Primer Capítulo General de la Orden San Elías
Fuente: http://sanelias.net/?p=817
Con
gran alegría, entre el lunes 4 y el jueves 7 de marzo de 2019, pudimos
tener con algunos de los miembros sacerdotes, el Primer Capítulo General
de la Orden San Elías, esta pequeña asociación misionera en vistas de
ser, en un futuro, una Sociedad de Vida Apostólica.
En
un clima de real fraternidad y con un enorme asombro para los
participantes (que nunca en su vida se hubiesen imaginado estar al
frente de esta obra), luego de revisar los Estatutos (por ahora
existe una aprobación “ad experimentum”) hicimos propios los principios
enumerados en el escrito que ahora transcribimos titulado“La orden que anhelamos”.
Porque con los cuerdos ya probamos, probemos con los locos…
P. Javier Olivera Ravasi, SE
La orden que anhelamos
P. Federico Highton, SE
Moderador general
– No. No sólo no queremos una congregación empeñada en existir sino que queremos una Orden (usamos la expresión lato sensu) que parezca empeñada en que no la dejen existir más.
No queremos una congregación deseosa de reconocimientos, sedienta de
miembros o de ser mencionada, ni experta en tomar medidas para quedar
bien ante los heresiarcas sino una Orden que se goce en quedar mal y
tener problemas a causa de haber predicado la Verdad.
– No
queremos una congregación deseosa de recibir favores de la progresía
eclesial, sino una Orden que no pague tributo a ningún Pilato y en la
que jamás se oiga la más mínima palabra adulatoria, sea quien sea el
gobernante de turno.
– No queremos
una congregación que acumule ahorros o que sea diestra para recaudar
fondos, sino vivir de limosna, olvidados del vil metal, donde la plata
sea tocada con asco, felices de vivir abandonados a la Omnipotente
Providencia de Dios.
– No queremos
un instituto de respetables monseñores sino falanges de Apóstoles
parresíacos a los que no les importe nada ni “el qué dirán” ni la cárcel
ni el hambre ni la muerte ni ninguna injusta sanción, venga de la sede
que venga.
– Queremos una Orden que sólo espere los favores de Dios, no los de los magnates del siglo y ni siquiera del siglo eclesiástico.
– Queremos una
Orden pródiga en “medios paupérrimos” -fe, oración y penitencia- y
carente de riquezas materiales para que sea evidente que todas las
conquistas apostólicas obtenidas fueron Gestas del Altísimo y no
maniobras humanas.
– Anhelamos una
Orden Crucificada, una Orden plenamente idealista (en el sentido de los
Ideales juveniles y altísimos que abraza), una Orden que, salvo un
milagro (o varios), parezca inviable o humanamente imposible de existir,
una Orden que durante su período de existencia -sea larguísimo o
efímero- brille por haber osado intentar hazañas apostólicas
quijotescas, una Orden que no sepa nada de prudencias humanas, de
restricciones mentales o de arreglos con los magnates -civiles o
eclesiásticos.
– Una Orden
que prefiera mil veces ser cerrada antes que uno de los miembros se
abstenga de decir una frase que su conciencia le pide decir; una Orden
donde no sólo se emprendan misiones martiriales sino que la misma Orden
sea martirial al vivir dispuesta (y expuesta) a ser cerrada “dando la
vida por los amigos”; una Orden que elija vivir un año de león antes que
mil de gallina.
– Una Orden
toda de cara a la Eternidad, una Orden que no sea un reducto sino un
escuadrón de combate, una Orden cuyas espaldas las cuiden los Ángeles
del Paraíso y no “contactos” encumbrados, una Orden que sea precursora
del Precursor de la Parusía (que es San Elías), una Orden ajena a toda
propaganda, una Orden que incomode a todos los que quieren un
“cristianismo” acomodado a nuestros tiempos, una Orden en la que todo
ensueño de hazañas misionales sea bienvenido y bendecido, una Orden a la
que no le importe nada quedar bien con nadie sino sólo con Dios.
– Una Orden
que no tenga más razón de ser que la de ser un mero soporte para la
Épica católica, una Orden cuya regla torne prácticamente imposible que
se instale en ella el fariseísmo, una Orden a la que no le importe nada
tener un número ridículo de religiosos, una Orden que moleste a los
traidores y a los tibios, una Orden odiada por el Infierno, temida por
los ministros de la iniquidad, una Orden que viva el Evangelio
literalmente, una Orden de amigos entrañables, una Orden que sepa
burlarse del mundo moderno, una Orden que de verdad sea signo de
contradicción, una Orden que tenga desdén por el proselitismo en su
propio favor, una Orden donde nadie se sienta coaccionado a entrar o a
no salir.
– Una Orden
que inquiete a los pusilánimes, que busque poner en cortocircuito total
al Nuevo Orden Mundial, una Orden que prefiera el fracaso más rotundo
antes que negociar un principio, una Orden donde sea imposible “hacer
carrera”, una Orden que se empeñe en convertir los más remotos pueblos
paganos, una Orden anhelante de mil martirios, una Orden que no tenga
nada de diplomática, una Orden que no tenga interés en ver frutos sino
sólo en dar el más heroico testimonio de fe en Cristo Crucificado, una
Orden que, aun cuando le sean concedidos pocos días de vida en la faz de
la Iglesia, deje en el Cuerpo Místico un ejemplo imborrable del más
épico Quijotismo católico.
Una Orden
que si algún día fuese clausurada, sea recordada como una Orden
Religiosa en la que se vivió a lo grande, a la tremenda…
Una Orden de
ensueño, una Orden que sólo quiso osar extraordinarias hazañas para
Dios, una Orden parresíaca, una Orden libre con la libertad de los hijos
de Dios, una Orden que no midió ni calculó nada, una Orden toda de la
Virgen, una Orden en la que Dios se gozó…
Esa Orden queremos. ¡Que Dios nos la conceda!
¡Viva Dios!
Padre Federico
Misionero en Extremo Oriente
Meseta Tibetana, 13/5/16,
Fiesta de Nuestra Señora de Fátima