martes, 19 de marzo de 2019
DESDE MEDIADOS DEL SIGLO XIX,
ININTERRUMPIDAMENTE, LOS POLÍTICOS LIBERALES SE INSPIRARON EN EL SERVILISMO MENTAL
QUE ADOPTARON LOS DESQUICIADOS “PRÓCERES” UNITARIOS, PARA INSTAURAR LA
“COLONIZACIÓN PSICOLÓGICA INGLESA”; TRANSFORMANDO NUESTRA NACIÓN SOBERANA EN
UNA FACTORÍA ANGLO-YANQUI.
AHORA BIEN, EL MÉTODO PARA SOMETERNOS
PSICOLÓGICAMENTE VARÍA SEGÚN LAS CIRCUNSTANCIAS HISTÓRICAS, PERO EL FIN
PROPUESTO QUEDA INCÓLUME. HOY DÍA, COMO NO PUEDEN ANULAR TOTALMENTE EL AMOR A
LA PATRIA, SÓLO PERMITEN QUE SE EXPANDA EN LAS CANCHAS DE FUTBOL, MIENTRAS EL
PAÍS AGONIZA POLÍTICAMENTE. YA NI SIQUIERA SOMOS EL “GRANERO DEL MUNDO”; SOMOS UNA
FACTORÍA CON DIRIGENTES CORROMPIDOS, Y UN PUEBLO QUE SE DIVIERTE JUGANDO AL
FUTBOL Y BAILANDO TANGO.
CADA DÍA MÁS DESPROTEGIDO, NUESTRO PAÍS ESTÁ
ACTUALMENTE SOMETIDO POR LA INAUDITA INTROMISIÓN EN ASUNTOS ESTRICTAMENTE
NACIONALES DE ORGANIZACIONES DE “DERECHOS HUMANOS”, FMI, SECTAS AMPARADAS POR
USA, SIONISMO, ETC. ESTAS SE ADJUDICAN, GRACIAS A LOS DÓLARES QUE REPARTEN
PRÓDIGAMENTE ENTRE LOS MIEMBROS CONSPICUOS DEL RÉGIMEN, FALSOS DERECHOS SOBRE
NUESTRO PAÍS.
SIMULTANEAMENTE, DETRÁS DE ESTA MANIOBRA, LA
HIPOCRESÍA “PROGRESISTA” Y MARXISTA PROTESTA CONTRA EL IMPERIALISMO
JUDEO-CALVINISTA, PARA ENTREGARNOS A LA SERVIDUMBRE JUDEO-MARXISTA.
TRANSCRIBO A CONTINUACIÓN, DEL ARTÍCULO: “DEL
SERVICIO SECRETO INGLÉS AL JUDÍO DICKMANN”, ESCRITO POR:
Ramón Doll
EL
CAPÍTULO:
“LA COLONIZACIÓN PSICOLÓGICA INGLESA”
Una muy eficaz es la campaña de los
vencedores de Caseros, que continúa hasta ahora, tendiente a demostrar que
nuestro derecho público, constitución, leyes, organización, etc., son
superiores al pueblo argentino. No hay día que la gran prensa no diga y repita
hasta la saciedad que las leyes son excelentes pero los argentinos no estamos
preparados, somos muy rudos, muy atrasados para comprender las exquisiteces de
una ley Sáenz Peña o de un régimen representativo que cuesta millones de pesos
mensuales a la nación.
Véase porqué esta patraña innoble no resiste
el menor análisis y que de primera intención se advierte en ella un propósito
divisionista de modo que esté siempre escindida la sociedad argentina. La idea
de que nuestro pueblo es inferior a las instituciones que nos rigen es un idea
desarrollada en la prensa argentina inmediatamente después de Caseros hasta la
fecha y mantiene al país en estado de guerra civil permanente entre las
minorías dirigentes y las clases populares dirigidas, pues si estas son
indignas de acceder al gobierno, aquellas tienen derecho a ejercer una tutela
política mediante el fraude, tutela que inmediatamente de discernida se empieza
atacar, porque entonces se recuerdan las
leyes según las cuales el pueblo debe gobernar. Si gobiernan los jefes
populares, malo porque las masas argentinas no saben gobernar; si gobiernan las
minorías tutoras, malo también porque es el pueblo el que debe gobernar.
En ese rompecabezas estamos desde1810 y nos
mantienen en ese estado de provisorato crónico, para que no nos podamos dar un Estado
autóctono y original que calce en la nación como el guante en la mano. Y si
digo que Inglaterra es la que estimula el divisionismo entre clases populares y
clases regentes, no es una humorada o una explicación traída por los cabellos,
pues eso lo ha hecho aquí y en todos los países hispanoamericanos, y en España misma,
importando su liberalismo y su sistema de partidos turnantes que polarizan a la
sociedad en bandos irreconciliables.
Otra idea inculca el Imperio Británico a sus
colonias, por lo tanto a la Argentina, y es la de que, para nosotros, pagar las
deudas externas que hemos contraído con sus banqueros judíos es una cuestión de
honor nacional. Nosotros esquilmaremos al contribuyente, paralizaremos toda
iniciativa industrial con gabelas prohibitivas y ahorraremos sobre el hambre y
la sed del pueblo, pero ¡Qué no se deje
de pagar un solo cupón a los usureros de Londres! Desde chicos nos
enseñaron un servilismo abyecto a los prestamistas Baring Brothers que cobraron
su célebre empréstito de 1823 diez veces en intereses compuestos. Ahora se está
comprobando que la mayoría, parte o todo el dinero que nos han prestado,
provino de nosotros mismos, era nuestro, y los Baring Brothers se limitaron a
cobrar su punto o punto y medio de comisión como intermediarios de una operación
que consistía en sacarle al prestatario dinero de su bolsillo izquierdo y
ponérselo en su bolsillo derecho.
Otra
forma de la colonización intelectual británica ha sido declararnos campeones
del pacifismo internacional. Por ahí, de vez en cuando, halagan la vanidad de
dos o tres profesores pedantones de derecho internacional público y le hacen
traducir los libros al inglés. Otras veces nos nombran árbitros de ignoradas
pesquerías en Terranova o en casos más apremiante lo colocan a un monigote
internacionalista en la presidencia de la Sociedad de las Naciones para que
defienda la independencia de Abisinia contra un país con el cual nos ligan
vínculos indestructibles de sangre. Por supuesto que somos pacifistas y amamos
el arbitraje, siempre arreglamos nuestras cuestiones de límites llamando a
Inglaterra para que los fije, la cual nos cercena siempre territorios porque,
como somos paladines del arbitraje, no podemos protestar, y en cambio,
protestarían los otros si les quitaran a ellos los territorios. Esta vocación
irresistible de internacionalistas y pacifista que Inglaterra nos ha encontrado
a nosotros, esa que Alfredo Palacios llama generosa tradición argentina para arreglar
sus pleitos, nos ha inhibido para toda clase de política internacional y, sobre
todo, nos ata las manos para que ejerzamos el poderío que nos brindó la
naturaleza al concedernos la llave de la cuenca del Plata. Inglaterra fue la
que nos hizo perder su señorío total, consiguiendo la independencia del
Uruguay; Inglaterra fue la que bregó para que los dos ríos Paraná y Uruguay
sean internacionales; Inglaterra siguió internacionalizándonos colocando
siempre en el ministerio de Relaciones Exteriores argentino los solemnes
guacamayos de vistoso plumaje que están siempre frente a la modesta tarea de pacificar
al mundo con teorías y pactos y no saben una palabra de nuestra geografía y de
nuestra historia.
He aquí un fragmento nada más de una
infiltración psicológica de la que no hablarán jamás nuestros adversarios. +
Escrito en 1939, y reproducido por Dictio, pgs. 191/220.