viernes, 15 de febrero de 2019
Desde el Real de la Muy Fiel y Reconquistadora Ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo
JULIO YCAZA TIGERINO
Los hombres y las tierras de Hispanoamérica conmemoran,
en este 2019, el centenario del nacimiento en Nicaragua, del notable pensador
cuyo nombre luce como título en esta nota. Veamos el transcurrir de sus días terrenales
vividos en el servicio de Cristo y la Hispanidad.
Desde muy joven figuró en los grupos de acción
política e intelectual de su país. Fue miembro de la Cofradía de Escritores y Artistas
Católico del Taller de San Lucas. En los mismos días se doctoraba en Derecho en
la Universidad Central de Nicaragua. Intervino activamente en la vida política
de su país, siendo nombrado Secretario General en Managua del grupo que
acaudillaban José Coronel Urtecho y Pablo Antonio Cuadra. En 1940, la
persecución de los simpatizantes de la España de la Cruzada y de las
Revoluciones Nacionales tuvo un nuevo momento de auge. Los diputados
nacionalistas, entre los que estaba nuestro homenajeado, fueron vilipendiados,
encarcelados, sometidos a “proceso” (frente a “Tribunales Venecianos”, dijera
Luis Alberto de Herrera) y luego deportados a una isla.
Julio Ycaza Tigerino y
Pablo Cuadra soportaron con estoicidad la cárcel, la cual ‒como dijera a sus camaradas José Antonio‒, para ellos, era “un acto de servicio”.
Puesto en libertad en 1942, se radicó momentáneamente
en Chile, donde trabajó en unión con el grupo de la revista Estudios en la que colaboró asiduamente.
Vivió luego en Buenos Aires, residencia que aprovechó para entablar relación
con los más destacados valores de la intelectualidad nacionalista argentina,
publicando artículos en diversos órganos impresos de nuestra línea. Luego, marchó
a España como delegado nicaragüense en el Congreso de “Pax Romana” en cuyo
transcurso se fundó el Instituto Cultural Iberoamericano con la Presidencia del
gran Pablo Antonio Cuadra.
Ycaza Tigerino fue una de sus principales
jerarquías teniendo a su cargo la Coordinación de la Sede Central con la rama
española del Instituto recién creado. Integrando el Instituto de Cultura
Hispánica le fue conferida la Dirección de la Sección de Problemas
Iberoamericanos. Honró como miembro al Instituto Internacional de Sociología,
amén del Instituto de Estudios Políticos de Madrid y de la Sociedad de Estudios
Internacionales. Brillante polígrafo, debemos citar algunas de sus obras más
destacadas: “Sociología de la Política Hispanoamericana”, “Originalidad de
Hispanoamérica”, “Los nocturnos de Rubén Darío y otros ensayos”, “La poesía y
los poetas de Nicaragua”, “Estudio de la poética de Rubén Darío” en
colaboración con Eduardo Zepeda Henríquez, “Poemas del campo y de la muerte”,
“Tierra de promisión” y numerosos ensayos presentados en revistas de España y
del mundo. En nuestro homenaje a este ilustre compatriota de Iberoamérica no
podemos dejar de transcribir algunas páginas de los temas que ocuparan sus años
de gran estudioso.
Tenemos ante nosotros un magnífico libro titulado
“Elementos de la Anarquía Hispanoamericana”. En su primera página nos
encontramos con estas observaciones que sirven para nuestra doliente
Hispanoamérica que “reza a Jesucristo y habla español” (Rubén Darío dixit). Con
firmeza estampa Ycaza Tigerino:
“El republicanismo democrático hispanoamericano ha sido el más largo y total ensayo de anarquización política y social realizado hasta ahora en la historia del mundo. La anarquía republicana ocupa casi toda la vida independiente de nuestras naciones. Los intervalos los llenan tiranías de personajes civiles y militares que no hicieron otra cosa que preparar nuevos períodos de anarquía sangrienta, volviendo odioso a los pueblos todo principio de autoridad, exacerbando su furioso espíritu individualista y libertario provocando la represalia y la venganza y destruyendo así toda conciencia de moral política en que poder fundamentar un sistema de organización social y un poder jurídico.” (…) “Al afirmar que el republicanismo democrático produjo la anarquía hispanoamericana estoy haciendo simplemente un juicio histórico del pasado. La democracia, tal como fue implantada en Hispanoamérica, llevó a nuestras naciones al desorden y la anarquía. Quiero decir sencillamente que, dadas las condiciones históricas de Hispanoamérica, su implantación fue aquí, un grave error político que trajo consecuencias fatales para nuestros pueblos”. (…) “La democracia constituyó pues el caldo político propicio para el desarrollo de los gérmenes de anarquía que existían en nuestros pueblos, elementos históricos y raciales de rebelión y de desorden que permanecieron dormidos bajo el sistema de gobierno español, paternal y autoritario, y que, con la guerra de la Independencia despertaron violentos, siendo encauzados en ella por la férrea disciplina militar y por el genio de grandes caudillos, pero que una vez desaparecidos éstos e implantada la república democrática no encontraron a su impulso disociador un freno, sino, por el contrario, los principios del individualismo liberal que fueron la puerta abierta a todas las tropelías y abusos de su indómita y destructora potencialidad”.
Respecto al accionar cultural ibérico en el Reino
de Indias señala Ycaza Tigerino:
“España, con un alto espíritu religioso y con un profundo sentido humano, de humanismo cristiano, no vio en América únicamente un campo de explotación de riquezas, como lo viera el genio mercantilista de Inglaterra” (…) “A Inglaterra no le importó el hombre de América, sino únicamente el territorio y sus riquezas. Visto que el indio era rebelde y débil para el trabajo, se decretó su exterminio, y se importaron esclavos blancos y negros para explotar las peleterías y pesquerías de la Nueva Inglaterra. El verdadero móvil de la Conquista Española fue, como dice Encina, «la necesidad vital de engendrar nuevos pueblos». España trajo a América sus leyes, sus instituciones y su espíritu. Su política fue de expansión nacional, expansión de la España misma, de su cultura y de su sangre. La política inglesa fue de expansión colonial…”
En “Sociología de la Política Hispanoamericana”
de Ycaza Tigerino encontramos interesantes aspectos que no podemos dejar de
compartir con nuestro camarada lector. En el capítulo primero del citado libro
leemos al autor que nos ocupa:
“Esta escisión de la vida política hispanoamericana fruto de la suplantación realizada con la Independencia, de las formas políticas originarias de nuestra historia, por una democracia liberal y federalista mal copiada de los Estados Unidos, encuentra su expresión en el indiferentismo esencial de la masa popular, especialmente campesina que es la mayoritaria de nuestros pueblos, hacia los problemas políticos pues estos problemas políticos no son los problemas del pueblo, sino los de la minoría política y se refieren exclusivamente al control del Estado, concebido como botín de lucha partidista. La masa popular hispanoamericana no ha sido sino un instrumento electoral en manos de dirigentes que ejercen sobre ellos una influencia personal y no ideológica. Los partidos de masa, es decir de masa organizada bajo consignas ideológicas en que el partido como tal organismo está por encima de los dirigentes, que comienzan a aparecer ahora en la vida hispanoamericana y no del todo libres del personalismo” (…) “Este personalismo esencial de los pueblos hispanoamericanos, que hace fracasar el juego democrático conduciendo a los extremos de la anarquía, obedece a su sentido humano y humanista opuesto a la racionalización de la sociedad y de la política al racionalismo fundamental de la democracia. Para los pueblos hispanoamericanos, como para el pueblo español, toda relación social, toda relación humana, es una relación vital, individualizada, una relación con la persona, con el individuo. Ese ente abstracto, inventado por la democracia y llamado por ella ciudadano, con derechos y deberes propios e independientes de su condición real y viviente, no encaja en la concepción simple y vital que de la sociedad tiene el hombre hispanoamericano. No cabe para él, pues, la existencia del Partido o del Estado como una asociación de ciudadanos. El Partido no es sino una asociación de amigos alrededor de uno de ellos o de determinados intereses y sigue siéndolo cuando se apodera del Estado y se convierte en Gobierno. El Gobierno es así, Gobierno de los amigos para ayudar a los amigos. Por la misma razón, el Partido contrario es la asociación de los enemigos, y cuando está en el poder, el Gobierno enemigo. Así se explica el encono de las luchas políticas entre partidos cuyas diferencias ideológicas son mínimas y de hecho inexistentes para la inmensa mayoría de sus partidarios…”
Poco más adelante en el trabajo que nos ocupa, el
doctor Ycaza Tigerino afirma:
“Hemos hablado antes de un vitalismo personalista esencial de nuestros pueblos hispanoamericanos opuesto a la racionalización política y social que la democracia liberal implica. Este vitalismo constituye una actitud política valorativa. Un valor político con su doble aspecto. El primero no se refiere solamente a una oposición elemental al racionalismo democrático, sino que se manifiesta también en un repudio esencial del estatismo moderno. El Estado moderno como forma racionalista e impersonal de la sociedad, como producto no de la biología social, sino de la razón social y del contrato social, es rechazado por el hombre Hispanoamericano, como también por el hombre español. La raíz de este rechazo está, pues, en el individualismo español. Pero este individualismo español que se opone al estatismo moderno, no se opone esencialmente a la integración del individuo en unidades colectivas superiores y universales, aunque no sea precisamente un coadyuvante de la misma. En cambio, el individualismo de la Historia moderna europea, que paradójicamente y de rechazo ha producido ese estatismo, sí se opone a esa integración social del individuo en la Humanidad, que al explicar atrás la primacía de lo político en el mundo moderno, señalábamos como dirección predominante de la personalidad del hombre de nuestro tiempo. Y precisamente la crisis de este mundo moderno nace de esa lucha u oposición en el hombre entre su dimensión social dominante ahora y el individualismo artificial de la sociedad y de la Historia modernas. Hay que diferenciar, pues, esencialmente ese individualismo español, rasgo psíquico y vital de la personalidad social y cultural de un pueblo, y el individualismo europeo moderno, fenómeno de evolución o involución social producto de una falsa y artificial concepción naturalista del hombre y de la sociedad…”
“El individualismo español que no ha impedido a España realizarse en la más ancha y en la más honda dimensión de la Historia, encierra incluso valores sociales positivos. Menéndez Pidal en su «Introducción a la “Historia de España» señala como fruto del individualismo hispano un sentido de compenetración de las minorías dirigentes por las mayorías que no toleran un autoritarismo absoluto de parte de aquéllas, sino que comparten, en cierta manera, la propia dirección de los movimientos históricos. Otro fruto del individualismo hispano es el concepto del honor. Las más implacables y desmesuradas vindicaciones de las ofensas contra el honor, representadas en nuestra literatura, escribe el autor citado, nacen de mirarse el individuo como depositario y a la vez como responsable de valores esenciales de la vida colectiva: el honor individual es una parte en la estructura moral de la comunidad entera y las tragedias que inspira representan un vivo punto de tangencia entre el individuo y la conciencia de solidaridad social” (Ramón Menéndez Pidal, Historia de España, Tomo I, Espasa Calpe S.A., Madrid, 1947).
“El individualismo europeo moderno basado en el falso naturalismo rousseauniano ha aislado a los individuos, los ha enfrentado y enemistado al dar libertad y carta de bondad a sus intereses y concupiscencias. De esta manera ha contrapuesto los términos libertad individual y sociedad, haciendo nacer a ésta de una renuncia voluntaria de aquélla. Forzosamente la sociedad, representada por el Estado, se ha visto obligada frente al conflicto y la lucha de intereses individuales y clasistas, a tomar partido por los más débiles como una exigencia esencial de la vida colectiva, aumentando así desorbitadamente su tutela policíaca a todos los órdenes de la sociedad humana. El Estado moderno se ha convertido en una forma social no espontánea ni natural sino artificiosa y contradictoria, por cuanto en vez de ser expresión normal del espíritu social humano, es fruto de la necesidad de corregir una anormal atrofia del mismo producida por una perversa hipertrofia de la realidad humana…”
Hasta aquí nuestro brillante homenajeado. Deberíamos
seguir. Creemos sin embargo, que es necesario hacer un paréntesis a nuestra
reseña y permitir otros capítulos. La
riqueza del mensaje del intelectual centroamericano así lo amerita.
Julio Ycaza Tigerino vivió en la Patria las últimas
décadas del siglo XX. Lamentablemente, coincidió su presencia con la siniestra
subversión anarco- marxista que se ocultaba bajo el nombre de Sandinismo. Su
claro planteo Católico Tradicionalista lo llevó a enfrentar la conspiración
masónica y soviética. Por ello fue encarcelado en dos oportunidades. Anciano,
enfrentó, sin desmayar, los últimos buenos combates por la Verdad. En el año
2001, Dios lo llamó para que tomara el puesto de “centinela junto a los luceros”.
Allí, descansa en Paz. Firmes, elevamos una oración y lo saludamos en alta voz:
JULIO
YCAZA TIGERINO
¡PRESENTE!
y al mismo tiempo hacemos el eterno ademán que
nos legara José Antonio, esto es: Brazo en Alto, Palma al Cielo.
Luis Alfredo Andregnette Capurro