jueves, 30 de mayo de 2013

LA DECADA CAMBIADA PARTE 1

Estas semanas hemos visto cientos de análisis y balances de lo que el oficialismo ha dado en llamar “La Década Ganada”. Desde este humilde espacio, pareció correcto sumarnos a la ola y hacer un resumen propio de lo que se ha vivido a nivel político en los últimos diez años. A lo largo de las sucesivas entregas, verán que la militancia es un invento de reciente factoría, que la no represión de la protesta social apareció un poquito tarde, que El Modelo es una estrategia de marketing tardía y que, si no recordamos todo lo que nos ha pasado, no es por falta de memoria, sino por sobreabundancia de escándalos.
El Estadista en mocasines
decada 1-1 
Cuando Néstor asumió su mandato el 25 de Mayo de 2003, juró no dejar sus convicciones en las puertas de la Casa Rosada. Nadie puede decir que no cumplió, sobre todo si vemos el estado en que se encuentra la provincia de Santa Cruz. Heredó de Eduardo Duhalde el equipo económico comandado por Roberto Lavagna y la cartera de trabajo de Carlos Tomada. También conservó a Ginés González García en Salud y a Aníbal Fernández, que pasó de ser ministro de la Producción a ser el responsable de la cartera del Interior. Para llenar los casilleros, puso en funciones a Gustavito Béliz, un personaje que, además de haber sido funcionario de Menem y candidato a Vicejefe de Gobierno de Domingo Cavallo –compartió equipo de campaña con Alberto La Viuda Fernández- tendría el privilegio de ser uno de los primeros arrepentidos del kirchnerismo, una moda que se repetiría con los años y cuya lista nunca termina de cerrarse. El ignoto médico de los Duhalde, José Pampuro, fue a parar a Defensa, mientras que el sedante barbudo Daniel Filmus –el progre que llevó el Shopping a la escuela- quedó a cargo del ministerio de Educación.
La pesada herencia recibida del Gobierno anterior dejó como saldo un dólar en 2,90 pesos; un superávit fiscal de 14 mil millones de dólares, una inflación del 3,2% anual -con un INDEC no intervenido- y la desocupación en descenso. Para tranquilidad del nuevo gobierno, el costo político de la devaluación y el default ya había sido pagado por otros, y gracias a que todo se comparaba con el caos de 2001/2002, los números no podían arrojar otros resultados que no fueran positivos.
Al toque de asumir, Néstor promovió la conformación de una comisión de enjuiciamiento para remover buena parte de la Corte Suprema de Justicia. “Debemos recuperar el correcto funcionamiento de la seguridad jurídica para terminar con las extorsiones y las presiones”, decía el Estadista por aquellos días. Comandada por la exitosa abogada, la comisión limpió a buena parte de la Corte y la reemplazó por figuras nuevas, de larga trayectoria que, en el caso de Eugenio Zaffaroni, incluía a la Dictadura.
Si bien Néstor prometió plebiscitar toda medida controvertida, combatir la inseguridad y traje a rayas para los grandes evasores, pronto caería en la cuenta de que era más fácil decir que se hacía todo eso mientras se buscaban culpables ante la falta de resultados. En materia de Defensa, se comprometió a reestructurar las Fuerzas Armadas “con gente de probada idoneidad y capacidad y, también, de confianza”, pero el presupuesto alcanzó para el Teniente General Bendini.
Las fuerzas de seguridad también debían ser revisadas y arrancaron por rajar al Comisario General Giacomino, bajo la acusación de favorecer a empresas amigas en licitaciones para la remodelación del hospital de la Federal. A la luz del paso de los años, podríamos decir que fueron un tanto injustos en el trato y que Giacomino, en todo caso, fue el primer kirchnerista de ley. La nueva actitud hacia la Policía Federal quedaría plasmada tiempo después, cuando Luis D´Elía se enervó ante el asesinato de “El Oso” Cisneros –un piquetero de la Federación Tierra y Vivienda- y acusó al personal de la Comisaría 24 de la Federal de proteger al asesino. Sabemos que es difícil de dimensionar el concepto del Estado como monopolio represivo, así que D´Elía decidió conocer las instalaciones de la seccional por dentro.
decada 1-3 
La comisaría terminó en llamas –literalmente-, destrozada y hasta desapareció un cuadro de Quinquela Martín. La Jueza en lo Criminal María Angélica Crotto ordenó desalojar la Comisaría, el secretario de Seguridad, Quantín, dijo que no, al Juez Oyarbide le pareció más copado lo que dijo Quantín, Crotto denunció a Quantín y a los policías que no quisieron acatar sus órdenes. Oyarbide dijo que el hecho no le pareció tan grave. Al final, tanta violencia y actitudes penadas por el Código Penal finalizaron. Luis D´Elía le dio la mano al Jefe de la Federal y se preparó para enfrentar el escarmiento del Estado: fue designado Subsecretario de Tierras para el Hábitat Social del Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios. No fue el primer piquetero funcionario, dado que Jorge Ceballos ya cumplía sus funciones en el ministerio de Desarrollo Social –como subsecretario de Organización Popular, nombre piola si lo hay- cargo al que renunció en 2007, cuando a todos sus compañeros les permitieron ser candidatos en sus municipalidades, menos a él.
Lo de “este gobierno no reprime la protesta social” todavía no estaba de moda. Es más, la Federal llevó a cabo una brutal represión en vivo y en directo para todo el mundo, cuando pasó por arriba a los manifestantes que se oponían a la sanción del nuevo Código de Convivencia porteño, en julio de 2004. Problemas con la Secretaría de Inteligencia mediante, Beliz renunció y fue reemplazado por Horacio Rosatti, quien debería cobrar regalías por haber sido el primero en decir que no se reprimen las protestas. Eso de meter en cana a los trabajadores que se manifestaban contra Repsol en Ensenada, ya no estaría bien. Mandar gente al calabozo por pedir tres kilos de mondongo a un frigorífico, tampoco. En el camino quedaron las imágenes de los 102 manifestantes presos, baleados y asfixiados con gases lacrimógenos, resultado de protestar contra el Fondo Monetario Internacional. Sí, el gobierno de Néstor Kirchner reprimió y metió en cana a un centenar de personas que puteaban al FMI. Sí, también desalojó a palazo limpio a quienes ocupaban las instalaciones de la quebrada farmacia Franco Inglesa. Una pena: hoy serían considerados pioneros de las empresas recuperadas por los trabajadores.
El Estado decidió reservarse el rol de buenazo y tercerizó el poder policial en las organizaciones que antes protestaban contra el Estado. Claro ejemplo de esto fueron las contramarchas que organizó Luis D´Elía en contra de la movilización en reclamo de justicia por el asesinato de Axel Blumberg. Detrás de esa movilización, había un petitorio firmado por 5,2 millones de personas que pedían que el Estado hiciera algo. La contramarcha de D´Elía no arrojó el resultado previsto, pero al menos fue el inicio de una larga carrera de manifestarse en contra del manifestante y a favor del gobierno.
Todo ello pasaba mientras Néstor le tomaba el gustito al rol de paladín de la lucha contra la represión del Estado, pero de la década del ´70. Ordenó bajar los cuadros de Jorge Videla y Reynaldo Bignone de los muros del Colegio Militar de la Nación y, si bien no encontró caja de seguridad alguna detrás de los mismos, firmó el traspaso de la Escuela de Mecánica de la Armada a la órbita de la Ciudad de Buenos Aires para convertirla en museo y pidió “perdón en nombre del Estado Argentino que calló durante 20 años las atrocidades cometidas”.
decada 2-1 
Económicamente, le iba bien. Con 33 millones de toneladas de producción de soja en precio récord internacional, no paraba de entrar guita a las arcas de la Nación. Los números eran imposibles de mejorar, los resultados, en cambio, estaban lejos de brillar. El hambre afectaba a 1,4 millones de argentinos, Jorge Lanata estaba en la tele -acompañado por Adolfo Castello, Gisella Marziotta, Martín Caparrós y Reynaldo Sietecase- y competía contra Fútbol de Primera, Hector Magnetto era visitante frecuente en la quinta de Olivos y de Papel Prensa nadie sabía nada.
Un país un poquito distinto al que relata la épica militante, pero claro, no había militantes. Algunos dirán que los números del kirchnerismo hablan por sí solos al ser comparados con el 2001. Otros creemos que comparar contra la nada, siempre será positivo. Es fácil y traicionero, pero obviamente, efectivo. Aún faltaba para que naciera la palabra “relato” como sinónimo del verso gubernamental -acepción que aún no entiendo cómo no fue incluída en el diccionario de la RAE- pero podemos asegurar que fue aplicado desde el primer día, desde la primera acción de gobierno, desde ese “Sí, juro”. El relato siempre estuvo, sólo que tardamos en comprenderlo.