Por Nicolás Márquez (*)
Tomé el título “prestado” de esta nota, en referencia a un
impresionante libro de Vicente Massot publicado en el año 2001,
precisamente titulado “El poder de lo fáctico”, cuya tesis central, en
extrema síntesis, nos dice que los hechos se imponen por encima de las
leyes escritas, las modas, los discursos e incluso del deber ser. Lo
fáctico se impone por su peso específico, por su fuerza intrínseca y ante ello, todo lo demás se torna secundario.
Esta introducción viene a comento, puesto que durante varios años
continuos, el incesante aparato de propaganda estatal kirchnerista ha
pretendido aplicar una suerte de “gramscismo criollo”, intentando llevar
adelante un forzado cambio cultural, estético y valórico en el
ciudadano medio, procurando modificarle el “sentido común”. Esta
embestida se viene llevando adelante por medio de insistentes ofertas
televisivas, radiales, gráficas y digitales que el régimen ha financiado
con el concurso de educadores, artistas, periodistas y académicos
izquierdistas.
Resulta que tras tamaña inversión de tiempo, dinero y sociología de
bolsillo, la única esperanza que hoy le queda al progresismo cultural
para prolongar su proyecto político (es decir su negocio), es apelar a
que el ex ucedeísta Sergio Massa se digne a ser candidato por el
oficialismo (algo a estas alturas casi descartado), a los efectos de
evitar la catástrofe en la Provincia de Buenos Aires al menos, dado que
en el resto de los grandes distritos electorales el fracaso ya es
irreversible.
De más está decir que este último “manotazo de ahogado” con el que ha
especulado el clan nacional y popular para no terminar de extinguirse
como tal, aparece en escena justamente porque el ex ucedeísta Amado
Boudou (oportunamente pensado para el año 2015 como candidato) ya no
goza del mejor prestigio como para ser un sucesor presentable (mal que
le pese a la stalinista Dina Conti quien acaba de proponerlo como
heredero de Cristina).
Parece una broma pero no lo es: primero en Boudou y luego en Massa
ansiaron recostarse los “pensadores” oficialistas para prolongar el
legado de los sueños revolucionario de la “maravillosa juventud de los
años 70”.
De más está decir que el perfil que ha intentado vender el alicaído
Amado Boudou en su tiempo o el que ofrece hoy el taquillero Sergio
Massa, no es justamente el del insurgente bolivariano que predica en las
aldeas proletarias al compás de las canciones de César Isella, sino que
se asemeja mucho más al arquetipo del joven exitoso y moderno, con
sentido práctico e impronta empresarial, que nos ofrece “buena onda”,
mercado libre y optimismo. Ante la ausencia de predicamento e influencia
en la opinión pública, los intelectuales kirchneristas tienen que
abrevar en personajes con el perfil antagónico al que han pretendido
imponer desde la televisión estatal y sus medios aliados a lo largo de
todos estos años de propaganda.
¿Tanto ha fracasado la estrategia gramsciana? Parece que sí: diez
años después de adoctrinamiento psico-bolche, la gente quiere seguridad,
estabilidad económica, que le quiten el cepo al dólar y que vuelva
Marcelo Tinelli a la TV.
Además de las dos personas mencionadas (Boudou y Massa), en el arco
opositor los dos referentes más importantes (Franciso de Narváez y
Mauricio Macri) también tienen una traza muy similar a la de los otros
dos dirigentes citados, y si sumamos al quinto hombre que también mide
bien en las encuestas,
Daniel Scioli (al que nunca sabemos si ubicarlo en el oficialismo o en
la oposición), nos encontramos con que todas las perspectivas
electorales con posibilidades de aceptación en la gente está compuesta
por hombres maduros pero a la vez jóvenes, con espíritu deportivo, que
suelen tener a su lado a una mujer bonita y que intentan amalgamar
cierto maquillaje farandulero con barniz “eficientista”. Ninguno de
estos cinco se interesa por saber qué dice un tal Ricardo Forster, nadie
lee a Galeano y ninguno oyó hablar jamás acerca de un pedagogo llamado
Pablo Freire.
Este artículo no pretende ensalzar la frivolidad como virtud ni
enaltecer al quinteto que hoy disputa la adhesión las encuestas de
opinión. Simplemente intenta poner de manifiesto que tras diez años de
incesante propaganda filo-cultural, los únicos referentes políticos con
alta adhesión tienen un perfil estético, mental e ideológico que se
halla en las antípodas de lo que la militancia mediática intentó
imponer. Y si esto no es cierto: ¿por qué razón el Frente para la
Victoria intenta cooptarle las listas a Daniel Scioli en vez de
presentar una lista propia con el desaliñado comunista Martín Sabatella
como candidato? Pues porque a este último ya no lo votan ni en Morón.
Tras una década pretendiendo modificar el sentido común, la gente sigue sin querer cambiar el mundo y sí quiere cambiar el auto.
Mientras hubo dólares de la soja, el hombre medio hizo de cuenta que
simpatizaba con el relato y votó por el gobierno. ¿No hay más plata
ahora?: entonces no hay más votos para esta pantomima
latinoamericanista.
Uno puede estar muchos años despotricando contra la ley de gravedad,
pero al tirar una manzana al cielo, la fruta irremediablemente cae al
piso, no porque así lo disponga la “mano negra de Magnetto”, sino porque
así lo determina el poder de lo fáctico.
Ocurre sencillamente que el sentido común no adhiere a supersticiones
ideológicas antinaturales, salvo que a la gente le paguen para creer en
ellas. Pero en todo caso, esto último ya no sería una creencia sino una
adhesión alquilada. La cual, como todo alquiler, durará mientras dure
la plata para pagarlo. Por lo pronto, todo indica que el contrato de
locación está llegando a su fin.
La Prensa Popular | Edición 202 | Jueves 23 de Mayo de 2013