por CLAUDIO M. CHIARUTTINI
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata).
Justo cuando Cristina
Fernández de Kirchner avanza con una reforma judicial que le permitirá
colonizar a la Justicia, acto que la deja a un paso de la suma total del
poder público, la imprevista movilización de más de 2 millones de
personas hace tambalear el proyecto hegemónico de eternización del
cristinismo talibán.
En parte, fueron ese intento de extenderse indefinidamente en el poder
que tiene el Frente para la Victoria, y el esfuerzo por ahogar y someter
al Poder Judicial, los catalizadores del 18A, superando el 8N a causa
de la multiplicación de los focos de protestas. Otra vez, tal como
ocurrió hace 5 meses, fueron las acciones de Cristina Fernández las que
hicieron multitudinaria la movilización.
En ese escenario, la vieja denuncia de fuga y lavado de dinero,
supuestamente originado en la corrupción, reciclada en la pantalla de
Canal 13 por Jorge Lanata -adelantada 5 años atrás por Jorge Asis pero
sin los testimonios, que ahora le dieron contundencia al dato-, impulsó
la expresión pública del enojo de cientos de miles de personas que
marcharon el 18A, corporizando el cambio de humor social que algunas
encuestas ya habían detectado.
El 18A deja a Cristina Fernández mucho más frágil, pero muy lejos
todavía de ser una Presidente de la Nación débil. Puede que sus planes
de re-relección hayan naufragado pero eso no implica que la Presidente
de la Nación renuncie a continuar intentando reformar la Constitución
Nacional con el fin de buscar un 3er. mandato.
El populismo hegemónico latinoamericano del siglo 21, que se sostiene
apelando a la utilización política de las masas más necesitadas,
acostumbra intentar desconocer a las masas de las clases medias y bajas
cuando se expresan en su contra. Así, Venezuela es el espejo donde se
mira la Argentina. Incluso, ese populismo hegemónico se anima a desoír
el mensaje de las urnas ('tongo' electoral cometido por Nicolás Maduro).
Sin embargo, todo eso, a la vez, deslegitima sus acciones: es el
horizonte irremediable de Cristina Fernández, en su intento de estirar
la presencia del kirchnerismo en la Casa Rosada.
Dato 1
El primer dato clave que deja el 18A es que no se pueden movilizar más
de 2 millones de personas sin el aporte del peronismo en su conjunto. En
la marcha del jueves, participaron estructuras sociales, políticas y
gremiales que estuvieron ausente en las anteriores 6 protestas (o
intentos de reclamos). El peronismo completo comienza a soltarle la mano
a Cristina Fernández, tal como antes lo hicieron con Carlos Saúl Menen y
con Eduardo Duhalde. Esa acción del peronismo define el comienzo del
fin del ciclo kirchnerista en el poder.
Ya no se trata del peronismo no kichnerista, sino de los mismísimos
Barones del Conurbano, quienes no trataron de desalentar las
demostraciones de malestar en sus localidades. Tampoco los gobernadores.
Y los sindicalistas (más allá de Hugo Moyano) hicieron su aporte. Sólo
así se entiende la gran cantidad de localidades donde se produjeron
protestas y que ni siquiera fueran las sedes de los municipios ni las
gobernaciones.
Cristina Fernández sabe que no hay futuro político sin el Partido
Justicialista. Menos sin los propios peronistas. El plan de reemplazar
al PJ por otras estructuras propias no alcanza para las elecciones
legislativas de 2013, y menos para las presidenciales del 2015. Por eso,
recuperar a las huestes ignoradas del peronismo debería ser una tarea
para la Presidente de la Nación.
Pero ¿cómo? Hoy día son conceptos diferentes. Cristina es La Cámpora,
que no es el PJ, y menos sin dinero suficiente.
El kirchnerismo nació, creció y se sostiene en el poder a fuerza de
'aparato clientelar' sostenido con dineros públicos. Sin esos fondos, no
hay poder. Y la economía es un problema para Cristina porque la crisis
fiscal es evidente.
La masa de votantes la aporta el peronismo como concepto sociocultural.
Las estructuras son controladas a nivel barrial por dirigentes
peronistas.
La única contraofensiva concreta de los medios oficialistas fue definir
el 18A como una marcha "clasista", con el objetivo de negarle el aporte
peronista, y la categoría de “popular”, que sigue reclamando como
exclusiva el cristinismo talibán, igual que "progresista".
Dato 2
Al 18A se sumaron jóvenes, muchos jóvenes. Y jubilados, muchas personas
de la 3ra. edad, estamentos sociales donde mucho ha trabajado el
Ejecutivo Nacional para seducirlos como votantes potenciales.
Es bastante comprensible que los mayores de 65 años salieran a la calle
ante el temor de que la creación de un nuevo escalón judicial los aleje
del cobro de los juicios que han realizado millones de personas por
ajuste en sus haberes.
Pero eso no explica la actuación activa de los jóvenes, a quienes
Cristina les obsequió el voto a partir de los 16 años, notebooks y
decenas de recitales musicales.
Mientras que el 8N las personas ganaron la calle, el 18A fueron las
familias las que salieron a protestar. Y ya no fueron los motivos de la
protesta ni el cepo cambiario ni el límite de gastos con tarjetas de
crédito ni la prohibición de ahorrar en dólar ni el pedido de
autorización a la AFIP para hacerse de divisas ni el aumento de las
retenciones por comprar en el exterior.
Todo eso fue 8N, en noviembre 2012.
En abril de 2013 se pidió respetar la división de los poderes,
investigar a los corruptos, defender la Constitución Nacional. Su
carácter netamente institucional ya no puede ser negado por el
cristinismo.
Los militontos que participan de las redes sociales y escriben en los
medios oficialistas han abierto el paraguas del ambiente preelectoral
como argumento de la movilización del 18A. Extraña actitud la de esos
hombres y mujeres porque el Gobierno que defienden, precisamente,
convierte toda decisión de política pública en un hecho electoral, que
diseña sus acciones en vista de las elecciones y que está trabajando y
comunicando las 24 horas para ganar las elecciones legislativas y
presidenciales.
Desde los medios financiados por el Estado también se argumenta que la
marcha del jueves 18A fue menos espontánea que la del 8N. Tan pueril
argumento lo dicen quienes, a la vez, celebran los conciertos musicales
remedo de encuentros partidarios, pagados con los impuestos de todos, y
que califican como genuinos los actos con personas arriadas en ómnibus
alquilados. Gente que disfruta de tener gobernadores e intendentes
'aplaudidores' en los actos públicos, en los que aparecen coros de
personas con pecheras identificatorias y que atienden las indicaciones
que se les hacen utilizando carteles (Ahora aplaudir / Ahora silencio).
Dato 3
Otra de las críticas gubernamentales y paragubernamentales es hacia la
oposición política por haberse sumado al 18A, por haber participado de
la movilización. ¿Acaso no dijeron esos críticos que ha regresado para
siempre la política a la República Argentina? ¿O la política sólo fue
recuperada para los colectivos oficialistas? Por primera vez, los
tibios, inseguros, irresolutos líderes de la oposición decidieron
mostrar la cara y caminar entre la gente. Pero ¿cuántos funcionarios
públicos son hoy día capaces de hacer lo mismo?
Calificar la marcha de centro-derecha por la inmensa columna que bajó
por la Avenida Santa Fe es olvidar que ese mismo grupo fue el motor de
las protestas de diciembre de 2001, que le costaron el cargo a Fernando
de la Rúa (ocasión que, sin embargo, fue aprovechada por Eduardo Duhalde
para llevar al poder a Néstor Kirchner); o ignorar las otras columnas
que bajaron por las avenidas de Mayo, Corrientes y Belgrano, o los
grupos que se movilizaron en el interior.
El kirchnerismo debería considerar que pierde votantes por izquierda, no
por derecha. Aquellos progresistas que miraron con ilusión al
cristinismo talibán como la antesala a la Revolución descubren ahora que
la matriz de corrupción no es muy diferente del menemismo que tanto
odiaron.
Pero los pecados del kirchnerismo relacionados con la marcha del 18A son
muchos. Por ejemplo, calificar como ausente de propuestas la marcha es
cerrar los oidos a los reclamos de la gente, y desafiar a una masa que
busca un liderazgo y que, en cuanto asome ese líder, será implacable con
Cristina.
Militontos
Muchos militontos también han tratado de minimizar el impacto de las
redes sociales en la protesta. Extraño de un kirchnerismo que mira
cautivado como Cristina Fernández lanza un tuit tras otro, repitiendo
conceptos, contando anécdotas intrascendentes o dando lecciones que
nadie escucha.
Como bien calificó Urgente24, Cristina Fernández, por el uso y abuso que
le otorga a Twitter, está convirtiendo su gobierno en un reality show,
creyendo que, de esa forma, suma votantes jóvenes, emite mensajes sin
intermediarios y se muestra humana y cercana; pero, en el fondo,
despliega un personaje tan empalagoso los viejos políticos en campaña
besando bebes.
Hasta el jueves 18A, el Gobierno subestimó y criticó todo: la apuesta de
la Casa Rosada fue que el 18A sería un fracaso.
Pero se equivocó.
Por eso, ahora, intenta “naturalizar” la protesta, diciendo que “es un
derecho que otorga la Constitución Nacional” y manifestando un supuesto
respeto por la vida en democracia.
Sin embargo, cuando se llama a una marcha el 24A para frenar la votación
del paquete de colonización judicial, aparecen las descalificaciones de
los voceros oficialistas.
Cristina Fernández resolvió dividir el país entre “amigos” y “enemigos”.
Hizo lo imposible por darle identidad, ideología, masa y forma a los
“amigos”, pero en el camino, les dio identidad, ideología, masa y fora a
los “enemigos”.
El kirchnerismo impuso su fuerza controlando la calle. Ahora, los no
kirchneristas, toman la calle para expresarse. Las reglas las puso la
Presidente de la Nación, los opositores sólo las respetan. Ahora, que ha
comenzado la etapa de la resistencia civil pacífica, es de esperar que
la Casa Rosada respete el reclamo. En caso contrario, otra etapa muy
diferente en la política argentina habrá comenzado y las consecuencias,
ahora, pueden ser