Según el maestro canadiense nacionalizado norteamericano John
Kenneth Galbraith, en economía se puede hacer cualquier cosa, menos no
padecer las consecuencias de lo que uno hace. Es la “ley” de Galbraith.
Los Kirchner despilfarraron lo que el cielo y el “yuyito
despreciable” les regalaba a paladas en la época de las vacas gordas, y
pensaron que nunca llegarían los años de las vacas flacas. Esos años
sólo eran fantasmas que levantaban los destituyentes y los peronistas
“que se quedaron en el 45” (nos tiraron a la cara otra vez la sopa de
Menem).
Pero esos años malditos llegaron.
Desde hace casi un lustro (principios de 2007), varios “veteranos”
nacionales y populares (peronistas “históricos”, en especial) venimos
previniendo que el kirchnerismo se estaba engullendo a cuatro mandíbulas
los restos en pesos de las joyas de la abuela. Menem vendió (o, mejor
dicho, rifó) las que valían en dólares y ambicionaban los grupos
extranjeros y nativos de gran poder económico. Los monopolios privados,
digamos. Fue el precio que pagó el riojano para recibir la medalla de
mejor alumno del FMI que tanto ambicionaba.
A los derechistas como Menem no les importa que les endilguen la
venta-rifa de las joyas de la abuela. Para eso están, para venderlas…
con el “coraje” de los estadistas (liberales dixit).
Los Kirchner, en cambio, son izquierdistas. De esa izquierda que
supera al peronismo… (ellos mismos dixit). De modo que, si hay venta de
las joyas de la abuela, que no se note, porque un kirchnerista es un
derechista que sabe bien cómo disfrazar todo con ropaje progre. Hasta el
brutal ajuste de tarifas que se nos viene es una medida izquierdista,
según ellos, porque quien no pueda soportar el tarifazo tiene la opción
de demostrárselo a la AFIP y no pagarlo, con la misma seguridad de ser
tratados en forma justa, objetiva, digamos kirchnerista, que los
eventuales compradores de dólares.
¿Está claro?
Pero, insisto, ya no quedaban joyas en dólares. Pero sí había varias
“cajas” en pesos (ganancias del Banco Central, depósitos de los
jubilados en la ANSES, utilidades-reservas del Banco Nación, fondos del
PAMI, 82% y juicios ganados por los jubilados que, tramposamente, no se
pagan, etc.) a las cuales el gobierno de los K podía echar mano. Y si,
además, los asesores a sueldo del gobierno encontraban unas buenas
excusas para ello, hasta podían perpetrar ese latrocinio en nombre de
los más elevados ideales… del relato K.
De ese modo:
a)- La succión de las ganancias del Banco Central, manoteadas para
tapar los agujeros del “modelo exitoso”, sería presentada como el “uso
progresista” de esos fondos que sólo a los derechistas destituyentes se
les ocurre tener “inútilmente” paralizados. Además, el Poder Ejecutivo
le garantiza al Banco Central la devolución de esos fondos con una letra
a pagar por el décimo noveno presidente que suceda a la Sra. de
Kirchner, allá por el año de las calendas griegas. Un paga-Dios.
b)- La desaparición de los fondos de los jubilados de la ANSES sería
justificada, a su turno, porque antes los aprovechaban los derechistas
destituyentes de las AFJP. Lo cual es cierto. El problema es que ahora
ya los aprovecharon los K y los hicieron desaparecer con la misma magia,
rapidez e impunidad con que transformaron en humo los más de 600
millones de dólares de Santa cruz. Los de la ANSES y los de Santa Cruz
correrán la misma suerte: nadie sabe si alguna vez los devolverán
realmente los Kirchner, aunque la primera de esas víctimas estafadas
tiene un premio consuelo: el gobierno K le dio a cambio una letra… del
Estado, es decir otro paga-Dios. ¿Qué pasó y qué pasará con los dólares
“desaparecidos” de la provincia de Santa Cruz? Nadie lo sabe, menos aún
su gobernador Peralta.
c)- Los fondos del Banco Nación tampoco se perdieron… fueron remplazados por un tercer paga-Dios.
d)- Los del PAMI, con el cuarto.
e)- El 82% móvil para los jubilados, en cambio, no llegó a nacer:
fue vetado por el gobierno K quien, “responsablemente”, tomó “esa
valiente y audaz medida” porque los diputados y senadores de la
oposición y del propio oficialismo, al aprobar esa “insensata” ley, lo
que buscaban, en realidad, era desfinanciar el sistema… ¡Esos
legisladores son destituyentes de la peor calaña!
f)- Y los juicios ganados por centenares de miles de jubilados no se
pagan, y no se pagarán, porque esas sentencias fueron actos demagógicos
de jueces venales obedientes a las corporaciones mediáticas
destituyentes y, por si fuera poco, leen los diarios opositores, en
lugar de aburrirse adoctrinándose con los cuentos de hadas de Página 12 y
Tiempo Argentino. ¡Ésos jueces y esos viejos jubilados pedigüeños son
los peores destituyentes imaginables!
El fantasma de la “ley” Galbraith
Y llegaron los años de las vacas flacas. Llegaron con cierta demora
debido a la larga espera que les hizo hacer el chorro de “yuyito” que
nos llovió como maná durante casi 9 años. Una demora que fomentó el
autismo y la poca responsabilidad de los K, así como sus irrefrenables
ambiciones de ganar las elecciones de octubre.
Pero llegó. Era inevitable.
Para que quede cristalinamente clara la diferencia que hay entre una
política nacional y popular responsable y genuina, y la chapucería
autista y demagógica del kirchnerismo que desperdició los 8 años y medio
de vacas gordas, vale la pena analizar lo hecho y lo que no quiso hacer
el gobierno en ese lapso, o quizás en los últimos 5 años.
He dicho y demostrado ya, y no una sola vez, que la Argentina salió
de la insondable crisis de 2001/2002 gracias al plan ideado y conducido
en lo técnico por Roberto Lavagna, y respaldado sensatamente en lo
político por Eduardo Duhalde.
Dicho plan, muy escuetamente expuesto, tuvo como pilares maestros:
1.- El inmediato auxilio asistencial a los sectores de la población
que habían caído en la pobreza extrema. Para ello se crearon y se
condujeron acertadamente los primeros Planes Trabajar (que, hoy, en
vista de sus abusos y su politización, hay quienes los llaman Planes
Descansar).
2.- Una paridad cambiaria alta, pero no disparatada sino
administrada, que permitió la rápida recuperación de la actividad
industrial y, por supuesto, de la agraria, y su mantenimiento en el
mediano y largo plazo.
3.- Un manejo firme pero serio y prudente de la renegociación de la
deuda externa, aunque no se llegó a investigar su origen espurio como
correspondía.
4.- Para que ese esquema marchara bien en el mediano y largo plazo,
era y sigue siendo indispensable una administración sensata, prudente y
honesta de los fondos públicos, y una inflación bien sujetada.
5.- Y, con mayor razón tratándose de un gobierno peronista, una
política laboral que tendiera a sustituir sin pérdida de tiempo los
planes asistenciales por empleos estables y dignos, lo cual sólo se
logra con el pleno empleo y un férreo y efectivo control sobre las
patronales para que cumplan las leyes protectoras del trabajo.
Duhalde y Lavagna respetaron esos cinco pilares. Los Kirchner, no.
Por otro lado, para que ese modelo o cualquier otro diera frutos en
el largo plazo, era indispensable conducir y sortear los ciclos
(inevitables en economía) con acierto, o simplemente con sentido común. A
ningún gobernante del mundo, por izquierdista y negado que sea en
economía, se le ocurre aumentar alocadamente el gasto público en épocas
de natural recalentamiento del consumo, y disminuirlo drásticamente
cuando el despilfarro produce la recesión consabida.
Los Kirchner nos fabricaron un mundo del revés: mientras el “yuyito”
nos aportaba un viento de cola sensacional, ellos aumentaban
innecesariamente el gasto y los subsidios a manos llenas (aún a los
sectores más ricos de la sociedad). ¡Claro, querían ganar las
elecciones!
Y ahora que asoma la recesión producida por ese despilfarro y algunas
turbulencias internacionales, los K se apresuran a restringir el gasto
público, a eliminar subsidios y a enfriar la economía aún más de lo que
se habría enfriado sin esa ayuda del kirchnerismo.
Todo al revés.
Todo al revés de lo que la presidente les pontificó en la cara a los
mandatarios del G20. Tales mandatarios se merecían aquella filípica.
Diez días después, la Sra. de Kirchner, su autora, se ha hecho acreedora
privilegiada a una catilinaria más dura aún.
Pero esa contradicción flagrante no entra en el autista relato K.
Lo que ocurre es que los dólares y los pesos que no ahorraron cuando
sobraban, ahora deben sacarlos de lo más delgado del hilo: el bolsillo
de los argentinos. Ahorrar cuando sobra el dinero, para cubrir baches
cuando escasea, es la definición en términos muy sencillos de las
llamadas políticas anticíclicas. Los K, que son sus propios ministros de
Economía, al parecer no las conocen, o les tienen una animadversión
visceral. Deben creer que son fantasmas derechistas destituyentes.
Y agradezcamos que los chicos progre de La Cámpora aún siguen
entretenidos con el juguete de Aerolíneas Argentinas, y no han pedido
(¡todavía!) el sillón del Ministerio de Economía.