LA VIRGEN MARÍA CORREDENTORA 1/9
LA MADRE CORREDENTORA
La explicación del quinto dogma sobre la Bienaventurada Virgen María
De La  Virgen María. Teología y Espiritualidad Marianas, por Antonio Royo Marín
Vamos a examinar en este capítulo una de las cuestiones más 
importantes de la teología mariana y una de las más profundamente 
investigadas en estos últimos tiempos: la cooperación de María a la 
obra de nuestra redención realizada por Cristo en el Calvario, por cuya 
cooperación conquistó María el título gloriosísimo de Corredentora de la
 humanidad.
Creemos que María fue real y verdaderamente Corredentora de la humanidad por dos razones fundamentales:
- a) Por ser la Madre de Cristo Redentor, lo que lleva consigo-como ya vimos-la maternidad espiritual sobre todos los redimidos.
 - b) Por su compasión dolorosísima al pie de la cruz, íntimamente asociada, por libre disposición de Dios, al tremendo sacrificio de Cristo Redentor.
 
Los dos aspectos son necesarios y esenciales; pero el que constituye 
la base y fundamento de la corredención mariana es—nos parece—su 
maternidad divina sobre Cristo Redentor y su maternidad espiritual sobre
 nosotros. Por eso hemos querido titular este capítulo, con plena y 
deliberada intención, la Madre Corredentora, en vez de la Corredención 
mariana, o simplemente la Corredentora, como titulan otros. Estamos 
plenamente de acuerdo con estas palabras del eminente mariólogo P. 
Llamera:
«La corredención es una función maternal, es decir, una actuación que
 le corresponde y ejerce María por su condición de madre. Es 
corredentora por ser madre. Es madre corredentora»
El orden de nuestra exposición doctrinal en este capítulo será el siguiente:
- Nociones preliminares.
 - Existencia de la corredención mariana.
 - Naturaleza de la corredención.
 - Modos de la misma.
 
Dentro de la amplitud enorme de la materia, nuestra exposición será 
lo más breve y concisa posible. No nos dirigimos a los teólogos 
profesionales, sino al gran público, que tiene derecho a que se le 
digan las cosas con brevedad, claridad y en un lenguaje perfectamente 
accesible a cualquier persona de mediana cultura.
Nociones previas
- a) FINALIDAD REDENTORA DE LA ENCARNACIÓN DEL VERBO. Prescindiendo de la cuestión puramente hipotética de si el Verbo de Dios se hubiera encarnado aunque Adán no hubiera pecado—de la que nada podemos afirmar ni negar, puesto que nada nos dice sobre ello la divina revelación—, sabemos ciertamente, por la misma divina revelación, que, habiéndose producido de hecho el pecado de Adán, la encarnación se realizó con finalidad redentora, o sea para reconciliarnos con Dios y abrirnos de nuevo las puertas del cielo cerradas por el pecado. Consta expresamente en multitud de textos de la Sagrada Escritura (Véanse, p.ej., Mt 20,28; Jn io,io; i Jn 4,9; Gál 4,4-5; 1 Tirn 1,15, etc) y constituye uno de los más fundamentales artículos de nuestro Credo: «Que por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió del cielo».
 - b) CONCEPTO DE REDENCIÓN. En sentido etimológico, la palabra redimir (del latín re y emo = comprar) significa volver a comprar una cosa que habíamos perdido, pagando el precio correspondiente a la nueva compra.
 
Aplicada a la redención del mundo, significa, propia y formalmente 
la recuperación del hombre al estado de justicia y de salvación, 
sacándole del estado de injusticia y de condenación en que se había 
sumergido por el pecado, mediante el pago del precio del rescate: la 
sangre de Cristo Redentor ofrecida por El al Padre.
c) CLASES DE REDENCIÓN. Los mariólogos—a partir de Scheeben—suelen 
distinguir entre redención objetiva y subjetiva. La objetiva consiste en
 la adquisición del beneficio de la redención para todo el género 
humano, realizada de una sola vez para siempre por Cristo mediante el 
sacrificio de la cruz (cf. Heb 9,12). La segunda—la subjetiva—consiste 
en la aplicación o distribución de los méritos y satisfacciones de 
Cristo a cada uno de los redimidos por El.
Nosotros, al hablar en este capítulo de la redención, nos 
referiremos siempre—de no advertir expresamente otra cosa—a la 
Redención objetiva realizada en el Calvario.
d) CONCEPTO DE CORREDENCIÓN. Con esta palabra se designa en 
mariología la participación que corresponde a María en la obra de la 
redención del género humano realizada por Cristo Redentor. La 
corredención mariana es un aspecto particular de la mediación entendida 
en su sentido más amplio, o sea la cooperación de María a la 
reconciliación del hombre con Dios mediante el sacrificio redentor de 
Cristo. La corredención se relaciona con la redención objetiva, mientras
 que la distribución de todas las gracias por María es un aspecto 
secundario de la redención subjetiva.
e) CLASES DE CORREDENCIÓN. Los mariólogos dividen la corredención 
mariana en mediata o indirecta e inmediata o directa. Los protestantes 
rechazan ambas corredenciones. Algunos teólogos católicos—muy 
pocos—admiten solamente la mediata o indirecta, por habernos traído al 
mundo al Redentor de la humanidad. La inmensa mayoría de los teólogos 
católicos —apoyándose en el mismo magisterio de la Iglesia—proclaman sin
 vacilar la corredención inmediata o directa, o sea no sólo por habernos
 traído con su libre consentimiento al Verbo encarnado, sino también 
por haber contribuido directa y positivamente, con sus méritos y 
dolores inefables al pie de la cruz, a la redención del género humano 
realizada por Cristo.
Existencia de la corredención mariana
. El hecho o la existencia de la corredención mariana se apoya en la 
Sagrada Escritura, en el magisterio de la Iglesia, en la tradición 
cristiana y en la razón teológica. Vamos a examinar con la mayor 
brevedad posible cada uno de estos lugares teológicos.
. LA SAGRADA ESCRITURA. Católicos y no católicos coinciden en que la
 Sagrada Escritura no dice expresamente en ninguna parte que María sea 
Corredentora de la humanidad. Pero hay en la Biblia—en ambos 
Testamentos—gran cantidad de textos que, unidos entre sí e interpretados
 por la tradición y el magisterio de la Iglesia, nos llevan con toda 
claridad y certeza a la corredención mariana.
Un resumen del argumento escriturario lo ha hecho en nuestros días el
 P. Cuervo, (Cf. MANUEL CUERVO, O.P., Maternidad divina y corredención 
mariana (Pamplona 1967) P-236-38. ) cuyas palabras nos complacemos en 
citar aquí :
«Superfluo parece decir ahora que la corredención mariana no se halla
 en la Escritura de una manera expresa y formal. Pero de aquí no se 
sigue que no se encuentre en ella de algún modo. Oscura y como 
implícitamente la encontramos en la primera promesa del redentor, que 
había de ser de la (posteridad) de la mujer, o lo que es lo mismo, del 
linaje humano, y poi tanto nacido de mujer (Gén 3,15). No se dice aquí 
que la mujer de la que había de nacer el redentor sea María, pero, en el
 proceso progresivo de la misma revelación divina, se va determinando 
cada vez más cuál sea esa mujer de la que había de nacer el redentor del
 mundo. Así Isaías dice que nacería de una virgen (Is 7,14) y Miqueas 
añade que su nacimiento tendría lugar en Belén (Miq 52), todo lo cual 
concuerda con lo que los evangelistas San Mateo y San Lucas narran 
acerca del nacimiento del Salvador (Mt 1,23; 2,1-6; Lc 2,4-7). Un ángel 
anuncia a María ser ella la escogida por Dios para que en su seno tenga 
lugar la concepción del Salvador de los hombres, a lo cual presta ella 
su libre asentimiento (Lc 1,28-38), dándole a luz en Belén (Le 2,4-7). 
Con lo cual se evidencia aún más que la predestinación de María para ser
 madre de Cristo está toda ella ordenada a la realización del gran 
misterio de nuestra redención.
Esta predestinación encuentra su realización efectiva en la 
concepción del Salvador, y en los actos por los cuales ella prepara 
primero la Hostia que había de ser ofrecida en la cruz por la salvación
 del género humano, y coopera después con Cristo, identificada su 
voluntad con la del Hijo, co-ofreciendo al Padre la inmolación de la 
vida de su Hijo para salvación y rescate de todos los hombres.
La unión de María con Jesús se extiende a todos los pasos de la vida 
del Salvador. Después de haberlo dado a luz, lo muestra a los pastores y
 Reyes Magos para que lo adoren (Lc 2,8-17; Mt 2,1-12); lo cría y 
sustenta; lo defiende de las iras de Herodes huyendo con El a Egipto (Mt
 2,13-15); lo presenta para ser circuncidado (Lc 2,21), y en el templo 
oye al viejo Simeón anunciarle el trágico final de su vida y la 
«resurrección de muchos» que le habían de seguir (Lc 2, 22-35); lo va a 
buscar a Jerusalén, donde lo halla en el templo en medio de los doctores
 de la ley, escuchándoles y respondiendo a sus preguntas, quedando todos
 admirados de la sabiduría y prudencia en sus respuestas (Lc 2,42-49), e
 interviene, en el comienzo de su vida pública, en las bodas de Caná (Jn
 2,1-5). Por fin, asiste a la ininolación de su vida en la cruz por 
nosotros (Jn 19,25), co-inmolándolo y co-ofreciéndolo ella también en su
 espíritu al Padre para conseguir a todos la vida.
Ahora bien: dada la unión tan estrecha que en la predestinación y 
revelación divina tienen Jesús y María acerca de nuestra redención, 
sería gran torpeza no ver en todos estos hechos nada más que la 
materialidad de los mismos, sin percibir el lazo tan íntimo y profundo 
que los une en el gran misterio de nuestra salud. Porque en todos esos 
hechos no sólo resalta la preparación y disposición por María de la 
Víctima, cuya vida había de ser inmolada después en el monte Calvario 
por la salvación de todos, sino también la unión profunda de la Madre 
con el Hijo en la inmolación y oblación al Padre de su vida por todo el 
género humano en virtud de la conformidad de voluntades entre los dos 
existente.
Como, por otra parte, la maternidad divina elevaba a María de un modo
 relativo al orden hipostático, el cual en el presente orden de cosas 
está esencialmente ordenado, por voluntad de Dios, a la redención del 
hombre con la inmolación de la vida de su Hijo en la cruz, por cuya 
voluntad estaba plenamente identificada la de la Madre, no sólo en el 
fin de nuestra redención, sino también en los medios señalados por el 
mismo Dios para conseguirla, la Virgen María, además de preparar la 
Víctima del sacrificio infinito, cooperó con el Hijo en la consecución 
de nuestra redención co- inmolando en espíritu la vida del Hijo y 
co-ofreciéndola al Padre por la salvación de todos, juntamente con sus 
atroces dolores y sufrimientos, constituyéndose así en verdadera 
«colaboradora» y «cooperadora» de nuestra redención, como enseña también
 el Vaticano 11 4. Es decir, en Corredentora nuestra.
He aquí de qué manera en los hechos de la revelación divina, 
contenidos en la Sagrada Escritura, está reflejada la existencia de la 
corredención mariana».
En el próximo artículo veremos EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA
