¡Si en nuestro país “se hiciera justicia”, esta mujer mal podría seguir gobernándonos, y muchas otras cosas más!
¿O no? Y cuando digo “se hiciera”, digo bien. Porque las leyes
existen, sólo que en nuestro país NO SE ADMINISTRAN; los encargados de
aplicarlas con todo rigor se cagan en ellas… ¡Sí, Ud. también se caga en
ellas, simplemente renunciando a su más grande derecho soberano…!
hablar de tiempo y forma ya sabe a utopía.
Sin embargo, fíjese si tendrán el culo y la conciencia sucios, que no
les alcanza. Pretenden disponer de un Consejo de la Magistratura
adicto, que les permita remover a cualquiera juez o fiscal que pretenda
sacar los pieces fuera del plato sobre el que se devoran todo.
Hoy por hoy, la mayoría de esos fiscales y jueces se encargan de “tirar
la pelota fuera”. Y dentro de la pelota, estamos Ud. y yo, ¡no sé si se
habrá dado cuenta! Y en ese andar dando vueltas donde “da lo mismo el
que labura, el que vive de los otros, el que mata, el que cura, o está
fuera de la ley”, ¡y no sigo para no caer en la apología de la letra del
Cambalache del genial Discepolín! O sea que esta Argentina, enferma
desde hace más o menos dos siglos, lo que hace es empeorar a ojos vistas
y a manos largas de aquellos que se ofrecen para mitigar su dolor o
evitar que la infección avance y se la devore. Y con ella, nos devore a
todos. Le confieso que estoy escribiendo muy de corrido. Los malos pensamientos fluyen desde el toor
de mis neuronas, y en condiciones apenas rescatables; recorren parte de
mi cuerpo y hacen eclosión a través de la punta de los dedos de mis
manos, que golpetean impiadosamente sobre el teclado de la segunda
destartalada notebook, circunstancial receptora de mi furia y mi locura.
Una cosa es que uno tropiece a lo largo de la vida con más de un hijo
de puta. ¡Que se lleve a cada rato por delante una corporación de hijos
de puta, ya es otra cosa! ¡Y si no, repare en lo que ocurre en el
“honorable Congreso de la Nación! Entra un proyecto de ley elaborado por
lo más granado de la condición de marras. ¡Y en más, toda la parodia
que no conduce a nada, o para mejor decir, conduce a que ese proyecto de
ley elaborado desde la mente perversa y apátrida de la mandamás de
turno, luego de hacer escala en alguna de las distintas “comisiones”,
donde no faltan “las otras comisiones”, pasa a alguna de las dos
cámaras, donde cada uno de los que apoyan el culo en la banca que
supimos regalarles, debaten al pedo, a sabiendas que la aprobación se
encuentra inexorablemente “abrochada” a la voluntad servil de la
mayoría. Y de ahí pasa a la otra cámara, donde ocurre lo mismo, a veces
con el agregado de la risotada insolente -cámara baja-, o la mueca de la
obediencia debida, ahora no sólo legitimada sino utilizada como
argumento final. ¡Y entonces se aprueban, entre otras, leyes como las
del matrimonio igualitario, ley de identidad de género, ley de Acuerdo
con Irán, y otras tantas con las que obviamente no me siento
identificado. Además, formo parte de esa putísima clase media en
la que este gobierno tanto se caga, siendo el motor que le permite
recaudar para chorear -recaudar para chorear-, o poner en servicio, por
enésima vez, aquella salita de primeros auxilios que La Señora
inauguró en el 2008, a orillas del Río Chorra, ubicado en las afueras de
la Provincia de Santa Cruz, y a la que se accede por esa ruta cuya
construcción fuera adjudicada en su momento a Lázaro, y me recuerda
aquellos versos… “y un camino largo que baja y se pierde”, de los
paisajes de Catamarca, porque la ruta, si bien no se pierde, se diluye
en la nada que forma parte de las tantas afrentas que nos morfamos
como si nos gustara. ¡Y entonces el circo de los grandes festivales a
cielo abierto y con entrada libre y gratuita se traslada a un recinto
donde el choripán y el totín se dejan para otro momento,
cambiándoseles por el cafecito que sirve el mozo de siempre, con tantos
años en la función como el escribano mayor de gobierno, a quien dos
veces al año le practican una recto-colonoscopía a través de la que se
pueda prever cualquier tipo de lesión provocada por semejante penosa
tarea como es el digerir y rubricar con su firma semejantes atentados a
la Patria.
“Fe significa no querer saber la verdad”. Friedrich Nietzsche.
Ricardo Jorge Pareja