LA VIRGEN MARÍA CORREDENTORA 2/9
LA CORREDENCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA EN EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA
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El Magisterio infalible de la Iglesia se ejerce, como es sabido, de dos maneras principales:
a) De manera extraordinaria por una
expresa definición dogmática del Papa hablando «ex cathedra de forma
solemne», o del concilio ecuménico presidido por el Papa.
b) De manera ordinaria, por las
encíclicas, discursos, etc., del Romano Pontífice «ex cathedra por el
magisterio ordinario », o a través de las Congregaciones Romanas, o por
los obispos esparcidos por todo el orbe católico unidos al Papa, o por
medio de la liturgia.
No ha
habido hasta ahora ninguna definición dogmática de la corredención por
parte del magisterio extraordinario de la Iglesia, pero sí múltiples
declaraciones expresas del magisterio ORDINARIO, tanto por parte de los
Sumos Pontífices como de los obispos y de la liturgia oficial de la
Iglesia.
Aquí nos vamos a limitar al testimonio de los últimos
Pontífices por su especial interés y actualidad. [ Una prueba casi
exhaustiva del magisterio de los papas, obispos y liturgia la encontrará
el lector in la ya citada obra de CAROL De corredemptione B. V. Mariae disputato positiva (Ciudad del Vaticano io) p.509-619.
En cuanto al valor del magisterio ordinario ejercido por los papas a
través de sus encíclicas, conviene recordar las siguientes terminantes
palabras de Pío XII Tampoco ha de pensarse que las enseñanzas de las
encíclicas no requieren de suyo nuestro asentimiento, con el pretexto de
que los pontífices no ejercen en ellas el poder de su magisterio
supremo, puesto que estas enseñanzas pertenecen al magisterio ordinario,
al que también se aplican aquellas palabras del Evangelio: El que a
vosotros escucha, a mi me escuchas (Le 1, i6); y, de ordinario, todo
cuanto se propone e inculca en las encíclicas es ya, por otros
conceptos, patrimonio de la doctrina de la Iglesia. Y si los sumos
pontífices manifiestan de propósito en sus documentos una sentencia en
materia hasta entonces controvertida, es evidente para todos que tal
cuestión, según la intención y voluntad de los mismos pontífices, no puede ya tenerse por objeto de libre discusión entre los teólogos. (encíclica Humani generis 112–501; cf. D 2313).
Pío IX:
«Por lo cual, al glosar—tos Padres y escritores de la Iglesia—las
palabras con las que Dios, vaticinando en los principios del mundo los
remedios de su piedad dispuestos para la reparación de los mortales,
aplastó la osadía de la engañosa serpiente y levantó maravillosamente la
esperanza de nuestro linaje, diciendo: Pondré enemistades entre ti y la
mujer, entre tu descendencia y la suya (Gén 3, ii), enseñaron que, con
este divino oráculo, fue de antemano designado clara y patentemente el
misericordioso Redentor del humano linaje, es decir, el unigénito Hijo
de Dios, Jesús, y designada su santísima Madre, la Virgen María, y al
mismo tiempo brillantemente puestas de relieve las mismísimas
enemistades de entrambos contra el diablo. Por lo cual, así como Cristo,
mediador de Dios y de los hombres, asumida la naturaleza humana,
borrando la escritura del decreto que nos era contrario, lo clavó
triunfante en la cruz, así la Santísima Virgen, unida a El con
apretadisimo e indisoluble vínculo, ejercitando con El y por El sus
sempiternas enemistades contra la venenosa serpiente y triunfando de la
misma plenísiinamente, aplastó su cabeza con el pie inmaculado» [ ( Pío IX, bula lneffabilis Deus(8-12-1854).C.f. Doc. mar. n.255 (véase el texto original)]
Apenas es
posible expresar con mayor precisión y claridad la doctrina de la
corredención mariana en Jesucristo con Ël y por Él «Triunfar con
Cristo—advierte con razón Roschini —quebrantando la cabeza de la
serpiente no es otra cosa que ser Corredentora con Cristo. A menos que
se quiera desvirtuar el sentido obvio de las palabras».[Rosmchini, o.c.,
vol.1 p.477].
León XIII:
«La Virgen, exenta de la mancha original, escogida para ser Madre de
Dios y asociada por lo mismo a la obra de la salvación del género
humano, goza cerca de su Hijo de un favor y de un poder tan grande que
nunca han podido ni podrán obtenerlo igual ni los hombres ni los
ángeles» [LEÓN XIII, epíst. Súpremi apostolatus (1-9-1883). Cf. Doc. mar. n.329.]
«De pie,
junto a la cruz de Jesús, estaba María, su Madre, penetrada hacia
nosotros de un amor inmenso, que la hacía ser Madre de todos nosotros,
ofreciendo Ella misma a su propio Elijo a la justicia de Dios y
agonizando con su muerte en su alma, atravesada por una espada de dolor»
[In., encíclica Iucunda aemper (8-9-1894). Cf. Doc. mar. fl.412 ].
«Tan
pronto como, por secreto plan de la divina Providencia, fuimos elevados a
la suprema cátedra de Pedro…, espontáneamente se nos fue el pensamiento
a la gran Madre de Dios y su asociada a la reparación del género
humano»
«Recordamos otros méritos singulares por los que tomó parte en la redención humana cen su Hijo Jesús» [Parta humano generi (8-9-1901). Cf. Doc. mar. n.471].
«La que
había sido cooperadora en el sacramento de la redención del hombre,
sería también cooperadora en la dispensación de las gracias derivadas
de El» [ Id., const. apost. (Jbi primum (2-10-1898). Cf. Doc. mar. n.463
(véase el texto latino). Id., eptst. Parta humano generi (8-9-1901).
Cf. Doc. mar. n.471].
Nótese en
el último texto citado la distinción entre la redención en sí y su
aplicación actual. Según esto, María no sólo es Corredentora, sino
también Dispensadora de todas las gracias derivadas de Cristo, como
veremos en el capítulo siguiente.
San Pío X:
«La consecuencia de esta comunidad de sentimientos y sufrimientos
entre María y Jesús es que Marta mereció ser reparadora dignisima del
orbe perdido y, por tanto, la dispensadora de todos los tesoros que
Jesús nos conquistó con su muerte y con su sangre» [San Pío X ene. Ad
diem illum (2-2-1904. Cf. Doc. mar. n.488].
Benedicto XV: «Los
doctores de la Iglesia enseñan comúnmente que la Santísima Virgen
María, que parecía ausente de la vida pública de Jesucristo, estuvo
presente, sin embargo, a su lado cuando fue a la muerte y fue clavado en
la cruz, y estuvo allí por divina disposición. En efecto, en comunión
con su Hijo doliente y agonizante, soportó el dolor y casi la muerte;
abdicó los derechos de madre sobre su Hijo para conseguir la salvación
de los hombres; y, para apaciguar la justicia divina, en cuanto
dependía de Ella, inmoló a su Hijo, de suerte que se puede afirmar, con
razón, que redimió al linaje humano con Cristo. Y, por esta razón, toda
suerte de gracias que sacamos del tesoro de la redención nos vienen,
por decirlo así, de las manos de la Virgen dolorosa» [BENEDIcTO XV Epís
Inter sodalicia (22-5-1918). Cf. Doc. mar.]
En este
magnífico texto, el Papa afirma, como puede ver el lector, los dos
grandes aspectos de la mediación universal de María: la adquisitiva
(corredención) y la distributiva (distribución universal de todas las
gracias).
Pío XI:
((No puede sucumbir eternamente aquel a quien asistiese la Santísima
Virgen, principalmente en el crítico momento de la muerte. Y esta
sentencia de los doctores de la Iglesia, de acuerdo con el sentir del
pueblo cristiano y corroborada por una ininterrumpida experiencia,
apóyase muy principalmente en que la Virgen dolorosa participó con
Jesucristo en la obra de la redención, y, constituida Madre de los
hombres, que le fueron encomendados por el testamento de la divina
caridad, los abrazó como a hijos y los defiende con todo su amor» [Pío
XI, epist. Explorata res est (2-2-1923). Cf. Doc. mar. n.575].
«La
benignísima Virgen Madre de Dios..,, habiéndonos dado y criado a Jesús
Redentor y ofreciéndole junto a la cruz como Hostia, fue también y es
piadosamente llamada Reparadora por la misteriosa unión con Cristo y
por su gracia absolutamente singular» [ lid., enc. Miserentissimus
Redemptor (8-8-1928). Cf. Doc. mar. n.6o8].
En la clausura del jubileo de la redención, Pío XI recitó esta conmovedora oración:
« ¡Oh
Madre de piedad y de misericordia, que acompañabais a vuestro dulce
Hijo, mientras llevaba a cabo en el altar de la cruz la redención del
género humano, como corredentora nuestra asociada a sus dolores…!,
conservad en nosotros y aumentad cada día, os lo pedimos, los preciosos
frutos de la redención y de vuestra compasión» [ Radiomensaje del 28
de abril de 15. Cf. Doc. mar. n.647.]
Pío XII: ((Habiendo
Dios querido que, en la realización de la redención humana, la
Santísima Virgen María estuviese inseparablemente unida con Cristo,
tanto que nuestra salvación es fruto de la caridad de Jesucristo y de
sus padecimientos asociados íntimamente al amor y a los dolores de su
Madre, es cosa enteramente razonable que el pueblo cristiano, que ha
recibido de Jesús la vida divina por medio de María, después de los
debidos homenajes al Sacratísimo Corazón de Jesús, demuestre también al
Corazón amantísimo de la Madre celestial los correspondientes
sentimientos de piedad, amor, acción de gracias y reparación» [Pío XII, enc. Haurietis aquas (15-5-196): AAS 48 (1056) p.352].
La
doctrina de María Corredentora consta, pues, de maneara expresa y formal
por el magisterio de la Iglesia a través de los Romanos Pontífices.
LA TRADICIÓN. El
magisterio de la Iglesia en torno a la corredención mariana se
apoya—como hemos visto—en el testimonio implícito de la Sagrada
Escritura y en el del todo claro y explícito de la tradición cristiana.
Nos haríamos interminables si quisiéramos recoger aquí una serie muy
incompleta de los testimonios de la tradición cristiana. Basta decir
que desde San Justino y San Ireneo (siglo n) hasta nuestros días apenas
hay Santo Padre o escritor sagrado de alguna nota que no hable en
términos cada vez más claros y expresivos del oficio de María como nueva
Eva y Corredentora de la humanidad en perfecta dependencia y
subordinación a Cristo [El lector
que desee una información amplisima sobre el argumento de la tradición
consultará con provecho la exhaustiva obra de J. B. C.AROL. De corredernptione B. V. Mariae disquisitio positita (Ciudad del Vaticano 195o), y la de Roschini, o.c., vol 1 p.502-33].
En el próximo artículo veremos la razón teológica.