Estas semanas hemos visto cientos
de análisis y balances de lo que el oficialismo ha dado en llamar “La
Década Ganada”. Desde este humilde espacio, pareció correcto sumarnos a
la ola y hacer un resumen propio de lo que se ha vivido a nivel político
en los últimos diez años. A lo largo de las sucesivas entregas, verán
que la militancia es un invento de reciente factoría, que la no
represión de la protesta social apareció un poquito tarde, que El Modelo
es una estrategia de marketing tardía y que, si no recordamos todo lo
que nos ha pasado, no es por falta de memoria, sino por sobreabundancia
de escándalos.
El Estadista en mocasines
Cuando
Néstor asumió su mandato el 25 de Mayo de 2003, juró no dejar sus
convicciones en las puertas de la Casa Rosada. Nadie puede decir que no
cumplió, sobre todo si vemos el estado en que se encuentra la provincia
de Santa Cruz. Heredó de Eduardo Duhalde el equipo económico comandado
por Roberto Lavagna y la cartera de trabajo de Carlos Tomada. También
conservó a Ginés González García en Salud y a Aníbal Fernández, que pasó
de ser ministro de la Producción a ser el responsable de la cartera del
Interior. Para llenar los casilleros, puso en funciones a Gustavito
Béliz, un personaje que, además de haber sido funcionario de Menem y
candidato a Vicejefe de Gobierno de Domingo Cavallo –compartió equipo de
campaña con Alberto La Viuda Fernández- tendría el privilegio de ser
uno de los primeros arrepentidos del kirchnerismo, una moda que se
repetiría con los años y cuya lista nunca termina de cerrarse. El ignoto
médico de los Duhalde, José Pampuro, fue a parar a Defensa, mientras
que el sedante barbudo Daniel Filmus –el progre que llevó el Shopping a
la escuela- quedó a cargo del ministerio de Educación.
La pesada herencia recibida del Gobierno
anterior dejó como saldo un dólar en 2,90 pesos; un superávit fiscal de
14 mil millones de dólares,
una inflación del 3,2% anual -con un INDEC no intervenido- y la
desocupación en descenso. Para tranquilidad del nuevo gobierno, el costo
político de la devaluación y el default ya había sido pagado por otros,
y gracias a que todo se comparaba con el caos de 2001/2002, los números
no podían arrojar otros resultados que no fueran positivos.
Al toque de asumir, Néstor promovió la
conformación de una comisión de enjuiciamiento para remover buena parte
de la Corte Suprema de Justicia. “Debemos recuperar el correcto
funcionamiento de la seguridad jurídica para terminar con las
extorsiones y las presiones”, decía el Estadista por aquellos días.
Comandada por la exitosa abogada, la comisión limpió a buena parte de la
Corte y la reemplazó por figuras nuevas, de larga trayectoria que, en
el caso de Eugenio Zaffaroni, incluía a la Dictadura.
Si bien Néstor prometió plebiscitar toda
medida controvertida, combatir la inseguridad y traje a rayas para los
grandes evasores, pronto caería en la cuenta de que era más fácil decir
que se hacía todo eso mientras se buscaban culpables ante la falta de
resultados. En materia de Defensa, se comprometió a reestructurar las
Fuerzas Armadas “con gente de probada idoneidad y capacidad y, también,
de confianza”, pero el presupuesto alcanzó para el Teniente General
Bendini.
Las fuerzas de seguridad también debían
ser revisadas y arrancaron por rajar al Comisario General Giacomino,
bajo la acusación de favorecer a empresas amigas en licitaciones para la
remodelación del hospital de la Federal. A la luz del paso de los años,
podríamos decir que fueron un tanto injustos en el trato y que
Giacomino, en todo caso, fue el primer kirchnerista de ley. La nueva
actitud hacia la Policía Federal quedaría plasmada tiempo después,
cuando Luis D´Elía se enervó ante el asesinato de “El Oso” Cisneros –un
piquetero de la Federación Tierra y Vivienda- y acusó al personal de la
Comisaría 24 de la Federal de proteger al asesino. Sabemos que es
difícil de dimensionar el concepto del Estado como monopolio represivo,
así que D´Elía decidió conocer las instalaciones de la seccional por
dentro.
La
comisaría terminó en llamas –literalmente-, destrozada y hasta
desapareció un cuadro de Quinquela Martín. La Jueza en lo Criminal María
Angélica Crotto ordenó desalojar la Comisaría, el secretario de
Seguridad, Quantín, dijo que no, al Juez Oyarbide le pareció más copado
lo que dijo Quantín, Crotto denunció a Quantín y a los policías que no
quisieron acatar sus órdenes. Oyarbide dijo que el hecho no le pareció
tan grave. Al final, tanta violencia y actitudes penadas por el Código
Penal finalizaron. Luis D´Elía le dio la mano al Jefe de la Federal y se
preparó para enfrentar el escarmiento del Estado: fue designado
Subsecretario de Tierras para el Hábitat Social del Ministerio de
Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios. No fue el primer
piquetero funcionario, dado que Jorge Ceballos ya cumplía sus funciones
en el ministerio de Desarrollo Social –como subsecretario de
Organización Popular, nombre piola si lo hay- cargo al que renunció en
2007, cuando a todos sus compañeros les permitieron ser candidatos en
sus municipalidades, menos a él.
Lo de “este gobierno no reprime la
protesta social” todavía no estaba de moda. Es más, la Federal llevó a
cabo una brutal represión en vivo y en directo para todo el mundo,
cuando pasó por arriba a los manifestantes que se oponían a la sanción
del nuevo Código de Convivencia porteño, en julio de 2004. Problemas con
la Secretaría de Inteligencia mediante, Beliz renunció y fue
reemplazado por Horacio Rosatti, quien debería cobrar regalías por haber
sido el primero en decir que no se reprimen las protestas. Eso de
meter en cana a los trabajadores que se manifestaban contra Repsol en
Ensenada, ya no estaría bien. Mandar gente al calabozo por pedir tres
kilos de mondongo a un frigorífico, tampoco. En el camino quedaron las
imágenes de los 102 manifestantes presos, baleados y asfixiados con
gases lacrimógenos, resultado de protestar contra el Fondo Monetario
Internacional. Sí, el gobierno de Néstor Kirchner reprimió y metió en
cana a un centenar de personas que puteaban al FMI. Sí, también desalojó
a palazo limpio a quienes ocupaban las instalaciones de la quebrada
farmacia Franco Inglesa. Una pena: hoy serían considerados pioneros de
las empresas recuperadas por los trabajadores.
El Estado decidió reservarse el rol de
buenazo y tercerizó el poder policial en las organizaciones que antes
protestaban contra el Estado. Claro ejemplo de esto fueron las
contramarchas que organizó Luis D´Elía en contra de la movilización en
reclamo de justicia por el asesinato de Axel Blumberg. Detrás de esa
movilización, había un petitorio firmado por 5,2 millones de personas
que pedían que el Estado hiciera algo. La contramarcha de D´Elía no
arrojó el resultado previsto, pero al menos fue el inicio de una larga
carrera de manifestarse en contra del manifestante y a favor del
gobierno.
Todo ello pasaba mientras Néstor le
tomaba el gustito al rol de paladín de la lucha contra la represión del
Estado, pero de la década del ´70. Ordenó bajar los cuadros de Jorge
Videla y Reynaldo Bignone de los muros del Colegio Militar de la Nación
y, si bien no encontró caja de seguridad alguna detrás de los mismos,
firmó el traspaso de la Escuela de Mecánica de la Armada a la órbita de
la Ciudad de Buenos Aires para convertirla en museo y pidió “perdón en
nombre del Estado Argentino que calló durante 20 años las atrocidades
cometidas”.
Económicamente,
le iba bien. Con 33 millones de toneladas de producción de soja en
precio récord internacional, no paraba de entrar guita a las arcas de la
Nación. Los números eran imposibles de mejorar, los resultados, en
cambio, estaban lejos de brillar. El hambre afectaba a 1,4 millones de
argentinos, Jorge Lanata estaba en la tele -acompañado por Adolfo
Castello, Gisella Marziotta, Martín Caparrós y Reynaldo Sietecase- y
competía contra Fútbol de Primera, Hector Magnetto era visitante
frecuente en la quinta de Olivos y de Papel Prensa nadie sabía nada.
Un país un poquito distinto al que relata
la épica militante, pero claro, no había militantes. Algunos dirán que
los números del kirchnerismo hablan por sí solos al ser comparados con
el 2001. Otros creemos que comparar contra la nada, siempre será
positivo. Es fácil y traicionero, pero obviamente, efectivo. Aún faltaba
para que naciera la palabra “relato” como sinónimo del verso
gubernamental -acepción que aún no entiendo cómo no fue incluída en el
diccionario de la RAE- pero podemos asegurar que fue aplicado desde el
primer día, desde la primera acción de gobierno, desde ese “Sí, juro”.
El relato siempre estuvo, sólo que tardamos en comprenderlo.