viernes, 24 de mayo de 2013

LA HORA DE LA VERDAD PARA EL KIRCHNERISMO

Según el maestro canadiense nacionalizado norteamericano John Kenneth Galbraith, en economía se puede hacer cualquier cosa, menos no padecer las consecuencias de lo que uno hace. Es la “ley” de Galbraith.
Los Kirchner despilfarraron lo que el cielo y el “yuyito despreciable” les regalaba a paladas en la época de las vacas gordas, y pensaron que nunca llegarían los años de las vacas flacas. Esos años sólo eran fantasmas que levantaban los destituyentes y los peronistas “que se quedaron en el 45” (nos tiraron a la cara otra vez la sopa de Menem).
Pero esos años malditos llegaron.
 
Eduardo DuhaldeDesde hace casi un lustro (principios de 2007), varios “veteranos” nacionales y populares (peronistas “históricos”, en especial) venimos previniendo que el kirchnerismo se estaba engullendo a cuatro mandíbulas los restos en pesos de las joyas de la abuela. Menem vendió (o, mejor dicho, rifó) las que valían en dólares y ambicionaban los grupos extranjeros y nativos de gran poder económico. Los  monopolios privados, digamos. Fue el precio que pagó el riojano para recibir la medalla de mejor alumno del FMI que tanto ambicionaba.
A los derechistas como Menem no les importa que les endilguen la venta-rifa de las joyas de la abuela. Para eso están, para venderlas… con el “coraje” de los estadistas (liberales dixit).
Los Kirchner, en cambio, son izquierdistas. De esa izquierda que supera al peronismo… (ellos mismos dixit). De modo que, si hay venta de las joyas de la abuela, que no se note, porque un kirchnerista es un derechista que sabe bien cómo disfrazar todo con ropaje progre. Hasta el brutal ajuste de tarifas que se nos viene es una medida izquierdista, según ellos, porque quien no pueda soportar el tarifazo tiene la opción de demostrárselo a la AFIP y no pagarlo, con  la misma seguridad de ser tratados en forma justa, objetiva, digamos kirchnerista, que los eventuales compradores de dólares.
¿Está claro?
                    Roberto Lavagna
Roberto LavagnaPero, insisto, ya no quedaban joyas en dólares. Pero sí había varias “cajas” en pesos (ganancias del Banco Central, depósitos de los jubilados en la ANSES, utilidades-reservas del Banco Nación, fondos del PAMI, 82% y juicios ganados por los jubilados que, tramposamente, no se pagan, etc.) a las cuales el gobierno de los K podía echar mano. Y si, además, los asesores a sueldo del gobierno encontraban unas buenas excusas para ello, hasta podían perpetrar ese latrocinio en nombre de los más elevados ideales… del relato K.
De ese modo:
a)- La succión de las ganancias del Banco Central, manoteadas para tapar los agujeros del “modelo exitoso”, sería presentada como el “uso progresista” de esos fondos que sólo a los derechistas destituyentes se les ocurre  tener “inútilmente” paralizados. Además, el Poder Ejecutivo le garantiza al Banco Central la devolución de esos fondos con una letra a pagar por el décimo noveno presidente que suceda a la Sra. de Kirchner, allá por el año de las calendas griegas. Un paga-Dios.
b)- La desaparición de los fondos de los jubilados de la ANSES sería justificada, a su turno, porque antes los aprovechaban los derechistas destituyentes de las AFJP. Lo cual es cierto. El problema es que ahora ya los aprovecharon los K y los hicieron desaparecer con la misma magia, rapidez e impunidad con que transformaron en humo los más de 600 millones de dólares de Santa cruz. Los de la ANSES y los de Santa Cruz correrán la misma suerte: nadie sabe si alguna vez los devolverán realmente los Kirchner, aunque la primera de esas víctimas estafadas tiene un premio consuelo: el gobierno K le dio a cambio una letra… del Estado, es decir otro paga-Dios. ¿Qué pasó y qué pasará con los dólares “desaparecidos” de la provincia de Santa Cruz? Nadie lo sabe, menos aún su gobernador Peralta.
c)- Los fondos del Banco Nación tampoco se perdieron… fueron remplazados por un tercer paga-Dios.
d)- Los del PAMI, con el cuarto.
e)- El 82% móvil para los jubilados, en cambio, no llegó a  nacer: fue vetado por el gobierno K quien, “responsablemente”, tomó “esa valiente y audaz medida” porque los diputados y senadores de la oposición y del propio oficialismo, al aprobar esa “insensata” ley, lo que buscaban, en realidad, era desfinanciar el sistema… ¡Esos legisladores son destituyentes de la peor calaña!
f)- Y los juicios ganados por centenares de miles de jubilados no se pagan, y no se pagarán, porque esas sentencias fueron actos demagógicos de jueces venales obedientes a las corporaciones mediáticas destituyentes y, por si fuera poco, leen los diarios opositores, en lugar de aburrirse adoctrinándose con los cuentos de hadas de Página 12 y Tiempo Argentino. ¡Ésos jueces y esos viejos jubilados pedigüeños son  los peores destituyentes imaginables!
El fantasma de la “ley” Galbraith
Y llegaron los años de las  vacas flacas. Llegaron con cierta demora debido a la larga espera que les hizo hacer el chorro de “yuyito” que nos llovió como maná durante casi 9 años. Una demora que fomentó el autismo y la poca responsabilidad de los K, así como sus irrefrenables ambiciones de ganar las elecciones de octubre.
Pero llegó. Era inevitable.
Para que quede cristalinamente clara la diferencia que hay entre una política nacional y popular responsable y genuina, y la chapucería autista y demagógica del kirchnerismo que desperdició los 8 años y medio de vacas gordas, vale la pena analizar lo hecho y lo que no quiso hacer el gobierno en ese lapso, o quizás en los últimos 5 años.
He dicho y demostrado ya, y no una sola vez, que la Argentina salió de la insondable crisis de 2001/2002 gracias al plan ideado y conducido en lo técnico por Roberto Lavagna, y respaldado sensatamente en lo político por Eduardo Duhalde.
Dicho plan, muy escuetamente expuesto, tuvo como pilares maestros:
1.- El inmediato auxilio asistencial a los sectores de la población que habían caído en la pobreza extrema. Para ello se crearon y se condujeron acertadamente los primeros Planes Trabajar (que, hoy, en vista de sus abusos y su politización, hay quienes los llaman Planes  Descansar).
2.- Una paridad cambiaria alta, pero no disparatada sino administrada, que permitió la rápida recuperación de la actividad industrial y, por supuesto, de la agraria, y su mantenimiento en el mediano y  largo plazo.
3.- Un manejo firme pero serio y prudente de la renegociación de la deuda externa, aunque no se llegó a investigar su origen espurio como correspondía.
4.- Para que ese esquema marchara bien en el mediano y largo plazo, era y sigue siendo indispensable una administración sensata, prudente y honesta de los fondos públicos, y una inflación bien sujetada.
5.- Y, con mayor razón tratándose de un gobierno peronista, una política laboral que tendiera a sustituir sin pérdida de tiempo los planes asistenciales por empleos estables  y dignos, lo cual sólo se logra con el pleno empleo y un férreo y efectivo control sobre las patronales para que cumplan las leyes protectoras del trabajo.
Duhalde y Lavagna respetaron  esos cinco pilares. Los Kirchner, no.
Por otro lado, para que ese modelo o cualquier otro diera frutos en el largo plazo, era indispensable conducir y sortear los ciclos (inevitables en economía) con acierto, o simplemente con sentido común. A ningún gobernante del mundo, por izquierdista y negado que sea en economía, se le ocurre aumentar alocadamente el gasto público en épocas de natural recalentamiento del consumo, y disminuirlo drásticamente cuando el despilfarro produce la recesión consabida.
Los Kirchner nos fabricaron un mundo del revés: mientras el “yuyito” nos aportaba un viento de cola sensacional, ellos aumentaban innecesariamente el gasto y los subsidios a manos llenas (aún a los sectores más ricos de la sociedad). ¡Claro, querían  ganar las elecciones!
Y ahora que asoma la recesión producida por ese despilfarro y algunas turbulencias internacionales, los K se apresuran a restringir el gasto público, a eliminar subsidios y a enfriar la economía aún más de lo que se habría enfriado sin esa ayuda del kirchnerismo.
Todo al revés.
Todo al revés de lo que la presidente les pontificó en la cara a los mandatarios del G20. Tales mandatarios se merecían aquella filípica. Diez días después, la Sra. de Kirchner, su autora, se ha hecho acreedora privilegiada a una catilinaria más dura aún.
Pero esa contradicción flagrante no entra en el autista relato K.
Lo que ocurre es que los dólares y los pesos que no ahorraron cuando sobraban, ahora deben sacarlos de lo más delgado del hilo: el bolsillo de los argentinos. Ahorrar cuando sobra el dinero, para cubrir baches cuando escasea, es la definición en términos muy sencillos de las llamadas políticas anticíclicas. Los K, que son sus propios ministros de Economía, al parecer no las conocen, o les tienen una animadversión visceral. Deben  creer que son fantasmas derechistas destituyentes.
Y agradezcamos que los chicos progre de La Cámpora aún siguen entretenidos con  el juguete de Aerolíneas Argentinas, y no han pedido (¡todavía!) el sillón del Ministerio de Economía.