06 de Diciembre de 2012
Con la irrupción del 7D y la obsesión del Gobierno de Cristina
Elisabet Fernández Wilhelm por identificar en dicha fecha un quiebre
histórico, sobrevino la pregunta: ¿es el Grupo Clarín un factor de poder determinante para la vida política argentina?
Primero Néstor Kirchner; luego, Cristina Fernández y, por último,
todos los miembros del Gobierno Nacional repitieron hasta el cansancio
que el Grupo Clarín es “destituyente”, “golpista” y que representa el
principal obstáculo para el éxito del modelo nacional y popular. Hector Magneto es caracterizado como una suerte
de hombre súperpoderoso, propietario de una capacidad infinita para
manejar en forma decisiva el escenario político local. En definitiva,
para el Frente para la Victoria, el Grupo es más fuerte que nadie.
Cuantificar el poder de un actor dentro del sistema político es,
ciertamente, una acción compleja. El poder no se mide en kilos, litros o
metros. Quizás, la única forma de calcular el poder de un elemento
provenga de la propia definición de la palabra “poder”. Algunas de las
definiciones que aporta la Real Academia Española al término en cuestión
son: “tener más fuerza que alguien” y “tener expedita la facultad o potencia de hacer algo”.
Basándonos en las definiciones citadas, y analizando el éxito o el
fracaso del multimedio en su teórica empresa “golpista”, podríamos
dilucidar si el grupo es efectivamente un agente “poderoso” o “no
poderoso” dentro del escenario local.
La guerra entre Clarín y el Gobierno se desató luego del denominado conflicto con el campo.
Conforme el discurso oficial y paraoficial, Magneto intenta, desde
sucedida aquella crisis, destituír a Cristina Elisabet Fernández de
Kirchner. Siguiendo dicho orden de ideas, podría sostenerse que el
multimedio ha sido abiertamente ineficaz en su supuesto objetivo
destituyente. La compañía no solo no ha alcanzado (ni por asomo) su meta
sino que la actual jefe de Estado conseguiría en octubre de 2011 la más
abultada victoria electoral desde el retorno de la democracia. ¿Dónde
reposa, finalmente, el poder real del Grupo Clarín? Si acaso su CEO,
Héctor Magneto, fuese tan influyente, ¿por qué Cristina fue la
mandataria más votada en las últimas tres décadas? Si el Grupo es
“destituyente”, ¿por qué no logró derribar al gobierno desde el inicio
de los conflictos en 2009?
La respuesta a todas estas preguntas es solo una: Clarín no es tan
poderoso y trascendental para la vida nacional como el gobierno lo pinta.
O bien esas denunciadas intentonas golpistas jamás existieron y fueron
un invento de la Casa Rosada, o bien fueron tan débiles que ni siquiera
lograron incomodar levemente a la Presidente de la Nación.
La novela de Magneto, los monopolios, los grupos de medios concentrados y los actores destituyentes
son parte de un gran relato. Verborragia que el gobierno intenta
construir con la más poderosa de las herramientas del escenario político
argentino: el aparato estatal nacional.