miércoles, 5 de diciembre de 2012

UN EJEMPLO DE LA JUSTICIA TRANSICIONAL Y LOS DDHH.

EL SR. JUEZ CARLOS ROZANSKI DEL TOF 1 DE LA PLATA.
Polémico juez acusado por sus propios empleados
El magistrado que condenó a cadena perpetua a Miguel Etchecolatz y Christian Von Wernich y hoy investiga los crímenes perpetrados en el llamado “circuito Camps” podría ir a juicio político por las denuncias sobre mal tratos e irregularidades en su juzgado.
Acostumbrado a los procesos difíciles y las amenazas de muerte, el presidente del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata nunca imaginó que manejando temas tan delicados como ésos los problemas estallarían puertas adentro y serían planteados por sus propios empleados del juzgado. Y que la denuncia tendría el respaldo del secretario de DD.HH. de la CGT Julio Piumato.
Carlos Rozanski, pelirojo y más bajo de lo que muestran las cámaras, asegura que es la cotidiana práctica de yoga lo que le permite estrenar los 60 años con cierta entereza en un momento complicado: ser uno de los magistrados más activos en los juicios de DD.HH. y, paradójicamente, estar acusado de violentar los derechos de la gente que trabaja con él. Pero lo cierto es que a fines de la dictadura los derechos humanos no formaban parte de sus preocupaciones. Histórico de Boedo, donde su familia todavía conserva una mueblería, usaba el pelo largo y estudiaba con parejo entusiasmo derecho y guión televisivo (con su libro Venta de Humo se convirtió en autor invitado del ciclo Compromiso y tuvo un paso fugaz ante las cámaras en 1985, como comentarista del juicio a las juntas). Sin militancia partidaria ni vinculación con los organismos de DD.HH. que hoy lo cobijan, sabía que quería hacer valer su título de abogado de la UBA, sin tener muy clara la especialidad. Hizo un poco de todo -laboral, penal, civil, comercial-, lo que necesitaran los potenciales clientes que llegaban a su estudio a la calle en el barrio de Pompeya. A través de un cliente para el que trabajó como manager, conoció a Piero de Benedictis, hoy uno de sus íntimos amigos, que influiría en su decisión de irse a vivir a Bariloche, adonde llegó con dos hijos entonces adolescentes y su mujer, psicóloga, con la que lleva casado cuatro décadas. Reglas no escritas En el Sur llegó a ser juez, cuenta, tentado por un aviso publicado en el diario Rio Negro. Y ahí también conoció la exposición mediática y la polémica. Durante un juicio en el Bolsón, interrumpió el interrogatorio que un colega le hacía a una menor débil mental, víctima de una violación. Después de un fuerte cruce de palabras, Rozanski lo denunció por torturar psicológicamente a una testigo. Era la primera vez que denunciaba a un juez. Y no sería la última: volvió a hacerlo después de que el juez Leguizamón Pondal, que enfrentaba un proceso en el Consejo de la Magistratura local, se resistió a ser juzgado por Rozanski. ¿La razón? Rozanski era judío. Ser camarista en el Sur le dio el impuso y buscó lo mismo en Buenos Aires. Se sacó la nota más alta en el concurso y el entonces presidente Fernando De la Rúa, que se había comprometido a nombrar al mejor de la terna, lo hizo juez del TOF 1 de La Plata en el año 2000. Ahora vive en Villa Elisa, maneja un Ford Focus y gana un sueldo de alrededor de treinta mil pesos más extras. Pero no todas sus cruzadas fueron épicas. Más terrenales y conflictivas resultaron las denuncias en su contra que hoy se dirimen en el Consejo de la Magistratura y que abren un frente inesperado para el juez, que sueña con pasar a la historia como el que llevó adelante la mayor cantidad de juicios por la verdad. El escándalo empezó en 2009, pero estalló este año. Pablo Bertuzzi había sido nombrado tercer integrante del Tribunal Federal 1 de La Plata. Rozanski lo recibió con té de vainilla y los brazos abiertos. No esperaba que el recién llegado decidiera averiguar en qué situación se encontraba el Tribunal. Lo primero que dice haber visto Bertuzzi no le gustó nada: arrumbada en el piso dormía una vieja causa prescripta, que por falta de trámite había dejado en libertad a la banda acusada de “mejicanear” el dinero del secuestro del padre de Pablo Echarri. El recién llegado se presentó ante el Consejo de la Magistratura y solicitó la realización “urgente de una amplia auditoría tendiente a determinar el estado de situación del Tribunal”. El cuadro que describe Bertuzzi en su presentación es inquietante: abandono total de todas las causas que no tuviesen vinculación con delitos de lesa humanidad o personas privadas de su libertad. En la práctica, un millar de expedientes abandonados a su suerte, lo que hizo que en La Plata se hablara del TOF 1 como “Prescribilandia, la zona donde todo prescribe”. El Consejo envió dos auditores que comprobaron que durante el 2008 prácticamente no se habían llevado adelante juicios “comunes” y que existían unas cuatrocientas causas sin radicar. Pero también sostuvieron que la situación de atraso estaba justificada por la magnitud de los juicios que había tramitado: Christian Von Wernich y Miguel Etchecolatz. El mismo argumento que sostiene públicamente y sin dudar el juez Rozanski a la hora de explicar sus prioridades: “Las causas con detenidos y los juicios de lesa humanidad”. A partir de la conclusión de esa misma auditoría sobre un centenar de causas con detenidos y sin ellos con riesgo de prescribir, la Cámara de Casación decidió que se formara una suerte de tribunal paralelo que se ocupara de las causas comunes. En un hecho sin precedente, quedó parte del Tribunal en una vieja casona en la calle 47 ocupándose de las causas comunes, y Rozanski y los suyos se mudaron al anfiteatro de la AMIA para tramitar las causas de lesa humanidad. Rozanski contraatacó cuestionando a sus dos colegas del tribunal por intento de sabotaje de otra causa sensible, la de la Unidad Penitenciaria 9 de La Plata, y denunciándolos ante la justicia.
Las denuncias de Rozanski en sede judicial fueron rechazadas in limine, pero ninguno de los dos jueces se quedó en La Plata. Uno se jubiló. Y Bertuzzi, que pidió el traslado al TOF 4 de la Capital, dice: “La convivencia con Rozanski era insoportable. Me era imposible ejercer como juez de la manera en la que yo creía correcta. Nunca me perdonó haber querido poner en orden el Tribunal”. Mientras tanto, el juez vio desfilar ante el Consejo de la Magistratura a once de sus empleados, que uno tras otro insistían en mostrar su cara menos amable y autoritaria. Pese a que en su amplia mayoría eran empleados a quienes el juez había elegido personalmente, denunciaron serias desprolijidades, malos tratos, órdenes de Rozanski para espiar a los otros jueces del tribunal. Uno resumió: “Dividió el Tribunal entre leales y traidores. No se puede vivir en un ámbito de espanto y de miedo sin saber qué nueva realidad se va a inventar el doctor Rozanski. Ir al despacho a una reunión podía significar someterse a una violencia simbólica significativa”. Para el juez, en cambio, el desfile de testimonios se trató de una triste ficción colectiva. Haciendo uso del derecho de todos los imputados, Rozanski estuvo presente en alguna de las declaraciones. Y más de una vez tuvieron que pedirle que moderara el tono de las preguntas para no intimidar a los testigos. Pero el panorama se complicó más cuando, en su calidad de representante de los judiciales, Julio Piumato ratificó la denuncia por “acoso laboral”, pidió protección frente a posibles represalias y dobló la apuesta solicitando también su juicio político. Quienes sospechan de Rozanski, se encolumnan detrás del sindicalista que se atreve a acusar a un considerado “intocable”, el juez de la causa Etchecolatz. La respuesta no se hizo esperar: Rozanski lo denunció por “presiones y amenazas” y aseguró que Piumato lleva adelante un plan para desestabilizarlo a él y afectar los juicios que lleva adelante. Rozanski se niega a develar en qué basa semejante conjetura, pero fuentes cercanas al juez aseguran que resultó al menos sospechosa la actitud de Piumato de convocar a una asamblea minutos antes de dar comienzo al juicio por los crímenes cometidos en la Unidad 9, el mismo lugar donde el propio Piumato estuvo detenido durante la dictadura. Vínculos fluidos Imperturbable, el juez sabe que cuenta con el respaldo de los organismos de DD.HH. Tati Almeida, de Madres línea fundadora, no duda : “Es nuestro juez querido y considero deplorables las denuncias”, dice. En eso se ampara Rozanski. Y, dice, en el apoyo público de los otros 19 empleados, también nombrados por él, que comparten su tribunal día a día y dicen que “cuando hablamos de Tribunal hablamos de nuestro segundo hogar”. Rozanski se jacta de no tener contactos políticos que lo sostengan, aunque admite vínculos fluidos con miembros de la Corte y de la Asociación de Magistrados, quienes han intercedido más de una vez en medio de sus conflictos. Y cierto abrigo en el Consejo de la Magistratura “más que por vínculos personales, por la afinidad de este juez con las causas que más le importan a la Presidenta”, asegura un consejero de los “históricos”. El impulso del Gobierno (de Néstor primero y Cristina Kirchner después) a los juicios por la verdad ha sido siempre prioritario. Esta semana, el senador Mario Cimadevilla sumó la denuncia de Piumato al resto de los expedientes que rondan en el consejo de la Magistratura y se convirtió en el consejero instructor del “caso Rozanski”. Después de pedir nuevas pruebas, puede elaborar un dictamen solicitando su absolución o pidiendo la indagatoria. ” Soy de la UCR -dice-; Raúl Alfonsín hizo campaña hablando del enjuiciamiento de las juntas cuando el peronismo proponía la amnistía. A mí con el tema de los derechos humanos no me van a correr”. Rozanski, que estaba a cargo del juicio en el que declaró Julio López antes de desaparecer, dice que está obsesionado en lograr que los testigos declaren tranquilos hoy en la megacausa que lleva adelante por los crímenes en el ” Circuito Camps”. Para sus críticos más duros, su tardío compromiso con los derechos humanos esconde ambiciones personales. Fin de año llegará con noticias: sabrá si todo lo que pasó quedará en un mal recuerdo o si deberá enfrentar un largo proceso que podría terminar con su destitución. Carlos Rozanski espera, ni tan manso ni tan tranquilo. QUIEN ESNombre y apellido:Carlos Rozanski Edad: 60 En familia: Es un histórico de Boedo, donde su familia tiene una mueblería.Está casado con una psicóloga con quien tiene dos hijos. Carrera judicial: Estudió derecho en la Universidad de Buenos Aires. Fue camarista en el Sur y en el año 2000 se convirtió por concurso en juez del TOF 1 de La Plata..
Romina Manguel