10 años inoculando odio no pueden constituir ganancia
Mucho se debate, por estos días, acerca del calificativo más adecuado para la década de gobierno que el kirchnerismo festejará este 25 de Mayo. El oficialismo la califica como década ganada, la oposición la tilda de década robada, perdida o desperdiciada. Nosotros creemos que fue, más que nada, la década envenenada.
2003-2007 Los setenta
Néstor Kirchner llegó al gobierno con un puñado de votos y con un poder político en construcción. Su pragmatismo lo llevó a tratar de mostrarse, desde el primer minuto, como el representante de aquella utopía socialista de los setenta, lo que le permitió conquistar sin esfuerzo la voluntad de amplios sectores de izquierda, asociaciones de DDHH, organizaciones piqueteras, y todo grupo social que anduviera por ahí buscando revindicar alguna causa.
Les exacerbó el resentimiento contra la derecha y el neoliberalismo, y les dio espacios y medidas como para que pudieran canalizar el odio que desde décadas los acompaña.
Un presidente serio hubiera derogado las leyes de obediencia debida y punto final, los indultos que Carlos Menem brindó a ex jefes militares y guerrilleros, y puesto a cada uno a cumplir las penas correspondientes. La sociedad hubiera admitido normalmente el procesamiento y castigo a los cuadros más bajos, tal como hicieron, pero haciendo justicia también sobre los cuadros medios de la guerrilla.
Porque si bien es cierto que no se puede estar viajando en el mismo colectivo que un torturador, no es menos cierto que tampoco se puede estar conviviendo, en democracia, con asesinos sentados en el congreso de la nación, o conduciendo ministerios.
Y entonces sí, normalizada la injusticia cometida por el menemismo, llamar a la pacificación definitiva de la Argentina, y a apostar por un futuro de unidad nacional, dando la definitiva vuelta de página a la tragedia de los setenta, que nos entrampa en una discusión que jamás podrá ser genuinamente dirimida en un debate.
Kirchner prefirió tomar partido por uno de los dos demonios, como base de construcción del poder político del que carecía cuando arribó a Balcarce 50. Y sembró más revanchismo, exacerbando rencores y profundizando heridas. Envenenó gente.
2008 El campo
Cuando ya manejaba la economía, sin gabinete económico y con una libreta de almacenero, Kirchner fue sobre el campo, para tomar por asalto las utilidades del productor mediante un esquema de retenciones que era cualquier cosa menos un win-win. Desató una demencial batalla mediática, llegó a calificar a sectores rurales como "grupos de tareas", y provocó manifestaciones de repudio con decenas de miles de personas en las calles. Otra vez, hizo lo contrario a lo que era recomendable.
Lo que perfectamente pudo acordarse en una ronda de reuniones, como habían hecho Duhalde y Remes Lenicov 6 años antes, terminó siendo una épica nacional de proporciones, sembrando odio, divisiones y estigmatizando a sectores enteros de la vida nacional. Pudiendo seducir, Kirchner elegía violar. Era un psicópata.
2008 Clarin
La voz mediática más importante de la Argentina es el Grupo Clarín. Un grupo que estuvo firmemente aliado a Kirchner desde épocas de Duhalde, porque eran socios en los negocios y en el poder. Le hicieron la campaña a Kirchner en 2003, y a Cristina Kirchner en 2007. Clarín fue uno de los principales responsables de haber instalado en la opinión pública la idea de que esos bandoleros que venían de Santa Cruz eran estadistas de proporciones. Hasta que rompieron lanzas, mitad por el conflicto con el campo, al que Clarín no adscribió; mitad porque Kirchner tenía la intención de ir quedándose con el control del grupo, dándole a sus directivos negocios petroleros y de otras áreas.
La guerra entre el gobierno y Clarín lleva ya 6 largos años, y sirvió para que se dividieran completamente la opinión pública y el periodismo todo. Ante la defección de las estrategias kirchneristas, para ganarla, terminaron quedándose con el 80% de los medios nacionales, que pasaron a ser meros propagandistas oficiales, y convirtieron a Clarín en "la voz de la derecha golpista y vendepatria". Con escraches a periodistas, artistas y directivos, volvieron a sembrar odio entre sus seguidores, que le enseñaban a sus pequeños hijos como acertarle un escupitajo en el ojo a la foto de Mirtha Legrand.
Otra vez los psicópatas que gobiernan, dividieron, estigmatizaron, y envenenaron. Sembraron odio.
2012 La clase media
Las marchas ciudadanas de protesta comenzaron a aflorar en 2012, como consecuencia de 2 factores determinantes.
- El notable desmejoramiento de la economía, que los llevó a clavar variables por un lado, y a tomar medidas resistidas por el otro.
- La radicalización de Cristina Kirchner, que ya se había convertido en una estigmatizadora serial, desde el atril.
Nunca entendieron que entre la gente que estaba protestando, había importante cantidad de votos propios. Tampoco entendieron que no le podés hacer la guerra al tipo que te está pagando los impuestos.
La clase media, ampliada, salió masivamente a la calle 3 veces en 7 meses, y la respuesta del gobierno fue la burla, el etiquetamiento, la descalificación y el odio clasista. Otra vez el odio, como factor aglutinante de voluntades en beneficio propio.
2013
Resulta indignante escuchar al oficialismo y a sus voceros hablar de una década ganada. Una década ganada donde los actos patrios pasaron a ser actos partidarios de un gobierno que se apropió de la nación, y de los tres poderes de la república.
Una década ganada donde se volvieron a
uniformar pibes como milicianos civiles todoterreno.
Una década ganada a la que ingresamos con una democracia social y económicamente vulnerada, para salir con una tiranía electoral, sin moneda y sin ahorro. Social y económicamente estancada.
Una década ganada donde terminamos descolgados del mundo y teniendo por amigos únicamente a los países del eje neocomunista que implantó el chavismo en la región.
Una década ganada donde, 13 años dentro del Siglo XXI, nos encontramos discutiendo la libertad de expresión.
Una década ganada que consiguió que las familias vuelvan a distanciarse por cuestiones políticas, exactamente igual que en los ´50 y en los ´70.
Vea, mi amigo. Cuando en un equipo los jugadores están distanciados, se miran con bronca y ya ni siquiera se hablan, ese equipo no tiene forma de ganarle un partido a nadie.
Lo que hemos tenido en la Argentina ha sido una década envenenada. 10 años gobernados por dos personas con inocultables patologías psiquiátricas, que hicieron y deshicieron a gusto y placer, y que llegaron al gobierno con el único afán de acrecentar sus negociados.
10 años inoculándole el siniestro veneno de sus odios a nuevas generaciones de argentinos que, como sus padres, terminarán viviendo resentidos de la política y hasta de la vida misma.
Yo no sé cuánta riqueza habrán podido acumular los Kirchner mediante sus testaferros y amanuenses, pero si algo me queda claro es que de todo el odio que insuflaron no se vuelve así nomás, y que su legado no dejará otra sensación que la de un profundo fracaso colectivo. Otro más, acaso el mayor en estos 30 años de democracia.
Fabián Ferrante
Una década ganada a la que ingresamos con una democracia social y económicamente vulnerada, para salir con una tiranía electoral, sin moneda y sin ahorro. Social y económicamente estancada.
Una década ganada donde terminamos descolgados del mundo y teniendo por amigos únicamente a los países del eje neocomunista que implantó el chavismo en la región.
Una década ganada donde, 13 años dentro del Siglo XXI, nos encontramos discutiendo la libertad de expresión.
Una década ganada que consiguió que las familias vuelvan a distanciarse por cuestiones políticas, exactamente igual que en los ´50 y en los ´70.
Vea, mi amigo. Cuando en un equipo los jugadores están distanciados, se miran con bronca y ya ni siquiera se hablan, ese equipo no tiene forma de ganarle un partido a nadie.
Lo que hemos tenido en la Argentina ha sido una década envenenada. 10 años gobernados por dos personas con inocultables patologías psiquiátricas, que hicieron y deshicieron a gusto y placer, y que llegaron al gobierno con el único afán de acrecentar sus negociados.
10 años inoculándole el siniestro veneno de sus odios a nuevas generaciones de argentinos que, como sus padres, terminarán viviendo resentidos de la política y hasta de la vida misma.
Yo no sé cuánta riqueza habrán podido acumular los Kirchner mediante sus testaferros y amanuenses, pero si algo me queda claro es que de todo el odio que insuflaron no se vuelve así nomás, y que su legado no dejará otra sensación que la de un profundo fracaso colectivo. Otro más, acaso el mayor en estos 30 años de democracia.
Fabián Ferrante