa,
etcétera, e instaló la convención constituyente en Querétaro, la
constitución que va a sancionar la constitución de 1917, que es la que
actualmente rige en México, rige, ¡bah!, es un decir, es la que está
allí todavía en el papel. Más que por eso en México a Carranza se lo
conoce por el verbo “carranclear”, que quiere decir robar, los
“carrancleanes” se les dice a los partidarios de Carranza, porque
robaron todo lo que pudieron. Realmente no es cuestión de creer que solo
Carranza solo robó, todos los que siguieron robando, y crearon la
institución más importante que hay en México, que es la “mordida”, es
decir, uno llega al gobierno para enriquecerse y listo, eso se llama la
“mordida”, como la elección se llamaba la “vaciada” porque la gente iba y
ponía los votos, pero después se tiraba la urna, los papeles esos, y se
ponían los que el gobierno quería.
En
general los mexicanos han resuelto varios problemas que nosotros
tenemos un poco oscuros, somos más sinuosos, ellos van más directamente a
las cosas, entonces, se sabe que se llega al gobierno para robar, eso
es “carranclear”.
Bien,
y para perseguir a la iglesia, porque la constitución de 1917, que es,
ya estamos en el tema directamente, es la causa de la guerra cristera.
La constitución tiene cinco artículos básicos de ataque a la iglesia.
El
primero era la educación laica en sus tres estamentos, (primario,
secundario, y terciario), pero no solo la educación pública como podía
ser acá, sino que la educación privada, también tiene que ser laica. Se
puede fundar una universidad privada, pero no se puede enseñar en
absoluto, nada de religión, pero no de religión, fíjense que la
constitución dice que no puede haber ni decoraciones, pinturas,
estampas, esculturas de intención o naturaleza religiosa, y entonces se
dijo, por ejemplo, si yo pusiera acá la piedad de Miguel Ángel, ¡no, hay
que sacarla! porque tiene una intención religiosa. Es decir, el
laicismo es entendido allí claramente como perseguidor.
El
otro artículo de los votos y de las órdenes religiosas, se prohibieron
las órdenes religiosas, ya venía esto de la ley Lerdo de Tejada y se
acentuó en el 17. Respecto del culto, se presentó un principio, que se
podía practicar el culto público, siempre, dice la constitución, que no
constituya un delito. Es decir, que en principio, practicar un culto es
un delito, pero no lo será si se registra como la constitución lo
quiere. Es decir, el templo tiene que ser examinado, hay que determinar
la cantidad de sacerdotes, etcétera, sino es un delito. La propiedad de
la iglesia, es decir, la iglesia no puede adquirir bienes por sí, ni por
interpósita persona.
El
matrimonio, no solamente se mantuvo con la del 57, como contrato civil,
sino que se establecía que era el único, exclusiva competencia de los
funcionarios públicos, y no podía haber otro casamiento.
El
130 que es el artículo del régimen de la iglesia, es el más terrible,
porque organiza la vida de los sacerdotes, y entonces dice que los
ministros del culto, son considerados como personas que ejercen una
profesión, pero se exige que sean mexicanos de nacimiento. Las
legislaturas locales limitarán el número de sacerdotes, quienes deberán
registrarse en cada templo. Ellos, además, no tendrán derecho de voto
político, ni podrán, aún en reuniones privadas, hacer críticas de las
leyes, autoridades, o del gobierno. Los laicos católicos, no podrán
efectuar comentarios políticos en publicaciones católicas, ni formar
partidos políticos confesionales.
Esto
fue reglamentado, como veremos, en tiempos de Calles, diciendo que no
podía haber más de un sacerdote por cada treinta mil habitantes, y en el
caso del estado de Tabasco, la provincia sureña, que eso sí que está
lejos de Dios y muy cerca de los mosquitos, el gobernador Garrido
Caníbal puso, que el sacerdote debía ser tabasqueño, mayor de cuarenta
años, con estudios en la escuela oficial, ser casado y de buena
moralidad.
Después,
en tiempos de Lázaro Cárdenas, en 1935, se agregó este otro artículo
quinto. Dice así: corresponde a la federación, a los estados y a los
municipios, la función social de impartir, con carácter de servicio
público, la educación en todos sus tipos y grados. La educación que
impartirá el estado será socialista, excluirá toda enseñanza religiosa, y
proporcionará una cultura basada en la verdad científica, que forme el
concepto de solidaridad necesario para la socialización progresiva de
los medios de producción económica. Los particulares podrán impartir
educación en todos sus grados. La educación primaria, secundaria y la
normal, requieren previa y expresa aprobación del poder público. Será
científica y socialista, con los mismos planes, programas, métodos,
orientaciones y tendencias que adopte la educación oficial. Tendrán, las
personas, que en concepto del estado tengan suficiente capacidad
profesional, serán reconocidos, siempre que tengan moralidad e ideología
acorde con este artículo, es decir, que sean socialistas. Los miembros
de las corporaciones religiosas, los ministros de culto, las sociedades
anónimas, y las sociedades y asociaciones ligadas directa o
indirectamente con la propaganda de un credo religioso, no intervendrán
en forma alguna en la educación, de cualquier tipo, grado que se imparta
a los obreros o a los campesinos. El estado revocará discrecionalmente
en todo tiempo las autorizaciones que se otorguen en los términos de
este artículo, contra la revocación no procederá recurso o juicio
alguno.
Esta
es la constitución progresista, la maravilla de la constitución de
1917, de Querétaro, que en los manuales de nuestros tratadistas de
derechos constitucionales siempre loadas: ¡ah, que cosa hermosa que fue
la constitución de 1917; que avanzada que era! Tan avanzada que el que
la propuso, que fue Carranza, en un decreto de él, de 1918 dice: los
ataques a la libertad de conciencia, implícitos en el código de
Querétaro, no tienen antecedentes en nuestras leyes, ni en ninguna otra
legislación civilizada. Claro, fue una legislación de bestias salvajes.
Porque esto es lo que quedó en el texto, pero fíjense lo que estaba
detrás, es decir, el espíritu de la ley.
El
presidente de la convención fue acusado de moderado, de derechista,
porque era hombre de Carranza, y a su izquierda estaba la gente de
Obregón. El que lo iba a suceder, y matar a Carranza, que eran más ateos
que los de Carranza. Entonces el presidente se defiende y hace este
discurso que alguna, cuya frase les voy a leer, para que tengan una idea
de cómo se movía el gobierno, las autoridades, todo el sector público
de México antes de la guerra. “Señores diputados, si cuerda faltan
para ahorcar tiranos, tripas de frailes tejerán mis manos. Así empezaba
yo mi discurso de debut en la tribuna de México hace algunos años; y he
citado esto para que la asamblea se dé cuenta perfecta de mi criterio
absolutamente liberal (…) Yo aplaudiré desde mi curul a todo el que
injurie aquí a los curas… todos sentimos odio contra el clero… Sí, en
ese punto todos estamos conformes, liberales y radicales; sí, todos si
pudiésemos nos comeríamos a los curas; sí, yo, señores diputados, que no
soy jacobino, ni sectario, no bautizo a mis hijos, ni tengo ninguna de
las esclavitudes del catolicismo(…) Yo comprendo sin dificultad que un
señor general [porque el que lo estaba atacando era un militar]
ameritado, patriota, valiente, liberal y solamente atento a saber
cumplir su papel como soldado revolucionario, venga a la plaza de
Querétaro e incendie los confesionarios de todas las iglesias en la
plaza pública, que funda las campanas, que se apropie las escuelas del
clero (…) y hasta que cuelgue a algunos frailes. Todo esto me parece
perfectamente explicable entre nosotros, [eso está diciendo el
presidente de la convención, ¿no? Si cuelgan a unos frailes a todos nos
parece muy bien] nadie lo condenará (…), si es hombre imparcial e
ilustrado (…) por último me declaro partidario que para ejercer el
sacerdocio, se requiera ser casado civilmente, sin ser menor de
cincuenta años”
Bueno,
y después, entonces, empieza a pedir disculpas por lo que él va a
proponer, de que no se metan a legislar, como se debe confesar, porque
iban a poner un artículo sobre la confesión. Y bueno, termina, dice: lo
importante es que Ayén del Bravo, es decir, los norteamericanos sepan lo
que está pasando en México, claro, porque ellos eran “prestalombres” de
las FL, de la agrupación anarquista del sindicalismo norteamericano,
que les mandaba sus licenciados. El texto de la constitución, según
parece, lo redactaron, dos personas, dos norteamericanos, una mujer (ya
me voy a acordar los nombres de) Emma Goldman y Alexander Beckman, esos
son los que redactaron la constitución, en realidad los otros eran
iletrados, analfabetos, de padre y madre.
Bueno,
termina entonces, para que sepan los de la Ayén del Bravo la gran
justicia del pueblo mexicano ha tenido cuando ha procedido con tanta
hazaña, con tanta crueldad, con tanta ferocidad increíble, en perseguir a
lo que aquí llamamos clero, que debiera llamarse una banda de ladrones,
de forajidos y de estafadores. Así termina el discurso del señor
presidente, como lo comenta Carlos Pereira, el salvajismo, con su ego y
sus animales feroces, tomó asiento en la asamblea de Querétaro.
Esa constitución está en México con todos sus artículos hasta el día de hoy; es algo que no tiene nombre.
Carranza
no la aplicó, Obregón que lo criticaba por eso, no se animó a
aplicarla. Hubo que esperar a que llegara este feroz sujeto, patibulario
sujeto llamado Plutarcio Elías Calles, quién en 1926 empezó a
aplicarla. Y fue la reforma Calles, y entonces, por ejemplo, en la
cuestión ésta de las imágenes religiosas en las escuelas, si había por
ahí un pintor, que se yo, alguna imagen pintada por Rafael Sanzio, eso
tenía una pena de dos años de prisión. En los que hubieran votos
religiosos, se penaba con dos años de prisión, o de seis de cárceles si
era para las órdenes. La propiedad de la iglesia, se estableció la
prueba de presunciones para la confiscación. Y el régimen de la iglesia,
que ya directamente, los sacerdotes que, en fin, quisieran ejercer de
esas cantidades que se fijaron, se los declaraba delincuentes, y podían
ser arrestados y detenidos.
Bueno,
eso es lo que el estado proponía al pueblo mexicano. Este estado, que
se declaraba socialista, que contaba con el apoyo de la segunda
internacional sociedad masónica, con el gran oriente de la masonería,
que desde Nueva Orleáns, le entregó una medalla al mérito a Calles, con
la federación anticlerical mexicana, con la CRON, o sea la Confederación
Regional Obrera, lo declararon todos, el jefe máximo de la revolución.
Entre otros que contribuyeron al triunfo de Calles, está la casa Morgan,
que le puso la pequeña cantidad, en esa época, en 1926 de doce millones
seiscientos cincuenta y cuatro mil, ciento setenta y un dólares, para
la campaña de Calles. Es la mejor prueba de que la unión capitalista
socialista, porque el embajador que destinó a Estados Unidos, y el que
hizo el elogio de Calles, y lo seleccionó entre los otros generales
pistoleros, se llamaba Dwight Morrow; Morrow era, al mismo tiempo que
embajador de los Estados Unidos, el representante de la casa Morgan, en
México.
La
reacción católica fue esclarecida, porque se creó la liga defensora de
la libertad religiosa, la crearon abogados o licenciados, como se dice
en México, que habían tenido ya, luchas políticas, y que conocían la
historia bien de México, entonces, el que fue presidente de esta
comisión, Miguel Palomar y Vizcarra dice: “La casa blanca,
continuando con su política tradicional antimexicana y anticatólica, ha
convertido al gobierno mexicano en un simple agente de Washington”. Fíjense
como nos engañaba este hombre, porque los otros declaraban
antiimperialismos verbales, tanto Carranza como Obregón, como Calles y
los que le siguen, Cárdenas y demás, todos eran muy anti-yankees
verbalmente, pero todos protegían la propiedad norteamericana, los
tratados Warren, los tratados Payne, todo eso, impedían, impiden, que se
confisquen o se expropie a los norteamericanos, de modo que toda la
minería de México está en manos de los norteamericanos, la minería de la
plata, la del petróleo, etcétera, esa no ha podido ser tocada, sí los
fundos, las estancias, los ranchos de los mexicanos, esos sí fueron
parcelados en mil pedacitos, pero no el de los yankees.
Entonces,
Palomar y Vizcarra decía: esto lo ha puesto la casa blanca, el
imperialismo yankee es para nosotros y para los mexicanos, en general, y
para todos los que anhelan la salvación de la patria, algo que en sí
mismo es malo, y como malo deba combatirse enérgicamente. No empieza
diciendo: Calles es un ladrón, un sinvergüenza, que no tiene, ni
siquiera, estudios, porque tenía un bar en Sonora, era un tabernero… no,
no, no, en último lugar se ocupan de ese sujeto, empiezan por los
mandantes.
Los
católicos mexicanos entienden que el abatimiento económico y político
de su nación, originado en la obra nefasta del vecino del norte, no debe
pesar en el planteamiento y resolución de su problema religioso, que es
la clave para toda América hispana. México, con su catolicismo cuatro
veces secular, México, el país bendecido por Dios con la aparición de la
virgen de Guadalupe, México, el pueblo de confesores y de mártires,
México, la primera nación que proclamó la soberanía temporal de Cristo
Rey, México, nueva España, fiel trasunto de la América de la España
santa, México, cabeza en América en la hispanidad, México, valladar
puesto por la providencia contendrá los desbordamientos anglosajones.
Así empezaba la proclama de la liga defensora de la libertad religiosa,
encañonando directamente a los Estados Unidos, no a sus servidores
locales.
Se
estableció la defensa conjunta de la tradición y del patriotismo, y se
crearon una serie de organismos, algunos ya estaban, otros se lazaron
entonces, 1926, por ejemplo la ACJM, la Acción Católica de la Juventud
Mexicana, todo esto, porque había habido una gran renovación en el
catolicismo mexicano, en función de la doctrina social de la iglesia.
Así se crearon también, organismos de la unión de los obreros, de los
círculos católicos nacionales, de los congresos católicos, de la Rerum
Novarum, la CNCT Confederación Nacional Católica del Trabajo, que
asesoraba el padre Alfredo Méndez Medina, tubo en ese año trescientos
cincuenta y cinco sindicatos, que representaban casi cien mil miembros
bajo el lema “Restauración Cristiana”, frente al de revolución social
que defendía la CRON socialista, estaba la Liga Nacional de la Clase
Media, la Liga Nacional Católica Campesina, etc.
Con
todos esos elementos en las manos, se empezó la resistencia; la
resistencia vino dictada desde Roma, porque fue el papa Pío XI quien,
con sus primeras encíclicas, dio cuatro sobre el asunto, les dijo: no,
esto no es una ley, esto no es una constitución, esto es una
persecución, esto no se puede cumplir. Entonces terminó con todos los
pasteleos y arreglos en que andaban muchos señores obispos, y en
consecuencia, el clero mexicano, la jerarquía, tuvo también que sacar
sus pastorales condenando a la constitución. Esto más que nada por el
impulso de tres grandes obispos, Lara y Torres, Manrique y Zárate, y
Gonzáles y Valencia. Pero los condenaron, y entonces sobretodo dijeron
una frase que se hizo famosa “Non possumus”, “no podemos más”, si
ustedes no nos defienden, México está perdido, dirigiéndose a los
laicos.
Se
hizo un primer intento pacífico, que fue el boicot nacional. La liga
defensora llamó a que todos los católicos mexicanos, paralizaran la vida
de la nación. Claro, porque antes se había hecho una petición al
congreso que fue archivada, y no fue tratada nunca, con millones de
firmas. Consistía el boicot, en que había que dejar de comprar, había
que dejar de andar en auto, ponerse luto, había que… no se mandaban a
los chicos a las escuelas, los maestros no iban a dar clases, etcétera.
Desgraciadamente,
en la capital, el distrito federal, todo el sector de la alta burguesía
católica desoyó el llamado a boicot; en cambio en el occidente que es
en el entorno al estado de Jalisco, estos estados vecinos que forman
este conjunto, que es el centro religioso de México, el estado de
Colima, Michoacán, Zacatecas, Aguas Calientes, Querétaro y Guanajuato,
sobretodo. Bien, en todos esos sí, se cumplió el boicot, y ¿porqué?,
porque allí había una organización, la Unión Popular, que dirigía un
joven abogado de treinta y algo años, Anacleto González Flores. Él había
fundado un periódico el Gladius, Gladius se llamaba, que en 1925
alcanzó una tirada de cien mil ejemplares, también sacaba una revista,
Restauración; trabajó con sacerdotes muy ilustrados, muy capaces, como
el padre Bergoen desde Guadalajara, tuvo el apoyo del arzobispo de
Guadalajara, Monseñor Orozco y Jiménez, entonces él, que era admirador,
era abogado este hombre, admirador de los sistemas de no resistencia, es
decir, de resistencia, perdón, de no violencia que se habían aplicado
en Irlanda, en Alemania cuando Bismarck quiso imponer la “kulturkampf”, o
también en la India con Gandhi, estructuró un sistema que iba desde la
manzana a la zona, la parroquia, la región, la provincia, y todo el
occidente. “Basta, – decía González Flores – que cada católico busque a
su jefe de manzana y solicite inscribirse para que en lo sucesivo pueda
estar al corriente de todo lo que se hace por la causa de Dios, y deje
de ser un católico paralítico para convertirse en un abanderado de las
verdades fundamentales del ser humano (…). Una elemental jerarquía tan
sólida como simple, engranaba al último socio con el jefe del directorio
de cinco miembros que regenteaba la Unión. Manzana, zona, parroquia:
el responsable de cada una de estas circunscripciones tenía un contacto
estrecho con sus subordinados”.
De
este modo en Guadalajara, como dice un historiador, en el 26 se
convirtió en una ciudad de peatones, una ciudad enlutada, una ciudad
paralizada económica y socialmente; ochocientos maestros de enseñanza
primaria dimitieron para no servir al gobierno, veintidós mil niños de
la escuela primaria, veinticinco mil de la escuela secundaria dejaron de
ir a clases, la unidad popular se encargó de alojar y alimentar a los
maestros dimisionarios, en los pueblos sucedió lo mismo, es decir, fue
un éxito completo esta resistencia que organizó la unidad popular;
abstención uniforme cerrada decía González Flores, simultánea, completa,
el recurso supremo y nuevo contra los verdugos de la conciencia,
háganlo por todas partes y la batalla se ganará ahora, se ganará mañana,
se ganará siempre.
Además
se creó una entidad secreta la “U”, donde había sacerdotes y demás que
los asesoraban, y también se creó, y esto fue muy importante, las BB, o
sea las Brigadas Juana de Arco, de las jóvenes que iban a servir de
soporte al movimiento político de la unidad popular; llegaron a tener
cincuenta mil afiliados las BB, son estas, joven Goyas que era, usaba,
no me acuerdo si era su apellido o era su seudónimo, porque todas ellas
pasaron a usar seudónimos.
Pero
la iglesia, la jerarquía, la comisión episcopal, visto el fracaso del
boicot resolvió otra cosa, el cierre de los templos. Se retiraban los
sacerdotes de los templos y no se daba nunca más misa allí. Como los
templos, según la constitución, eran del estado, el presidente ordenó al
ejército que los abriera. Fueron y rompieron las trabas, y entraron los
destacamentos militares en los templote de México.
En
el occidente, en los pequeños pueblos de los Altos, que es la zona
agraria de Jalisco, cuando se enteraron de que estaba sucediendo esto,
los vecinos fueron y se opusieron al ejército, y empezó allí, la guerra
cristera, 1926.
Empezó
en primer lugar, con Chachiuites, el padre Batis, que estaba apoyado
allí, por dos o tres acejotameros, quiso impedir la entrada. Bueno, lo
cierto es que lo fusilaron al padre Batis y a los tres acejotameros.
Pero Quintanar y Rocha que eran rancheros, es decir campesinos, charros
diríamos, que ustedes han visto de otras épocas, las películas
mexicanas, el hombre de campo mexicano, resolvieron vengarlos, es decir,
empezar la guerra contra el ejército. Ahí empezó esto que va a tener
todo el colorido del estado de Jalisco, porque se tradujo en corridos.
“Señores pongan cuidado lo que les voy a cantar;
se levantaron l’armas, la unión popular.”
“Tropas de Jesús sigan su bandera;
no desmaye nadie, vamos a la guerra”
“Que viva mi Cristo que viva mi rey,
que impere doquiera triunfante su ley.”
Y
así se empezaron los combates en forma desordenada, espontánea, sin
ninguna estrategia, sin ninguna previsión. La liga defensora quiso
buscar armas en Estados Unidos, mediante los católicos norteamericanos,
se las negaron; no dieron un centavo, no dieron un peso; mientras que el
ejército estaba naturalmente por el estado. Entonces, ¿cómo? ¿de dónde
sacaban armas? se las compraban, juntaban, hacían bonos de la libertad,
juntaban dinero, sobornaban en los arsenales militares, y de ahí sacaban
las armas y las municiones. Había que transportarlas al campo, ¿cómo? Y
las BB se disfrazaban de indias con las polleras grandes y ponían ahí
las cananas, y se iban en los trenes, así transportando las armas.
Y
surgieron caudillos naturales, como El Catorce, en un pueblito de los
Altos, yo he recorrido ese camino, en cada pueblo hay un mártir, un
sacerdote mártir, porque todos sus párrocos fueron fusilados. Algunos,
la inmensa mayoría, nada más que por ser sacerdotes, otros no, porque se
hicieron cristeros bravos, es decir, pasaron a dirigir, como el padre
Reyes Vegas, llamado el “Pancho Villa” de los cristeros, o el padre
Aristeo Pedroza.
Prácticamente
en todo este campo del occidente mexicano, se plegó, “se fueron a los
cerros”, como dicen ellos, las casas pasaron a ser los cerros. Entonces
el gobierno, que creía que iba a reprimir rápidamente tuvo que pensar
las cosas de otra manera, lo pensó por el gobierno Dwight Morrow, el
embajador y el hombre de la casa Morgan, entonces le puso allí a Calles
el coronel MacNab, que era el agregado militar de los Estados Unidos,
para que lo asesorara. Una de las primeras cosas que hicieron los
norteamericanos en sus asesoramientos, fue la alianza, la colaboración,
fue sacar a las gentes de los campos, lo que se llamó la
reconcentración, en todos los Altos se establecieron determinados
lugares donde debían ir todos los pobladores, y el resto fue gaseado y
bombardeado. Pero no se tomaron mucho trabajo, no partían desde bases
mexicanas, los aviones, partían directamente de la base de Houston, en
Texas, digo Texas, porque claro, es la Tejas norteamericana, cincuenta y
siete aviones Bridgestone que atacaban el campo mexicano.
En
las racias y en los campos de concentración, los norteamericanos que
son los inventores, aunque no han hecho muchas películas sobre esto, son
los inventores, porque las inventaron en Filipinas y después las
aplicaron allí en México, con el alambrado de púa y todo lo demás,
claro, se olvidaron de hacerle trinas y otras cositas, entonces las
pestes, la viruela, todo eso, asoló a la gente que estaba metida allí,
además que se morían de hambre porque no los alimentaban. Pero eso no
terminó con la respuesta cristera, al contrario, se estructuraron ya en
forma militar, porque un general, Enrique Gorostieta Velarde, los
asesoró, los dividió, los estructuró, los organizó militarmente, aquello
que era una cosa puramente espontánea, y entonces aparecieron los
batallones, los regimientos, las zonas, los jefes con sus grados.
Jalisco pasó a ser gobernado civilmente por Anacleto González Flores,
gobernador civil de Jalisco, itinerante, clandestino. Pero el acatado,
se crearon escuelas cristeras, municipios cristeros para establecer toda
una autoridad paralela contraria al la del régimen socialista
perseguidor.
1928,
las concentraciones alcanzaron en los Altos, setenta y cinco mil
familias, claro, no solamente esto, sino que los jefes iban muriendo, el
padre Reyes Vega murió en una batalla, que ganó pero murió él; murió
Anacleto González Flores, al que me estoy refiriendo y qie ustedes deben
saber que es beato de la iglesia católica y que su proceso de santidad,
de santificación está terminado, iba a ser proclamado en diciembre de
año pasado y no se que pasa. Es decir, ya se lo que pasa, imagínense lo
que es proclamar santo a este hombre que no es un sacerdote, joven,
abogado, casado con hijos, político, militante, director de una guerra y
el proceso está terminado con todas las pruebas sobre su santificación,
su santidad; por lo pronto es beato. Él fue apresado y ejecutado, con,
junto con otros amigos en donde estaban ocultos. Se lo torturó para que
dijera el sitio donde vivía el arzobispo, donde, Guadalajara, monseñor
Orozco, y él les dijo: “Una sola cosa les diré, y es que he trabajado con todo desinterés, por defender la causa de Cristo y de la iglesia. Vosotros me mataréis, pero sabed que conmigo no morirá la causa. Muchos están detrás de mí dispuestos a defenderla hasta el martirio. Me voy, pero con la seguridad de que pronto desde el cielo veré el triunfo de la religión en mi Patria”.
Un soldado le atravesó el pecho con una bayoneta, como se desangraba,
se ordenó el cuadro para el fusilamiento. Luis Padilla manifestó el
deseo de confesarse, Anacleto le contestó “¡No hermano! ya no es tiempo
de confesarse, sino de pedir perdón y perdonar. Es un Padre y no un juez
el que te espera. Tu misma sangre te purificará”. El general
Ferreira, al general Ferreira le dijo que lo perdonaba de todo corazón, y
que cuando muriera “tendrá usted en mí, un intercesor con Dios”.
Sin
menguarles palabras se dirigió a los soldados del pelotón, estos se
negaron a disparar, y hubo que reemplazarlo, y después los fusilaron a
esos soldados que se habían negado a disparar. Partieron las balas y con
el último aliento Anacleto dijo: “Por segunda vez oigan las Américas este santo grito: Yo muero, pero Dios no muere ¡Viva Cristo Rey!”. Tenía treinta y siete años.
La
guerra siguió hasta 1929, para entonces el saldo era tremendo, ciento
treinta y cuatro pueblos habían sido destruidos en los Altos, doscientas
noventa y cinco aldeas incendiadas, noventa sacerdotes habían sido
asesinados en los Altos, doscientas cuarenta y dos reconcentraciones de
pacíficos habitantes, veinticinco mil hombres del ejército cristeros
habían sido muertos. De ellos, de una forma simbólica se ha elegido a
doscientos cincuenta, para que sean, se instauren las causas y se los
llame siervos de Dios. Pero, entre los que se eligió no están los
cristeros bravos, es decir, los que murieron pero mataron, porque los
hubo, claro, y estos se cobraron sus vidas duramente. Murieron en esa
guerra cincuenta y cinco mil soldados del ejército de línea, mil
ochocientos oficiales, setenta coroneles y doce generales.
Se
dio paso a los mártires, bien había dicho en un libro, que se llama “El
plebiscito de los mártires” Anacleto González Flores. “Para el
cristiano, la única vocación cierta, es el martirio. Antes de que la
iglesia apareciera en el mundo, muchos sabían matar, algunos sabían
luchar, pero nadie sabía resistir. El mártir es un milagro y una
necesidad para que no perezca la libertad en el mundo”.
Para
evitar este escándalo, que trascendía las fronteras de México, Dwight
Morrow ordenó el arreglo, que lo hizo el sucesor de Calles, Porteril.
Hubo dos prelados que se prestaron a este arreglo. Claro, lo primero que
hay que decir es que el arreglo no era posible, porque se había
empeñado a los laicos en una guerra, porque precisamente no se podía
más, “Non possumus”. Pero cuando ellos tenían ocupado ya, casi todo el
Occidente, vino el arreglo. El arreglo, ¿en qué iba a consistir?
Supuestamente en la derogación de la constitución de Querétaro, o por lo
menos de sus artículos más, más virulentos, en algún tipo de admistía,
nada de eso, simplemente el gobierno dijo que iba a autorizar a que
funcionaran los templos, eso fue todo. Y a cambio de eso, monseñor
Leopoldo Luis Flores, arzobispo de Morelia, y monseñor Díaz, que pasó a
ser el cardenal de México, ordenaron el desarme de los cristeros. Esto
se llamo el “modus vivendis”, en realidad fue un “modus moriendi”. Con
la resistencia de muchos cardenales y obispos ¿no?, entre ellos el de
Guadalajara, y los tres que mencioné antes que se fueron.
Al
rendir sus armas, el jefe del ejército cristero, porque el general
Gorostieta Velarde había sido, había muerto en acción. El que lo
reemplazaba Jesús Degollado Guízar, en Agosto de 1929, emitió esta
proclama final. Dice así: “Debemos, compañeros, acatar reverentemente
los decretos ineluctables de la providencia. Cierto que no hemos
completado la victoria, pero nos cabe como cristianos, una satisfacción
íntima, mucho más rica para el alma, el cumplimiento del deber, y el
ofrecer a la iglesia y a Cristo el más preciado de nuestros holocaustos,
el del ver rotos ante el mundo nuestros ideales, pero abrigando, sí,
vive Dios la convicción sobrenatural que nuestra fe mantiene y alimenta,
de que al fin Cristo reinará en México, no a medias, sino como soberano
absoluto de las almas. Como hombres cábenos también otra satisfacción,
que jamás podrán arrebatarnos nuestros contrarios (…) La guardia
nacional desaparece, no vencida por sus enemigos, sino en realidad,
abandonada por aquellos que debían recibir los primeros, el fruto
valioso de sus sacrificios y abnegaciones. Ave, Cristo,
los que por ti vamos a la humillación, al destierro, tal vez a una
muerte ingloriosa, víctimas de nuestros enemigos, con todo rendimiento, o
con el más fervoroso de nuestros amores, te saludamos y una vez más te
aclamamos Rey de nuestra patria. Viva Cristo Rey, Viva Santa María
de Guadalupe, México. Agosto de 1929, Dios, Patria y Libertad, Jesús
Degollado Guízar, Soldado de Cristo Rey”. Efectivamente, catorce mil se
rindieron, diez mil fueron fusilados, entre ellos Jesús Degollado
Guízar.
Bien,
pero lo más notable del caso mexicano, que excede totalmente su
frontera, y que yo entiendo que es la base espiritual hoy de toda
nuestra América, son sus mártires. Veinte ocho de ellos ya han sido
elevados a los altares, hay otros veintiocho que están beatificados, y
hay doscientos cincuenta esperando el turno, hay muchísimos más,
muchísimos más. Pero esto es un desfile nada más, les voy a leer algunos
casos que a veces, ni siquiera están entre los doscientos cincuenta.
Por
ejemplo, José Valencia y Gallardo y sus amigos que fueron, eran de la
ACJM, y por eso fueron detenidos, torturados. Valencia era un excelente
orador, entonces los esbirros lo detuvieron, le sacaron un cuchillo y le
cortaron la lengua, y le dijeron “¡habla ahora de tu Dios!” el pringado
del habla, Valencia, levantó las manos al cielo y fue acribillado a
balazos. Sus compañeros de celda fueron apuñalados, baleados y
destrozados sus cráneos. Se los fotografió, y con eso se hizo un, lo
fotografiaron los enemigos, y con eso se hizo una estampita que llegó a
manos del papa Pío XI, y sobre ella el papa escribió: “y la palma del
martirio está en sus manos. Gloria a Cristo y la sangre de los mártires
es semilla de cristianos”.
Un joven, Antonio Acuña Rodríguez de la ACJM, escribió el padre Bertis, sobre él:
¡NON OMNIS MORIAR!
Aquel gallardo joven de veinte abriles,
encanto y esperanza de un noble hogar,
al sentirse hecho blanco de los fusiles,
afirmó sus hermosos rasgos viriles
y miró a sus verdugos sin pestañear.
“Soldados” -Dijo luego con voz entera-:
“Es mi última palabra: voy a morir;
pero no muero todo, Cristo me espera.
Ya, teñida en mi sangre, ved su bandera
flotar sobre la Patria y el Porvenir.
En México sus iras vuelca el Infierno,
el tirano se encumbra, gime la ley.
Y yo muero, pero no importa, Cristo es eterno.
Ustedes son soldados de un mal gobierno,
pero yo soy soldado de Cristo Rey”.
Tomás
de la Mora, “Tomasito”, tenía dieciséis años, en la ciudad de Colima.
Lo llevaron a ahorcar, y entonces dice: ahórquenme acá, en la casa de
Galván, en el árbol donde había descansado Juárez. Este es un lugar de
ignominia, dijo. Será aquí, para que me cuelguen, para que se cambien
bendición en lugar de maldición. No quisieron, lo pusieron en otro árbol
y le dicen, le pasan la cuerda y el verdugo le ordenó: “¡póngasela!”.
Tomasito respondió sonriendo: “pero, yo no se cómo se pone, es la
primera vez que me ahorcan. Dígame cómo” un grito de ¡Viva Cristo Rey! y
fue alzado. Era medianoche de un Sábado consagrado a María Santísima;
los ángeles del cielo debieron venir para llevar el alma de Tomás, el
congregante de María, al regazo de la Madre y Reina de los mártires.
Otro
más chico, trece años, José Sánchez del Río, en Michoacán muerto, no
era combatiente, no está entre los cincuenta estos, ni los santos, ni
los beatos. Le dijo a su madre, trató de impedirlo la madre, que se lo
llevaran. “No, no madre, nunca ha sido más fácil ganarse el cielo que
ahora, y yo no quiero perder la ocasión”. Apresado fue llevado al
cementerio, y ante la fosa abierta para recibir su cuerpo, dialogó así
con el soldado:
“-¿Qué le decimos a tu mamá?”.
“-Que nos veremos en el cielo ¡Viva Cristo Rey!”.
Y lo fusilaron; dejó esta carta:
“Mamá: Ya
me apresaron y me van a matar. Estoy contento, lo único que siento es
que tú te aflijas ¿no vamos a llorar? en el cielo nos veremos. José, muerto por Cristo Rey.”
Trece años.
Seraida
Yerena, esta niña fue detenida en Colima, violada, sometida a toda
clase de vejamen al punto que pidió que la mataran para concluir con los
atropellos. Charis, el que la detenía le dijo que no, porque la
munición era cara.
“-Yo pago el cartucho que gaste en matarme”.
Privada
de alimentos, medicamentos, murió de inanición, con una jaculatoria en
los labios. El pueblo de la ciudad de Colima, acudió en masa al día
siguiente, reclamando que le abrieran las puertas de la prisión, para
entrar y regar con flores la celda y el camastro, donde la niña muerta
parecía sonreír.
Anselmo
Padilla, un obrero, golpeado, con un serrucho le rebanaron la nariz.
Efectuado el tormento Padilla volvió a vivar a Cristo Rey, el callista
decidió que le cortaran la boca, con un cuchillo le cortaron las
comisuras, con voz desfalleciente la víctima continuó en su trece, atado
a una soga, de desollaron las plantas de los pies, lo alzaron, y lo
metieron en un brasero con carbones encendidos. “Para que vean…” dijo,
entonces, Padilla verdaderamente inspirado, “Para que vean que cuando se
sufre por Cristo, ni la lumbre quema. Voy a apagar ese fuego con mi
sangre” y en efecto, con la sangre que corría en abundancia, de su
martirizado cuerpo, fue apagando su paso, las brasas encendidas.
El
padre Agustín Pro Juárez, que fue el primero que fue santificado, este
no estaba en el campo cristero, era un sacerdote jesuita de la ciudad de
México. Se había descubierto un complot para asesinar a Obregón,
entonces el general Cruz, el jefe policía decidió que lo involucraran al
padre, primero a un hermano, y después al propio padre Pro. Era todo
falso, pero como ellos tenían esas atribuciones, en realidad el delito
que lo acusaban tenía una pena máxima de seis años de prisión, pero allí
mismo le decretaron la pena de muerte, y ahí mismo lo ejecutaron. Y,
pero más, se convocó a toda la prensa para que presenciara el
fusilamiento del padre Pro. Por eso fue sobre todo importante, porque la
prensa extranjera pudo estar presente en el fusilamiento, y
fotografiarlo. La foto apareció en todos los diarios, y después, como
dice Graham Greene, se convirtió en un delito, porque la gente recortó
la foto de los diarios y la puso en sus casas, en sus dormitorios,
entonces, tener la foto del padre fusilado, era un delito.
Son
muchísimos, yo me voy a limitar a leer uno, un caso mínimo, que no está
entre los doscientos cincuenta, es de Florentino Álvarez. Un humilde
zapatero del sindicato católico de León, Guanajuato, muerto el 10 de
Agosto de 1927. Fue detenido en el sindicato por gritar ¡Viva Cristo
Rey! Lo llevaron a la prisión, y lo sacaron en la mañana del 10, lo
condujeron a las afueras de la ciudad. El mártir ora en voz alta:
“Canta, corazón santo, Tú reinarás”. Los soldados le pegan en la boca
para que se calle, pero el continúa cantando “Tú reinarás” llegado al
lugar del suplicio, Florentino los saluda con un estentóreo ¡Viva Cristo
Rey! Un soldado furioso lo abofetea y le dice:
“-¿Quién vive?”.
“-¡Viva Cristo Rey, y viva la Virgen de Guadalupe!”.
Una
descarga lo abate, al fin le abre las puertas de la gloria. Pero esto
es lo que yo subrayo, al día siguiente, porque caso, como él había
miles, al día siguiente circulaba por León esta esquela mortuoria, que
yo he tenido en mi poder:
“¡Viva
Cristo Rey! El señor Florentino Álvarez, originario de León,
Guanajuato, murió confesando a Jesucristo a la edad de treinta y siete
años, el día del 10 de Agosto de 1927. Su madre, esposa, parientes y
amigos, con inmenso regocijo, lo participan a usted para que pida por el
triunfo de la religión en México, poniendo por valioso intercesor el
alma de florentino. León, Agosto de 1927.”
Este no ha sido proclamado mártir, no ha sido proclamado santo, pero ¿qué dirían ustedes?
Yo,
sí tengo mi santo particular, dentro de todos ellos, un curita de un
pueblo de Tepatitlán, el padre Tranquilino Ubiarco, que fue ejecutado el
5 de Octubre de 1928. En las afueras del pueblo hay una alameda, de
eucaliptus, y en uno de ellos fue colgado, ahorcado; le dijeron a un
soldado que lo izara, el sondado se negó, lo fusilaron al soldado, que
otro lo izara, se negó, y lo fusilaron también. Y por fin lo ahorcaron
al padre. El eucaliptus esta seco, los demás están verdes, el eucaliptus
está seco, entonces yo, con inconciencia como otros, fui y saqué unos
pedacitos para hacerme una cruz, pero después un amigo, que ha hecho un
verso sobre Tranquilino, este, me dijo: “-No, el eucaliptus se ha
reverdecido”.
La
gente del pueblo compró toda la manzana, y está haciendo allí la mayor
basílica de México. Y como don, es un santo al que, poco conocido, se le
puede pedir cosas que las da, porque, lo digo, no es una broma; este,
yo la última vez que estuve en Guadalajara, que siempre recorriendo este
camino de los Altos, el camino de los cristeros, cuando me tocó exponer
en el congreso de ciencia y fe, me ubicaron, por estos azares de los
programas, al lado de una doctora, de una odontóloga de la universidad,
una señorita relativamente joven, más bien corpulenta, estaba a mi lado,
entonces como allí es un gimnasio muy grande y se ponen pantallas para
mostrar, empezó la disertación de ella, y yo esperaba la mía, mostrando a
ella cuando pesaba treinta y cinco kilos allí, en el hospital de la
universidad, cuando estaba ya desahuciada con un cáncer terminal. Los
dictámenes médicos, las historias clínicas, todo lo demás. Ella fue a
Roma en peregrinación, se encomendó a diversos santos, hizo novenas, no,
sin ningún resultado, hasta que se le ocurrió pedirle a Tranquilino
Ubiarco, y estaba al lado mío hablando.
Bueno,
esto es interminable, porque hay de todo acá en que cada uno es
superior a otro, por ejemplo este joven, Felipe Brondo, que escribió
antes de morir: “hoy que está mi alma llena de ilusiones, quiero morir
así, robusto, sano, defender, defendiendo mi fe ante el tirano con
sangre de joven para empapar la arena. Quiero morir y soportar la pena
con el valor de un espartano, en esta hora sonriendo, ufano, al canalla
vil que me condena. Quiero morir y por mi fe querida, quiero sacrificar
mi propia vida en un suplicio que jamás se ha visto, en una hoguera
sacudir mis alas, y caer traspasado por las balas, gritando al tirano
¡Viva Cristo!”.
Bueno,
como digo, esto es un venero de bienes para toda la iglesia, se hablado
del fracaso de los cristeros, no hay tal fracaso, no puede fracasar la
cruz. Cuando esta constitución que prohíbe el culto público, y todo lo
demás, cuado llegó Juan Pablo II a México, fue abolida, de hecho es una
desuetud, están los cinco artículos no se cumplen más, porque el papa
entró, violándolo uno por uno, a esos artículos. Y allí había millones
de personas, tanto en el oriente como en el occidente. Se produjo este
milagro aparente, de este pueblo que llevaba setenta años de educación
socialista, científica, de destrucción de la religión, y que sigue
incólume en su religiosidad, cada vez más alta. Como les decía, creo que
ayer, yo lo he visto ahí en las procesiones, en Zapopan, pasar millones
de personas, hay que estar a las cinco de la mañana, porque, la calle,
después no se puede cruzar, hasta la tarde. Es decir, la religiosidad de
ese pueblo es, no tiene nombre, sobre todo más se interna uno, no en
las clases altas, sino en el pueblo llano, es, si se va a los pueblitos
de los Altos, donde las iglesias están siempre abiertas, a toda hora del
día o de la noche, porque son atendidas por las cofradías de los
campesinos pobladores, que viven magramente, porque son tierras pequeñas
y de poca producción, viven con escasez, con sufrimiento, pero
multiplican su sufrimiento en esta ofrenda que hacen constantemente,
esperando allí la familia, porque son cofradías por familias, los he
visto entrar, presididos por los más viejos, los hombres, las mujeres,
los jóvenes, los niños, se ponen con los brazos abiertos en cruz, y de
rodillas van hasta el altar mayor, y luego permanecen allí, dos o tres
horas rezando, hasta que viene la otra cofradía.
Bueno,
es decir, la causa de Cristo Rey ha ganado, indudablemente ha vencido
al tirano. Y entonces yo cierro esto, con este verso que le dedicó, uno
de los tantos escritores sobre los cristeros, dedicado a uno de los
jefes:
Poned un crespón fúnebre al pie del asta rota…
Que los clarines trémulos inicien un “adiós”;
La Guardia está de luto… su enseña ya no flota,
la enseña que no supo de vientos de derrota
fue a desplegar sus ínclitos jirones ante Dios.
Marchósenos el jefe que resumió en sí mismo
la gesta fulgurante de aquella Juventud:
la gesta prodigiosa de trágico heroísmo
que desafiara en Méjico al monstruo del abismo,
reposa para siempre… reposa en su ataúd.
Era credo viviente del acejotaemero:
un credo de combate, magnífico y leal;
firme, gallardo, rápido y limpio como acero…
Por eso lo despiden la salva del cristero,
el canto de los mártires y el Himno Nacional.
Redoblen los tambores son sones apagados;
un íntimo sollozo desgarre el corazón;
recíbanlo con júbilo los mártires cruzados…
Y guarden reverentes, los campos desolados,
¡el eco moribundo del último león!
Nada más.
Enrique Díaz Araujo