lunes, 25 de febrero de 2019

“La Epopeya cristera”.






“La Epopeya cristera”. Libro de Enrique Díaz Araujo

Publicamos aquí, la conferencia magistral de nuestro maestro, Enrique Díaz Araujo, sobre La Epopeya cristera.
La misma es un resumen del libro homónimo que acaba de salir en Amazon. Es un libro introductorio y una defensa inmensa de los heroicos cristeros mexicanos.
Edición en papel, AQUÍ
Edición digital, AQUÍ
Que no te la cuenten.
P. Javier Olivera Ravasi

La Epopeya cristera
Enrique Díaz Araujo
(Desgrabación de conferencia dictada en 2011)

Dentro del escaso tiempo que tenemos, y mi más escasa voz, trataremos de introducir no solamente la cuestión de los cristeros mexicanos, si no esta que ha abordado mi último librito que es el de los cristeros cubanos.
El tema de los cristeros mexicanos requiere de una presentación histórica, del cuadro histórico de México, sin el cual no se entiende, y como entre nosotros eso es poco conocido, yo tengo que dar una breve cuenta de eso.
En toda América, como decía ayer, se dio este proceso después de los siglos de la dominación española, de la independencia, de los gobiernos liberales, de la restauración, hasta los tiempos modernos.
Pero en México empieza a haber una diferencia, (es que), el primer movimiento que acá en nuestros manuales aparece como independentista no lo es, sino que se llama realmente el de la insurgencia, que acaudillan estos curas, Morelos e Hidalgo, y eso destapa una línea de las que se bifurca la historia de México, porque con estos, eh, en las mesnadas de estos curas llevan el virus de la destrucción del imperio español, no la independencia, no, eso no les interesaba, lo que era la insurgencia, insurgencia es decir la rebelión , la subversión contra los valores hispanos-cristianos. En, en, personificada en la persona de los españoles que residían en México, los gachupines, desatando el odio del otro estamento, el odio mestizo, de los chinacos. De manera que, en realidad, la época esta de la insurgencia es una guerra civil, una guerra racial, una guerra social, pero no una guerra política de independencia. Para alcanzar la guerra de la independencia hay que esperar a los años de 1820, con don Agustín de Iturbide, el gran libertador del septentrión, en que hizo todo lo contrario del que Morelos e Hidalgo. Él estableció el llamado “pacto trigarante”, o “las tres garantías”. La unión de los tres estamentos sociales la México, el sector de los indios, de los mestizos y de los blancos, primero; segundo, la independencia de España, con paz con España; y tercero, la religión católica como base de la sociedad mexicana. Ese fue el sistema trigarante que instauró Iturbide.
México era una gran nación, era la perla de la corona española. La más grande, la nueva España, que comprendía gran parte del continente, o subcontinente norteamericano, y casi toda Centroamérica. Por lo tanto estaba primera en las miras expansionistas de los Estados Unidos. La mejor definición de México la dio un hombre que era liberal, indiferente, agnóstico, si no ateo, que venía del partido liberal, que era el partido que colaboraba con los Estados Unidos, don Porfirio Díaz, él dijo: ¡pobre México, tan lejos de Dios, y tan cerca de los Estados Unidos! Ahí está todo el problema de México, en esa frase.

Se empezó a alejar de Dios con la insurgencia, y los Estados Unidos aprovecharon este sector, esta facción interna para alimentarla, y quebrar al estado mexicano, y así ellos medrar y saquearlo.
Con los liberales que se organizaron en las logias yorkinas, se organizó el cónsul norteamericano Poinsett, por eso en México se conoce la tendencia “yancófila” como el “poinsetismo”, porque fue Poinsett quien primero la condujo, y entonces Gómez Farías, Zavala y demás, provocaron la caída de Iturbide, por lo pronto, más adelante Iturbide sería fusilado, el libertador. Y luego alentaron las facciones, las fuerzas de este proceso centrífugo que se dio en México y toda Hispanoamérica, alentando las facciones de las provincias o estados lejanos, así surgió Guerrero y otros. De modo que se copió el federalismo norteamericano, el federalismo que en Norteamérica tenía un sentido porque había, siendo-no siendo una nación, eso, sino trece colonias, para unirse pasaron por el confederalismo hasta llegar al federalismo.
Pero México era una nación, era un virreinato, del reino de Indias, de modo que no tenía sentido desandar el camino. Bueno, se impuso el federalismo, y con el federalismo se arruinó el estado mexicano, entonces se suscitó la rebelión interna en los estados norteños, sobre todo con el famoso fenómeno de Tejas con el Álamo, y ahí vino la guerra con los Estados Unidos, guerra pésimamente conducida por el liberal Santana,  de la cual, por el tratado Guadalupe-Hidalgo resultó que México perdió Arizona, Nueva México, California, Nevada, y otros estados, casi todo lo que hoy es el sur oeste de los Estados Unidos es, era, es mexicano.
Pero como reacción a esto, las antiguas familias de México, generaron un partido que contestó esta acción disolvente, que fue el partido conservador de México, que encontró un gran dirigente, don Lucas Alamán, que pudo salvar lo salvable, es el equivalente al caso de nuestro dictador Juan Manuel de Rosas, que evitó que la Argentina se convirtiera en veinte republiquetas, como se convirtió Centroamérica, en veinte republiquetas. México perdió Centroamérica, perdió el Norte de su país, pero el centro lo pudo salvar gracias a Lucas Alamán, que hizo una serie de alianzas para poder mantener esa unidad territorial, entre ellos la aproximación a países europeos para contrabalancear la presión norteamericana.
Pero por ese camino, los conservadores fueron demasiado lejos, y establecieron una alianza muy activa con Francia. Francia en algún momento decidió intervenir en la vida de México, para proponer e instaurar un emperador, Maximiliano. Pero la empresa francesa fue fugaz, lo pusieron a Maximiliano y pronto se fueron ellos, y quedaron nada más que respaldados por los conservadores, por el partido del orden, en México.
Este fue suficiente argumento para que los liberales, que habían destruido a México, tildaran a los conservadores de imperialistas, de entreguistas a Europa, Francia, etcétera.
En realidad, si se toman las fechas, antes de que se diera la alianza entre los conservadores de Miramón y Mejía con Maximiliano, el jefe del partido liberal, Benito Juárez, ya había pactado con los Estados Unidos una nueva invasión norteamericana, en el tratado Mc.Lane-Ocampo. Por ese tratado, Estados Unidos entregaba el Istmo de Tehuantepec, entregaba la baja California, y sometía su política exterior al dictado del departamento de estado de Washington. De modo que, si alguien no puede acusar a los conservadores de “entreguistas”, eran los liberales. Pero de todas maneras, en los manuales de ellos, en los manuales de la historia que corren hoy en México, aparece Benito Juárez como el benemérito, así se lo llama, de la independencia, de la nueva independencia.
En realidad el partió, como han partido todos estos revolucionarios, de la nueva frontera que se estableció entre México y los Estados Unidos, el Río Bravo, apoyado por las fuerzas norteamericanas, y por eso pudo vencer a los conservadores en la batalla de Querétaro, en la batalla definitiva, porque toda su artillería, no solamente los elementos materiales, los cañones, sino los artilleros, eran norteamericanos, y además la escuadra norteamericana atacó la ciudad de Veracruz, en apoyo a los liberales del indio Benito Juárez.
Juárez ha sido exaltado a un nivel mítico, realmente ridículo, rayano en la estupidez. Se lo querido comparar incluso con la virgen de Guadalupe.
El regalo que hizo Juárez, a parte de dar entrada nuevamente a los norteamericanos en profundidad en la vida mexicana, fue restablecer esa línea ideológica destructiva, que había empezado con los insurgentes. En una segunda etapa, en un segundo trauma dice Octavio Paz, que se conoce como “la reforma”, en 1857, y por la constitución de 1857, constitución liberal, Juárez y los lerdos de Tejada, saquearon la iglesia, repitieron en México el fenómeno que se había dado en Europa, en el septentrión europeo, en Alemania, o en Inglaterra, es decir se quedaron con los bienes de la iglesia y destruyeron todas las obras de la iglesia. Ellos con el argumento de las manos muertas, que así se llamaban los bienes que la iglesia administraba, pasaron a las manos de los vivos liberales; nueve mil terratenientes liberales se quedaron con todas las posesiones que la iglesia administraba.
Pero la iglesia no las tenía para sí, sino que todo eso se hacía en beneficio de las propiedades comunales para los indios, de los hospitales, de los hospicios, de la escuela, todo el aparato de asistencia a los humildes y a los indígenas que manejaba la iglesia. Al destruir las manos muertas, toda esa gente quedó en la calle. La constitución estableció la igualdad, la igualdad entre el zorro y el gallinero, es decir, entre los ricos poderosos y los pobres desposeídos de todo, esa fue la constitución liberal, obra del benemérito Benito Juárez.
En el orden religioso, además de quitarle los bienes a la iglesia, establecieron el divorcio, la enseñanza laica, y sobretodo, no solamente le quitaron los bienes, las manos muertas, sino que los templos pasaron a ser propiedad del estado, y solamente en concesión, en uso se los daban a las diócesis, o la las órdenes religiosas.
Bien, siguieron los gobiernos liberales hasta el prolongadísimo gobierno del dictador, Porfirio Díaz, que recién citaba. Este hombre era del partido liberal, del partido juarista, pero se daba cuenta que no podía mantenerse esta lucha contra la iglesia, que era el leitmotiv, el sentido de la vida de los liberales era su anticlericalismo, y entonces, don Porfirio dijo: la persecución de la iglesia, esté implicado o no al clero, significa la guerra, y una guerra tal que el gobierno no puede ganarlas sino contra su propio pueblo. Gracias al apoyo humillante, despótico, costoso y peligroso de los Estados Unidos, sin su religión, México está perdido y sin remedio. Era un hombre realista, nada más, él no era cristiano, ni participaba para nada de los ideales de restauración cristiana, pero si se daba cuenta de lo que estaba pasando.
Como él se prolongó en el gobierno, surgió la tendencia no reeleccionista o constitucionalista para derrocar a don Porfirio. En realidad fue la razón de su caída, y el comienzo de lo que se llamó, y se llama la revolución mexicana, fue porque Porfirio Díaz había hecho algunos arreglos con los ingleses que disgustaron a los norteamericanos, entonces los norteamericanos habilitaron a estos grupos rebeldes, para que partiendo desde el norte, del Paso, o de otras localidades próximas a Tejas, entraran en México y combatieran a las fuerzas regulares. Seguramente ustedes conocen esto, porque ha habido muchísimas películas de estos generales pistoleros, Pancho Villa, Zapata, etcétera.
Ese, digamos, es el momento puramente destructivo, romántico de la revolución mexicana, donde el norte quedó asolado, quedó perdido para la civilización, las pequeñas aldeas todo quedó destruido, todo aquello que en los tiempos de don Porfirio se había hecho, el ferrocarril, las obras públicas de agua, de acueductos, todo eso se destruyó. Entonces quedaron ahí los vestigios de ciudades, además, los misioneros franciscanos que habían evangelizado todo el norte de México fueron expulsados, por eso el norte se convirtió en lo que es hoy, la sede de los bandoleros, la franja de los bandidos en México, Tijuana, por ejemplo, es una ciudad de pistoleros, bueno, viene de la revolución eso. Así como el sur quedó sin evangelizar, gracias al también benemérito Bartolomé de las Casas, que se opuso a la evangelización, y entonces en el terreno de los indios lacandones, que a veces surge ahora, esta guerrilla que está instalada allí, en Chiapas, resulta por que esa gente nunca fue cristianizada.
El sur y el norte de México, están perdidos para México; México se mueve en su eje central, está partido el territorio por la sierra Grande, la sierra Maestra. Entonces, del lado, hay una vertiente oriental, cuyo eje es la ciudad capital, la ciudad de México el distrito federal, y el occidente que vuelca hacia el Pacífico con la ciudad de Guadalajara, como principal ciudad, y hacia el norte la ciudad industrial que es Monterrey. Este es el triángulo de las tres grandes ciudades que tienen enormes diferencias entre si.
Bien, desde el norte, entraron estos bandoleros, estos generales pistoleros, casi todos provenientes del estado de Sonora, y se instalaron en la capital. Así empezó la revolución mexicana, sobre todo cuando tomó figura, en 1914, por obra de Venustiano Carranza. Carranza gobernador de un estado, se hizo famoso por su anticlericalismo, por su persecución a la iglesia, él liquidó a los otros caudillos menores a Zapata, Villa, etcétera, e instaló la convención constituyente en Querétaro, la constitución que va a sancionar la constitución de 1917, que es la que actualmente rige en México, rige, ¡bah!, es un decir, es la que está allí todavía en el papel. Más que por eso en México a Carranza se lo conoce por el verbo “carranclear”, que quiere decir robar, los “carrancleanes” se les dice a los partidarios de Carranza, porque robaron todo lo que pudieron. Realmente no es cuestión de creer que solo Carranza solo robó, todos los que siguieron robando, y crearon la institución más importante que hay en México, que es la “mordida”, es decir, uno llega al gobierno para enriquecerse y listo, eso se llama la “mordida”, como la elección se llamaba la “vaciada” porque la gente iba y ponía los votos, pero después se tiraba la urna, los papeles esos, y se ponían los que el gobierno quería.
En general los mexicanos han resuelto varios problemas que nosotros tenemos un poco oscuros, somos más sinuosos, ellos van más directamente a las cosas, entonces, se sabe que se llega al gobierno para robar, eso es “carranclear”.
Bien, y para perseguir a la iglesia, porque la constitución de 1917, que es, ya estamos en el tema directamente, es la causa de la guerra cristera. La constitución tiene cinco artículos básicos de ataque a la iglesia.
El primero era la educación laica en sus tres estamentos, (primario, secundario, y terciario), pero no solo la educación pública como podía ser acá, sino que la educación privada, también tiene que ser laica. Se puede fundar una universidad privada, pero no se puede enseñar en absoluto, nada de religión, pero no de religión, fíjense que la constitución dice que no puede haber ni decoraciones, pinturas, estampas, esculturas de intención o naturaleza religiosa, y entonces se dijo, por ejemplo, si yo pusiera acá la piedad de Miguel Ángel, ¡no, hay que sacarla! porque tiene una intención religiosa. Es decir, el laicismo es entendido allí claramente como perseguidor.
El otro artículo de los votos y de las órdenes religiosas, se prohibieron las órdenes religiosas, ya venía esto de la ley Lerdo de Tejada y se acentuó en el 17. Respecto del culto, se presentó un principio, que se podía practicar el culto público, siempre, dice la constitución, que no constituya un delito. Es decir, que en principio, practicar un culto es un delito, pero no lo será si se registra como la constitución lo quiere. Es decir, el templo tiene que ser examinado, hay que determinar la cantidad de sacerdotes, etcétera, sino es un delito. La propiedad de la iglesia, es decir, la iglesia no puede adquirir bienes por sí, ni por interpósita persona.
El matrimonio, no solamente se mantuvo con la del 57, como contrato civil, sino que se establecía que era el único, exclusiva competencia de los funcionarios públicos, y no podía haber otro casamiento.
El 130 que es el artículo del régimen de la iglesia, es el más terrible, porque organiza la vida de los sacerdotes, y entonces dice que los ministros del culto, son considerados como personas que ejercen una profesión, pero se exige que sean mexicanos de nacimiento. Las legislaturas locales limitarán el número de sacerdotes, quienes deberán registrarse en cada templo. Ellos, además, no tendrán derecho de voto político, ni podrán, aún en reuniones privadas, hacer críticas de las leyes, autoridades, o del gobierno. Los laicos católicos, no podrán efectuar comentarios políticos en publicaciones católicas, ni formar partidos políticos confesionales.
Esto fue reglamentado, como veremos, en tiempos de Calles, diciendo que no podía haber más de un sacerdote por cada treinta mil habitantes, y en el caso del estado de Tabasco, la provincia sureña, que eso sí que está lejos de Dios y muy cerca de los mosquitos, el gobernador Garrido Caníbal puso, que el sacerdote debía ser tabasqueño, mayor de cuarenta años, con estudios en la escuela oficial, ser casado y de buena moralidad.
Después, en tiempos de Lázaro Cárdenas, en 1935, se agregó este otro artículo quinto. Dice así: corresponde a la federación, a los estados y a los municipios, la función social de impartir, con carácter de servicio público, la educación en todos sus tipos y grados. La educación que impartirá el estado será socialista, excluirá toda enseñanza religiosa, y proporcionará una cultura basada en la verdad científica, que forme el concepto de solidaridad necesario para la socialización progresiva de los medios de producción económica. Los particulares podrán impartir educación en todos sus grados. La educación primaria, secundaria y la normal, requieren previa y expresa aprobación del poder público. Será científica y socialista, con los mismos planes, programas, métodos, orientaciones y tendencias que adopte la educación oficial. Tendrán, las personas, que en concepto del estado tengan suficiente capacidad profesional, serán reconocidos, siempre que tengan moralidad e ideología acorde con este artículo, es decir, que sean socialistas. Los miembros de las corporaciones religiosas, los ministros de culto, las sociedades anónimas, y las sociedades y asociaciones ligadas directa o indirectamente con la propaganda de un credo religioso, no intervendrán en forma alguna en la educación, de cualquier tipo, grado que se imparta a los obreros o a los campesinos. El estado revocará discrecionalmente en todo tiempo las autorizaciones que se otorguen en los términos de este artículo, contra la revocación no procederá recurso o juicio alguno.
Esta es la constitución progresista, la maravilla de la constitución de 1917, de Querétaro, que en los manuales de nuestros tratadistas de derechos constitucionales siempre loadas: ¡ah, que cosa hermosa que fue la constitución de 1917; que avanzada que era! Tan avanzada que el que la propuso, que fue Carranza, en un decreto de él, de 1918 dice: los ataques a la libertad de conciencia, implícitos en el código de Querétaro, no tienen antecedentes en nuestras leyes, ni en ninguna otra legislación civilizada. Claro, fue una legislación de bestias salvajes. Porque esto es lo que quedó en el texto, pero fíjense lo que estaba detrás, es decir, el espíritu de la ley.
El presidente de la convención fue acusado de moderado, de derechista, porque era hombre de Carranza, y a su izquierda estaba la gente de Obregón. El que lo iba a suceder, y matar a Carranza, que eran más ateos que los de Carranza. Entonces el presidente se defiende y hace este discurso que alguna, cuya frase les voy a leer, para que tengan una idea de cómo se movía el gobierno, las autoridades, todo el sector público de México antes de la guerra. “Señores diputados, si cuerda faltan para ahorcar tiranos, tripas de frailes tejerán mis manos. Así empezaba yo mi discurso de debut en la tribuna de México hace algunos años; y he citado esto para que la asamblea se dé cuenta perfecta de mi criterio absolutamente liberal (…) Yo aplaudiré desde mi curul a todo el que injurie aquí a los curas… todos sentimos odio contra el clero… Sí, en ese punto todos estamos conformes, liberales y radicales; sí, todos si pudiésemos nos comeríamos a los curas; sí, yo, señores diputados, que no soy jacobino, ni sectario, no bautizo a mis hijos, ni tengo ninguna de las esclavitudes del catolicismo(…) Yo comprendo sin dificultad que un señor general [porque el que lo estaba atacando era un militar] ameritado, patriota, valiente, liberal y solamente atento a saber cumplir su papel como soldado revolucionario, venga a la plaza de Querétaro e incendie los confesionarios de todas las iglesias en la plaza pública, que funda las campanas, que se apropie las escuelas del clero (…) y hasta que cuelgue a algunos frailes. Todo esto me parece perfectamente explicable entre nosotros, [eso está diciendo el presidente de la convención, ¿no? Si cuelgan a unos frailes a todos nos parece muy bien] nadie lo condenará (…), si es hombre imparcial e ilustrado (…) por último me declaro partidario que para ejercer el sacerdocio, se requiera ser casado civilmente, sin ser menor de cincuenta años”
Bueno, y después, entonces, empieza a pedir disculpas por lo que él va a proponer, de que no se metan a legislar, como se debe confesar, porque iban a poner un artículo sobre la confesión. Y bueno, termina, dice: lo importante es que Ayén del Bravo, es decir, los norteamericanos sepan lo que está pasando en México, claro, porque ellos eran “prestalombres” de las FL, de la agrupación anarquista del sindicalismo norteamericano, que les mandaba sus licenciados. El texto de la constitución, según parece, lo redactaron, dos personas, dos norteamericanos, una mujer (ya me voy a acordar los nombres de) Emma Goldman y Alexander Beckman, esos son los que redactaron la constitución, en realidad los otros eran iletrados, analfabetos,  de padre y madre.
Bueno, termina entonces, para que sepan los de la Ayén del Bravo la gran justicia del pueblo mexicano ha tenido cuando ha procedido con tanta hazaña, con tanta crueldad, con tanta ferocidad increíble, en perseguir a lo que aquí llamamos clero, que debiera llamarse una banda de ladrones, de forajidos y de estafadores. Así termina el discurso del señor presidente, como lo comenta Carlos Pereira, el salvajismo, con su ego y sus animales feroces, tomó asiento en la asamblea de Querétaro.
Esa constitución está en México con todos sus artículos hasta el día de hoy; es algo que no tiene nombre.
Carranza no la aplicó, Obregón que lo criticaba por eso, no se animó a aplicarla. Hubo que esperar a que llegara este feroz sujeto, patibulario sujeto llamado Plutarcio Elías Calles, quién en 1926 empezó a aplicarla. Y fue la reforma Calles, y entonces, por ejemplo, en la cuestión ésta de las imágenes religiosas en las escuelas, si había por ahí un pintor, que se yo, alguna imagen pintada por Rafael Sanzio, eso tenía una pena de dos años de prisión. En los que hubieran votos religiosos, se penaba con dos años de prisión, o de seis de cárceles si era para las órdenes. La propiedad de la iglesia, se estableció la prueba de presunciones para la confiscación. Y el régimen de la iglesia, que ya directamente, los sacerdotes que, en fin, quisieran ejercer de esas cantidades que se fijaron, se los declaraba delincuentes, y podían ser arrestados y detenidos.
Bueno, eso es lo que el estado proponía al pueblo mexicano. Este estado, que se declaraba socialista, que contaba con el apoyo de la segunda internacional sociedad masónica, con el gran oriente de la masonería, que desde Nueva Orleáns, le entregó una medalla al mérito a Calles, con la federación anticlerical mexicana, con la CRON, o sea la Confederación Regional Obrera, lo declararon todos, el jefe máximo de la revolución. Entre otros que contribuyeron al triunfo de Calles, está la casa Morgan, que le puso la pequeña cantidad, en esa época, en 1926 de doce millones seiscientos cincuenta y cuatro mil, ciento setenta y un dólares, para la campaña de Calles. Es la mejor prueba de que la unión capitalista socialista, porque el embajador que destinó a Estados Unidos, y el que hizo el elogio de Calles, y lo seleccionó entre los otros generales pistoleros, se llamaba Dwight Morrow; Morrow era, al mismo tiempo que embajador de los Estados Unidos, el representante de la casa Morgan, en México.
La reacción católica fue esclarecida, porque se creó la liga defensora de la libertad religiosa, la crearon abogados o licenciados, como se dice en México, que habían tenido ya, luchas políticas, y que conocían la historia bien de México, entonces, el que fue presidente de esta comisión, Miguel Palomar y Vizcarra dice: “La casa blanca, continuando con su política tradicional antimexicana y anticatólica, ha convertido al gobierno mexicano en un simple agente de Washington”. Fíjense como nos engañaba este hombre, porque los otros declaraban antiimperialismos verbales, tanto Carranza como Obregón, como Calles y los que le siguen, Cárdenas y demás, todos eran muy anti-yankees verbalmente, pero todos protegían la propiedad norteamericana, los tratados Warren, los tratados Payne, todo eso, impedían, impiden, que se confisquen o se expropie a los norteamericanos, de modo que toda la minería de México está en manos de los norteamericanos, la minería de la plata, la del petróleo, etcétera, esa no ha podido ser tocada, sí los fundos, las estancias, los ranchos de los mexicanos, esos sí fueron parcelados en mil pedacitos, pero no el de los yankees.
Entonces, Palomar y Vizcarra decía: esto lo ha puesto la casa blanca, el imperialismo yankee es para nosotros y para los mexicanos, en general, y para todos los que anhelan la salvación de la patria, algo que en sí mismo es malo, y como malo deba combatirse enérgicamente. No empieza diciendo: Calles es un ladrón, un sinvergüenza, que no tiene, ni siquiera, estudios, porque tenía un bar en Sonora, era un tabernero… no, no, no, en último lugar se ocupan de ese sujeto, empiezan por los mandantes.
Los católicos mexicanos entienden que el abatimiento económico y político de su nación, originado en la obra nefasta del vecino del norte, no debe pesar en el planteamiento y resolución de su problema religioso, que es la clave para toda América hispana. México, con su catolicismo cuatro veces secular, México, el país bendecido por Dios con la aparición de la virgen de Guadalupe, México, el pueblo de confesores y de mártires, México, la primera nación que proclamó la soberanía temporal de Cristo Rey, México, nueva España, fiel trasunto de la América de la España santa, México, cabeza en América en la hispanidad, México, valladar puesto por la providencia contendrá los desbordamientos anglosajones. Así empezaba la proclama de la liga defensora de la libertad religiosa, encañonando directamente a los Estados Unidos, no a sus servidores locales.
Se estableció la defensa conjunta de la tradición y del patriotismo, y se crearon una serie de organismos, algunos ya estaban, otros se lazaron entonces, 1926, por ejemplo la ACJM, la Acción Católica de la Juventud Mexicana, todo esto, porque había habido una gran renovación en el catolicismo mexicano, en función de la doctrina social de la iglesia. Así se crearon también, organismos de la unión de los obreros, de los círculos católicos nacionales, de los congresos católicos, de la Rerum Novarum, la CNCT Confederación Nacional Católica del Trabajo, que asesoraba el padre Alfredo Méndez Medina, tubo en ese año trescientos cincuenta y cinco sindicatos, que representaban casi cien mil miembros bajo el lema “Restauración Cristiana”, frente al de revolución social que defendía la CRON socialista, estaba la Liga Nacional de la Clase Media, la Liga Nacional Católica Campesina, etc.
Con todos esos elementos en las manos, se empezó la resistencia; la resistencia vino dictada desde Roma, porque fue el papa Pío XI quien, con sus primeras encíclicas, dio cuatro sobre el asunto, les dijo: no, esto no es una ley, esto no es una constitución, esto es una persecución, esto no se puede cumplir. Entonces terminó con todos los pasteleos y arreglos en que andaban muchos señores obispos, y en consecuencia, el clero mexicano, la jerarquía, tuvo también que sacar sus pastorales condenando a la constitución. Esto más que nada por el impulso de tres grandes obispos, Lara y Torres, Manrique y Zárate, y Gonzáles y Valencia. Pero los condenaron,  y entonces sobretodo dijeron una frase que se hizo famosa “Non possumus”, “no podemos más”, si ustedes no nos defienden, México está perdido, dirigiéndose a los laicos.
Se hizo un primer intento pacífico, que fue el boicot nacional. La liga defensora llamó a que todos los católicos mexicanos, paralizaran la vida de la nación. Claro, porque antes se había hecho una petición al congreso que fue archivada, y no fue tratada nunca, con millones de firmas. Consistía el boicot, en que había que dejar de comprar, había que dejar de andar en auto, ponerse luto, había que… no se mandaban a los chicos a las escuelas, los maestros no iban a dar clases, etcétera.
Desgraciadamente, en la capital, el distrito federal, todo el sector de la alta burguesía católica desoyó el llamado a boicot; en cambio en el occidente que es en el entorno al estado de Jalisco, estos estados vecinos que forman este conjunto, que es el centro religioso de México, el estado de Colima, Michoacán, Zacatecas, Aguas Calientes, Querétaro y Guanajuato, sobretodo. Bien, en todos esos sí, se cumplió el boicot, y ¿porqué?, porque allí había una organización, la Unión Popular, que dirigía un joven abogado de treinta y algo años, Anacleto González Flores. Él había fundado un periódico el Gladius, Gladius se llamaba, que en 1925 alcanzó una tirada de cien mil ejemplares, también sacaba una revista, Restauración; trabajó con sacerdotes muy ilustrados, muy capaces, como el padre Bergoen desde Guadalajara, tuvo el apoyo del arzobispo de Guadalajara, Monseñor Orozco y Jiménez, entonces él, que era admirador, era abogado este hombre, admirador de los sistemas de no resistencia, es decir, de resistencia, perdón, de no violencia que se habían aplicado en Irlanda, en Alemania cuando Bismarck quiso imponer la “kulturkampf”, o también en la India con Gandhi, estructuró un sistema que iba desde la manzana a la zona, la parroquia, la región, la provincia, y todo el occidente. “Basta, – decía González Flores – que cada católico busque a su jefe de manzana y solicite inscribirse para que en lo sucesivo pueda estar al corriente de todo lo que se hace por la causa de Dios, y deje de ser un católico paralítico para convertirse en un abanderado de las verdades fundamentales del ser humano (…). Una elemental jerarquía tan sólida como simple, engranaba al último socio con el jefe del directorio de cinco miembros que regenteaba la Unión.  Manzana, zona, parroquia: el responsable de cada una de estas circunscripciones tenía un contacto estrecho con sus subordinados”.
De este modo en Guadalajara, como dice un historiador, en el 26 se convirtió en una ciudad de peatones, una ciudad enlutada, una ciudad paralizada económica y socialmente; ochocientos maestros de enseñanza primaria dimitieron para no servir al gobierno, veintidós mil niños de la escuela primaria, veinticinco mil de la escuela secundaria dejaron de ir a clases, la unidad popular se encargó de alojar y alimentar a los maestros dimisionarios, en los pueblos sucedió lo mismo, es decir, fue un éxito completo esta resistencia que organizó la unidad popular; abstención uniforme cerrada decía González Flores, simultánea, completa, el recurso supremo y nuevo contra los verdugos de la conciencia, háganlo por todas partes y la batalla se ganará ahora, se ganará mañana, se ganará siempre.
Además se creó una entidad secreta la “U”, donde había sacerdotes y demás que los asesoraban, y también se creó, y esto fue muy importante, las BB, o sea las Brigadas Juana de Arco, de las jóvenes que iban a servir de soporte al movimiento político de la unidad popular; llegaron a tener cincuenta mil afiliados las BB, son estas, joven Goyas que era, usaba, no me acuerdo si era su apellido o era su seudónimo, porque todas ellas pasaron a usar seudónimos.
Pero la iglesia, la jerarquía, la comisión episcopal, visto el fracaso del boicot resolvió otra cosa, el cierre de los templos. Se retiraban los sacerdotes de los templos y no se daba nunca más misa allí. Como los templos, según la constitución, eran del estado, el presidente ordenó al ejército que los abriera. Fueron y rompieron las trabas, y entraron los destacamentos militares en los templote de México.
En el occidente, en los pequeños pueblos de los Altos, que es la zona agraria de Jalisco, cuando se enteraron de que estaba sucediendo esto, los vecinos fueron y se opusieron al ejército, y empezó allí, la guerra cristera, 1926.
Empezó en primer lugar, con Chachiuites, el padre Batis, que estaba apoyado allí, por dos o tres acejotameros, quiso impedir la entrada. Bueno, lo cierto es que lo fusilaron al padre Batis y a los tres acejotameros. Pero Quintanar y Rocha que eran rancheros, es decir  campesinos, charros diríamos, que ustedes han visto de otras épocas, las películas mexicanas, el hombre de campo mexicano, resolvieron vengarlos, es decir, empezar la guerra contra el ejército. Ahí empezó esto que va a tener todo el colorido del estado de Jalisco, porque se tradujo en corridos.

“Señores pongan cuidado lo que les voy a cantar;
se levantaron l’armas, la unión popular.”
“Tropas de Jesús sigan su bandera;
no desmaye nadie, vamos a la guerra”
“Que viva mi Cristo que viva mi rey,
que impere doquiera triunfante su ley.

Y así se empezaron los combates en forma desordenada, espontánea, sin ninguna estrategia, sin ninguna previsión. La liga defensora quiso buscar armas en Estados Unidos, mediante los católicos norteamericanos, se las negaron; no dieron un centavo, no dieron un peso; mientras que el ejército estaba naturalmente por el estado. Entonces, ¿cómo? ¿de dónde sacaban armas? se las compraban, juntaban, hacían bonos de la libertad, juntaban dinero, sobornaban en los arsenales militares, y de ahí sacaban las armas y las municiones. Había que transportarlas al campo, ¿cómo? Y las BB se disfrazaban de indias con las polleras grandes y ponían ahí las cananas, y se iban en los trenes, así transportando las armas.
Y surgieron caudillos naturales, como El Catorce, en un pueblito de los Altos, yo he recorrido ese camino, en cada pueblo hay un mártir, un sacerdote mártir, porque todos sus párrocos fueron fusilados. Algunos, la inmensa mayoría, nada más que por ser sacerdotes, otros no, porque se hicieron cristeros bravos, es decir, pasaron a dirigir, como el padre Reyes Vegas, llamado el “Pancho Villa” de los cristeros, o el padre Aristeo Pedroza.
Prácticamente en todo este campo del occidente mexicano, se plegó, “se fueron a los cerros”, como dicen ellos, las casas pasaron a ser los cerros. Entonces el gobierno, que creía que iba a reprimir rápidamente tuvo que pensar las cosas de otra manera, lo pensó por el gobierno Dwight Morrow, el embajador y el hombre de la casa Morgan, entonces le puso allí a Calles el coronel MacNab, que era el agregado militar de los Estados Unidos, para que lo asesorara. Una de las primeras cosas que hicieron los norteamericanos en sus asesoramientos, fue la alianza, la colaboración, fue sacar a las gentes de los campos, lo que se llamó la reconcentración, en todos los Altos se establecieron determinados lugares donde debían ir todos los pobladores, y el resto fue gaseado y bombardeado. Pero no se tomaron mucho trabajo, no partían desde bases mexicanas, los aviones, partían directamente de la base de Houston, en Texas, digo Texas, porque claro, es la Tejas norteamericana, cincuenta y siete aviones Bridgestone que atacaban el campo mexicano.
En las racias y en los campos de concentración, los norteamericanos que son los inventores, aunque no han hecho muchas películas sobre esto, son los inventores, porque las inventaron en Filipinas y después las aplicaron allí en México, con el alambrado de púa y todo lo demás, claro, se olvidaron de hacerle trinas y otras cositas, entonces las pestes, la viruela, todo eso, asoló a la gente que estaba metida allí, además que se morían de hambre porque no los alimentaban. Pero eso no terminó con la respuesta cristera, al contrario, se estructuraron ya en forma militar, porque un general, Enrique Gorostieta Velarde, los asesoró, los dividió, los estructuró, los organizó militarmente, aquello que era una cosa puramente espontánea, y entonces aparecieron los batallones, los regimientos, las zonas, los jefes con sus grados. Jalisco pasó a ser gobernado civilmente por Anacleto González Flores, gobernador civil de Jalisco, itinerante, clandestino. Pero el acatado, se crearon escuelas cristeras, municipios cristeros para establecer toda una autoridad paralela contraria al la del régimen socialista perseguidor.
1928, las concentraciones alcanzaron en los Altos, setenta y cinco mil familias, claro, no solamente esto, sino que los jefes iban muriendo, el padre Reyes Vega murió en una batalla, que ganó pero murió él; murió Anacleto González Flores, al que me estoy refiriendo y qie ustedes deben saber que es beato de la iglesia católica y que su proceso de santidad, de santificación está terminado, iba a ser proclamado en diciembre de año pasado y no se que pasa. Es decir, ya se lo que pasa, imagínense lo que es proclamar santo a este hombre que no es un sacerdote, joven, abogado, casado con hijos, político, militante, director de una guerra y el proceso está terminado con todas las pruebas sobre su santificación, su santidad; por lo pronto es beato. Él fue apresado y ejecutado, con, junto con otros amigos en donde estaban ocultos. Se lo torturó para que dijera el sitio donde vivía el arzobispo, donde, Guadalajara, monseñor Orozco, y él les dijo: “Una sola cosa les diré, y es que he trabajado con todo desinterés, por defender la causa de Cristo y de la iglesia. Vosotros me mataréis, pero sabed que conmigo no morirá la causa. Muchos están detrás de mí dispuestos a defenderla hasta el martirio. Me voy, pero con la seguridad de que pronto desde el cielo veré el triunfo de la religión en mi Patria”. Un soldado le atravesó el pecho con una bayoneta, como se desangraba, se ordenó el cuadro para el fusilamiento. Luis Padilla manifestó el deseo de confesarse, Anacleto le contestó “¡No hermano! ya no es tiempo de confesarse, sino de pedir perdón y perdonar. Es un Padre y no un juez el que te espera. Tu misma sangre te purificará”. El general Ferreira, al general Ferreira le dijo que lo perdonaba de todo corazón, y que cuando muriera “tendrá usted en mí, un intercesor con Dios”.
Sin menguarles palabras se dirigió a los soldados del pelotón, estos se negaron a disparar, y hubo que reemplazarlo, y después los fusilaron a esos soldados que se habían negado a disparar. Partieron las balas y con el último aliento Anacleto dijo: “Por segunda vez oigan las Américas este santo grito: Yo muero, pero Dios no muere ¡Viva Cristo Rey!”. Tenía treinta y siete años.
La guerra siguió hasta 1929, para entonces el saldo era tremendo, ciento treinta y cuatro pueblos habían sido destruidos en los Altos, doscientas noventa y cinco aldeas incendiadas, noventa sacerdotes habían sido asesinados en los Altos, doscientas cuarenta y dos reconcentraciones de pacíficos habitantes, veinticinco mil hombres del ejército cristeros habían sido muertos. De ellos, de una forma simbólica se ha elegido a doscientos cincuenta, para que sean, se instauren las causas y se los llame siervos de Dios. Pero, entre los que se eligió no están los cristeros bravos, es decir, los que murieron pero mataron, porque los hubo, claro, y estos se cobraron sus vidas duramente. Murieron en esa guerra cincuenta y cinco mil soldados del ejército de línea, mil ochocientos oficiales, setenta coroneles y doce generales.
Se dio paso a los mártires, bien había dicho en un libro, que se llama “El plebiscito de los mártires” Anacleto González Flores. “Para el cristiano, la única vocación cierta, es el martirio. Antes de que la iglesia apareciera en el mundo, muchos sabían matar, algunos sabían luchar, pero nadie sabía resistir. El mártir es un milagro y una necesidad para que no perezca la libertad en el mundo”.
Para evitar este escándalo, que trascendía las fronteras de México, Dwight Morrow ordenó el arreglo, que lo hizo el sucesor de Calles, Porteril. Hubo dos prelados que se prestaron a este arreglo. Claro, lo primero que hay que decir es que el arreglo no era posible, porque se había empeñado a los laicos en una guerra, porque precisamente no se podía más, “Non possumus”. Pero cuando ellos tenían ocupado ya, casi todo el Occidente, vino el arreglo. El arreglo, ¿en qué iba a consistir? Supuestamente en la derogación de la constitución de Querétaro, o por lo menos de sus artículos más, más virulentos, en algún tipo de admistía, nada de eso, simplemente el gobierno dijo que iba a autorizar a que funcionaran los templos, eso fue todo. Y a cambio de eso, monseñor Leopoldo Luis Flores, arzobispo de Morelia, y monseñor Díaz, que pasó a ser el cardenal de México, ordenaron el desarme de los cristeros. Esto se llamo el “modus vivendis”, en realidad fue un “modus moriendi”. Con la resistencia de muchos cardenales y obispos ¿no?, entre ellos el de Guadalajara, y los tres que mencioné antes que se fueron.
Al rendir sus armas, el jefe del ejército cristero, porque el general Gorostieta Velarde había sido, había muerto en acción. El que lo reemplazaba Jesús Degollado Guízar, en Agosto de 1929, emitió esta proclama final. Dice así: “Debemos, compañeros, acatar reverentemente los decretos ineluctables de la providencia. Cierto que no hemos completado la victoria, pero nos cabe como cristianos, una satisfacción íntima, mucho más rica para el alma, el cumplimiento del deber, y el ofrecer a la iglesia y a Cristo el más preciado de nuestros holocaustos, el del ver rotos ante el mundo nuestros ideales, pero abrigando, sí, vive Dios la convicción sobrenatural que nuestra fe mantiene y alimenta, de que al fin Cristo reinará en México, no a medias, sino como soberano absoluto de las almas. Como hombres cábenos también otra satisfacción, que jamás podrán arrebatarnos nuestros contrarios (…) La guardia nacional desaparece, no vencida por sus enemigos, sino en realidad, abandonada por aquellos que debían recibir los primeros, el fruto valioso de sus sacrificios y abnegaciones.  Ave, Cristo, los que por ti vamos a la humillación, al destierro, tal vez a una muerte ingloriosa, víctimas de nuestros enemigos, con todo rendimiento, o con el más fervoroso de nuestros amores, te saludamos y una vez más te aclamamos Rey de nuestra patria. Viva Cristo Rey, Viva Santa María de Guadalupe, México. Agosto de 1929, Dios, Patria y Libertad, Jesús Degollado Guízar, Soldado de Cristo Rey”. Efectivamente, catorce mil se rindieron, diez mil fueron fusilados, entre ellos Jesús Degollado Guízar.
Bien, pero lo más notable del caso mexicano, que excede totalmente su frontera, y que yo entiendo que es la base espiritual hoy de toda nuestra América, son sus mártires. Veinte ocho de ellos ya han sido elevados a los altares, hay otros veintiocho que están beatificados, y hay doscientos cincuenta esperando el turno, hay muchísimos más, muchísimos más. Pero esto es un desfile nada más, les voy a leer algunos casos que a veces, ni siquiera están entre los doscientos cincuenta.
Por ejemplo, José Valencia y Gallardo y sus amigos que fueron, eran de la ACJM, y por eso fueron detenidos, torturados. Valencia era un excelente orador, entonces los esbirros lo detuvieron, le sacaron un cuchillo y le cortaron la lengua, y le dijeron “¡habla ahora de tu Dios!” el pringado del habla, Valencia, levantó las manos al cielo y fue acribillado a balazos. Sus compañeros de celda fueron apuñalados, baleados y destrozados sus cráneos. Se los fotografió, y con eso se hizo un, lo fotografiaron los enemigos, y con eso se hizo una estampita que llegó a manos del papa Pío XI, y sobre ella el papa escribió: “y la palma del martirio está en sus manos. Gloria a Cristo y la sangre de los mártires es semilla de cristianos”.
Un joven, Antonio Acuña Rodríguez de la ACJM, escribió el padre Bertis, sobre él:

¡NON OMNIS MORIAR!

Aquel gallardo joven de veinte abriles,
encanto y esperanza de un noble hogar,
al sentirse hecho blanco de los fusiles,
afirmó sus hermosos rasgos viriles
y miró a sus verdugos sin pestañear.

“Soldados” -Dijo luego con voz entera-:
“Es mi última palabra: voy a morir;
pero no muero todo, Cristo me espera.
Ya, teñida en mi sangre, ved su bandera
flotar sobre la Patria y el Porvenir.
En México sus iras vuelca el Infierno,
el tirano se encumbra, gime la ley.
Y yo muero, pero no importa, Cristo es eterno.
Ustedes son soldados de un mal gobierno,
pero yo soy soldado de Cristo Rey”.

Tomás de la Mora, “Tomasito”, tenía dieciséis años, en la ciudad de Colima. Lo llevaron a ahorcar, y entonces dice: ahórquenme acá, en la casa de Galván, en el árbol donde había descansado Juárez. Este es un lugar de ignominia, dijo. Será aquí, para que me cuelguen, para que se cambien bendición en lugar de maldición. No quisieron, lo pusieron en otro árbol y le dicen, le pasan la cuerda y el verdugo le ordenó: “¡póngasela!”. Tomasito respondió sonriendo: “pero, yo no se cómo se pone, es la primera vez que me ahorcan. Dígame cómo” un grito de ¡Viva Cristo Rey! y fue alzado. Era medianoche de un Sábado consagrado a María Santísima; los ángeles del cielo debieron venir para llevar el alma de Tomás, el congregante de María, al regazo de la Madre y Reina de los mártires.
Otro más chico, trece años, José Sánchez del Río, en Michoacán muerto, no era combatiente, no está entre los cincuenta estos, ni los santos, ni los beatos. Le dijo a su madre, trató de impedirlo la madre, que se lo llevaran. “No, no madre, nunca ha sido más fácil ganarse el cielo que ahora, y yo no quiero perder la ocasión”. Apresado fue llevado al cementerio, y ante la fosa abierta para recibir su cuerpo, dialogó así con el soldado:
“-¿Qué le decimos a tu mamá?”.
“-Que nos veremos en el cielo ¡Viva Cristo Rey!”.
Y lo fusilaron; dejó esta carta:
“Mamá: Ya me apresaron y me van a matar. Estoy contento, lo único que siento es que tú te aflijas ¿no vamos a llorar? en el cielo nos veremos. José, muerto por Cristo Rey.” 
Trece años.
Seraida Yerena, esta niña fue detenida en Colima, violada, sometida a toda clase de vejamen al punto que pidió que la mataran para concluir con los atropellos. Charis, el que la detenía le dijo que no, porque la munición era cara.
“-Yo pago el cartucho que gaste en matarme”.
Privada de alimentos, medicamentos, murió de inanición, con una jaculatoria en los labios. El pueblo de la ciudad de Colima, acudió en masa al día siguiente, reclamando que le abrieran las puertas de la prisión, para entrar y regar con flores la celda y el camastro, donde la niña muerta parecía sonreír.
Anselmo Padilla, un obrero, golpeado, con un serrucho le rebanaron la nariz. Efectuado el tormento Padilla volvió a vivar a Cristo Rey, el callista decidió que le cortaran la boca, con un cuchillo le cortaron las comisuras, con voz desfalleciente la víctima continuó en su trece, atado a una soga, de desollaron las plantas de los pies, lo alzaron, y lo metieron en un brasero con carbones encendidos. “Para que vean…” dijo, entonces, Padilla verdaderamente inspirado, “Para que vean que cuando se sufre por Cristo, ni la lumbre quema. Voy a apagar ese fuego con mi sangre” y en efecto, con la sangre que corría en abundancia, de su martirizado cuerpo, fue apagando su paso, las brasas encendidas.
El padre Agustín Pro Juárez, que fue el primero que fue santificado, este no estaba en el campo cristero, era un sacerdote jesuita de la ciudad de México. Se había descubierto un complot para asesinar a Obregón, entonces el general Cruz, el jefe policía decidió que lo involucraran al padre, primero a un hermano, y después al propio padre Pro. Era todo falso, pero como ellos tenían esas atribuciones, en realidad el delito que lo acusaban tenía una pena máxima de seis años de prisión, pero allí mismo le decretaron la pena de muerte, y ahí mismo lo ejecutaron. Y, pero más, se convocó a toda la prensa para  que presenciara el fusilamiento del padre Pro. Por eso fue sobre todo importante, porque la prensa extranjera pudo estar presente en el fusilamiento, y fotografiarlo. La foto apareció en todos los diarios, y después, como dice Graham Greene, se convirtió en un delito, porque la gente recortó la foto de los diarios y la puso en sus casas, en sus dormitorios, entonces, tener la foto del padre fusilado, era un delito.
Son muchísimos, yo me voy a limitar a leer uno, un caso mínimo, que no está entre los doscientos cincuenta, es de Florentino Álvarez. Un humilde zapatero del sindicato católico de León, Guanajuato, muerto el 10 de Agosto de 1927. Fue detenido en el sindicato por gritar ¡Viva Cristo Rey! Lo llevaron a la prisión, y lo sacaron en la mañana del 10, lo condujeron a las afueras de la ciudad. El mártir ora en voz alta: “Canta, corazón santo, Tú reinarás”. Los soldados le pegan en la boca para que se calle, pero el continúa cantando “Tú reinarás” llegado al lugar del suplicio, Florentino los saluda con un estentóreo ¡Viva Cristo Rey! Un soldado furioso lo abofetea y le dice:
“-¿Quién vive?”.
“-¡Viva Cristo Rey, y viva la Virgen de Guadalupe!”.
Una descarga lo abate, al fin le abre las puertas de la gloria. Pero esto es lo que yo subrayo, al día siguiente, porque caso, como él había miles, al día siguiente circulaba por León esta esquela mortuoria, que yo he tenido en mi poder:
“¡Viva Cristo Rey! El señor Florentino Álvarez, originario de León, Guanajuato, murió confesando a Jesucristo a la edad de treinta y siete años, el día del 10 de Agosto de 1927. Su madre, esposa, parientes y amigos, con inmenso regocijo, lo participan a usted para que pida por el triunfo de la religión en México, poniendo por valioso intercesor el alma de florentino. León, Agosto de 1927.”
Este no ha sido proclamado mártir, no ha sido proclamado santo, pero ¿qué dirían ustedes?
Yo, sí tengo mi santo particular, dentro de todos ellos, un curita de un pueblo de Tepatitlán, el padre Tranquilino Ubiarco, que fue ejecutado el 5 de Octubre de 1928. En las afueras del pueblo hay una alameda, de eucaliptus, y en uno de ellos fue colgado, ahorcado; le dijeron a un soldado que lo izara, el sondado se negó, lo fusilaron al soldado, que otro lo izara, se negó, y lo fusilaron también. Y por fin lo ahorcaron al padre. El eucaliptus esta seco, los demás están verdes, el eucaliptus está seco, entonces yo, con inconciencia como otros, fui y saqué unos pedacitos para hacerme una cruz, pero después un amigo, que ha hecho un verso sobre Tranquilino, este, me dijo: “-No, el eucaliptus se ha reverdecido”.
La gente del pueblo compró toda la manzana, y está haciendo allí la mayor basílica de México. Y como don, es un santo al que, poco conocido, se le puede pedir cosas que las da, porque, lo digo, no es una broma; este, yo la última vez que estuve en Guadalajara, que siempre recorriendo este camino de los Altos, el camino de los cristeros, cuando me tocó exponer en el congreso de ciencia y fe, me ubicaron, por estos azares de los programas, al lado de una doctora, de una odontóloga de la universidad, una señorita relativamente joven, más bien corpulenta, estaba a mi lado, entonces como allí es un gimnasio muy grande y se ponen pantallas para mostrar, empezó la disertación de ella, y yo esperaba la mía, mostrando a ella cuando pesaba treinta y cinco kilos allí, en el hospital de la universidad, cuando estaba ya desahuciada con un cáncer terminal. Los dictámenes médicos, las historias clínicas, todo lo demás. Ella fue a Roma en peregrinación, se encomendó a diversos santos, hizo novenas, no, sin ningún resultado, hasta que se le ocurrió pedirle a Tranquilino Ubiarco, y estaba al lado mío hablando.
Bueno, esto es interminable, porque hay de todo acá en que cada uno es superior a otro, por ejemplo este joven, Felipe Brondo, que escribió antes de morir: “hoy que está mi alma llena de ilusiones, quiero morir así, robusto, sano, defender, defendiendo mi fe ante el tirano con sangre de joven para empapar la arena. Quiero morir y soportar la pena con el valor de un espartano, en esta hora sonriendo, ufano, al canalla vil que me condena. Quiero morir y por mi fe querida, quiero sacrificar mi propia vida en un suplicio que jamás se ha visto, en una hoguera sacudir mis alas, y caer traspasado por las balas, gritando al tirano ¡Viva Cristo!”.
Bueno, como digo, esto es un venero de bienes para toda la iglesia, se hablado del fracaso de los cristeros, no hay tal fracaso, no puede fracasar la cruz. Cuando esta constitución que prohíbe el culto público, y todo lo demás, cuado llegó Juan Pablo II a México, fue abolida, de hecho es una desuetud, están los cinco artículos no se cumplen más, porque el papa entró, violándolo uno por uno, a esos artículos. Y allí había millones de personas, tanto en el oriente como en el occidente. Se produjo este milagro aparente, de este pueblo que llevaba setenta años de educación socialista, científica, de destrucción de la religión, y que sigue incólume en su religiosidad, cada vez más alta. Como les decía, creo que ayer, yo lo he visto ahí en las procesiones, en Zapopan, pasar millones de personas, hay que estar a las cinco de la mañana, porque, la calle, después no se puede cruzar, hasta la tarde. Es decir, la religiosidad de ese pueblo es, no tiene nombre, sobre todo más se interna uno, no en las clases altas, sino en el pueblo llano, es, si se va a los pueblitos de los Altos, donde las iglesias están siempre abiertas, a toda hora del día o de la noche, porque son atendidas por las cofradías de los campesinos pobladores, que viven magramente, porque son tierras pequeñas y de poca producción, viven con escasez, con sufrimiento, pero multiplican su sufrimiento en esta ofrenda que hacen constantemente, esperando allí la familia, porque son cofradías por familias, los he visto entrar, presididos por los más viejos, los hombres, las mujeres, los jóvenes, los niños, se ponen con los brazos abiertos en cruz, y de rodillas van hasta el altar mayor, y luego permanecen allí, dos o tres horas rezando, hasta que viene la otra cofradía.
Bueno, es decir, la causa de Cristo Rey ha ganado, indudablemente ha vencido al tirano. Y entonces yo cierro esto, con este verso que le dedicó, uno de los tantos escritores sobre los cristeros, dedicado a uno de los jefes:

Poned un crespón fúnebre al pie del asta rota… Que los clarines trémulos inicien un “adiós”; La Guardia está de luto… su enseña ya no flota, la enseña que no supo de vientos de derrota fue a desplegar sus ínclitos jirones ante Dios.
Marchósenos el jefe que resumió en sí mismo la gesta fulgurante de aquella Juventud: la gesta prodigiosa de trágico heroísmo que desafiara en Méjico al monstruo del abismo, reposa para siempre… reposa en su ataúd.
Era credo viviente del acejotaemero: un credo de combate, magnífico y leal; firme, gallardo, rápido y limpio como acero… Por eso lo despiden la salva del cristero, el canto de los mártires y el Himno Nacional.
Redoblen los tambores son sones apagados; un íntimo sollozo desgarre el corazón; recíbanlo con júbilo los mártires cruzados… Y guarden reverentes, los campos desolados, ¡el eco moribundo del último león!

Nada más.
Enrique Díaz Araujo